Esta es la tercera de cuatro partes.
El 20 de agosto de 1940, León Trotsky fue asesinado por el agente estalinista Ramón Mercader en la delegación Coyoacán en la Ciudad de México. El acceso de Mercader al gran revolucionario fue posible por su relación con Sylvia Ageloff, una miembro del Socialist Workers Party (SWP). En el periodo posterior al asesinato, Ageloff se presentó como una víctima inocente de la duplicidad de Mercader, una afirmación que nunca fue desafiada por el SWP.
Esta serie de artículos constituye la primera investigación sistemática de papel de Ageloff por parte del movimiento trotskista y continúa el trabajo de la investigación Seguridad y la Cuarta Internacional del Comité Internacional de la Cuarta Internacional. Se publicó en cuatro partes.
13 al 30 de junio de 1940: Jacson-Mornard en Nueva York para reuniones con la GPU
Después de haber ayudado a Jacson-Mornard a ingresar a los EE.UU., Ageloff se quedó con él en el hotel de Brooklyn donde sus controladores de la GPU ayudaron a construir la coartada que usaría en caso de su arresto.
Ageloff y Jacson-Mornard permanecieron juntos en el Hotel Pierrepont del 14 al 30 de junio. Leonid Eitingon también viajó a Nueva York. En la ciudad, Jacson-Mornard mantuvo reuniones con su madre, Caridad del Río, así como con Gaik Ovakimian de la GPU. [94] Además, Ageloff y Jacson-Mornard se reunieron con los Rosmer, que habían llegado recientemente de Veracruz.
Luri escribió:
El 14 de junio, Frank Jacson (Ramón Mercader) y su esposa (Sylvia Ageloff) se registraron en el Hotel Pierrepont, en Brooklyn como “F. Jacson and wife [esposa]”. Ocuparon la habitación 737 por quince dólares semanales y permanecieron allí hasta el día 30. Durante este tiempo tuvieron oportunidad de encontrarse con los Rosmer, que se habían quedado en Nueva York a pasar unos días. [95]
En un capítulo de Así asesinaron a Trotski escrito por Julián Gorkin, el exlíder del POUM explicó que un propósito central del viaje a Nueva York era componer la coartada del asesino, que se plasmó en la carta de “confesión” que Jacson-Mornard entregó a las autoridades después de su arresto.
En esta carta, la GPU expuso el supuesto motivo de Jacson-Mornard para matar a Trotsky. Era un trotskista que se enfureció con Trotsky cuando éste le ordenó abandonar a su esposa Sylvia, viajar a Shanghái y dirigir un equipo de trotskistas que entrarían en la URSS, sabotearían la industria soviética y asesinarían a los principales funcionarios del Gobierno. Después de su arresto, el investigador policial Sánchez Salazar consideró sumamente sospechoso que Jacson-Mornard no pudiera repetir el contenido de la carta y declaró inverosímilmente que escribió la carta en el Bosque de Chapultepec en la Ciudad de México. [96]
Gorkin explicó la importancia para la GPU de la carta de “confesión”, incluyendo cómo y dónde se produjo:
Sí, todo es mentira y engaño en torno a ese guiñapo humano. Ante todo, la carta que se le halló encima. No cabe duda alguna que esa carta fue redactada en Nueva York, examinada, discutida, vuelta a redactar. Para ocultar ese hecho, el asesino hubo de inventar una máquina de escribir fantástica. Lo prueban la firma y la fecha puestas a lápiz a última hora. Y el hecho de que en sus declaraciones ulteriores no recordara bien todo su contenido. La redactaron cuidadosamente los agentes de la G.P.U. en Nueva York. Como si se tratara de un documento de alta política y del que dependiera el porvenir de la U.R.S.S. Un documento histórico para ellos más importante que todas las tesis y resoluciones del Komintern a través de todos sus virajes tácticos. En la mente de sus redactores, una preocupación principal: ¿dará satisfacción a los jefes y sobre todo, al jefe supremo?
Mientras Jacson-Mornard la traía bien oculta, como una bomba pronta a estallar, una copia debía salir para Moscú. Por la valija diplomática, claro está. De acuerdo con las costumbres de la G.P.U., esa carta se proponía por lo menos matar dos pájaros de un tiro: uno, Trotski, presentándolo como el enemigo terrorista del pueblo ruso y el organizador del asesinato de Stalin; otro, el trotskismo. Moral y políticamente este último debía sufrir un duro golpe. Se quedaba sin jefe. Uno de los suyos se había desilusionado de él y lo había asesinado. En casi todos los actos de la G.P.U. se observa, en efecto, la misma doblez y la misma perfidia: no le basta asesinar, sino que necesita además deshonrar a la víctima y achacarle el crimen a otro. Pero con ello, con ese burdo maquiavelismo, denuncia su marca y su sello. Esa carta constituyó una monumental torpeza: simplemente por haberla escrito y aún más por su contenido. Era la tarjeta de la G. P. U. en el bolsillo del asesino. [97]
La importancia de construir esta narrativa falsa explica por qué la visita de Jacson-Mornard a Nueva York duró dos semanas completas. Claramente, se necesitaba un secretismo extremo para discutir, escribir y reescribir esta falsa confesión. Durante este período crítico, Jacson-Mornard vivía con Ageloff en la habitación 737 del Hotel Pierrepont.
