Los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social estará celebrando una reunión en línea internacional el sábado 10 de diciembre para construir un movimiento contra el impulso de guerra. Regístrate hoy.
Los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social (JEIIS, o IYSSE por sus siglas en inglés), el movimiento estudiantil y juvenil de los Partidos Socialistas por la Igualdad, las secciones nacionales del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, llama a construir un movimiento global masivo de jóvenes para poner un fin inmediato a la guerra por delegación de EE.UU. y la OTAN en Ucrania y a la temeraria escalada militar que se dirige hacia la Tercera Guerra Mundial.
Hay que detener la guerra antes de que resulte en una catástrofe global. La interacción entre el militarismo imperialista de la OTAN, que persigue imprudentemente su agenda geopolítica global sin importar las consecuencias, y la desesperación cada vez mayor del régimen capitalista oligárquico de Rusia amenaza con desencadenar un conflicto nuclear.
La esperanza de que “prevalecerá la fuerza de la razón” y la guerra pronto llegará a un final negociado es una ilusión políticamente paralizante y peligrosa. La OTAN no quiere “paz”. Quiere guerra. Tras haber provocado deliberadamente el conflicto expandiendo la OTAN por décadas hacia las fronteras rusas y armando masivamente a su corrupto régimen títere en Kiev, las potencias imperialistas están decididas a sacarle todo el jugo a la mal concebida, políticamente reaccionaria y desastrosa invasión rusa de Ucrania.
Considerando que es posible una victoria militar contra Rusia, la OTAN está haciendo caso omiso a todas las “líneas rojas” demarcadas por Rusia. Durante la mayor parte del periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial y particularmente después del desarrollo de las bombas de hidrógeno en la década de 1950, el reconocimiento de que una guerra nuclear amenazaba con extinguir la civilización humana iba de la mano de la conclusión política de que no había que emplear armas nucleares nunca porque no podría haber ganadores en tal conflicto. La doctrina de “destrucción mutua asegurada”, cuyas siglas en inglés MAD significan demente, regía como principio militar.
Pero este principio de que es imposible ganar una guerra nuclear y solo sería iniciada por dementes ha sido rechazado. A pesar de la posibilidad de que una guerra nuclear resulte en la aniquilación de la sociedad, MAD ha sido reemplazada por la doctrina criminal y desquiciada “¡¿Y QUÉ?!”. Cuando EE.UU. y las potencias de la OTAN anuncian que no los “intimidará” la posibilidad de una guerra nuclear están diciendo que no limitarán sus políticas y acciones ante el peligro de una catástrofe nuclear.
Las lecciones de la historia
Para comprender la magnitud del peligro hoy es necesario recordar el pasado. La burguesía es completamente capaz de recurrir a cualquier nivel de barbarie para avanzar su poder global, las ganancias empresariales y su riqueza personal.
El imperialismo apareció a inicios del siglo veinte con el desarrollo de empresas industriales masivas y el enorme crecimiento de los bancos internacionales y el capital financiero. África, Asia, América Latina y Oriente Próximo fueron sometidos a la tiranía del colonialismo. Las mayores potencias se disputaron el dominio de los mercados, las materias primas y las fuerzas laborales. El resultado de este forcejeo fue una guerra a escala global, con niveles de violencia nunca vistos en la historia humana.
La Primera Guerra Mundial, que estalló en 1914, resultó en más de 20 millones de muertes. El imperialismo introdujo en el mundo los horrores de la guerra de trincheras, los gases tóxicos y las innovaciones tecnológicas asesinas de los bombardeos aéreos, los submarinos armados con torpedos y los tanques.
Pero los horrores de este conflicto global fueron solo un preludio para la barbarie de la Segunda Guerra Mundial, que comenzó en 1939, solo 21 años después del final de la primera. Como política oficial y premeditada, la Segunda Guerra Mundial fue testigo del exterminio masivo de poblaciones civiles. Esto incluyó el genocidio industrializado del Holocausto y los bombardeos de ciudades grandes con municiones incendiarias (Dresde y Hamburgo en Alemania, Tokio en Japón), culminando con el lanzamiento estadounidense de bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. La escala de las muertes era prácticamente incomprensible. Se estima que murieron hasta 85 millones de seres humanos, incluyendo 6 millones de judíos, 27 millones de ciudadanos soviéticos y 20 millones de chinos.
