El presidente ucraniano Volodímir Zelenski se pronuncia ante el Bundestag o Parlamento alemán por medio de un enlace a video el jueves. Su discurso fue un llamado en favor a las peores tradiciones de la historia alemana.
Ochenta años desde la guerra alemana de exterminio contra la Unión Soviética que mató a 27 millones de sus habitantes, acusó a Alemania de rehusarse a actuar con suficiente agresividad contra Rusia, donde las memorias del terror a manos de la Wehrmacht de Hitler se mantienen extremadamente presentes.
Al aferrarse al gasoducto Nord Stream 2 del mar Báltico durante tanto tiempo, al rechazar las sanciones preventivas contra Rusia y al negarse a admitir a Ucrania en la OTAN, Alemania había contribuido a aislar a su país y a entregarlo a Rusia, acusó Zelenski ante los parlamentarios reunidos, a quienes atribuyó una falta de “fuerza” y “liderazgo”.
Invocó el anticomunismo de la Guerra Fría, acusando a su audiencia de esconderse detrás de un “muro en medio de Europa, entre la libertad y la falta de libertad”. Citó al presidente estadounidense Ronald Reagan, que había gritado frente al Muro de Berlín: “¡Derriben este muro!”. Y pidió al canciller Olaf Scholz: “Destruyan este muro. Denle a Alemania el liderazgo que se merece”.
Zelenski exigió la imposición de un embargo comercial total a Rusia y una participación más directa de la OTAN en el esfuerzo bélico, aunque eso signifique arriesgar una tercera guerra mundial.
El día anterior, ya había exigido el establecimiento de una zona de exclusión aérea sobre Ucrania en un discurso por vídeo ante el Congreso de Estados Unidos. Repitió esta exigencia en el Bundestag. Alemania debe ayudar a que los cielos de Ucrania sean seguros y evitar los ataques aéreos rusos, dijo.
Los expertos militares coinciden en que el establecimiento de una zona de exclusión aérea equivaldría a la entrada oficial de la OTAN en la guerra. El ex inspector general de la Bundeswehr y presidente del Comité Militar de la OTAN, Harald Kujat, calificó la demanda de irresponsable.
“Aparte del hecho de que no habría un mandato de la ONU para las zonas de exclusión aérea, una zona de exclusión aérea equivaldría a una declaración de guerra a Rusia”, dijo. “Para que los aviones de combate de la OTAN no sean derribados, primero habría que eliminar los sistemas de defensa aérea de Rusia. Incluso si esto tuviera éxito, seguirían las batallas aéreas. La OTAN y Rusia estarían en guerra entre sí y al borde de la guerra nuclear”.
Sin embargo, la demanda está ganando apoyo en Estados Unidos y en Europa.
En el Bundestag, Zelenski ni siquiera se privó de invocar a las víctimas del terror nazi para justificarla. “Me dirijo a ustedes en nombre de los ancianos ucranianos, los muchos que sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial, que lograron salvarse durante la ocupación hace 80 años. De los que sobrevivieron a Babi Yar”, dijo.
Los días 29 y 30 de septiembre de 1941, en el desfiladero de Babi Yar, la Wehrmacht fusiló a 34.000 judíos de Kiev, hombres, mujeres y niños, en 36 horas. Las víctimas fueron obligadas a tumbarse boca abajo sobre los cadáveres de los ya asesinados antes de ser asesinados ellos mismos. El asesinato en masa formó parte de una estrategia para crear “Lebensraum” (“espacio vital”) para los colonos alemanes en el este. Fue el preludio del asesinato sistemático por parte de los nazis de millones de judíos, comunistas y soldados del Ejército Rojo.
Si Zelenski hubiera evocado estos crímenes contra la humanidad para pedirle al Gobierno alemán que trabajara por un alto el fuego inmediato, habría sido comprensible. En cambio, pidió que echaran aceite al fuego y mostraran “liderazgo”.
El Bundestag se lo agradeció con una gran ovación. Desde el partido La Izquierda hasta la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en inglés), en la que se encuentran numerosos neonazis, todos los diputados se pusieron en pie. Incluso el antiguo líder de la AfD, Alexander Gauland, que califica a Hitler y a los nazis de “meras cuitas” en mil años de gloriosa historia alemana, aplaudió.
Para las élites gobernantes de Alemania, la guerra de Ucrania es una buena ocasión para llevar a cabo los planes de rearme y de gran potencia que llevan tiempo preparando. En febrero de 2014, Frank-Walter Steinmeier, entonces ministro de Asuntos Exteriores y ahora presidente alemán, participó directamente en el golpe de Estado derechista que sembró las semillas de la actual guerra. Se reunió en Kiev con Oleh Tyahnybok, líder del partido de extrema derecha Svoboda, entre otros. Ese mismo mes, el Gobierno alemán anunció el “fin de la moderación militar” y su intención de volver a desempeñar un papel en la política mundial acorde con el peso económico de Alemania.
