Un importante estudio publicado en marzo en la revista Population and Development Review estima que la esperanza de vida global cayó aproximadamente 0,92 años en 2020 y otros 0,72 años en 2021. Estas son las primeras caídas en la esperanza de vida global desde que Naciones Unidas comenzó a monitorear esta cifra en 1950 y es son las peores desde la muerte de 70 millones de personas en la Segunda Guerra Mundial.
Este estudio, elaborado por el sociólogo Dr. Patrick Heuveline de la Universidad de California en Los Ángeles, tiene un gran significado como la primera estimación de la reducción de la esperanza de vida global causada por la pandemia de COVID-19.
El informe indica, “Las caídas anuales en la esperanza de vida… parecen haber superado los dos años en algún momento a fines de 2021 en al menos 50 países. Desde 1950, las reducciones anuales de tal magnitud tan solo se habían observado en ocasiones inusuales, como Camboya en los años setenta, Ruanda en los años noventa y posiblemente algunas naciones subsaharianas en el pico de la pandemia del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA)”.
Antes de 2020, hubo un aumento ininterrumpido de la esperanza de vida por 69 años, desde que Naciones Unidos comenzó a calcularla en 1950, cuando era 45,7 años, hasta 2019, cuando alcanzó 72,6 años. En promedio, hubo un aumento de 0,39 años de vida anualmente.
El reporte señala, “Los aumentos anuales más grandes, más de 0,7 años de 1964 a 1968, reflejan el éxito de las campañas de salud pública globales, particularmente los programas de vacunación infantil”. Otras iniciativas de salud pública adoptadas por muchos países en ese tiempo incluyen la filtración y cloración de las aguas residuales, el desarrollo de infraestructura de saneamiento, desagües, pasteurización de la leche y campañas de vacunación masivas, junto a otros avances científicos.
Esta expansión de la esperanza de vida fue objeto de ataques cada vez más intensos en las últimas dos décadas, dado que la disolución de la URSS en 1991 y la erupción del imperialismo estadounidense dieron paso a tres décadas de una contrarrevolución social implacable a nivel mundial. El reporte señala que, en los años previos a la pandemia, “los aumentos anuales en la esperanza de vida global… habían caído por debajo del promedio de 0,39 años de 1950 a 2019. Entre 2015 y 2018, fueron menores a 0,3 años y, en 2019, fue menor a 0,2 años”.
La pandemia ha acelerado rápidamente esta regresión y el SARS-CoV-2 se ha vuelto uno de los patógenos más letales que ha afectado a la civilización humana. La comparación de la pandemia a las guerras mundiales no es ninguna exageración. Según un estudio publicado en The Lancet, el exceso de mortalidad global en los últimos dos años, hasta fines de 2021, fue de 18,2 millones, casi el total de muertes durante la Primera Guerra Mundial.
A diferencia de las pandemias anteriores, cada aspecto de la pandemia de COVID-19 era previsible y prevenible, como lo han documentado cuantiosas investigaciones publicadas, libros e incluso filmes desde el inicio del siglo veintiuno. A cada paso, la oligarquía financiera y sus representantes políticos garantizaron que las ganancias se antepusieran a las vidas y el bienestar.
En resumidas cuentas, la caída en la esperanza de vida es una medida sanitaria concreta de las políticas de asesinato social, cuyo valor monetario se refleja en el aumento coincidente de las bolsas de valores.
En Estados Unidos y muchos otros países, varios sectores de la élite gobernante han abogado a favor de reducir la esperanza de vida. Acogieron la pandemia como algo bueno para sacrificar a los adultos mayores y enfermos, reduciendo así los pagos de pensiones y los servicios sociales.
A nivel nacional, ocho países vieron un descenso sustancial de la esperanza de vida de más de cuatro años en los últimos dos años. Entre ellos se encuentran cinco países de América Latina –Perú (5,6 años), Guatemala (4,8), Paraguay (4,7), Bolivia (4,1) y México (4,0)— y tres de Europa —Rusia (4,3), Bulgaria (4,1) y Macedonia del Norte (4,1)—.
El estudio estima que en 53 países, incluido Estados Unidos, la esperanza de vida disminuyó en más de dos años durante el peor periodo de 12 meses de la pandemia. Mucho otros países experimentaron períodos de 12 meses de disminución de la esperanza de vida aún peores, como Túnez (3,4 años), Sudáfrica (3,1), Egipto (2,3), Bosnia y Herzegovina (4,0), Macedonia del Norte (4,0), Filipinas (3,0), India (2,6), Kazajistán (3,2), Líbano (3,4) y otros. Sin embargo, en múltiples países de la región de Asia-Pacífico en los que se emplearon estrategias de eliminación, incluida China, con una población de 1.400 millones de personas, la esperanza de vida aumentó.
