El lunes, las autoridades en Shanghái, la ciudad más poblada de China con más de 26 millones de habitantes, iniciaron un confinamiento de dos etapas. Los residentes al este del río Huangpu que divide Shanghái en dos, serán puestos bajo un confinamiento “cerrado” del 28 de marzo al 1 de abril, seguidos por todos los residentes al oeste del río del 1 al 5 de abril.
El confinamiento en Shanghái, un gran centro financiero e industrial del capitalismo mundial, es un acontecimiento sumamente importante. Se produce en medio de dificultades por parte de China para contener el peor brote de COVID-19 desde el inicio de la pandemia a fines de 2019, alimentado por la subvariante BA.2 de ómicron, que es altamente transmisible, resistente a la inmunidad y virulenta.
Desde inicios de marzo, las infecciones de COVID-19 han aumentado gradualmente en gran parte de China, que ha visto un salto en el promedio de siete días de los casos nuevos diarios de 119 el 1 de marzo a 5.203 el 28 de marzo, sumando un total de 75.037 infecciones confirmadas este mes. Trágicamente, el 20 de marzo, se registraron los primeros dos fallecimientos por el virus en China en más de un año.
En comparación a las horrendas olas de contagios que han asolado el resto del globo, estas cifras son minúsculas, pero representan el peor momento desde que China eliminó por primera vez el COVID-19 a inicios de mayo de 2020.
El brote en curso en China es completamente la culpa de las potencias imperialistas occidentales, principalmente EE.UU. Rehusándose a seguir el ejemplo de China y otros países de la región de Asia-Pacífico que implementaron las políticas necesarias para detener la pandemia en 2020, han permitido que el virus se propague por todo el mundo e infecte a miles de millones durante los últimos dos años. Han avanzado una política nacionalista en materia de vacunas y defendido el afán de lucro de los monopolios farmacéuticos, dejando al 85 por ciento de las personas en los países de bajos ingresos sin ser vacunados.
Estas políticas homicidas se han cobrado aproximadamente 20 millones de vidas a nivel global, según el exceso de mortalidad estimado por la revista Economist. Además, han permitido la aparición de variantes cuya propagación se ha vuelto cada vez más difícil de controlar.
BA.2 es la variante más peligrosa que ha evolucionado del SARS-CoV-2 hasta la fecha. Se cree que es aproximadamente tan infecciosa como el sarampión, el patógeno más infeccioso conocido por el hombre, que es más capaz de eludir el sistema inmune que BA.1 y es tan virulenta como la variante delta del SARS-CoV-2.
El hecho de que China ha prevenido un aumento exponencial de casos de BA.2, como ocurrió en gran parte del mundo con BA.1 y varios países con BA.2., rinde testimonio de la efectividad de la estrategia “dinámica cero” de eliminación que han mantenido.
No obstante, el brote actual está poniendo a prueba los límites de mantener la política de Cero COVID solo en China y hay cada vez más indicios de que el régimen del Partido Comunista de China (PCCh) está debatiendo algún tipo de alejamiento de esta estrategia. Además de los desafíos objetivos de frenar la transmisión de BA.2, el capital financiero global está ejerciendo una presión considerable, así como varias secciones de la burguesía y la clase media-alta china, cuyos intereses financieros se ven impactados por los confinamientos.
A diferencia de los confinamientos previos a nivel de ciudad, que no tenían una fecha de caducidad y continuaban hasta que se pudieran identificar todos los casos y se pudiera atajar la transmisión, el confinamiento de Shanghái se dividió en dos y durará solo nueve días. Además, se implementa de forma tardía, ya que debió haberse iniciado hace al menos una semana cuando los casos comenzaron a aumentar en la ciudad a mediados de marzo. El 16 de marzo, Shanghái registró 158 casos nuevos, seguidos por 983 el 23 de marzo y un récord de 3.500 el 27 de marzo. Durante los últimos dos, Shanghái ha representado la mayoría de infecciones de COVID-19 en China.
Antes del cambio abrupto de la noche del domingo, los oficiales de Shanghái declararon repetidamente que no implementarían un confinamiento más amplio. En cambio, presumieron sus “medidas antiepidémicas precisas” que dependen solo de pruebas masivas, rastreo de contactos, aislamiento y cuarentenas para infectados y personas expuestas, así como confinamientos restringidos a comunidades individuales.