Gorkin explicó que la carta tenía otro propósito: evitar que el propio Jacson-Mornard revelara algo sobre cómo se planeó el asesinato:
No cabe duda de que fué preparada con la secreta esperanza de que éste [Jacson-Mornard] fuera, a su vez, asesinado. Así la G.P.U. se proponía matar en esta ocasión tres pájaros de un tiro: su agente podía morir también y ese sería “su” testamento. Fué un indudable acierto que el propio Trotski, herido de muerte, impidiera que mataran a su asesino: supo ser político hasta el fin. Iban a poderse establecer así todas las contradicciones, todas las mentiras, todas las trapacerías o las más de ellas. [98]
30 de junio de 1940: Ageloff ayuda a Jacson-Mornard a regresar a México
Al final de la estancia de Ageloff y Jacson-Mornard en Nueva York, la GPU dispuso que Jacson-Mornard volviera a entrar subrepticiamente a México. Desde su habitación de hotel y con Ageloff presente, Jacson-Mornard llamó a Eastern Airlines y organizó su viaje de regreso. [99]
No volaría hasta la Ciudad de México, a pesar de que el dinero no fuera un obstáculo para él. En cambio, compró boletos de avión a Nueva Orleans y luego a San Antonio. Desde San Antonio viajaría a la frontera entre Estados Unidos y México en Laredo, donde cruzaría a pie. [100] Desde el lado mexicano de la frontera, debía tomar un tren a la Ciudad de México.
Cuando Jacson-Mornard llegó a San Antonio, llamó a Ageloff y le informó que estaba a punto de ingresar a México. [101] Los registros del FBI confirman que salió de Nueva York “a través de Eastern Air Lines el 30 de junio de 1940 hacia Laredo Texas. En Laredo, afirma haber cruzado el Puente Internacional y haber tomado los Ferrocarriles Nacionales de México a la Ciudad de México”. [102]
Un informe separado del FBI señaló:
Al cruzar el Puente Internacional en Laredo y usar la tarjeta de turista original para viajar a la Ciudad de México en tren [es decir, la tarjeta de turista que adquirió en su primera entrada a México], pudo regresar a la Ciudad de México sin ningún registro de su reingreso, ya que los guardias ferroviarios no toman ningún registro de los turistas que muestren sus tarjetas de turista para viajar. [103]
Este complejo plan le permitió ingresar a México sin ser detectado y sin inspección aduanera. Como resultado, no habría ningún registro oficial migratorio de que estuviera en México cuando iba a ocurrir el asesinato.
Julio de 1940: Jacson-Mornard muestra un comportamiento cada vez más errático
Según Volkogonov, las implicaciones de la nueva misión de Jacson-Mornard “le produjeron escalofríos a Ramón” y sufrió “una breve depresión en junio”. [104] Después de su viaje a Nueva York, Jacson-Mornard se dio cuenta de que el éxito de su misión era una cuestión de vida o muerte para todos los involucrados, incluidos él mismo, su madre, Caridad del Río y Eitingon. Volkogonov escribió:
Se intentó un ataque en mayo, pero un milagro salvó al líder del Partido Mundial de la Revolución Social. Eitingon sabía que no podía haber más errores de este tipo. No solo estaba en juego la vida del hombre que se había atrincherado en su villa mexicana, sino la de Eitingon y la de su familia. Tenía que encontrar una manera de infiltrar a su hombre en la casa de Trotsky. … [105]
Los documentos ahora disponibles en el Archivo General de la Nación de México dejan en claro que la nueva asignación de Jacson-Mornard lo había puesto en crisis.
Se desconoce la fecha exacta de la llegada de Jacson-Mornard a la Ciudad de México. No se registró en su nuevo hotel en la capital hasta el 5 de julio. Puigventós escribió: “Según le relató posteriormente el mismo Jac, habría enfermado en un pueblo cercano a Puebla, donde descansó”. [106]
Puigventós explicó:
De vuelta a México, y según la información recopilada por la policía de la capital, Ramón Mercader no se estableció en el hotel donde había estado con Sylvia anteriormente, el Hamburgo, ni en los apartamentos Shirley Courts, donde había tenido esos supuestos encuentros o conversaciones con Eitington y su Madre. Escogió otro, el María Cristina, en el que dejó primero su equipaje y se estableció definitivamente a partir del 5 de julio, según la relación proporcionada por los administradores de los hoteles donde se hospedó. Es curioso que se diga que en los días de su estadía en este hotel (del 5 al 14 de julio, el 16, y del 18 [de julio] al 9 de agosto) … [107]
La investigación posterior al asesinato realizada por la policía mexicana confirma que Jacson-Mornard estaba actuando de manera errática. No regresó a su hotel las noches del 15 y 17 de julio, y el personal del hotel María Cristina explicó que Jacson-Mornard se aisló de la comunicación externa. Un informe policial decía: “no se recibió correspondencia dirigida a Jacson, ni llamadas telefónicas, ni visitas. Con la única circunstancia de que dormía en el día y salía por la noche. Acostumbraba a llegar todos días por la mañana, entre las cuatro y las cinco”. [108]
Las cartas de Ageloff en ese momento reflejan el hecho de que estaba nerviosa por las acciones de Jacson-Mornard durante el mes de julio y principios de agosto. La GPU no pudo dar cuenta de su agente ni de la declaración de confesión que había llevado consigo. Puigventós escribió: “Durante las siguientes tres semanas [después de que se fue de Nueva York], Sylvia no recibió ninguna noticia de él y se preocupó”. [109]
Julio y principios de agosto de 1940: sospechas en el complejo de Trotsky
Después de su regreso de Nueva York, el extraño comportamiento de Jacson-Mornard generó preocupación entre los miembros de la casa de Trotsky. Deutscher escribió que, después de que le asignaran su nueva tarea:
Incluso este disimulador maestro (que durante los veinte años de su encarcelamiento frustraría a todos los investigadores, jueces, médicos y psicoanalistas que intentaron descubrir su verdadera identidad y sus conexiones) comenzó a perder los nervios a medida que se acercaba la fecha límite. Regresó de Nueva York, donde probablemente recibió la última sesión informativa sobre su misión, de humor melancólico. Por lo general robusto y alegre, se puso nervioso y sombrío; su tez era verde y pálida; su rostro se contrajo; sus manos le temblaban. Pasó la mayor parte de sus días en la cama, en silencio, ensimismado, negándose a hablar con Sylvia. Luego tuvo ataques de euforia y locuacidad que sobresaltaron a los secretarios de Trotsky.