Para apreciar todo el impacto de los hallazgos del estudio, vale la pena señalar que en 2019 Naciones Unidas anticiparon que la esperanza de vida mundial aumentaría en 0,18 años en 2020. La implicación es que si las élites gobernantes hubieran tomado las medidas necesarias para eliminar el COVID-19 en enero-marzo de 2020, la población mundial tendría una esperanza de vida dos años mayor que la actual. En lugar de ello, la esperanza de vida mundial ha caído por debajo de los niveles de 2013, haciendo desaparecer una década de mejoras en la esperanza de vida para toda la humanidad.
Junto a la pérdida masiva de vidas, también se ha producido una tremenda pérdida de medios de vida. Un estudio reciente realizado por investigadores de la Universidad de Michigan estimó que aproximadamente el 43 por ciento de las infecciones registradas en todo el mundo han derivado en COVID largo, con más de 100 millones de personas que probablemente experimentan diversos síntomas que pueden afectar casi todos los órganos del cuerpo.
En un subgrupo significativo de pacientes con COVID largo, la enfermedad puede ser bastante debilitante e incapacitarlos para trabajar o cuidar de sí mismos. Varios estudios recientes han asociado incluso las infecciones leves por COVID-19 con un aumento de la mortalidad por cualquier causa.
El informe del Dr. Heuveline es una condena devastadora de la respuesta del capitalismo mundial a esta catástrofe global. Expresando la brutalidad silenciosa de la burguesía, ni un solo medio de comunicación corporativo ha informado sobre el innovador estudio. El silencio de los medios de comunicación y de todos los Gobiernos del mundo sobre el informe subraya su culpabilidad en el mayor crimen social desde la Segunda Guerra Mundial.
Fuera de China y un puñado de países de la región de Asia-Pacífico que eliminaron el COVID-19 a principios de 2020, los Gobiernos capitalistas mundiales se negaron a aplicar las medidas necesarias para detener la transmisión del virus. En su lugar, siguieron la estrategia más brutal de “inmunidad colectiva”, que consiste en infecciones masivas, o mantuvieron la pretensión de aplicar medidas limitadas de mitigación, todas ellas desechadas durante la ola de la subvariante BA.1 de ómicron.
Estas políticas provocaron la evolución de variantes cada vez más infecciosas y resistentes a las vacunas. La subvariante BA.2 de ómicron es la más peligrosa hasta el momento. China es ahora el único país grande que sigue luchando por una estrategia de “cero COVID” y actualmente está combatiendo su peor brote desde el inicio de la pandemia debido a la variante BA.2, que registró un récord de más de 20.000 infecciones registradas el martes.
Los medios de comunicación occidentales claman ahora para que China abandone la estrategia de cero COVID, sabiendo muy bien que esto podría causar millones de muertes en este país densamente poblado. Al mismo tiempo, están animando la escalada de Estados Unidos y la OTAN en la guerra con Rusia, que amenaza con desencadenar una Tercera Guerra Mundial con armas nucleares.
Tanto la respuesta a la pandemia como la escalada de la guerra demuestran la criminalidad y la bancarrota del sistema capitalista, que está precipitando a la humanidad hacia el desastre. La misma oligarquía financiera criminal que se ha atiborrado y amasado billones de dólares desde el comienzo de la pandemia, ahora se ha embarcado en un reparto imperialista de Rusia, China y toda la masa continental de Eurasia para explotar directamente los vastos recursos de la región y la mano de obra de la clase trabajadora.
Justo antes del comienzo de la ola de ómicron, el World Socialist Web Siteinició la Investigación Global de los Trabajadores sobre la Pandemia de COVID-19, que está recogiendo testimonios de trabajadores, científicos y activistas anti-COVID de todo el mundo para descubrir y documentar la desastrosa respuesta a la pandemia. Estos esfuerzos deben ampliarse en todos los países y los hallazgos deben popularizarse en la clase trabajadora.
Sobre todo, es vitalmente necesario construir un movimiento de masas arraigado en la clase obrera internacional, que luche intransigentemente contra la guerra y por una estrategia para eliminar el COVID-19 en todo el mundo.
Solo el empleo universal de todas las medidas de salud pública a escala mundial —incluidos confinamientos remunerados, pruebas masivas, el rastreo de contactos, el aislamiento de los pacientes infectados y la puesta en cuarentena de las personas expuestas, la distribución globalmente coordinada de las vacunas y tratamientos, el suministro y uso obligatorio de mascarillas N95 o de mejor calidad, entre otras medidas— puede frenar la pandemia y reanudar el crecimiento de la esperanza de vida global.
La lucha combinada contra la guerra y la pandemia es una lucha inherentemente global con implicancias revolucionarias. Solo el derrocamiento socialista del sistema decrépito y caduco de los Estados nación capitalistas pude sacar al mundo de las guerras, las plagas y la barbarie. El 1 de mayo, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) auspiciará el Mitin Internacional En Línea del Primero de Mayo para movilizar a la clase obrera para detener la guerra y la pandemia y reconstruir la sociedad sobre bases socialistas.
(Publicado originalmente en inglés el 7 de abril de 2022)