La Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC, por sus siglas en inglés) realizada la semana pasada en Dallas, Texas, amerita una clara advertencia: Donald Trump está consolidando su poder sobre el Partido Republicano, transformándolo de un partido burgués conservador a un partido fascista con un líder personalista y un ala paramilitar.
El discurso principal de Trump copió a Hitler y a los nazis. Trump no está involucrado en fanfarronería, como insisten los demócratas y los medios corporativos. Está siguiendo una estrategia política definida. Cuando Trump y sus asesores fascistas enfrentan un problema político, su primer paso es preguntar, “¿Qué haría Hitler?”.
Trump comenzó su discurso resumiendo sus mitos de apuñaladas por la espalda en torno a la elección de 2020 y a la pandemia de coronavirus, basándose en la teoría de Goebbels de la “gran mentira”.
“Nos estaba yendo muy bien hasta que se produjo la elección manipulada”, dijo Trump, llamando al Gobierno de Biden ilegítimo, afirmando que usurpó el poder a través de una “elección fraudulenta” y “embarazo de urnas”. Presentó a sus propios partidarios como víctimas de “la violencia política que la izquierda ha fomentado y legitimado”. Repitió sus alegaciones de la “plaga china”, utilizando a China como chivo expiatorio de la muerte de más de 600.000 personas en EE.UU.
Trump les dijo a sus simpatizantes que se encontraban asediados por un enemigo interno que es responsable de las dificultades económicas, el desempleo y el crimen. Los inmigrantes han “asesinado y mutilado a muchos”, dijo, y están invadiendo todo el país. “Están saliendo de las prisiones en estos países, inundando nuestro país, asesinos, traficantes de drogas, traficantes de humanos”.
Realizó su denuncia más explícita del socialismo y el marxismo hasta la fecha, presentando su movimiento como una mano dura preparada para aplastar la oposición social en medio de un recrudecimiento de la crisis económica y social.
Los socialistas, dijo, “nos robaron nuestro legado estadounidense”. La “izquierda radical y la élite política fracasada odian nuestro movimiento” porque “enfrentamos los intereses especiales corruptos”, dijo. “Así como los movimientos socialistas y comunistas de toda la historia, los izquierdistas de hoy no creen en la libertad, no creen en la justicia, no creen en la democracia. Creen en la moralidad marxista —justifican cualquier cosa con tal de que dañe a sus oponentes políticos y avance la agenda radical de su partido—”.
En la mañana del domingo, durante una entrevista con Fox News, Trump dotó su movimiento de una mártir, aclamando a la alborotadora del 6 de enero Ashli Babbitt, quien fue matada por las fuerzas de seguridad del Capitolio, describiéndola como una “joven inocente y maravillosa”. Esto también busca copiar a Hitler, quien promovió a Horst Wessel, un miembro de las tropas de asalto, como un miembro después de su muerte en 1930. Trump sugirió que culparía a la cúpula demócrata por la muerte de Babbitt, afirmando que había “obtenido información” por primera vez que demostraba que le disparó el jefe de seguridad de un “cierto alto funcionario” en el Partido Demócrata.
El discurso de Trump se produjo al finalizar la CPAC, que estuvo completamente organizada para promover a Trump como el líder personalista del Partido Republicano.
Los principales espacios fueron asignados a individuos que ayudaron a encabezar el plan golpista del 6 de enero. Lauren Boebert, quien tuiteó en vivo la ubicación de los congresistas demócratas durante la intentona golpista, fue una oradora destacada, así como Mo Brooks, quien se pronunció junto a Trump la mañana del 6 de enero e instó a la multitud a “pelear”. Un conjunto de podcasteros ultraderechistas que han promovido las acusaciones de fraude electoral de Trump también se pronunciaron en la CPAC, así como el hijo de Trump, Donald Jr., varios miembros del gabinete de Trump y el exasesor de la Casa Blanca, Stephen Miller.
Trump y sus asesores están incorporando a grupos fascistas como los Proud Boys, Three Percenters y Oath Keepers en el Partido Republicano como sus tropas de asalto paramilitares. Hubo delegaciones de cada una de estas agrupaciones en la CPAC y fueron recibidos con brazos abiertos por los organizadores de la conferencia. Uno de los invitados con credenciales fue el líder de los Oath Keepers, Stewart Rhodes, quien organizó personalmente los escuadrones paramilitares de respuesta rápida que estaban preparados para ser desplegados al Capitolio el 6 de enero.
Los participantes de la conferencia realizaron una celebración de la muerte, aplaudiendo a un panelista que celebró la baja tasa de vacunaciones en EE.UU. La congresista Boebert se opuso a toda campaña de vacunaciones futura. “No vengan a tocar mi puerta con su ‘ayayay’ de Fauci”. Los oradores elogiaron la reacción de Trump al coronavirus, que involucró el sacrificio de cientos de miles de personas por las ganancias.
