Hace casi tres años, cuando las fuerzas de la coalición encabezada por EE.UU. atraparon a restos del Estado Islámico (EI) en un pequeño enclave cerca de la población siria de Baghuz, el ejército estadounidense perpetró una horrible atrocidad. Cuando los oficiales de la Fuerza Aérea monitoreaban la escena en vivo por medio de cámaras en drones, los aviones de guerra estadounidenses asesinaron al menos a 80 mujeres y niños desarmados con bombas de 500 lb (227 kg) a 2.000 lb (907 kg). Los oficiales que atestiguaron el ataque urgieron que se comenzara una investigación de crímenes de guerra inmediatamente.
Este acto de asesinato masivo es un crimen de guerra, el tipo de crimen por el cual fueron enjuiciados y condenados oficiales nazis en Nuremberg. Sin embargo, por tres años, fue encubierto por EE.UU. y sus aliados de la OTAN hasta que apareció un artículo devastador de 4.600 palabras en el New York Times del sábado, basado en el testimonio de oficiales estadounidenses.
La atrocidad en Siria inevitablemente evoca el video 'Asesinato colateral' revelado por la denunciante Chelsea Manning y el editor de WikiLeaks, Julian Assange, de varios helicópteros Apache masacrando a más de una docena de civiles iraquíes desarmados en Bagdad en 2007. También recuerda a la masacre de pacientes y trabajadores hospitalarios en Kunduz, Afganistán, en octubre de 2015 y el bombardeo de recepciones de bodas que se cobraron cientos de vidas.
Sin embargo, estos actos asesinos no son hechos aislados. Son el producto de las operaciones criminales del imperialismo estadounidense en su intento de subyugar y conquistar Oriente Próximo y Asia central en tres décadas de guerra interminable.
Las revelaciones del asesinato en masa en Siria provienen de oficiales de la Fuerza Aérea en la base aérea de Al-Udeid en Qatar, que estaban monitoreando un dron de vigilancia de alta resolución que volaba sobre Baghuz.
Ese día, escribe el Times, el “dron militar estadounidense voló en círculos desde lo alto, en busca de objetivos militares. Pero solo vio una gran multitud de mujeres y niños acurrucados en la orilla de un río. Sin previo aviso, un avión de ataque F-15E estadounidense atravesó el campo de visión de alta definición del dron y lanzó una bomba de 500 lb (227 kg) sobre la multitud, tragándosela con una explosión estremecedora. Cuando el humo se disipó, algunas personas se alejaron a duras penas en busca de cobertura. Entonces, un avión que los seguía lanzó una bomba de 2.000 libras, y luego otra, matando a la mayoría de los supervivientes”.
“Acabamos de bombardear a 50 mujeres y niños”, dijo un oficial que supervisaba el avión no tripulado, aunque el Comando Central de EE.UU. dijo al Times que murieron 80, y el Times escribió que varios oficiales de la Fuerza Aérea vieron más tarde un número de muertos “escandalosamente alto”, según otro informe clasificado.
El ataque había sido solicitado por una unidad de las Fuerzas Especiales estadounidenses, la Task Force 9. Esta unidad, que se salta la cadena de mando y no se coordinaba con los oficiales de la Fuerza Aérea en Qatar, estaba asesorando a la milicia de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), de mayoría kurda, que atacaba Baghuz.
No es creíble atribuir esta atrocidad a un error. Los combatientes ligeramente armados del Estado Islámico o los civiles en Baghuz estaban indefensos ante los drones y los aviones de combate que podían filmar y bombardearlos a su antojo. El Times admite: “Los drones de la coalición habían monitoreado el campamento las 24 horas del día durante semanas y conocían casi cada centímetro, dijeron los oficiales, incluyendo los movimientos diarios de grupos de mujeres y niños que se reunían para comer, rezar y dormir cerca de la orilla de un río empinado que les daba cobertura”.
Las guerras de Estados Unidos en Oriente Próximo y Asia central se han vendido a la población como una “guerra contra el terrorismo”. Sin embargo, el asesinato de Baghuz es en sí un acto de terrorismo, destinado a demostrar que el imperialismo estadounidense no se detendrá ante nada para someter a la población.
Un abogado militar, el teniente coronel Dean Korsak, ordenó a los operadores de drones y a las tripulaciones de los aviones de combate que conservaran las imágenes de la atrocidad para las investigaciones. A continuación, “informó del ataque a su cadena de mando, afirmando que se trataba de una posible violación del derecho de los conflictos armados —un crimen de guerra— y que la normativa exigía una investigación exhaustiva e independiente”, informa el Times. Las preocupaciones de Korsak se vieron reforzadas por los informes de los funcionarios de la CIA “alarmados” por las operaciones de la Task Force 9 en Siria.
Lo que encontraron, sin embargo, fue un encubrimiento orquestado en las altas esferas del Estado, tanto bajo la administración republicana de Trump como la demócrata de Biden.
Las fuerzas de la coalición en Baghuz supervisaron la operación para ocultar los cadáveres. “Las imágenes de satélite de cuatro días después muestran que el banco protegido y la zona que lo rodea, que estaban bajo el control de la coalición, parecían haber sido arrasados”, escribe el Times. Cita a un exsoldado de las fuerzas especiales del ejército estadounidense, David Eubank, que llegó una semana después del ataque: “El lugar había sido pulverizado por los ataques aéreos... Había un montón de tierra recién removida y el hedor de los cuerpos debajo, un montón de cuerpos”.