Se jactó de sus hazañas alpinistas y de la fuerza física que le permitió “romper un enorme bloque de hielo con un solo golpe de piolet”. En una comida, demostró la “habilidad quirúrgica” de sus manos al cortar un pollo con una destreza inusual. (Meses después, los que presenciaron esta “demostración” recordaron que él también había dicho que conocía bien a Klement, cuyo cadáver había sido encontrado desmembrado con tal “habilidad quirúrgica”). [110]
Se desconocen las fechas y circunstancias exactas de las visitas de Jacson-Mornard a los secretarios de Trotsky en julio de 1940. Además de este comportamiento provocativo, los guardias del complejo de Trotsky no entendieron por qué no regresó para recoger el automóvil que había dejado antes de su viaje a Nueva York. Puigventós escribió:
En la casa de la avenida Viena también se dieron cuenta [de su extraño comportamiento] enseguida. En primer lugar se preguntaron por su larga ausencia. Todo indica que tras volver a México tardó bastantes días en recuperar el coche que les había prestado. ¿Estaba realmente enfermo? ¿Le estaba jugando una mala pasada el nerviosismo? ¿Había iniciado los preparativos del atentado? [111]
Puigventós luego citó una declaración hecha por Natalia Sedova a la policía:
Volvió, sin embargo, solo un mes después, aproximadamente. Parecía muy delgado y de mal semblante. Le preguntamos por qué había tardado tanto y nos dijo que había vuelto dentro del plazo previsto, pero que había tenido que viajar en el país. Añadió que sufría una crisis hepática. Su presencia fue muy breve: tomó su coche y se marchó. [112]
Hay indicios claros de que la GPU comenzaba a dudar de la fiabilidad de Jacson-Mornard. Había pasado más de un mes desde su regreso a México, pero Jacson-Mornard no había tomado ninguna medida para cumplir con su misión. Trotsky todavía estaba vivo, trabajando duro para exponer el papel de la GPU en el atentado contra su vida del 24 de mayo. Moscú estaba impaciente.
El 7 u 8 de agosto Jacson-Mornard recibió un telegrama en inglés, que Puigventós cree que procedía de Eitingon.
El telegrama contenía el tipo de mensaje que ningún agente de la GPU hubiera querido recibir. Decía: “POR FAVOR, VUELVE A NUEVA YORK DE INMEDIATO”. [113]
El 8 y 9 de agosto de 1940: Ageloff vuela a la Ciudad de México
No se sabe si Jacson-Mornard respondió a este telegrama ni cómo, pero Ageloff partió a la Ciudad de México de inmediato. Puigventós escribió: “Supuestamente entonces [Jacson-Mornard] habría pedido a Sylvia que viajara a Ciudad de México para reencontrarse con él y que o cuidara”. [114]
La abrupta decisión de Ageloff de volar a la Ciudad de México subraya la urgencia de su viaje. En 1940, el vuelo de Nueva York a la Ciudad de México era inasequible y demoraba más de 16 horas. Pero Ageloff no escatimó en gastos para llegar a la Ciudad de México lo más rápido posible, aunque el costo es difícil de cuadrar con el salario de una servidora pública del periodo de la Gran Depresión. Consiguió tiempo libre del trabajo y se fue un jueves, sin esperar ni siquiera al final de la semana laboral. A ese punto, ya había pasado tres meses fuera de su trabajo ese año.
Es imposible creer que su regreso urgente a la ciudad de México, a un gran costo, fuera simplemente para brindar consuelo a un hombre adulto que padecía malestar estomacal o mal de altura, como ella afirmaría más tarde.
No fue hasta febrero de 1940, seis meses antes del viaje de Ageloff, que se estableció una ruta de vuelo relativamente rápida entre ambas ciudades. En febrero, dos de las aerolíneas más grandes, Eastern y Pan American, inauguraron una empresa conjunta para establecer un servicio nocturno entre ambas ciudades. En 1940, los vuelos nacionales de ida y vuelta a través de los Estados Unidos costaban el equivalente hoy de 4.500 dólares. [115] Los viajes internacionales en una nueva ruta pueden haber costado aún más.
El nuevo vuelo utilizado por Ageloff, llamado el “Mexican Flyer” fue inaugurado con gran fanfarria, atrayendo la atención de las noticias nacionales. [116] The Washington Evening Star informó el 26 de febrero de 1940: “Las ceremonias de apertura del servicio aéreo nocturno entre Washington y la Ciudad de México a través de Brownsville, Texas, se llevarán a cabo en el aeropuerto de Washington el miércoles a las 9 p.m. Se espera que asistan miembros del cuerpo diplomático y funcionarios del Departamento de Estado”. [117] El embajador de México en Estados Unidos también asistió y su hija “bautizó el primer avión”.