Hoy, en la tercera década del siglo veintiuno, está en marcha un impulso demente hacia un tercer conflicto global que involucraría armas nucleares, provocando más que decenas de millones, sino cientos y posiblemente miles de millones de muertes. El presidente de Estados Unidos, después de reconocer que la guerra podría resultar en el “Armagedón”, ha continuado e intensificado el conflicto.
Con la guerra de EE.UU. y la OTAN contra Rusia, el imperialismo está avisando que hay una conflagración aún mayor en ciernes. En documentos publicados en octubre de 2022 que resumen los objetivos estratégicos del imperialismo estadounidense, el Gobierno de Biden reconoció sin rodeos que el conflicto en Ucrania es meramente un preludio para un enfrentamiento con China.
En agosto del año pasado, cuando Biden anunció que retiraría las tropas estadounidenses de Afganistán, dijo que sería el fin de las “guerras para siempre”. Ahora, EE.UU. está involucrado en una guerra que podría poner fin a la vida para siempre.
Cualquiera que considere que la clase gobernante no está lista para sacrificar a decenas de millones para avanzar sus intereses geopolíticos solo tiene que mirar a los dos últimos años y medio. En respuesta a la pandemia de COVID-19, la oligarquía empresarial y financiera rechazó las medidas más básicas de salud pública para contener el virus porque eso afectaba sus actividades lucrativas. Más de 20 millones de personas han muerto como resultado, más de un millón de ellas en Estados Unidos.
Todas las justificaciones de los Gobiernos imperialistas para avanzar esta guerra apestan a mentiras e hipocresía.
Es imposible comprender las causas y los intereses detrás del estallido de la guerra en Ucrania viéndolo como un acontecimiento aislado y apartado de los eventos anteriores a la invasión rusa y fuera de su contexto histórico. La responsabilidad de la guerra no se puede atribuir identificando al que “disparó primero”. Son aún más absurdos los intentos de explicar la guerra como el resultado de las acciones de individuos particulares. Todas las guerras libradas por EE.UU. de las últimas tres décadas han sido justificadas como cruzadas morales contra uno u otro “monstruo”: Sadam Huseín en Irak, Slobodan Milošević en Serbia, Bashar al Asad en Siria, Muamar Gadafi en Libia, etc. El último monstruo es Vladímir Putin y hallarán nuevos villanos según aparezca la necesidad política. La demonización de Xi Jinping en China ya inició.
Estados Unidos y sus aliados de la OTAN están librando una guerra imperialista
Las campañas de propaganda contra uno u otro líder político no ayudan a explicar nada de los orígenes de las guerras libradas por el imperialismo, ni hablar de la causa del conflicto actual en Ucrania.
En un sentido económico y geopolítico fundamental, la guerra por delegación de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN es imperialista. A EE.UU. y la OTAN no les podría importar menos la democracia en Ucrania ni el futuro del pueblo ucraniano, al cual está utilizando como carne de cañón. Así como en las guerras mundiales, el propósito fundamental de la guerra es reorganizar el mundo y repartir sus recursos entre las potencias imperialistas.
La guerra de EE.UU. y la OTAN en Ucrania es la continuación y la escalada a un nivel nuevo y más peligroso de las guerras instigadas por EE.UU. durante las últimas tres décadas. Buscando revertir el largo declive económico del capitalismo estadounidense y suprimir las tensiones cada vez mayor dentro del país, la burguesía estadounidense considera la guerra y la hegemonía global como la única solución a sus problemas. Su desenfreno militarista confirma el profético análisis de León Trotsky en vísperas de la Segunda Guerra Mundial sobre la trayectoria histórica del imperialismo estadounidense:
¿El mundo ya fue dividido? Debe repartirse nuevamente. Para Alemania era una cuestión de “organizar Europa”. Estados Unidos debe “organizar” el mundo. La historia enfrenta a la humanidad con la erupción volcánica del imperialismo estadounidense.
