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Perspectiva

Los planes golpistas del ejército francés y el ataque global a los derechos democráticos

El día de la solidaridad obrera internacional este año llega en medio de un peligro cada vez mayor de una dictadura de extrema derecha. Durante la semana previa al Primero de Mayo, se profundizó una crisis política en Francia en torno a una carta de 23 generales retirados o reservistas publicada en la revista neofascista Current Values en la que abogan por un golpe de Estado. Incluso cuando el Ministerio de Defensa amenaza con enjuiciar a los oficiales que respalden la carta, la cifra de oficiales que la han firmado ha seguido aumentando —y ya supera los 7.000—.

Estas declaraciones no solo deben ser recibidas como una advertencia por solo los trabajadores en Francia, sino internacionalmente. Han pasado menos de cuatro meses desde el 6 de enero, cuando el entonces presidente estadounidense Donald Trump envió a miles de simpatizantes neofascistas para que irrumpieran en el Capitolio en Washington D.C. para detener la certificación de su pérdida en las elecciones presidenciales. Claramente esto o fue un accidente histórico atribuible a la imprudencia personal de Trump, ni su fracaso puso fin a la amenaza de un gobierno fascistizante.

En la medida en que aumenta el enojo en la clase obrera tanto por la horrenda cifra de muertes causada por las políticas de “inmunidad colectiva” como por el enriquecimiento de los ricos durante la pandemia, varias facciones poderosas de la clase gobernante en todos los países están contemplando recurrir a regímenes autoritarios militares.

La carta, dirigida al presidente Emmanuel Macron, alega que la nación francesa se enfrenta a “peligros mortales”. Exige cambios inmediatos pero no especificados en la política estatal para evitar “una explosión y la intervención de nuestros compañeros en armas en servicio activo en una misión peligrosa… sobre suelo nacional”. También, asevera que “las muertes, por las que usted será responsable, se contarán en los miles”.

Los generales retirados y reservistas acompañan sus amenazas con la retórica islamófoba de la ley “antiseparatista” de Macron que emprende contra el islam político. En medio de una debacle en la guerra francesa de ocho años en Malí y el enojo cada vez mayor hacia la violencia policial en los suburbios inmigrantes, denuncian “el islamismo y las hordas suburbanas” por “la separación de porciones cuantiosas del país” respecto a la autoridad estatal. Piden que el Gobierno combata la amenaza de una “guerra racial” causada por “el racialismo, el nacionalismo indígena y las teorías anticoloniales”.

Emmanuel Macron y el jefe del Estado Mayor, el general Francois Lecointre, izquierda, en el auto de mando revisan las tropas antes del desfile militar del Día de la Bastilla, 14 de julio de 2020, París (AP Photo/Cristophe Ena, Pool)

La clase gobernante no teme una guerra racial sino la lucha de clases. En las semanas previas a la carta, según las muertes por COVID-19 en Europa alcanzaban un millón y 100.000 en Francia, Macron prometió acabar con el distanciamiento social, incluso cuando se propagaban nuevas variantes de coronavirus. Resistió a la expectativa pública de un confinamiento estricto para frenar el contagio y a los llamados desesperados e iracundos del personal médico a una política científica para frenar la masacre. Dijo de manera provocadora que ninguna estadística de salud lo convencería de reabrir las escuelas.

El 17 de abril, uno de los políticos ultraderechistas más importantes detrás de la amenaza golpista, Philippe de Villiers publicó un llamado fascistizante en Current Values intitulado, “Llamo a una insurrección”. Culpó demagógicamente a “Las grandes farmacéuticas, los grandes datos, los grandes financistas, la Fundación Bill Gates y el Foro Davos” por la pandemia.

Tan solo cuatro días luego, el 21 de abril, apareció la carta de los generales. No fue una coincidencia. Se produjo 60 años después del golpe de Alger el 21 de abril de 1961 —que fue apoyado por el padre de de Villiers, Jacques, un líder de la Organización Armada Secreta (OAS) de extrema derecha, durante la guerra de Argelia—. Este golpe fallido, encabezado por generales vinculados a los colonialistas franceses ricos en Argelia y al régimen fascista del general Francisco Franco en España, buscaba derrocar al general Charles de Gaulle cuando éste se preparaba para conceder la independencia a Argelia en 1962.

El hermano de Philippe de Villiers, el general Pierre de Villiers, salió a la palestra en 2019, tras retirarse como jefe del Estado Mayor del Ejército, para reclamar más firmeza en la represión de los “chalecos amarillos” que protestan por la desigualdad social. Después de que más de 10.000 “chalecos amarillos” fueran detenidos y 4.400 resultaran heridos por la policía, pidió más “firmeza” contra los huelguistas. “Ha surgido un abismo entre los que dirigen y los que obedecen. Este abismo es profundo. ... Debemos restablecer el orden; las cosas no pueden seguir así”.