La Oficina de Investigaciones Especiales de la Fuerza Aérea estadounidense ignoró despectivamente el material de Korsak. Uno de sus funcionarios escribió sin rodeos a Korsak que probablemente ignoraría su informe, ya que la agencia solo investiga casos de víctimas civiles si existe “la posibilidad de que los medios de comunicación presten mucha atención, preocupación por protestas de la comunidad local/el Gobierno, preocupación por que se difundan imágenes delicadas”.
Korsak se puso entonces en contacto con la Oficina del Inspector General Independiente del Departamento de Defensa de Estados Unidos. Gene Tate, un antiguo oficial de la Marina que trabaja como evaluador en la Oficina del Inspector General, presionó para que se investigara el material de Korsak. Un equipo de la oficina de Tate llegó a dictaminar que las acusaciones de crímenes de guerra eran “extremadamente creíbles”. Sin embargo, en última instancia, Tate fue despedido y expulsado de su oficina por agentes de seguridad en octubre de 2020.
Después de que Korsak enviara al Comité de Servicios Armados del Senado estadounidense su material, hace varios meses, el New York Times comenzó a investigar.
“Me expongo a un gran riesgo de represalias militares por enviar esto. ... Altos cargos militares estadounidenses eludieron intencionada y sistemáticamente el proceso para un ataque deliberado”, escribió Korsak en un correo electrónico al comité.
Sin embargo, el encubrimiento bipartidista de los crímenes del imperialismo estadounidense en Siria continúa. El comité del Senado no ha respondido ni a Korsak ni a Tate. La oficina del senador Jack Reed, presidente demócrata del comité, se negó a hablar de la atrocidad de Baghuz con el Times.
En cuanto al propio Times, tras publicar inicialmente el artículo en la parte superior de su sitio web a última hora de la noche del sábado, ya había empezado a enterrarlo el domingo por la tarde. El resto de los medios de comunicación apenas ha cubierto las revelaciones.
No es difícil imaginar lo que sucedería si los medios de comunicación estadounidenses pudieran atribuir esta atrocidad a los Gobiernos de Siria, Irán, Rusia, China u otro país en la mira del Pentágono. Habría llamamientos moralmente indignados para que se celebraran reuniones del Consejo de Seguridad de la ONU, se impondrían sanciones, se amenazaría con la guerra o se atacaría con misiles a Damasco. Sin embargo, cuando la responsabilidad recae indiscutiblemente en el Pentágono, simplemente los Gobiernos de Estados Unidos y de Europa occidental lo encubren.
La atrocidad en Siria expone de nuevo los intereses que hay detrás del encarcelamiento de Assange, quien está detenido en Reino Unido y se enfrenta a una extradición y muerte en Estados Unidos, y Manning. Durante los 30 años desde que la disolución estalinista de la Unión Soviética les diera una ventana militar para emprender guerras en todo Oriente Próximo, Washington y sus aliados han arrasado con Irak, Afganistán, Siria y más allá. Millones de personas murieron en acontecimientos que fueron encubiertos por los medios de comunicación, pero que fueron presenciados por muchas personas que pueden desenmascarar a los funcionarios que llevaron a cabo o son cómplices de asesinatos en masa y crímenes de guerra.
La atrocidad de Baghuz apunta a una amplia falsificación oficial de las cifras de muertos en Siria. Entre 2014 y 2019, mientras Estados Unidos, Reino Unido, Francia y otros países destruían el enclave del Estado Islámico en Siria e Irak, lanzaron 35.000 ataques aéreos. “Casi 1.000 ataques alcanzaron objetivos en Siria e Irak en 2019, utilizando 4.729 bombas y misiles”, señala el Times. Sin embargo, “el recuento militar oficial de civiles muertos en todo ese año es de solo 22, y los ataques del 18 de marzo no aparecen en ninguna parte de la lista”.
Mientras Washington afirmaba que solo estaba matando a un puñado de personas en Siria, ocultaba informes sobre masas de personas que había matado. El Pentágono estaba, escribe el Times, “abrumado por el volumen de reclamaciones de víctimas civiles reportadas por los lugareños, los grupos humanitarios y los medios de comunicación, y no examinó por meses un conjunto cada vez mayor de informes de evaluación de las víctimas civiles”.
La persecución vengativa de Assange y Manning, así como las amenazas que uno puede suponer que se están haciendo ahora contra Korsak y Tate, tienen como objetivo garantizar que los crímenes de guerra cometidos como producto de las guerras criminales apoyadas por las Administraciones demócratas y republicanas por igual queden impunes.
La clase obrera internacional debe exigir el fin de la horrible persecución de Assange, que se enfrenta a la extradición a los Estados Unidos por revelar crímenes como los expuestos por el artículo del Times. Los responsables del asesinato masivo en Baghuz y su encubrimiento, junto con la interminable cadena de atrocidades en toda la región, deben ser procesados.
(Publicado originalmente en inglés el 15 de noviembre de 2021)