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Perspectiva

La peor sequía en la historia devasta Europa en medio de crisis climática capitalista

Desde Reino Unido hasta los Balcanes, una sequía récord está devastando Europa. Más del 60 por ciento de la Unión Europa y Reino Unido se enfrenta a condiciones de sequía, según el Observatorio Europeo de Sequías. Un científico de la Comisión Europea la llamó la peor sequía en 500 años. Los principales ríos y mayores lagos se están secando, los agricultores se enfrentan a pérdidas de cosechas y os suministros energéticos están colapsando en medio de una falta de lluvia y niveles de calor inauditos.

El verano de 2022 ya rompió varios récords de temperaturas, incendios forestales y ahora sequías en Europa, demostrando la urgencia de lidiar con el cambio climático. Ha alcanzado el punto en que, a falta de acciones prontas y a gran escala, amenazará el funcionamiento básico de la sociedad para sostener la vida humana. Esto incluye los suministros de agua, comida, electricidad y vivienda segura.

La sequía extrema del verano fue causada por niveles bajos de precipitación nunca vistos en Europa y sucesivas olas de calor, incluyendo una ola de calor en julio que rompió varios récords de temperaturas. El calor extremo y la sequía también provocaron récords en materia de incendios forestales, que han quemado 615.341 hectáreas este año en el continente—la cifra más alta en el registro para mediados de agosto. La sequía está interrumpiendo los suministros de comida y energía, que ya se habían visto menoscabados por la guerra entre la OTAN y Rusia en Ucrania, aumentando los precios de los bienes esenciales a niveles incluso más altos en medio de una crisis inflacionaria.

En el río Rin, las embarcaciones están cargando apenas el 25 por ciento de su capacidad debido a los bajos niveles de agua. Actualmente el nivel de agua se encuentra en 40 cm, pero se espera que caiga a alrededor de 30 cm, lo que detendría por completo el transporte en el río. Tales interrupciones le costaron aproximadamente €5 mil millones a la economía alemana en 2018.

La semana pasada, Francia se vio obligada a reducir la capacidad de sus plantas nucleares, que producen el 70 por ciento de su electricidad, dado que soltar el agua de enfriamiento hirviente en ríos con niveles mínimos de agua constituye un peligro ecológico. Sin embargo, ante la actual crisis energética, la agencia francesa de energía ordenó que las plantas vuelvan a operar a capacidad completa sin importar el daño ambiental, incluyendo a la flora y fauna. De los 96 departamentos de Francia continental, 86 de ellos tienen alertas de sequía. Gran parte del río Loira, el segundo más grande de Francia, puede cruzarse a pie.

El río Danubio, el más largo de Europa, cayó a tan solo 43 cm, el nivel más bajo desde que se tiene registro. En Serbia, Bulgaria y Rumanía, se están llevando a cabo trabajos de dragado para mantener el río navegable para el transporte de suministros alimentarios y energéticos cruciales para los Balcanes. En el sur de Alemania, la temperatura del agua en los ríos superó los 25 ºC y se espera que alcance 27 ºC para fines del mes, la misma temperatura del mar Caribe.

En toda Europa, los peces se ven amenazados por las temperaturas altas del agua y los bajos niveles de oxígeno. El lago Conopljankso en Serbia se secó completamente, matando a toda la población de peces.

La superficie del río Oder entre Polonia y Alemania está ahora casi cubierta de peces muertos. Aunque las autoridades polacas han refutado los informes sobre la fuerte contaminación industrial del río, está claro que, al caer el volumen de agua del río a mínimos históricos, las concentraciones de contaminantes industriales se han disparado.

Los agricultores europeos se enfrentan a pérdidas masivas de cosechas. La crucial producción de cereales ha descendido entre un 30 y 40 por ciento en Italia y casi un 20 por ciento en Francia. Se espera que la producción de aceite de oliva de España, que representa casi la mitad de las exportaciones mundiales, sea una cuarta parte del promedio en los últimos cinco años.