Desde la disolución de la Unión Soviética en 1991, Estados Unidos ha considerado la incorporación de Ucrania en la esfera de influencia de la OTAN como un paso esencial hacia sus antiguos objetivos de desmantelar Rusia, ganar un acceso irrestricto a los vastos recursos estratégicos del país, afianzar su control sobre el continente eurasiático y, a partir de esto, eventualmente destruir la capacidad de China de desafiar la hegemonía global del imperialismo estadounidense. Hay incontables documentos del Gobierno estadounidense y análisis estratégicos de los centros de pensamiento imperialistas que declaran abiertamente estos objetivos criminales y están disponibles en línea.
Estados Unidos y las potencias de la OTAN provocaron la invasión por medio del suministro masivo de armas a Ucrania, que ha sido efectivamente transformada en un protectorado estadounidense, un miembro de la OTAN en todo menos en nombre. Esto forma parte de las décadas de expansión de la Alianza Atlántica militar en Europa del este, alcanzando las propias fronteras de Rusia.
En sus denuncias contra Rusia, EE.UU. y la OTAN han hecho muchas declaraciones solemnes sobre la santidad de las fronteras estatales, la Carta de las Naciones Unidas y el derecho de Ucrania a la “autodeterminación”. Nunca se manifestaron estas preocupaciones cuando EE.UU. y las potencias europeas desmembraron Yugoslavia en los años noventa, culminando en la guerra contra Serbia en 1999. Estados Unidos es el mayor violador del mundo del principio de la “autodeterminación”, interviniendo, bombardeando e invadiendo países a su antojo para avanzar sus propios intereses geopolíticos y económicos.
En 2003, el ejército estadounidense acuñó el término “shock y pavor” para describir la segunda guerra contra Irak, que emprendió con base en mentiras y en la cual mató a cientos de miles y destruyó una sociedad entera.
En las guerras del imperialismo estadounidense, incluyendo Afganistán (2001), Libia (2011) y Siria (2011), además de Yugoslavia e Irak, más de un millón de personas han muerto y decenas de millones han sido convertidas en refugiados. Como parte de “la guerra contra el terrorismo”, se introdujeron en el léxico global términos como “técnicas de interrogatorio mejoradas”, “Abu Ghraib”, “rendición extraordinaria”, “ahogamiento simulado”, “bahía de Guantánamo”, “asesinato con drones” y “martes de terror”. Cuando era Senador, Biden, el actual ocupante de la Casa Blanca, votó a favor de todas estas guerras.
El supuesto interés de Washington en la “democracia” no es menos hipócrita ni engañoso. El Gobierno en Kiev fue instalado en una operación de cambio de régimen patrocinada por EE.UU. en 2014 y representa a una oligarquía ucraniana que está atropellando los derechos de la clase obrera. El Gobierno está aliado con y promueve a organizaciones de extrema derecha y fascistizantes como el Batallón Azov, cuyos orígenes se remontan al asesino masivo Stepan Bandera y los colaboradores de los nazis en Ucrania durante la Segunda Guerra Mundial.
Y mientras el Gobierno de Biden justifica sus guerras en el extranjero invocando una lucha global por la “democracia” contra la dictadura, la clase dominante estadounidense está librando una guerra contra la democracia en casa. El sistema democrático dentro de Estados Unidos se tambalea al borde del colapso. El propio Biden ha advertido públicamente que es posible que el sistema constitucional existente no sobreviva esta década. El fascismo ha infectado la política estadounidense. Han pasado poco menos de dos años desde el 6 de enero de 2021, cuando el intento de Trump de establecer una dictadura presidencial estuvo muy cerca de triunfar.
La transformación del Partido Republicano en una organización semifascista está ligada al crecimiento global de la extrema derecha, desde el Gobierno encabezado por Giorgia Meloni, admiradora de Mussolini, en Italia, hasta el Rassemblement National de Marine Le Pen en Francia y el partido de Jair Bolsonaro en Brasil.
Junto al colapso de la democracia y el resurgir del fascismo, hay una glorificación abierta del militarismo y la guerra. Se están invirtiendo miles de millones de dólares en programas de rearme. La clase dominante alemana, que invadió dos veces Ucrania en el siglo veinte y asesinó a millones de sus ciudadanos, está ahora aprovechando la guerra en el país como pretexto para triplicar su presupuesto militar. Tal desvío de recursos de las necesidades sociales a las guerras está afectando todos los países imperialistas.
