El martes, un día en que EE.UU. registró 2.997 muertes por COVID-19, el New York Times publicó un comentario de dos exasesores del Gobierno de Biden tildando de “error” la política china de priorizar salvar vidas ante el COVID-19 y aclamando los beneficios de “la inmunidad natural por infección”.
Durante los últimos siete días, un promedio de 2.500 personas ha muerto a diario por COVID-19 en EE.UU. Casi 880.000 estadounidenses, más que el total de soldados estadounidenses que han muerto en todas las guerras combatidas, han muerto por esta enfermedad prevenible. Por el contrario, en China, el país donde apareció el COVID-19 por primera vez, solo han muerto 4.636 personas y tan solo se han reportado 103.000 casos.
Sin embargo, para los medios de comunicación y la élite política estadounidenses, EE.UU. no es el que debe seguir el ejemplo de China, sino China la que debe seguir a EE.UU. por el camino de las infecciones masivas.
En su artículo de opinión, titulado “La política de China de Cero COVID es una pandemia a punto de ocurrir”, Ezekiel J. Emanuel y Michael T. Osterholm argumentan que el objetivo de erradicar el COVID-19 (Cero COVID) “es inalcanzable con la variante ómicron, altamente transmisible, y ha vuelto [a China] vulnerable para un desastre. El coronavirus no va a desaparecer: el mundo tendrá que vivir con él. Para empeorar las cosas, las vacunas de China son mucho menos eficaces contra ómicron”.
Su admonición sobre China es, de hecho, una devastadora condena reveladora de la respuesta de Estados Unidos a la pandemia. El coronavirus no ha “desaparecido”, es decir, no ha sido eliminado, debido a las decisiones deliberadas de las potencias estadounidenses y europeas de permitir que el virus se extienda con total libertad, garantizando no solo muertes masivas sino la evolución de cepas más infecciosas y resistentes al virus.
La aparición de la variante ómicron es precisamente lo que los científicos y el World Socialist Web Site advirtieron que ocurriría como resultado de la política de contagio masivo. Emanuel y Osterholm están diciéndole a China: “Debido a nuestras acciones, que anteponen los intereses financieros y económicos a las vidas, el virus no ha sido eliminado. Por lo tanto, sus esfuerzos para prevenir las infecciones masivas fracasarán y deberán aprender a ‘vivir con él’”.
En lugar de abogar por el envío urgente de las vacunas de ARNm altamente efectivas desarrolladas en Estados Unidos a China para evitar una pérdida masiva de vidas, simplemente exigen que los líderes chinos “lo dejen correr”. A pesar de lo horrible que es esto, los autores no mencionan a los miles de millones de personas de todo el mundo que “inevitablemente” estarán expuestas al COVID-19 pero que no tienen acceso a ninguna vacuna.
Revelando las verdaderas preocupaciones que motivan la demanda de que China abandone sus esfuerzos para erradicar el COVID-19, Emanuel y Osterholm escriben que una estrategia de Cero Covid “tendrá serias repercusiones económicas en China, y para todos nosotros, dada la posición del país en la economía mundial. Aunque China sigue siendo la capital mundial de la producción, es poco probable que esto sea sostenible si se producen confinamientos”.
En otras palabras, argumentan que los contagios masivos son “inevitables”, pero no por la naturaleza del virus, sino por los imperativos de la “economía”, a saber, los intereses de la oligarquía financiera.
Emanuel y Osterholm dejan claro que la política de contagio masivo, lejos de ser el resultado de errores y equivocaciones, es deliberada. De hecho, la presentan como algo positivo que supuestamente ofrecerá protección contra los estragos de la pandemia, mientras que deja a China vulnerable:
Otros países pueden proporcionar una hoja de ruta que China puede poner en práctica. Dinamarca, Alemania y algunos otros países europeos, así como Australia, han logrado una fuerte inmunidad sin sufrir la tasa de mortalidad de Estados Unidos... Hubo propagación comunitaria, pero era inevitable, incluso con confinamientos más largos o severos, y permitió a esos países crear inmunidad.
Este es un argumento para la infección masiva, y el asesinato masivo, de la población china. Todos los países que se proponen como modelo para China están experimentando un aumento masivo de casos y muertes. Si China tuviera la misma tasa de mortalidad por COVID-19 que Estados Unidos, 3,6 millones de personas habrían muerto. Si tuviera la misma tasa de mortalidad que Alemania, la cifra ascendería a 2 millones.
Ni siquiera los propios autores se creen sus propias afirmaciones sobre la “creación de inmunidad” a través de las infecciones masiva. “Ni la vacunación contra el COVID-19 ni la infección parecen conferir inmunidad de por vida”, escribieron el 6 de enero, dejando en claro que permitir que el COVID-19 se extienda sin control conduciría a oleadas recurrentes de infección.