Para justificar esta política, los oficiales citaron explícitamente la necesidad de mantener el crecimiento económico. El 20 de marzo, Wu Fan, miembro del panel de expertos sobre COVID-19 del Gobierno en Shanghái, declaró, “Shanghái es irremplazable para la economía de China… Si toda la ciudad se paraliza por una semana o 10 días, podría beneficiar el control de la pandemia. Pero la pérdida sería intolerable para las pequeñas empresas y las personas ordinarias”.
Estos comentarios se hicieron tres días después de una importante reunión del Comité Permanente del Politburó del PCCh, el principal órgano decisorio del país, en la cual el presidente chino Xi Jinping declaró que deben “intentar lograr la prevención y el control máximos al menor costo y minimizar el impacto de la epidemia en el desarrollo económico y social”.
Un artículo publicado el lunes en el Global Times, un medio controlado por el PCCh, respaldó la decisión de Shanghái de no implementar un confinamiento hasta ahora: “Varios expertos chinos de alto calibre que han seguido de cerca el manejo del país de los brotes de COVID-19 en los últimos años consideran que la exploración de Shanghái es valiente y necesaria, especialmente cuando los epidemiólogos en China y el extranjero ofrecen cada vez más sugerencias de que China ajuste su estrategia de cero tolerancia de una manera más dinámica, disminuyendo los costos para el desarrollo social y el nivel de vida de la población, alcanzando un balance entre el trabajo regular antiepidémico y el crecimiento económico”.
Las señales cada vez mayores de que la élite gobernante china está considerando seriamente poner fin a la política de eliminación de Cero COVID son profundamente inquietantes y deben ser opuestas por la clase obrera en China e internacionalmente. Al contrario de la presentación de las políticas chinas en los medios occidentales, siguen siendo muy populares en la clase obrera china.
La debilidad fundamental de la política de Cero COVID de China es su carácter nacional, el cual deriva de la política nacionalista y procapitalista del PCCh. Rodeado por Gobiernos en todo el mundo que están decididos a permitir que se propague libremente de forma indefinida, el PCCh se siente obligado a adaptarse a la política homicida de “vivir con el virus”.
En realidad, cualquier atenuación de la política de Cero COVID e incluso la adopción de un enfoque general “mitigacionista” sería desastroso para las masas chinas. Un reporte publicado el 11 de marzo por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de China pronosticó en un modelo el impacto de diferentes escenarios pandémicos en la provincia de Guangdong.
La estrategia de “mitigación”, permitiendo el 50 por ciento de los niveles prepandémicos de viajes e implementando medidas moderadas de salud pública, resultaría en un estimado de 55.205 casos totales y más de 500 muertes solo en 2022 en Guangdong. Si se extrapolara para el resto de China, más de 600.000 personas contraeríanel virus y más de 5.500 morirían en 2022. Según el escenario de “coexistencia” similar a la estratega de “inmunidad colectiva” de EE.UU. y gran parte de Europa, aproximadamente 1,35 millones de personas morirían en China solo en el resto de 2022.
Si bien estos modelos son útiles para intentar predecir los resultados abstractamente, no pueden tomar en cuenta el factor político de abandonar la estrategia de Cero-COVID y aceptar una posición “mitigacionista”. No bien se tome este paso, el virus se volverá inmediatamente más difícil de contener y aumentarán las presiones para tirar la toalla completamente como los defensores de la “inmunidad colectiva”.
Las presiones a favor de abandonar la política de Cero COVID necesitan ser derrotadas por la clase obrera china, en unidad con los trabajadores de todos los países que buscan poner fin a las muertes y el sufrimiento innecesariamente causados por el COVID-19 en todos los países para detener la pandemia de una vez y por todas. En condiciones en que la humanidad está al borde de una Tercera Guerra Mundial con armas nucleares, la lucha por la eliminación global del COVID-19 debe ir de la mano de la construcción de un movimiento de masas contra la guerra.
Desde febrero de 2020, el World Socialist Web Site ha elaborado continuamente una estrategia para movilizar a la clase obrera internacional en un movimiento unificado para eliminar el COVID-19 en todos los países con el fin de detener la pandemia de una vez por todas. Ahora, en condiciones en las que la humanidad está al borde de una Tercera Guerra Mundial nuclear, la lucha por la eliminación global debe estar conectada con la construcción de un movimiento masivo contra la guerra.
La urgencia con la cual debe desarrollarse este movimiento unido contra la guerra y contra el COVID-19 no se puede exagerar. No solo está en juego la salud, sino también la propia supervivencia de la humanidad. El futuro depende del derrocamiento revolucionario del sistema capitalista y el establecimiento del socialismo mundial.
(Publicado originalmente en inglés el 28 de marzo de 2022)