Reino Unido, Francia y todas las potencias de la OTAN han inundado Ucrania con armamento. El Gobierno canadiense, cuya vice primera ministra Chrystia Freeland tiene vínculos familiares directos con la extrema derecha ucraniana, está a la cabeza de las exigencias de que Ucrania sea admitida formalmente en la OTAN. Australia, que apoya plenamente la guerra contra Rusia, se prepara para estar en la primera línea de cualquier conflicto con China.
A través de la agresión y la intriga, las potencias imperialistas están tratando de aprovechar y subordinar los Estados de todo el mundo a sus ofensivas estratégicas contra Rusia y China. En el proceso, están incitando y avivando innumerables conflictos regionales que a su vez amenazan con convertirse en desencadenantes de una guerra mundial. El empeño de Washington en transformar India en un Estado de primera línea contra China, por poner un ejemplo, ha dado lugar a que el conflicto indo-pakistaní se haya entrelazado inextricablemente con el de Estados Unidos y China, añadiendo una nueva carga explosiva a ambos conflictos.
La intervención reaccionaria de Rusia en Ucrania
El carácter descaradamente imperialista de la guerra por delegación de EE.UU. y la OTAN no legitima en absoluto la invasión rusa de Ucrania, a la que se opone y condena el JEIIS. Pero nuestra postura corresponde a la oposición de la clase obrera y de la izquierda socialista, no de la derecha proimperialista. Hay suficientes motivos, basados en los principios socialistas, para condenar la invasión sin capitular a la narrativa reaccionaria y engañosa inventada por la OTAN y los medios corporativos occidentales.
El conflicto entre Rusia y Ucrania es otra consecuencia desastrosa de la traición estalinista a la revolución socialista de octubre de 1917, que culminó con la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1991, la restauración del capitalismo y la creación de un régimen oligárquico de exburócratas corruptos que se enriquecieron mediante el robo de activos que eran propiedad del Estado soviético. Putin es el representante de esta mafia capitalista reaccionaria.
Cuando la burocracia estalinista disolvió la URSS, les dijo a los trabajadores y a la juventud de Rusia y de Europa del este que esto daría paso a un nuevo período de prosperidad y paz. Nada de eso ocurrió. El saqueo de los bienes públicos por parte de los apparátchiks convertidos en oligarcas no solo condujo a un descenso masivo del nivel de vida y de la esperanza de vida de la población, sino que ahora Rusia se encuentra cercada por el imperialismo. La invasión de Ucrania fue un esfuerzo desesperado y desastrosamente mal concebido para presionar a Estados Unidos a hacer concesiones a los “intereses de seguridad” de Rusia, es decir, al derecho de los oligarcas a saquear los vastos recursos del país sin una excesiva interferencia de las potencias imperialistas.
No cabe duda de que Rusia se enfrenta a una amenaza existencial por parte de EE.UU. y la OTAN. Pero fue la disolución de la Unión Soviética y la restauración del capitalismo lo que colocó a Rusia en la mira de los imperialistas. Putin trata de contrarrestar esta amenaza invocando el nacionalismo reaccionario y místico de la “Santa Rusia” zarista. Pero es inútil. El arte de gobernar y la diplomacia inspirados en la Rusia zarista, derrocada en 1917, difícilmente pueden servir de modelo para la política exterior en 2022.
Putin ha culpado explícita y repetidamente a la Revolución de Octubre y al régimen bolchevique liderado por Lenin y Trotsky de crear los cimientos de una Ucrania moderna e independiente de Rusia. Lo que desprecia Putin, un chauvinista ruso y antisocialista, es que la URSS se fundó en 1922, cinco años después de la revolución, como una unión voluntaria de repúblicas socialistas. La Unión Soviética, basada en el poder obrero, estaba profundamente comprometida con la defensa de los derechos democráticos y nacionales de todas las nacionalidades que habían sido oprimidas por el régimen zarista. La degeneración burocrática de la Unión Soviética, personificada en el ascenso al poder de Stalin, encontró una expresión especialmente aguda en la violación y supresión de las legítimas aspiraciones democráticas de las minorías nacionales dentro de la URSS. El patrioterismo del actual Gobierno ruso no solo tiene sus raíces históricas en las tradiciones reaccionarias del zarismo, sino también en las del estalinismo.