La política adoptada por China a partir de principios de 2020 ha demostrado que un país con una población cuatro veces superior a la de Estados Unidos, y con la misma extensión geográfica, podría contener con éxito esta enfermedad altamente transmisible, incluso antes de disponer de vacunas.
A principios de 2020, mediante el seguimiento agresivo de cada caso, el aislamiento de los infectados, la puesta en cuarentena de los expuestos y el cierre selectivo de escuelas y empresas para interrumpir la transmisión en la comunidad, China ha suprimido la propagación del COVID-19. Como resultado, la mayoría de la gente en China ha podido ir a la escuela, trabajar y socializar sin preocuparse constantemente por infectarse con una enfermedad potencialmente mortal y debilitante y contagiar a sus seres queridos.
A pesar de que China proporcionó a principios de 2020 una descripción completa del mecanismo detrás de la enfermedad, su modo de transmisión y cómo contenerla, la élite gobernante de Estados Unidos tomó la decisión de permitir que se propagara sin control. Esta respuesta tenía el único propósito de impulsar la bolsa de valores, conduciendo al Tesoro y la Reserva Federal a canalizar unos seis billones de dólares a Wall Street. Como resultado, mientras casi un millón de personas fallecía, los 10 hombres más ricos del mundo —9 de ellos residentes de EE.UU.— duplicaron su patrimonio en los últimos dos años.
A pesar de que las autoridades sanitarias estadounidenses se habían negado a reconocerlo, la política de “inmunidad colectiva” —es decir, el contagio masivo de la población— siempre fue la política aplicada en EE.UU.
Pero la aparición de la variante ómicron de COVID-19, que se propaga tan rápido como el sarampión y ha provocado un aumento en casos, ha creado el pretexto para adoptar abiertamente y en público el contagio masivo. La doctrina de “inmunidad colectiva” articulada por la Declaración de Great Barrington ha sido adoptada por toda la élite política.
Osterholm y Emanuel no examinan ninguno de los motivos sociales, políticos ni económicos que llevaron a EE.UU. a permitir la infección masiva de su propia población. Simplemente tratan estas políticas como un factor dado y le dicen a China que debe aceptar el contagio masivo de sus propios habitantes o pagan un precio económico cada vez mayor en la medida en que la enfermedad engendre variantes cada vez más transmisibles.
La política de EE.UU. con China esencialmente es la misma que los que defienden la teoría conspirativa del “laboratorio de Wuhan” atribuyen a China. EE.UU. está exigiendo que China permita que su población se contagia a escala masiva, así como los cientos de miles de decesos que ello causaría inevitablemente. La clase gobernante estadounidense está involucrada en una forma de guerra biológica, para utilizar sus propias palabras.
Sería fácil describir el ensayo del Times como meros delirios del sociópata Ezekiel Emanuel. Emanuel es el principal defensor en EE.UU. de reducir los costos de los servicios de salud por medio de una reducción de los recursos sociales y económicos que la sociedad asigna a tratar a los adultos mayores y discapacitados, algo que expertos en ética de la medicina han descrito como una forma moderna de eugenesia. Por varios años, Emanuel ha abogado a favor de reducir la esperanza de vida, quizás sin imaginar que una pandemia letal lograría precisamente eso.
No obstante, el comentario en el Times es la política de Estado. Emanuel, cuyo hermano fue el exjefe de personal del presidente Barack Obama, fue asesor tanto de los Gobiernos de Obama como Biden. Su llamado el 6 de enero a que el COVID-19 sea la “nueva normalidad” provocó un segmento vespertino en NBC News dedicado a la pandemia, apareció en la primera plana del New York Times, fue aclamado por un editorial del Washington Post y condujo a una entrevista destacada en el programa “Meet the Press”.
El capitalismo estadounidense, para utilizar las palabras de Telford Taylor, el fiscal de los tribunales de Nuremberg, “se está muriendo con su propio veneno”. La idea de que ignorar completamente el bienestar de los trabajadores estadounidenses, permitiendo que mueran en masa, y obligarlos a trabajar enfermos para generar ganancias de corto plazo vaya a rejuvenecer el capitalismo estadounidense no solo está sentando las bases para una catástrofe social y económica, sino también para una rebelión política masiva de la clase obrera.
En oposición a la política de contagio masivo global promovida por la clase gobernante estadounidense, la respuesta de la clase obrera a la aparición de la variante ómicron y las variantes que inevitablemente le seguirán debe ser la lucha por la eliminación global y erradicación. La experiencia de China demuestra que es posible implementar una política de Cero COVID, pero también demuestra que esa política solo puede llevarse a cabo a escala mundial.
La defensa de las vidas de los trabajadores chinos frente a la amenaza de contagios masivos está en manos de la clase obrera internacional, que al tiempo en que lucha por eliminar el COVID-19 debe librar una lucha política contra la clase gobernante y todo el sistema capitalista.
(Publicado originalmente en inglés el 26 de enero de 2022)