Los documentos del FBI establecen que Ageloff viajó a través del servicio “Mexican Flyer” de Eastern-Pan Am. Partió de la ciudad de Nueva York el 8 de agosto a las 7:15 p.m. en un avión de Eastern Airlines DC-3, con escala en Washington D.C., Atlanta, Nueva Orleans, Houston, Corpus Christi y Brownsville, Texas. Llegó a Brownsville a la mañana siguiente, a las 8:10 a.m., y fue trasladada a un vuelo de Pan American que salía de Brownsville a las 9:10 a.m., con escala en Tampico, México, antes de llegar a la Ciudad de México a las 12:35 p.m. [118] Una lista de pasajeros del vuelo mostró que solo había otros 10 pasajeros en el vuelo de Ageloff a la Ciudad de México, lo que indica el carácter exclusivo de esta nueva línea nocturna. [119]
En comparación con los costosos viajes de Ageloff para lo que describió como un viaje “personal”, los líderes del SWP que viajaban para visitar a Trotsky por razones políticas generalmente conducían a la Ciudad de México desde Minneapolis o Nueva York, una distancia de más de 3.200 kilómetros. Durante el juicio por sedición de 1941 en Minneapolis contra los líderes del SWP, los fiscales del Gobierno presentaron pruebas de un taller de reparación de automóviles de Texas que mostraban que el viejo Pontiac de la delegación del SWP se había descompuesto en el camino durante un viaje, dejando a los líderes del SWP varados. [120]
Poco después de enterarse de que Ageloff planeaba volver a México, Jacson-Mornard regresó al complejo de Trotsky y le dijo a Sedova que Sylvia regresaría y quería visitar a los Trotsky. Trató de programar una hora para que la pareja se reuniera con ellos. Sedova explicó en una entrevista policial tras el asesinato:
Dos días después [de haber recogido el coche], volvió para decirnos (en el patio) que Sylvia tenía vacaciones y vendría a pasarlas a México en avión, a fin de aprovechar mejor el tiempo. Ese día trajo para mí una lujosa caja de dulces, diciendo que era Sylvia quien la mandaba y que se excusaba de haberla olvidad en su primera visita. A mi marido le trajo un libro llamado Hitler & Stalin, cuyo autor no recuerdo en estos momentos. Nos dijo también que Sylvia debía llegar el día siguiente y preguntó si podríamos recibirla un día después: el sábado. Ese día fue imposible, y propusimos la visita para el lunes o el martes. [121]
A la llegada de Ageloff, Jacson-Mornard se mudó del hotel María Cristina. La pareja se registró en un nuevo hotel, el Hotel Montejo, aproximadamente a la 1:30 p.m. [122] Según los registros policiales de finales de agosto de 1940, “Durante su estancia en el establecimiento no recibió Jacson, ni visitas, ni cartas”. [123]
El 10 de agosto, al día siguiente de su llegada a la Ciudad de México, Ageloff visitó la casa de Trotsky. Cuando la policía mexicana le preguntó más tarde el propósito de esta visita, ella dijo que “solo para saludarlo y comunicarle que se encontraba en esta capital”. [124] Después de la llegada de Ageloff a la Ciudad de México, explicó Sedova más tarde, Jacson-Mornard “comenzó a visitarnos cada vez más a menudo”. [125]
A principios y mediados de agosto de 1940: Ageloff le dice falsamente a Sedova que ella y Jacson-Mornard están casados o comprometidos
Durante una de estas visitas iniciales, Ageloff le dijo a Sedova que los dos estaban comprometidos. Luri escribió que, llegada a la Ciudad de México:
Sylvia encontró a Ramón muy desmejorado. A su hermana Hilda le escribió: “Jac tiene diarrea o alguna cosa peor”. Parecía agotado, había perdido peso y se mostraba muy irritable. Sin embargo, su vida sentimental parecía ir viento en popa. Le confesó a Natalia Sedova que Jac le había pedido que se casara con él. Natalia aprovecho la ocasión para ofrecerle consejos sobre la vida matrimonial. [126]
Según las declaraciones posteriores de Sedova, parece que Ageloff le dijo a Sedova que ella y Jacson-Mornard ya se habían casado, no que estaban comprometidos. Sedova escribió que Jacson-Mornard “fue recibido por nosotros ante todo como el esposo de Sylvia Ageloff, quien a nuestros ojos era completamente confiable (énfasis en el original)”. [127]
El hecho del matrimonio de Ageloff fue de vital importancia para que Sedova aceptara reunirse con Jacson-Mornard en agosto. Pero la declaración de Ageloff fue una mentira. En su entrevista con la policía después del asesinato, Ageloff dijo que ella y Jacson-Mornard no estaban casados. La transcripción de la entrevista la identifica como “soltera”. Marie Craipeau dijo que Ageloff le dijo antes de regresar de París a Nueva York en febrero de 1939 que estaba comprometida. [128] Esto fue más de un año antes de que le anunciara a Sedova esta “nueva” información.
Al hacer esta falsa declaración a Sedova en agosto, Ageloff reforzó la impresión de buena fe de Jacson-Mornard precisamente en el momento en que estaba bajo mayor sospecha.