El JEIIS, fiel a las tradiciones revolucionarias del marxismo y el internacionalismo socialista, rechaza todas las justificaciones de la guerra basadas en el concepto obsoleto de la “defensa nacional”. Esto aplica tanto para Rusia como Ucrania Defendemos la unidad de los trabajadores rusos y ucranianos contra las políticas de guerra de Putin y Zelenski. En oposición al chauvinismo reaccionario de ambos regímenes, apuntamos a las palabras de Trotsky:
Si el Estado nacional actual fuera un factor progresista habría que defenderlo sin tomar en cuenta su forma política ni, por supuesto, quién “empezó” la guerra. Es absurdo confundir el problema de la función histórica del Estado nacional con el de “la culpa” de determinado Gobierno. ¿Es posible rehusarse a salvar una casa que se puede utilizar como vivienda porque el incendio comenzó por descuido o mala intención de su propietario? Pero en este caso la casa no sirve para vivir sino para morir en ella. Para que los pueblos puedan vivir hay que eliminar de raíz la estructura del Estado nacional.
El “socialista” que predica la defensa del Estado nacional es un reaccionario pequeñoburgués al servicio del capitalismo decadente. Solo el partido que ya en época de paz luchó irreconciliablemente contra el Estado nacional puede no atarse a éste durante la guerra, puede seguir el mapa de la lucha de clases y no el de las batallas militares. La vanguardia proletaria únicamente se volverá invulnerable a toda suerte de patriotismo nacional si comprende plenamente el papel objetivamente reaccionario del Estado imperialista. Esto significa que solo se puede romper con la ideología y la política de la “defensa nacional” desde la perspectiva de la revolución proletaria internacional. [ La guerra y la Cuarta Internacional, 1934]
¡Los jóvenes necesitan luchar por el futuro!
Los jóvenes encarnan y representan la esperanza y la promesa del futuro. Pero, en la búsqueda temeraria de objetivos económicos y geopolíticos, el capitalismo está colocando la propia supervivencia de la humanidad en riesgo. Hace cuatrocientos años, el personaje Hamlet de Shakespeare planteó la pregunta existencial más fundamental: “¿Ser o no ser?”. En la actualidad, en vez de ser una cuestión de especulación filosófica, se ha convertido en el desafío político primordial que enfrenta la humanidad. Además del peligro de una guerra nuclear, el cambio climático y futuras pandemias que amenazan las vidas de cientos de millones de personas en las próximas décadas. La clase obrera debe poner fin al capitalismo antes de que el capitalismo acabe con el mundo.
Los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social avanzan los siguientes principios estratégicos para la construcción de un poderoso movimiento contra la guerra en Ucrania y su intensificación en dirección a una Tercera Guerra Mundial con armas nucleares.
La guerra no se podrá detener por medio de apelaciones y protestas dirigidas a la clase gobernante y sus Gobiernos, sino solo a través de la movilización política de la clase obrera internacional. La clase trabajadora, cuya explotación es la fuente de todas las ganancias, conforma la gran mayoría de la población mundial. No le interesa del todo la guerra. Son los trabajadores, particularmente los trabajadores jóvenes, los que serán utilizados como carne de cañón en una nueva guerra mundial.
Esta guerra ya disminuyó masivamente los niveles de vida de los trabajadores de todo el mundo al contribuir a una inflación desenfrenada que está impidiendo a los trabajadores costear las necesidades básicas. La crisis creada por el colapso de los niveles de vida ha conducido a un resurgir global de la lucha de clases, en EE.UU., Europa, América Latina, Oriente Próximo y África.
Mientras derrocha billones de dólares cada año en los instrumentos de la guerra, la clase gobernante insiste en que no hay dinero para financiar los programas sociales críticos para la clase trabajadora, como la educación pública, ni para pagar salarios dignos ni seguros médicos. La escalada de la guerra inevitablemente va acompañada del empobrecimiento de capas cada vez más amplias de la clase obrera.
