Estados Unidos está buscando sistemáticamente provocar una escalada de tensiones con China en torno a Taiwán.
El miércoles, el Wall Street Journal reportó que ha habido tropas estadounidenses estacionadas por más de un año en Taiwán, que China considera como parte de su territorio. Las revelaciones del Journal, que los oficiales chinos han visto como un anuncio semioficial del Gobierno estadounidense, se producen en medio del enfrentamiento más peligroso entre EE.UU. y China desde la crisis del estrecho de Taiwán en 1958.
La Armada estadounidense ha estado llevando a cabo importantes ejercicios de guerra cerca de Taiwán, después del anuncio de la alianza entre Australia, Reino Unido y EE.UU. (AUKUS, por sus siglas en inglés), que incluye suministrarle submarinos de propulsión nuclear a Australia.
Estos acontecimientos siguen a la revelación en marzo de que EE.UU. estaba discutiendo colocar misiles ofensivos en “la primera cadena insular” frente a China continental, incluyendo Okinawa y Taiwán. Día,
En 1962, cuando la Unión Soviética estacionó misiles en Cuba, un país soberano a 160 km de Florida, EE.UU. declaró que la URSS tendría que quitar los misiles o enfrentarse a una guerra. Hoy día, Washington está estacionando tropas y posiblemente armas ofensivas en un territorio reclamado por China a minutos de vuelo de las mayores ciudades chinas.
La respuesta en China da un sentido de las consecuencias potencialmente masivas de las acciones de EE.UU. El Global Times, que representa a secciones dominantes de la élite política china, tildó las acciones estadounidenses de “invasión” en un editorial el viernes.
Queda claro que el Gobierno de Biden está intentando provocar alguna respuesta de China, algún incidente que pueda aprovechar para crear un estado de guerra de facto. Puede que EE.UU. no quiera un conflicto a plena escala que involucre armas nucleares, pero la guerra tiene su propia lógica una vez que las provocaciones se convierten en un conflicto armado.
¿Qué yace detrás de estas acciones tan extraordinariamente imprudentes? Ciertamente el imperialismo estadounidense tiene necesidades estratégicas imperiosas y China se ha vuelto el blanco principal de los planes de guerra estadounidenses durante la última década. No obstante, las consideraciones militares no son las únicas que dictan la situación. Un importante factor es la crisis política interna en EE.UU.
Veintiún meses desde que inició la pandemia global de COVID-19, EE.UU. es un polvorín social. Más de 725.000 estadounidenses han perdido sus vidas por la pandemia, aproximadamente uno de cada 500. Los precios están aumentando rápido en medio de una escasez de mano de obra. Los trabajadores en las industrias de todo el país están comenzando a exigir sueldos y prestaciones acordes al elevado coste de vida.
Tales demandas están integrándose en forma de un movimiento huelgu ístico nacional. A pesar de los esfuerzos de los sindicatos corporativistas de suprimir toda la oposición en la clase obrera, ha habido huelgas en las últimas semanas de trabajadores de cereales de Kellogg’s, enfermeros en Nueva York, trabajadores de destilerías en Kentucky y carpinteros en Seattle. Existe un enojo palpable entre los trabajadores automotrices y de autopartes, quienes están rechazando un contrato tras otro presentado por los sindicatos.
Mientras ha implementado su política de muertes masivas durante el último año y medio, la clase gobernante estadounidense se ha entregado a sí misma varios billones de dólares, inflando una masiva burbuja bursátil que solo puede sostenerse a través de un aumento despiadado de la explotación de la clase obrera.
A lo largo de la historia y particularmente en el siglo veinte, los Gobiernos han visto la guerra como un medio para hacer valer la “unidad nacional” frente al crecimiento de la oposición política. En 1967, el historiador Arno J. Mayer señaló, en un artículo “Las causas internas de la Primera Guerra Mundial”:
Durante esa década, incluso en las semanas inmediatamente anteriores a julio-agosto de 1914, las naciones europeas vivieron alternaciones políticas y sociales mayores a las que ocurrían de rutina. Incluso Reino Unido, el paradigma del cambio ordenado y el constitucionalismo, se acercaba al borde de una guerra civil.
Insistió en que este crecimiento de las tensiones sociales “instó a los Gobiernos a avanzar preparativos [militares] e implacabilidad diplomática como parte de su impulso para mantener un statu quo interno precario”.
Hoy día, ante el recrudecimiento de las crisis sociales, políticas y económicas, hay sectores dominantes de la clase gobernante estadounidense que consideran un conflicto con China como un mecanismo para hacer valer la “unidad nacional”, lo que significa en la práctica suprimir y criminalizar la oposición interna.
Esta perspectiva fue resumida por el columnista Janan Ganesh del Financial Times en un artículo de febrero de 2021 intitulado “La mejor esperanza de EE.UU. de andar unido es China”. Ganesh concluyó, “Sin un enemigo externo contra el cual arremeter, la nación se enfrenta a sí misma”, y que “solo un enemigo externo” puede poner fin a la “era de la discordia”.
En junio de 2019, el exoficial de inteligencia y actual secretario de Transporte, Pete Buttigieg, dejó en claro que un enemigo externo común serviría como la base de la “unidad nacional” y la “batalla” en casa. “El nuevo desafío de China nos ofrece una oportunidad de unirnos más allá de la brecha política”, dijo. “Al menos la mitad de la batalla está en casa”.
Las primeras dos guerras mundiales estuvieron acompañadas por una censura sistemática en EE.UU. y el encarcelamiento de los oponentes izquierdistas del capitalismo. En 1918, el socialista Eugene Debs fue sentenciado a 10 años de prisión por oponerse a la Primera Guerra Mundial. En 1941, 18 miembros del Socialist Workers Party trotskista recibieron penas en virtud de la Ley Smith de entre 12 y 16 meses de cárcel.
Más recientemente, los atentados del 11 de septiembre de 2021 fueron utilizados para implementar ataques de gran alcance contra los derechos democráticos, dentro del marco de la “guerra contra el terrorismo”: la Ley Patriota, la prisión en la bahía de Guantánamo, el espionaje interno y otras medidas procuraron erigir el aparato de un Estado policial. Como indicó el WSWS en ese momento, la élite gobernante “sacó provecho de los trágicos eventos del 11 de septiembre para cumplir con su agenda política interna, así como los están utilizando para emprender una intervención militar estadounidense en la región rica en petróleo de Asia central”.
¿Y qué ha ocurrido durante los últimos veinte años? La desigualdad social ha alcanzado nuevas alturas. La clase gobernante estadounidense, en la forma de los complots de Trump, ha planteado la posibilidad de una dictadura fascistizante. La criminalidad de la oligarquía, tanto bajo los demócratas como los republicanos, ha llevado a un nivel pasmoso de muertes durante la pandemia.
La clase obrera necesita estar alerta. La pandemia dejó en claro que la clase gobernante estadounidense es capaz de sacrificar cientos de miles de vidas para alcanzar sus objetivos. Si la muerte de millones en una guerra es la opción “menos mala” de varias desfavorables para la burguesía, tolerará las muertes.
En todo el mundo, los trabajadores están entrando en lucha para exigir un fin a las décadas de salarios menores o estancados, condiciones laborales horrendas y cada vez peores y un fin a la pandemia. Estas luchas necesitan conectarse a la lucha contra la guerra imperialista, las confabulaciones contra los derechos democráticos y la oposición a todo el sistema capitalista.
(Publicado originalmente en inglés el 9 de octubre de 2021)