Ageloff lleva a su “marido” al interior del complejo
Una semana antes del ataque del 20 de agosto, Ageloff llevó a Jacson-Mornard al interior del complejo de Trotsky para la que se convertiría en la única discusión política entre Trotsky y el asesino. Sedova escribió que ella y Trotsky estaban recelosos por las visitas cada vez más frecuentes de Sylvia y su “marido” en el período inmediatamente anterior a su muerte:
LD [Lev Davidovich — Trotsky] no estaba del todo dispuesto a sacrificar su período de descanso por “Jacson”. Era bien sabido que, para un debate serio, el día y la hora debían agendarse con LD con antelación. “Jacson” nunca pidió esto. Llegaba siempre sin previo aviso, siempre a la misma hora. La única discusión política que tuvo lugar, para su conocimiento, ocurrió una semana antes del crimen. Había concertado conmigo la visita de su esposa, Sylvia Ageloff. Fijé la misma hora, es decir, las 5 en punto, como la más conveniente. Pero Sylvia no vino sola sino con su marido; nos reunimos con ellos en el patio y los invité a tomar el té en el comedor.
Esta fue la primera y la última ocasión en que tuvo lugar una conversación política. Sylvia Ageloff defendió la posición de la minoría acaloradamente y con entusiasmo. LD le respondió con calma y amabilidad. Su marido intervino con algunos comentarios no muy astutos y jocosos. Todo esto no tomó más de 15 minutos. LD se disculpó; tenía sus quehaceres, alimentar a los animales. Todos nos levantamos. Los “Jacson” se despidieron y se alejaron apresuradamente, diciendo, como de costumbre, que tenían un asunto urgente. No los detuvimos, ni siquiera por cortesía. Sabíamos que estas “visitas” estaban a punto de terminar ya que “Jacson” se iba de México. ... Si no era hoy, sería mañana, y mentalmente nos dijimos: “Déjalo ir, cuanto antes, mejor (énfasis añadido)”. [129]
Esta discusión, en la que Ageloff argumentó “acaloradamente y con entusiasmo” a favor de las posiciones de la minoría shachtmanista, le dio a Jacson-Mornard la capacidad de presentarse como un marxista “ortodoxo”.
17 de agosto de 1940: ¿el “ensayo general” de Jacson-Mornard o un intento fallido?
Unos días después, el 17 de agosto, Jacson-Mornard apareció en la casa de Trotsky sin previo aviso, afirmando que quería que Trotsky revisara un artículo que había redactado sobre la lucha de facciones con la minoría pequeñoburguesa shachtmanista dentro del SWP. Este artículo, explicó Jacson-Mornard, fue producto de la reciente discusión con Ageloff, Sedova y Trotsky. La breve discusión del 17 fue la primera vez que Jacson-Mornard y Trotsky se encontraron solos.
Siempre se ha asumido que el 17 de agosto fue un “ensayo general” para el próximo ataque. Pero ¿pudo haber sido el propósito de esta visita el ataque en sí? ¿Es posible que Jacson-Mornard se pusiera nervioso el 17 de agosto, cuando llegó sin avisar, sin Sylvia? En este día soleado, Jacson-Mornard trajo la gabardina que tres días después usaría para esconder su pistola y su daga, así como el piolet que usaría para llevar a cabo el ataque. ¿Por qué llevar la gabardina y arriesgarse a ser detectado solo para un ensayo?
Jacson-Mornard pudo reunirse solo con Trotsky. Era una oportunidad que era poco probable que volviera a presentarse, sobre todo considerando las sospechas que ya existían sobre su verdadero papel. Deutscher explicó que incluso antes de la reunión del 17 de agosto, Trotsky ya sospechaba de la actividad de este hombre:
[Jacson-Mornard] habló del “genio financiero” de su jefe de negocios y se ofreció a realizar con él algunas operaciones en bolsa para ayudar a la IV Internacional. Un día, observando con Trotsky y Hansen las “obras de fortificación” en [la casa de Trotsky en] la avenida Viena, comentó que no valían nada porque “en el próximo ataque la GPU usará un método muy diferente”; y cuando le preguntaron cuál método podría ser, respondió encogiéndose de hombros.
Los miembros de la casa recordarían estos y otros incidentes similares solo tres y cuatro meses después, cuando se dieron cuenta de lo ominosos que habían sido. Por el momento, no vieron en ellos nada peor que signos del temperamento errático de “Jacson”. Solo Trotsky, que lo conocía tan poco, se sintió aprensivo. ... La charla de “Jacson” sobre su jefe, el “genio financiero”, y las especulaciones bursátiles que emprendería por el “movimiento” le irritó a Trotsky. [130]
Deutscher cita el libro de Natalia Sedova La vida y muerte de León Trotsky:
“Estas breves conversaciones”, dice Natalia, “me desagradaron; León Davidovich también quedó pasmado por ellas. ‘¿Quién es este jefe tan rico [de Mercader]?’, me preguntó. ‘Uno debería averiguarlo. Después de todo, tal vez sea algún especulador de tipo fascista; tal vez sea mejor para nosotros no recibir más al marido de Sylvia’”. [131]
La reunión del 17 de agosto profundizó las sospechas de Trotsky y lo llevó a declarar categóricamente que no quería volver a ver al “marido de Sylvia”. Deutscher escribió:
De mala gana, pero diligentemente, Trotsky invitó a “Jacson” a que lo acompañara al estudio. Allí se quedaron solos y discutieron el artículo. Después de solo diez minutos, Trotsky salió perturbado y preocupado. Su sospecha aumentó de repente; le dijo a Natalia que ya no tenía deseos de ver a “Jacson”. Lo que le molestó no fue lo que el hombre había escrito —algunos clichés torpes y confusos— sino su comportamiento. Mientras estaban en el escritorio y Trotsky miraba el artículo, “Jacson” se sentó en la mesa y ¡permaneció allí, colocado sobre la cabeza de su anfitrión, hasta el final de la entrevista! ¡Y todo el tiempo con el sombrero puesto y apretándose el abrigo! Trotsky no solo estaba irritado por la descortesía del visitante; volvió a sentir que se trataba de un engaño.