El JEIIS denuncia a todas las organizaciones que se hacen llamar fraudulentamente socialistas cuando son los defensores más necios del imperialismo estadounidense y de la OTAN, como los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés), Los Verdes y La Izquierda en Alemania, Syriza en Grecia y Podemos en España.
Bajo la consigna falsa y reaccionaria de defender la “soberanía ucraniana”, estos grupos no han criticado a EE.UU. y a las potencias de la OTAN por armar a Ucrania hasta los dientes y librar una guerra por delegación contra Rusia, sino por no suministrar suficientes armas. Por décadas, las organizaciones de la pseudoizquierda han promovido la política de la división racial y de género, particularmente en los campus universitarios. Esto lo hacen para dividir a la clase trabajadora mientras ayudan a las capas de la clase media-alta que representan hacerse de cargos y riqueza. Ahora se ponen en evidencia como partidarios abiertos del imperialismo.
En cuanto a las burocracias sindicales, el supuesto “movimiento obrero”, compuesto por miles de funcionarios de la clase media-alta, su apoyo a la guerra es la otra cara de su hostilidad a la clase trabajadora y de su papel como brazos de la patronal.
El JEIIS rechaza el programa reaccionario de la “defensa nacional” por dos razones fundamentales.
En primer lugar, el Estado nacional es un anacronismo histórico que es incompatible con el desarrollo de una economía global integrada e interdependiente. Coloca una camisa de fuerza al desarrollo de las fuerzas productivas y a la capacidad de toda la humanidad a utilizarlas de forma pacífica y productiva.
En segundo lugar, los llamados a la “unidad nacional” se basan en una negación de que todos los Estados nacionales están marcados por conflictos de clases. Todo el poder está en manos de las élites capitalistas que controlan los Gobiernos y utilizan el poder estatal para avanzar sus propios intereses económicos. La política exterior de los Estados imperialistas, que consiste en la búsqueda implacable y violenta del dominio sobre los recursos de todo el mundo, es una extensión a nivel global del afán de lucro y riqueza de los capitalistas dentro de “sus propios” países.
La oposición de la clase trabajadora al chauvinismo nacional y las guerras libradas bajo la bandera del “interés nacional” y otros lemas hipócritas (como la “democracia” y los “derechos humanos”) no solo se basa en consideraciones morales. En cambio, las masas obreras componen una clase internacional cuyos intereses comunes superan los Estados nacionales. En el sentido histórico y económico más profundo, la clase trabajadora no tiene patria.
La globalización de la producción ha llevado a un rápido crecimiento de la clase trabajadora en todo el mundo, incluyendo a cientos de millones de nuevos trabajadores en Asia, América Latina y África, además de amplias secciones de la población como los jóvenes en los principales países capitalistas. Al mismo tiempo, los extraordinarios avances en telecomunicaciones de las últimas tres décadas ahora permiten a los trabajadores y jóvenes comunicarse más allá de las fronteras nacionales y organizar sus luchas con base en un programa y planes de acción en común.
Reconociendo esta realidad global, los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social luchamos por unir a la juventud y el estudiantado de todo el mundo en una lucha común para girar hacia la clase trabajadora y construir un movimiento por la abolición del capitalismo.
¡No a la guerra! ¡Construyan los Jóvenes yEstudiantes Internacionales por la Igualdad Social!
Hace tres décadas, tras la disolución de la Unión Soviética, los ideólogos de la clase dominante proclamaron “El fin de la historia”. El significado de esta consigna era que la supuesta “victoria” del imperialismo en la guerra fría demostraba que no podía haber una alternativa al capitalismo. El sistema del Estado nación, la propiedad privada de los medios de producción, el sistema de lucro y la democracia burguesa representaban la etapa más alta y final del desarrollo social.
La tesis del “Fin de la Historia” era la actualización capitalista de la aterradora visión del Infierno de Dante: “Abandonad toda esperanza, los que entréis aquí”. La humanidad estaba atrapada en una distopía capitalista de la que no se podía escapar. La desigualdad social, la pobreza, la explotación y la degradación perpetua de la cultura eran el destino al que estaba condenada la humanidad.