Este retorno al militarismo vino acompañado de una revisión de la historia alemana. Der Spiegel publicó el artículo “La cuestión de la culpabilidad divide hoy a los historiadores”. En él, el historiador Jörg Baberowski, de la Universidad Humboldt, atestiguaba que Hitler “no había sido cruel”. Y defendía al apologista nazi Ernst Nolte, que había descrito el nazismo como una reacción comprensible al bolchevismo.
“El resurgimiento del militarismo alemán requiere una nueva interpretación de la historia que trivialice los crímenes del periodo nazi”, escribieron entonces el Sozialistische Gleichheitspartei (Partido Socialista por la Igualdad, SGP) y su organización juvenil (IYSSE o JEISS en español). Por criticar estas y otras declaraciones similares de Baberowski y oponerse al retorno del militarismo y el fascismo alemanes, fueron ferozmente atacados por la administración universitaria, los medios de comunicación y todos los partidos, e incluidos en la lista de organizaciones “anticonstitucionales” por la Oficina de Protección de la Constitución.
Si Zelenski ahora llama a Alemania a volver a sus tradiciones militaristas y desempeñar un “papel de liderazgo”, no es un malentendido. Los nacionalistas ucranianos como Stepan Bandera, que colaboró con la Wehrmacht de Hitler en la Segunda Guerra Mundial y participó en sus asesinatos en masa, son muy estimados en Ucrania. Son honrados públicamente con monumentos y conmemoraciones.
El embajador ucraniano Andrei Melnik, que se sentó en la tribuna del Bundestag durante el discurso de Zelenski, defendió públicamente el día anterior al Batallón Azov, compuesto por ultraderechistas y que lleva símbolos nazis en su uniforme. “Por favor, dejen de demonizar al Batallón Azov y de hacerle el juego a la propaganda, ahora también en medio de la guerra de exterminio rusa”, escribió en Twitter. “Estos valientes combatientes están defendiendo su patria, especialmente la ciudad sitiada de Mariupol. Déjenlos en paz”.
La protesta de Melnik iba dirigida contra un artículo de Die Zeit que había descrito a las tropas de extrema derecha como “neonazis militarmente adiestrados y con experiencia de combate, con bazucas y rifles de asalto” que “probablemente no volverán a someterse a un presidente democráticamente elegido” una vez que el conflicto haya terminado.
El patrocinio del Gobierno de Kiev a grupos fascistas no justifica el reaccionario ataque militar de Rusia. Pero sí pone al descubierto la mentira de que la guerra es por la democracia y la libertad, y demuestra que la principal responsabilidad de la guerra y del sufrimiento del pueblo ucraniano recae en las potencias de la OTAN.
Desde la disolución de la Unión Soviética en 1991, estas potencias han perseguido el objetivo de eliminar a Rusia como rival geoestratégico y acceder a sus vastas materias primas y a su tierra. Para defender su posición, emprendieron guerras en Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia y Siria, violando el derecho internacional, y expandieron la OTAN cada vez más hacia el este.
En Ucrania, la cual está estrechamente vinculada a Rusia desde el punto de vista económico y cultural, promovieron deliberadamente a los nacionalistas de derecha y a los neonazis. Desde el golpe de Estado derechista de 2014, que apoyaron y promovieron, han rearmado sistemáticamente el país, bombeando miles de millones de dólares en armas y entrenando a su ejército.
El conflicto actual es una guerra indirecta entre Rusia y la OTAN, que se libra a costa de la población ucraniana y es financiada por la OTAN. El recién aprobado presupuesto gubernamental de Estados Unidos destinó 14.000 millones de dólares a Ucrania, el doble que el propio presupuesto militar ucraniano. Desde el comienzo de la guerra, ya se han gastado 550 millones de dólares de esta cantidad, y el presidente Biden ya desembolsó otros 800 millones. Los demás miembros de la OTAN también están inundando el país con ayuda militar y armas.
Para el Gobierno alemán, la guerra es una buena oportunidad para lanzar la mayor campaña armamentística desde Hitler. El peligro de que la guerra se descontrole y conduzca a una tercera guerra mundial crece día a día. Solo puede ser detenida por una ofensiva obrera que una a los trabajadores de todos los países en la lucha contra el capitalismo.
(Publicado originalmente en inglés el 18 de marzo de 2022)