Tenía la sensación de que el hombre era un impostor. Le comentó a Natalia que, en su comportamiento, “Jacson” era “bastante diferente a un francés”, pero se presentaba como un belga criado en Francia. ¿Quién era él realmente? Deberían averiguarlo. Natalia se sorprendió; le pareció que Trotsky había percibido algo nuevo sobre “Jacson”, pero aún no había llegado, o mejor dicho, no tenía prisa por llegar a ninguna conclusión. Sin embargo, la implicación de lo que había dicho era alarmante: si “Jacson” los estaba engañando acerca de su nacionalidad, ¿por qué lo estaba haciendo? ¿Y los estaría engañando también sobre otras cosas? ¿Acerca de qué? [132]
En su relato de “El último año de Trotsky”, David North citó una entrevista grabada que realizó en 1977 con el destacado periodista mexicano de Excelsior, Eduardo Téllez Vargas. Este último recordó su último encuentro con Trotsky, ocurrido el 17 de agosto de 1940, apenas tres días antes del asesinato.
Sintiendo una sincera admiración por el gran revolucionario, Téllez Vargas se sintió profundamente preocupado por lo que le dijo Trotsky. Téllez Vargas le relató a North: “Llegó un momento en que Trotsky no confiaba absolutamente en nadie. No confiaba en nadie. No especificó ni dio nombres, pero sí me dijo: 'Uno de ellos me matará aquí o uno de mis amigos de afuera, alguien que tenga acceso a la casa. Porque Stalin no puede perdonarme la vida’”.
Dado que esta visita también tuvo lugar el 17 de agosto, es probable que Jacson-Mornard fuera uno de los que Trotsky sospechaba. [133]
Jacson-Mornard no mató a Trotsky el 17 de agosto. En cambio, el asesino actuó de una manera que aumentó las sospechas de Trotsky y lo llevó a afirmar que “no tenía deseos de ver más a 'Jacson'”. Esta conclusión debió haber significado un gran revés para la trama de la GPU. Pero, sorprendentemente, no sería la última oportunidad que tendría Jacson-Mornard para llevar a cabo el asesinato de Trotsky.
La mañana y la tarde del 20 de agosto de 1940
Luri explicó que, en la mañana del 20 de agosto, Jacson-Mornard salió del Hotel Montejo a las 9 a.m., pero “regresó a eso del medio día con un ánimo algo alterado”. [134] Ageloff afirmó más tarde que Jacson-Mornard había ido a la Embajada de Estados Unidos planeando su viaje de regreso a Estados Unidos. “Sylvia le preguntó por qué había tardado tanto”, escribió Luri. “Le respondió que se había encontrado con unas grandes colas” en la Embajada. Ella “le sugirió dar un paseo para calmar los nervios. Podían ir a tomar alguna cosa mientras hacían tiempo para la hora de la comida”. [135]
Mientras caminaban por el centro de la ciudad, la pareja se encontró con Otto Schüssler y su esposa, e hizo planes para reunirse con ellos para cenar. Schüssler, uno de los guardias de Trotsky en México desde principios de 1939, tenía con Trotsky una historia más larga que casi cualquier otro residente del complejo. [136]
Nacido en 1905 en una familia de clase trabajadora en Alemania, Schüssler se desempeñó como secretario de Trotsky en 1932 cuando este último se exilió en la isla turca de Prínkipo, y en noviembre de ese año viajó con Trotsky a Copenhague como su secretario y como parte de su escolta personal. Pierre Broué señala que Schüssler se desempeñó nuevamente como secretario de Trotsky entre noviembre de 1933 y abril de 1934, cuando este último se exilió en Barbizon, Francia.
Schüssler fue entrevistado por la policía después del ataque del 20 de agosto. Explicó:
Como a las 13 horas del día 20 y por el Palacio de Bellas Artes se encontró el declarante [Schüssler] a Frank Jackson [sic] y Silvia [sic] Ageloff [137] con quienes se saludaron y se pusieron a platicar; que Silvia le manifestó al deponente que al día siguiente pensaban regresar a los Estados Unidos por cuya razón en la tarde irían a Coyoacán a despedirse del señor Trotsky y la esposa de éste, explicando que tal viaje [a EE.UU., según ellos] lo hacían porque Jackson se encontraba enfermo y le hacía daño la altura de la ciudad y los alimentos. [138]
Ageloff quería saber si Schüssler estaría en la casa de Trotsky esa noche. Les dijo a Ageloff y Jacson-Mornard que planeaba estar fuera del complejo. Ageloff respondió invitándolo a cenar. Schüssler intentó rechazar la invitación y la animó a que fuera a la casa de Trotsky al día siguiente, cuando él estaría presente, pero Ageloff insistió en que cenaran esa noche. La declaración continuó:
aun cuando dicho individuo [Schüssler] manifestó que podían hacer tal visita al día siguiente, Silvia replicó que no era posible dada la hora en que salía el avión y tener que arreglar los velices, a la vez que le preguntó al deponente [Schüssler] si estaría en Coyoacán en la tarde para decirse adiós, contestándole que como era día franco para él estaría aquí en la ciudad, en cuya virtud entonces Silvia le preguntó si se podrían ver en la noche para cenar, a cuya invitación el mismo Jackson hizo la afirmación de que en la noche sí se podían ver, que habiendo aceptado la invitación quedaron de verse a las 19:30 horas en la esquina de avenida Francisco I. Madero y la de San Juan de Letrán; que después de eso Jackson manifestó que ya no tenía tiempo de seguir platicando y se despidió. [139]
Luri explicó que durante la interacción con los Schüssler:
[Jacson-Mornard] continuó mostrándose nervioso. De repente comentó que había olvidado una cosa importante, se dio media vuelta y se fue. Sylvia intentó justificar su rudeza aludiendo a su malestar.