En medio de la pandemia, el año pasado anunció una crisis revolucionaria global. “Hoy, más allá de la crisis de seguridad, está la pandemia, todo ello en un contexto de crisis económica, social y política con falta de confianza en los dirigentes”, dijo. “Temo que esta rabia contenida estalle de inmediato”, advirtió, y añadió: “Debemos pensar lo impensable. ... El estado de derecho es obviamente algo bueno, pero en algún momento, también debemos desarrollar un plan estratégico”.

El “plan estratégico” es claramente una dictadura militar. Contra esto, los mejores aliados de los trabajadores son sus hermanos de clase en todo el mundo. La pandemia es un acontecimiento desencadenante en la historia mundial, que intensifica enormemente el conflicto de clases internacional impulsado por 30 años de guerras imperialistas y austeridad social tras la restauración estalinista del capitalismo en la Unión Soviética en 1991. Una pandemia global solo puede ser detenida por una política sanitaria coordinada a nivel mundial que movilice a la industria y la ciencia a nivel mundial.

Del mismo modo, la amenaza de un gobierno de extrema derecha solo puede ser combatida por la acción internacional coordinada de la clase obrera, independientemente de los partidos procapitalistas y las burocracias sindicales.

Las formas democráticas de gobierno, incompatibles con los niveles de desigualdad social y muerte producidos por el capitalismo, están colapsando en todo el mundo. El golpe de Estado de Trump —sin precedentes históricos y que estuvo a punto de triunfar gracias a que el Pentágono se negó durante varias horas a enviar tropas al Capitolio— es solo el ejemplo más descarnado, en el corazón del imperialismo mundial, de un proceso internacional. En Alemania, múltiples redes neonazis del ejército están elaborando listas de asesinatos, después de que los neonazis asesinaran al político conservador Walter Lübcke en 2019 por sus declaraciones sobre los migrantes.

Mientras la candidata presidencial neofascista Marine Le Pen apela a los generales de extrema derecha para que la apoyen en las elecciones de 2022, Macron no es una alternativa a las fuerzas de extrema derecha. De hecho, la carta de los generales se presenta como un consejo para Macron, que está creando él mismo un Estado policial. Durante la última semana, ha mantenido un silencio ensordecedor sobre la carta de los generales.

Desde su elección en 2017, el “presidente de los ricos” ha cortejado a la policía y al ejército. Cuando sus encuestas se desplomaron en el inicio de las protestas de los “chalecos amarillos” en 2018, Macron dio el paso sin precedentes de elogiar al dictador y colaborador de los nazis en Francia, Philippe Pétain, como un “gran soldado.” Su ley “antiseparatista” —supervisada por el ministro del Interior, Gérald Darmanin, exmiembro de la ultraderechista Acción Francesa— pretende aparentar ser más agresiva contra el islam que Le Pen. Esto solo refuerza las fuerzas fascistizantes en el cuerpo de oficiales, que Macron está cultivando como base para las políticas de “inmunidad colectiva”.

El sindicato estalinista Confederación General del Trabajo (CGT) y su aliado, el candidato presidencial de 2017 Jean-Luc Mélenchon del partido la Francia Insumisa], quien pide a Macron que procese a los oficiales golpistas, se están alineando con el régimen de Macron. Habiendo respaldado los rescates europeos a los bancos y corporaciones durante la pandemia, que enriquecieron a los milmillonarios de Europa en 1 billón de euros, son cómplices de la “inmunidad colectiva”.

Tal vez el indicio más claro de su papel reaccionario sea el historial de su aliado español, el secretario general de Podemos y exvicepresidente Pablo Iglesias. Facilitó la implantación de las políticas de “inmunidad colectiva” y pidió a los trabajadores que ignoraran las amenazas de golpe de Estado de los generales españoles cercanos al partido neofranquista Vox.

Hay que movilizar la profunda oposición de la clase obrera a estas políticas homicidas. El Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) ha hecho un llamamiento a construir una Alianza Obrera Internacional de Comités de Base, con el fin de abrir un camino para que los trabajadores se movilicen en una lucha unida, rechazando los esfuerzos por dividirlos según líneas nacionales o étnicas. La lucha contra la dictadura neofascista y las políticas de “inmunidad colectiva” es inseparable, además, de la lucha por una dirección socialista en la clase obrera que combata el sistema capitalista.

El CICI insta a sus lectores a que apoyen y se unan a este esfuerzo y a que asistan al Mitin Internacional del Primero de Mayo .

(Artículo publicado originalmente en inglés el 30 de abril de 2021)

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