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Perspectiva

El COVID-19 no debe ser la “nueva normalidad”

La empresa de consultoría internacional McKinsey & Company, uno de los principales centros de pensamiento del imperialismo estadounidense, publicó un nuevo artículo de “Perspectivas” el 28 de octubre que llama a aceptar el COVID-19 como un aspecto permanente de una “nueva normalidad”. Ignorando la evidencia científica de que es posible detener la propagación del SARS-CoV-2, los estrategas empresariales rechazan la política de eliminación global por ser demasiado costosa y, consecuentemente, incompatible con los intereses empresariales. McKinsey exige a la sociedad hacer campo para muertes masivas por COVID-19 como una “nueva normalidad”.

El reporte llamado “De pandémico a endémico: como el mundo puede aprender a vivir con el COVID-19”. El día de su publicación, hubo más de 426.000 casos nuevos y al menos 7.100 muertes a nivel mundial, incluyendo un estimado de 70.000 casos nuevos en EE.UU. y 1.200 muertes confirmadas. En total, el mundo ha sufrido casi 250 millones de casos conocidos de la enfermedad y más de 15 millones de vidas perdidas en tan solo 22 meses por la mortífera infección.

Una niña arroja tierra en un vástago plantado junto a los restos de un familiar que falleció por COVID-19, norte de Bogotá, Colombia, 24 de junio de 2021 (AP Photo/Ivan Valencia, archivo)

Las cifras masivas de fallecimientos apenas se mencionan en el reporte de McKinsey. Sus cinco autores afirman, falsamente, que el “cero COVID-19” es “muy probablemente inalcanzable”. Presenta la “naturaleza altamente transmisible de la variante delta” como un problema infranqueable porque los costos de las medidas de salud pública necesarias para frenar la propagación de la enfermedad son demasiado altos. Consecuentemente, McKinsey concluye, “la mayoría e las sociedades, incluyendo Reino Unido, Estados Unidos y la mayor parte de Europa tendrán que aprender a vivir con el COVID-19”. El virus debe ser aceptado como “una parte continua del panorama de las enfermedades infecciosas, o endémica, como la tuberculosis hoy día”.

El reporte trivializa el impacto de la pandemia, indicando que 38.000 estadounidenses mueren por accidentes de automóviles cada año. Luego afirma, con gran cinismo, “Pero la mayoría de nosotros no pasamos mucho tiempo pensando en la seguridad vial… Nos montamos al carro, nos ponemos el cinturón y partimos. Pronto los riesgos diarios que corremos con el Covid-19 pueden ser percibidos como una parte tan normal de nuestra vida diaria que los riesgos que corremos cuando ponemos en marcha el carro o navegamos la temporada de gripe cada invierno”.

Este es un argumento absurdo y no solo porque las muertes en carretera en EE.UU. sumaron tan solo el 10 por ciento de las muertes por COVID-19. Los accidentes viales y una pandemia global, cuyo efecto social a largo plazo es devastador, son fenómenos profundamente diferentes.

Pero en la medida en que dicha comparación tiene algo de validez, contradice los argumentos de McKinsey. Incluso las medidas limitadas de reformas para educar al público y obligar a las corporaciones a mejorar la calidad de los vehículos han resultado en una caída dramática en los accidentes letales. La tasa de muertes en vehículos motorizados cayó de 18,65 por cada 100 millones de millas conducidas en 1923 a 1,20 muertes por cada 100 millones de millas en la actualidad.

El reporte McKinsey declara que “la sociedad tendrá que alcanzar un consenso sobre qué constituye un peso aceptable de enfermedad y utilizar esos parámetros para definir una nueva normalidad aceptable. A lo largo de estas líneas, se deben hacer consideraciones “más allá de las muertes y enfermedades graves… De este modo, las medidas de los días de trabajo perdidos, los cierres de negocios y las tasas de ausentismo escolar también deberían considerarse”.