“Está un poco delicado de salud, sin duda a causa de la altura y del régimen alimenticio que lleva. Por eso nos conviene marcharnos”, dijo. [140]
Tras planear el encuentro, Jacson-Mornard y Ageloff regresaron al hotel Montejo. La transcripción de un interrogatorio policial que luego se tomó de Ageloff dice lo siguiente:
a la pregunta relativa sobre a qué hora fue la última vez que vio a Jacson ese día, dijo que como a los diez minutos pasadas las catorce horas, advirtiendo que al pararse le preguntó si llevaría su impermeable, contestándole que él sabía si se llevaba o regresaba por él, optando por pasar al closet en donde estaba y tomarlo [141]
En el impermeable, llevaba oculto el piolet utilizado para cometer el crimen, así como una daga y una pistola.
Schüssler intenta llamar a la casa de Trotsky
Más tarde esa noche, a las 6:30 p.m., Schüssler y su esposa llegaron al restaurante Swastica donde habían acordado reunirse con Ageloff y Jacson-Mornard. Schüssler luego le dijo a la policía mexicana:
y hasta como a los 15 o 20 minutos llegó Silvia informándole [a Schüssler] que no sabía lo que le había pasado a Jackson [sic] pues que habiendo comido untos se había salido manifestando que tenía un asunto urgente con el señor Alfredo Viñas… y que había quedado de que regresaría para después hacer la visita de despedida a la familia Trotsky y asistir posteriormente a cenar en la forma convenida. [142]
Jacson-Mornard no asistió a la cena porque estaba en Coyoacán. Ya había llegado solo al recinto. Le dijo a Trotsky y a los guardias que Ageloff llegaría en breve para despedirse antes de que la pareja se fuera al día siguiente. [143] Los guardias lo dejaron entrar. Después de todo, Sylvia solía ir a despedirse antes de viajar a Estados Unidos. Basándose en sus acciones pasadas, la visita de Jacson-Mornard parecía natural.
Mientras tanto, en el centro con Ageloff, Schüssler se preocupó más por la ausencia de Jacson-Mornard. Pudo obtener la dirección de Viñas de ella. Este hombre evidentemente trabajaba en Paseo de la Reforma, número 1329 o 1331. [144] Schüssler le dijo a la policía que Ageloff le instó a no llamar a la casa de Trotsky para preguntar si Jacson-Mornard estaba allí:
Y, por la aparente intranquilidad de Ageloff, [Schüssler] le sugirió que llamara a la casa de Trotsky para saber si Jackson había ido para despedirse.
Sin embargo, Sylvia le dijo “que no lo hiciera porque con seguridad no había ido, ya que habían quedado de ir los dos”. [145]
Schüssler llevó a Ageloff a la dirección donde afirmó que estaba ubicada la oficina del Sr. Viña, pero la dirección no existía. Ella los llevó a otras direcciones, pero Jacson-Mornard no pudo ser localizado.
Schüssler finalmente llamó al complejo y se enteró de que Trotsky había sido atacado. Al informarle, Schüssler explicó: “Silvia se puso muy nerviosa y comenzó a llorar”. [146] Tomaron un taxi hasta la calle Viena 55 en Coyoacán.
En la casa de Trotsky, llegó la policía mexicana y Trotsky fue trasladado de urgencia al hospital. Según el escolta mexicano de Trotsky, Melquíades Benítez Sánchez, la salida de Trotsky al hospital se retrasó porque Joseph Hansen estaba ocupando el teléfono y “trataba de comunicarse inútilmente por el teléfono con la Cruz Verde”. [147] Finalmente, otro miembro de la guardia, Charles Cornell, fue enviado corriendo a buscar un médico, que llegó 20 minutos después. Se había perdido un tiempo crítico.
Ageloff, ahora en el complejo, parecía entrar en pánico. Luri escribió:
Sylvia, perpleja, recorrió las habitaciones. Llevaba un vestido de piqué blanco, estilo marinero, y un abrigo color café, con pieles muy usadas. Había en su figura algo infantil que estaba subrayado por aquella ropa, que tanto desentonaba con las circunstancias. Era como una niña perdida en el súbito desorden de su propia vida. De vez en cuando interrumpía sus lamentos para exclamar: “¡Sólo me ha usado!”. [148]
Ageloff puesta bajo arresto
Los mexicanos no estaban creyéndole la actuación de Ageloff. Octavio Fernández, un destacado trotskista mexicano y organizador del hogar en el exilio de Trotsky, le describió a la académica mexicana Olivia Gall lo que sucedió cuando Ageloff llegó al complejo de Trotsky: “Después de que la ambulancia se llevara a Trotsky hacia 'México' [el hospital en la Ciudad de México], el comandante Galindo se dirigió hacia Sylvia y le dijo: 'Está usted detenida'”.