Adoptada y amplificada por los medios de comunicación y predicada por innumerables académicos, la narrativa del “Fin de la Historia” pretendía sembrar el pesimismo, la desmoralización y la apatía política. Pero era una narrativa falsa. La historia ha vuelto con fuerza. Los cimientos económicos, políticos y sociales del capitalismo se están desmoronando. La lucha de clases –la gran fuerza motriz del progreso histórico— está destruyendo todos los mecanismos institucionales de control social.
Si bien la guerra presenta grandes peligros para los jóvenes y para toda la humanidad, el JEIIS no basa su programa en la desesperación, sino en la confianza de que podemos luchar y ganar el futuro.
El fatalismo de los pesimistas refleja una perspectiva atrapada en los límites de lo posible dentro del orden mundial capitalista. El optimismo surge de la comprensión de que la misma crisis capitalista que produce la guerra, la dictadura, el cambio climático y la reacción social también produce el crecimiento de las luchas internacionales de la clase obrera.
Debemos acudir a las fábricas y a los lugares de trabajo, donde los trabajadores están luchando contra la desigualdad y la explotación. Ellos son el gran poder capaz de derrocar al capitalismo y forjar un camino para la humanidad. El JEIIS no solo busca el apoyo de los trabajadores en la lucha contra la guerra. Reconocemos que la derrota del imperialismo depende de la irrupción de la clase obrera, armada con un programa socialista, como la fuerza revolucionaria principal y decisiva en la lucha contra el sistema capitalista mundial.
Así como fue la Revolución rusa, la mayor intervención de la clase obrera en la historia mundial, la que puso fin a la primera carnicería global de la Primera Guerra Mundial, será la intervención de la clase obrera internacional la que hoy detenga la escalada militar hacia la Tercera Guerra Mundial.
El JEIIS basa su perspectiva en la historia del movimiento socialista, sobre todo en la historia de la Cuarta Internacional, el movimiento trotskista, que mantuvo la continuidad del marxismo por medio de la lucha contra el estalinismo. A través de los ataques de la burguesía contra el marxismo y la promoción de todo tipo de ideologías reaccionarias y falsificaciones históricas, los jóvenes han sido aislados en gran medida de esta historia y de toda la historia de las luchas de la clase obrera.
En su trabajo entre los estudiantes, el JEIIS se opone a todas las formas de teorías antimarxistas, en particular las asociadas a la reaccionaria Escuela de Frankfurt y al irracionalismo doblemente reaccionario del postmodernismo, que niegan el papel revolucionario de la clase obrera y se oponen a la lucha política por el socialismo.
Además, el JEIIS denuncia el impulso para subordinar la ciencia y la academia al militarismo imperialista. Se ha opuesto sistemáticamente a los ataques contra la verdad histórica y los derechos democráticos, resistiendo todos los intentos de suprimir la creciente oposición al fascismo y la guerra.
El JEIIS pondrá en marcha un movimiento contra la guerra que unirá a los jóvenes en una lucha común orientada a la clase obrera. Les insistimos a los estudiantes y jóvenes de todo el mundo: si queremos tener un futuro, debemos luchar por él. No podemos quedarnos al margen mientras las clases dominantes conspiran para convertir el mundo entero en un infierno nuclear.
Esta campaña será inaugurada a través de un seminario web mundial el 10 de diciembre, titulado “Detengan la guerra por delegación de EE.UU. y la OTAN en Ucrania”, que se transmitirá en vivo a las 2:00 p.m. hora del este (EE.UU.). El seminario web se combinará con una serie coordinada de reuniones y otras actividades en países de todo el mundo. En esta reunión se explicarán los orígenes históricos de la guerra y se expondrán los verdaderos intereses políticos y económicos que están impulsando su escalada. Sobre todo, el webinario presentará una estrategia revolucionaria y explicará lo que hay que hacer para detener la guerra.
Llamamos a todos los que quieran participar a registrarse y contactar el JEIIS.
¡Únete a los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social! ¡Detengan el temerario impulso hacia una guerra nuclear! ¡Asuman la lucha por un futuro socialista sin pobreza, explotación, guerra y toda forma de opresión!
Para más información y para unirte al JEIIS, haz clic aquí.
(Publicado originalmente en inglés el 3 de noviembre de 2022)
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