Cuando McKinsey se refiere a la “sociedad”, está escribiendo exclusivamente sobre la clase capitalista, no la clase obrera que compone el grueso de la población mundial. El reporte no está interesado en qué es “realista” para salvar vidas, sino qué es necesario para reanudar la extracción de plusvalía de la clase trabajadora. Representando a toda la élite gobernante, afirma que ya se gastaron demasiados recursos para combatir la enfermedad, recursos que la “sociedad”—la oligarquía corporativo-financiera— busca recuperar. La “nueva normalidad”, por ende, no hará cuentas de las vidas salvadas, sino únicamente de las consideraciones de ganancias.

El carácter socialmente criminal de la “nueva normalidad” vislumbrada por el capitalismo global fue expuesto en una investigación publicada en la revista The Lancet el sábado. Bajo el título, “The World Health Network: una iniciativa global ciudadana”, el estudio tiene como autores a 31 científicos prominentes y activos en varios campos que combaten el COVID-19. Además de los millones de muertes a nivel global, el estudio llama la atención al hecho de que la pandemia ha “dejado a millones de personas con síntomas persistentes (por ejemplo, el COVID largo) y ha devastado sociedades”.

El estudio en The Lancet deja en claro que “la tragedia consiste en que gran parte de estos daños era prevenible, como lo demostraron temprano muchos países de la región de Asia-Pacífico que persiguieron la eliminación del COVID-19”.

Continúa: “A pesar del éxito evidente de este enfoque, muchos Gobiernos lo rechazaron desde un principio y, después de varios confinamientos y pérdidas sustanciales en vidas y en la economía, estos Gobiernos ahora hablan sobre vivir con el virus. Las respuestas de muchos Gobiernos han estado marcadas por dicotomías falsas, enfrentando la salud pública contra la economía y el bienestar colectivo contra la libertad individual”. La única manera de salvar vidas es emprender “acciones globales para proteger la salud pública a través de la eliminación progresiva del COVID-19”.

Esta perspectiva será avanzada el 3 de noviembre en la “Segunda Cumbre Global para Terminar Pandemias del World Health Network [Red Mundial de la Salud]”. Cientos de epidemiólogos, doctores y otros expertos de todo el mundo discutirán cómo “lograr la eliminación reuniendo evidencia y guías científicas rigurosas” para acabar en última instancia con la pandemia.

Sin embargo, la debilidad del evento es su orientación social. Su objetivo es expandir su red de “equipos de asesoramiento y promoción” que han “asesorado Gobiernos e instituciones” durante los últimos dos años sobre políticas para poner fin a la pandemia. En otras palabras, el éxito de combatir la pandemia, según la cumbre, depende de que los capitalistas cambien su accionar. No hace ninguna mención de la clase trabajadora, la gran masa de la humanidad, excepto que llama tangencialmente a crear “espacios de cero covid”. Una sesión, “Escuchando a los niños sobre el ‘regreso a clases’ en la pandemia actual” incluso acepta como un hecho consumado que los niños y los docentes deberían estar de vuelta en las escuelas.

Tales sesiones son una manifestación de las presiones cada vez mayores de la élite gobernante para que se alejen de cualquier lucha por una estrategia de eliminación. Como lo deja en claro el artículo de McKinsey, no se tolerará ninguna perspectiva que se anteponga a la generación de ganancias. Los participantes de la cumbre deben mantenerse firmes en su compromiso de luchar por una eliminación global del SARS-CoV-2 a corto plazo.

Las medidas de salud pública necesarias para detener la pandemia son bien conocidas por los científicos. De hecho, el desarrollo de varias vacunas contra el SARS-CoV-2, en combinación con las políticas apropiadas de salud pública, representa un arma poderosa contra el virus.

Pero el principal obstáculo a acabar con la pandemia es la oposición intransigente de la clase capitalista global a la implementación de medidas de salud pública, sin importar cuán críticas, que menoscaben la rentabilidad empresarial y la acumulación de vastas fortunas personales. La lucha contra el COVID-19 no solo debe ser librada en el frente médico, sino también y ante todo en los frentes político y social. Esto se debe a que, en el análisis final, poner fin a la peste del COVID-19 como todos los otros peligros que amenazan a miles de millones y la supervivencia misma del planeta, depende de la lucha de los trabajadores por el poder a nivel global y el establecimiento del socialismo.

(Publicado originalmente en inglés el 2 de noviembre de 2021)

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