En el valle del Po, en el norte de Italia, se ha perdido el 60 por ciento de la cosecha de este año porque los agricultores no han podido utilizar los ríos locales para el riego de los cultivos. Esto ya ha causado al menos 6.200 millones de euros en daños. La región, que produce entre el 30 y el 40 por ciento del suministro de alimentos de Italia, no ha visto prácticamente ninguna lluvia este año. Cerca del estuario del Po, los niveles de agua son tan bajos que el agua salada del mar Adriático fluyó 30 kilómetros río arriba, matando los cultivos cerca de las orillas del río que hasta ahora habían sobrevivido a la sequía.

El suministro de agua potable es muy bajo en todas las ciudades del valle del Po, incluidas Milán y Turín. Los niveles de agua de los lagos de la región también están en mínimos históricos, incluido el popular destino turístico del lago de Garda, en el norte de Italia, que se ha secado casi por completo.

Incluso las regiones más septentrionales y húmedas de Europa están sufriendo. Los bajos niveles de agua en los embalses de Noruega están reduciendo su capacidad de producir energía hidroeléctrica. Esto ha llevado a advertir que podría tener que cortar las exportaciones de energía, agravando aún más la crisis energética causada por las amenazas de la OTAN de negarse a pagar por el gas ruso y las amenazas rusas de cortar el suministro. Ocho regiones del Reino Unido se enfrentan a condiciones de sequía, incluida la capital, Londres.

Estos acontecimientos señalan la urgente necesidad de una campaña coordinada a nivel internacional para detener y afrontar las consecuencias del calentamiento global. Hay que invertir billones de euros en alta tecnología, infraestructura clave, tecnología de riego, generación de energía limpia, programas de seguridad alimentaria y otras iniciativas para garantizar que el planeta siga siendo habitable para la humanidad.

Llevar esto a cabo requiere un asalto directo al sistema capitalista, y a la riqueza y los privilegios de su aristocracia financiera corrupta. De la noche a la mañana se encontraron billones de euros para atajar la caída de la bolsa que siguió al inicio de la pandemia de COVID-19. Sin embargo, esta riqueza no se destinó a eliminar el virus, que desde entonces se ha cobrado más de 1,6 millones de vidas solo en Europa, ni a financiar inversiones en infraestructuras críticas, sino a rescatar a una pequeña élite de ricos inversores que no responden ante nadie.

Al igual que en el caso de la pandemia, las medidas necesarias para combatir el calentamiento global son bien conocidas tanto por los científicos como por los funcionarios gubernamentales, pero las instituciones internacionales que integran el sistema capitalista de Estados nación no han logrado organizar una respuesta coordinada. En cambio, se están sumiendo en una guerra cada vez más profunda. Los Gobiernos de la UE están prometiendo cientos de miles de millones de euros en aumentos del gasto militar, preparándose para intensificar la guerra que la OTAN está librando contra Rusia en Ucrania.

La actual sequía está poniendo en evidencia los tan cacareados Acuerdos de París de 2015, que pretenden limitar el calentamiento global a 2 °C respecto a los niveles preindustriales para finales de siglo. Las condiciones meteorológicas extremas causadas por tan solo 1,2 ºC de calentamiento global ya son catastróficas. Observando la devastación en Europa hoy en día, cabe preguntarse: incluso si los Gobiernos capitalistas aplicaran los Acuerdos de París al pie de la letra, ¿cuántos de los ríos de Europa se secarían y cuántas de sus tierras de cultivo quedarían estériles?

El desastre del calentamiento global continuará hasta que se construya un movimiento para detenerlo en la clase obrera europea e internacional, en oposición a toda la élite gobernante. Basta con mirar a Los Verdes alemanes, supuestamente el principal partido “ecológico” de la clase política europea: lideran la campaña para el rearme de la UE, mientras aprueban el regreso al uso altamente contaminante de carbón para la generación de energía en medio de la crisis energética de la guerra.

Los jóvenes y los trabajadores que quieren luchar contra el calentamiento global deben sacar las conclusiones necesarias de la negativa de la élite gobernante a tomar medidas y de su impulso suicida hacia una nueva guerra mundial. Para superar estas amenazas a la civilización es necesario acabar con el sistema anárquico de lucro y sustituirlo por una economía global socialista y científicamente planificada. Esto requiere construir un movimiento masivo contra la guerra y socialista en la clase obrera para arrebatar el control de la economía mundial de las manos de la aristocracia financiera, y organizarla según las necesidades sociales, no el lucro privado.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 14 de agosto de 2022)

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