Mientras mueren miles de estadounidenses por COVID-19, el Gobierno de Biden busca ocultar la pandemia y acostumbrar a la población a las muertes masivas por siempre, a través de la propaganda mediática y la manipulación de los datos.
Durante la última semana, un promedio de 2.700 estadounidenses ha muerto a diario en por el COVID-19. Es como si siete aviones de pasajeros Boeing 777 cayeran en el mar cada día, matando a todos a bordo, o que se hundieran dos Titanic cada día.
Más de 900.000 estadounidenses han muerto por COVID-19 hasta la fecha, según los reportes oficiales, pero la cifra real ya superó el millón según el “exceso de mortalidad” reportado el The Economist.
En vez de hacer algo para detener los contagios y los decesos masivos, el Gobierno estadounidense ha utilizado la aparición de la variante sumamente transmisible de ómicron como pretexto para abandonar todas las medidas que buscaban contener la propagación del COVID-19.
Está permitiendo que prácticamente toda la población estadounidense se infecte y reinfecte con COVID-19 de manera indefinida, lo que significa que cientos de miles morirán cada año de una enfermedad prevenible y millones más se verán permanentemente incapacitados por el COVID persistente.
A fin de imponer a la fuerza la política de contagios masivos mientras el público sigue muy preocupado sobre los peligros de la pandemia, el Gobierno estadounidense y la prensa están intentando sistemática y deliberadamente encubrir la cifra masiva de muertes a través de un apagón mediático y la manipulación de datos.
Su lema es: no escuchen, no miren, no hablen de las muertes. Pero sigue habiendo fallecidos.
Esta política no está siendo impulsada por la ciencia, sino por los intereses sociales de la oligarquía financiera estadounidense. En una devastadora condena de la política estadounidense, el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, advirtió esta semana:
Estamos preocupados de que, en algunos países, ha llegado a predominar el relato de que, debido a las vacunas y debido a la mayor transmisibilidad y menor gravedad de ómicron, prevenir la transmisión ya no es ni posible ni necesario. No podría ser menos correcto.
La estrategia del Gobierno de Biden fue descrita en detalle en un artículo publicado por Politico ayer bajo el título “Hasta luego, ómicron: la Casa Blanca se enfoca en la próxima fase de la pandemia”. El reporte se basa en entrevistas con “una media docena de oficiales de la Administración”.
“El Gobierno de Biden está planeando una nueva fase de la pandemia” cuyo objetivo será “condicionar a los estadounidenses a vivir con” el COVID-19, reporta Político. El Gobierno planea “un giro consciente en su mensaje para que la población se sienta cómoda con un escenario en que el virus sigue ampliamente presente”.
Según Político, este giro se llamará la “nueva normalidad”, una consigna desarrollada por Ezekiel Emanuel, un exasesor de Biden, en una serie de artículos publicados el 6 de enero en el Journal of the American Medical Association.
A fin de “condicionar” la opinión pública y hacer que la población se “sienta diferente” sobre la pandemia, el Gobierno de Biden ha decidido que “la mejor estrategia política es que no domine las noticias cada día”, escribió Político.
No hay otro país donde la prensa esté tan directamente controlada por el Gobierno como en EE.UU. En el mes desde que Emanuel anunció la “nueva normalidad”, los reportes sobre COVID-19 han caído proporcionalmente con el aumento en muertes.
A inicios de enero, cuando el promedio de siete días era de 1.500 muertes, la pandemia regularmente aparecía primero en las noticias vespertinas. Pero, cuando los decesos subieron a 2.000, cayó al segundo puesto, luego al tercero y cuarto. Para fines del mes, regularmente no aparecen reportajes sobre la pandemia en la primera mitad de las noticias vespertinas. La mayor parte del tiempo, ni siquiera se menciona en la sección de titulares de Google News.
El jueves, no se mencionó del todo durante las noticias vespertinas de NBC. La caída de tres pulgadas de nieve recibió 100 veces más cobertura que la muerte de 3.000 estadounidenses en un día.
Pero el impulso para “condicionar” la consciencia del público y hacer que se “sienta diferente” no es posible solo manipulando la prensa. Por esta razón, hay una campaña sistemática para poner fin a los informes de casos y muertes por COVID-19.
El miércoles, el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS, por sus siglas en inglés) finalizó oficialmente su programa en el que los hospitales reportaban las muertes por COVID-19, acabando con lo que un oficial federal de salud denunciante le dijo al WSWS que constituye “el único conjunto de datos consistente, fiable y accionable a nivel federal”.
La única fuente restante sobre muertes por COVID-19 ahora pasa por las manos del sistema de agentes forenses, el cual es objeto de manipulaciones políticas y depende de la recopilación de datos de los estados, los cuales están eliminando sus reportes diarios uno tras otro.
Este encubrimiento se está llevando a cabo a nivel internacional. El miércoles, el mismo día en que el HHS de EE.UU. abandonó los reportes diarios de muertes por COVID-19 en los hospitales, el Gobierno del primer ministro británico Boris Johnson anunció que planeaba poner fin a los reportes diarios de casos de COVID-19 para la Pascua, si no lo hace antes.
Pero incluso eliminar los informes no basta. Los testeos en sí están bajo ataque. El jueves, la provincia canadiense de Saskatchewan anunció que pondrá fin a “las pruebas PCR de COVID-19 para el público general, deteniendo de esta forma la mayoría de los esfuerzos para rastrear la propagación del virus en la comunidad”, como lo señaló el periodista Zak Vescera.
Comentando la decisión, la viróloga Angela Rasmussen advirtió, “Es el equivalente en la salud pública de sacarse los ojos porque no quieres ver las malas noticias”.
Pero la provincia está actuando acorde a la demanda de Emanuel, quien pidió el 26 de enero que EE.UU. dejara de hacer pruebas PCR para dejar solo las pruebas rápidas. A diferencia de las pruebas PCR, las rápidas no se pueden utilizar para rastreo de contactos de COVID-19 y no se reportan en los recuentos diarios de casos, lo que significa que los casos de COVID-19 que no sean confirmados por pruebas PCR efectivamente desaparecerán.
El Gobierno estadounidense, que representa los intereses de la oligarquía financiera, ha concluido que la muerte de cientos de miles de personas cada año es aceptable. Lo que el personaje Scrooge de Charles Dickens llamó “disminuir la población sobrante” se está logrando a través de una política gubernamental que estima que los ancianos, discapacitados y pobres morirán desproporcionalmente.
La campaña para perpetuar el COVID-19 es una declaración de guerra contra la población, un crimen absoluto de asesinato en masa.
La oposición a la política de contagios masivos impuesta por la clase gobernante está aumentando. Una encuesta tras otra muestra que le público prefiere consistentemente que haya medidas de salud para proteger las vidas frente al COVID-19. La encuesta más reciente de YouGov muestra que una mayoría sustancial del público estadounidense favorece “proteger a los estadounidenses de los efectos sanitarios del brote de coronavirus” por encima de proteger “la economía”.
En todo el mundo, la clase obrera ha comenzado a movilizarse en oposición a la política de muertes masivas de la clase gobernante y a exigir la eliminación y erradicación del COVID-19. La tarea política central es armar este movimiento cada vez más grande con una dirección política basada en la perspectiva del socialismo internacional, cuyo objetivo será poner fin al sistema capitalista: un sistema que lucra y se alimenta de la muerte y la miseria humana.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 3 de febrero de 2022)