El discurso más explícitamente fascista fue el de Miller, el único asesor de Trump que permaneció en la Casa Blanca durante todo su término.
Miller, un estudiante por mucho tiempo de Hitler, presumió que Trump había logrado conquistar el Partido Republicano, forjando “un nuevo populismo conservador” basado en “defender el legado de la nación, su cultura, sus valores” a través de ataques despiadados contra los trabajadores inmigrantes que quieren profanar la cultura estadounidense. “En este momento, el Partido Republicano necesita tramitar su divorcio de las grandes empresas y nunca mirar atrás. Aléjense de los oligarcas, de las corporaciones multinacionales y todos los masivos conglomerados empresariales que no tienen ninguna lealtad hacia este país. Tenemos una élite desleal en este país. Las personas más ricas, las más privilegiadas, las más poderosas están intentando destruir este país”.
Concluyó su discurso proclamando que, con Trump como líder de este movimiento resurgente, “¡Venceremos!”. Esto fue una repetición casi literal de la consigna nazi “Wir werden siegen, weil uns Adolf Hitler führt” (Venceremos porque Adolfo Hitler nos está liderando”).
Trump y sus asesores fascistas están promoviendo la teoría de que él puede ser “reinstituido” como presidente legítimo. Presuntamente, la teoría fue desarrollada en círculos fascistas a inicios del verano, por los simpatizantes de Trump, Michael Flynn, el director ejecutivo de My Pillow, Mike Lindell, y la exabogada de Trump en las elecciones Sidney Powell, quienes han abogado por un golpe de Estado para su “reinstalación”, según Vanity Fair. En mayo, Lindell apareció en el podcast “War Room” de Steve Bannon y declaró: “Donald Trump, creo, habrá vuelto para fines de agosto”. Una encuesta de Político/Morning Consult de junio muestra que el 29 por ciento de los votantes republicanos creen que Trump será reinstituido como presidente para fines del año.
La transformación fascista del Partido Republicano expone la bancarrota de los esfuerzos de la prensa capitalista y el Partido Demócrata para minimizar el peligro. Los demócratas han hecho llamados incansables al “bipartidismo”, que han asumido un carácter demente y grotesco. Alexandria Ocasio-Cortez y los “socialistas” en el Congreso han presentado a los republicanos como sus “colegas”. Desde que asumió el cargo, Biden declaró: “Necesitamos un Partido Republicano. Necesitamos una oposición de principios y fuerte”.
Los demócratas están persiguiendo una estrategia política que beneficia a Trump. Están implementando políticas económicas que enriquecen a la aristocracia y conducen a la miseria social entre los trabajadores y la clase media. Están promoviendo obsesivamente la política racial y de género y están envalentonando a la extrema derecha. Trump puso el Proyecto 1619 del New York Times en la mira durante su discurso en la CPAC, diciendo, “Solo hablan de eso. La raza. Todo el espectáculo. Raza, raza”. Como dijo Bannon en 2017, “Los demócratas, cuanto más hablen de política de identidades, los tengo. Quiero que hablen del racismo todos los días. Si la izquierda se concentra en la raza y la identidad, y nosotros vamos detrás del nacionalismo económico, podemos aplastar a los demócratas”.
Han pasado 6 meses desde el intento de golpe de Estado del 6 de enero, y la cúpula demócrata está encubriendo lo acontecido. Ninguno de los hechos revelados por la investigación del Departamento de Justicia de Biden han sido publicados. Una investigación del Congreso ha sido pospuesta dado que los demócratas insisten en que los conspiradores republicanos sean invitados. Si bien algunos de los que causaron disturbios en la calle fueron arrestados, ninguno de los arquitectos ni siquiera ha sido obligado a rendir testimonio.
La respuesta de los demócratas, la prensa corporativa y la clase media complaciente está siendo dictada por su temor a la clase obrera. El Partido Demócrata defiende tanto como Trump las relaciones de propiedad capitalistas y está desesperado por evitar alertar a la clase obrera del peligro de la situación actual, temiendo que desencadene protestas de masas y huelgas. Este temor es la base del llamado de Trump a toda la clase gobernante: solo él puede prevenir que este movimiento cada vez mayor de la clase obrera desafíe su riqueza.
Se están produciendo huelgas en todo EE.UU. entre los trabajadores automotores, las enfermeras, los trabajadores del sector público, los mineros del carbón, entre otros. La lucha contra el fascismo significa dotar la lucha de clases con una perspectiva política, socialista e independiente del Partido Demócrata. Esto requiere la construcción del Partido Socialista por la Igualdad, que lucha por unir a la clase obrera internacional de todas las razas y nacionalidades en una lucha común contra la fuente del fascismo: el sistema capitalista.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 13 de julio de 2021)