Fernández explicó que él creía que Ageloff trabajaba para la GPU. Explicó:
Logré convencerlo [al comandante Galindo] de que me dejara subirme al auto de la policía en que la hizo subir. Adelante estábamos el chofer, Sylvia y yo, atrás el comandante Galindo y sus dos agentes. Yo conocía a Sylvia desde 1934. Empecé por lo tanto a tratar de hablar con ella. Ella lloraba, sufría de un ataque de histeria y sólo decía algo que repetía y repetía: “¿Por qué dejaron entrar a Jacson?” “¿Por qué dejaron entrar a Jacson?” Y yo le decía: “Pero Jacson es tu marido, ¿no?” “Sí —repetía sin cesar—, pero ¿por qué lo dejaron entrar?” Entonces comprendía que ella sabía algo, que conocía al menos una razón por la que no deberíamos haber dejado entrar a Jacson en la casa. Ante mis incesantes preguntas no pudo responder más que una cosa: que sabía que estaba mezclado en “asuntos sospechosos” con un tipo llamado Bills o algo así, que se encontraba en el Edificio Ermita… “Pero si lo sabías, si después del proceso se publicó que Siqueiros tenía su despacho en el Edificio Ermita, ¿por qué no nos previniste?” No me contestaba nada. Llegábamos ya a la Jefatura, se la llevaron, ya no pude hablar más con ella. [149]
Después del ataque: Ageloff finge histeria
Después de arrestar a Ageloff y Jacson-Mornard, la policía mexicana los separó e intentó interrogar a cada uno individualmente. A través de esta táctica policial estándar, las autoridades esperaban comparar los dos conjuntos de respuestas para determinar si las historias de los sospechosos coincidían y utilizar las inconsistencias como pistas para avanzar en la investigación.
Tras su arresto, la respuesta inmediata de Jacson-Mornard al interrogatorio fue negar cualquier conexión con la GPU y afirmar que era un trotskista descontento que atacó a Trotsky cuando este último se opuso a su matrimonio con Ageloff. Una vez más, el nombre de Sylvia aparece en el centro de su vida.
Sylvia Ageloff no respondió cuando la policía intentó interrogarla. Luri escribió: “Sylvia se pasó los días posteriores al atentado tumbada en la cama, sin quitarse el traje de piqué blanco. Cuando alguien entraba en su habitación se giraba y le daba la espalda”. [150]
El FBI y la policía mexicana intentaron entrevistarla, pero fue en vano. El 22 de agosto, George Shaw del Consulado de Estados Unidos en México “intentó, sin éxito, hablar con ella, que seguía sumida en una crisis nerviosa”. [151]
La policía mexicana creía que estaba fingiendo su histeria para evitar responder preguntas y bloquear la investigación. El doctor Moisés Orozco, el funcionario médico asignado para atender a Ageloff durante su detención, dijo al diario mexicano Novedades el 24 de agosto que no tenía ninguna duda de que Ageloff era “una gran comedianta”. El doctor Orozco explicó que el pulso de Ageloff no aumentaba cuando fingía pánico, lo que demostró que estaba mintiendo, ya que las personas que sufren estrés extremo, ansiedad o ataques de pánico sufren un ritmo cardíaco acelerado. [152] El doctor Orozco dijo a Novedades:
Es profesora de psicología. Con sus conocimientos sabe de sobra la manera de evitar los interrogatorios y de presentarse como la víctima. Conoce la psicología de los que la están interrogando mejor que éstos la de ella, así que ya comprenderán ustedes. Su pulso es normal cuando le vienen los ataques, eso demuestra que es un truco exclusivamente. [153]
El 26 de agosto, Novedades publicó otro artículo en el que explicaba: “A medida que avanzan los días, y tras considerar la extraña actitud adoptada por esta mujer, sus fingidos ataques de histeria y las circunstancias que concurren en la vida y milagros del asesino del excomisario rojo de los soviets, se hace más difícil creer en la completa inocencia de Sylvia Ageoff”. [154]
La histeria barata de Ageloff fue claramente actuada. Retrasó la investigación policial y obstruyó los esfuerzos para confrontar a Jacson-Mornard con su versión de los hechos. Esto le dio a Jacson-Mornard tiempo para controlar sus nervios y armar la coartada que había desarrollado con sus controladores de GPU en la ciudad de Nueva York.
Las entrevistas iniciales de Ageloff con la policía mexicana
Eventualmente, Ageloff comenzó a responder preguntas. La investigación fue supervisada por Leandro Sánchez Salazar, quien realizó varias entrevistas con Ageloff y tuvo la oportunidad de estudiar su comportamiento y comparar sus respuestas con los hechos producidos en las primeras etapas de la investigación.
Se convenció de su culpabilidad como una cómplice de Jacson-Mornard perteneciente a la GPU. Luri explicó:
El coronel Leandro Salazar, que estaba a cargo de la investigación, ordenó mantener a Sylvia Ageloff vigilada, por si hubiera sido cómplice de asesinato. Pensaba que no podía haber sido tan ingenua como para no darse cuenta absolutamente de nada de lo que estaba ocurriendo a su alrededor. ¿Cómo es que había creído que Ramón era un periodista deportivo si ni asistía a competiciones ni lo vio escribir nunca una línea sobre deportes? ¿Cómo no había sospechado de un hombre que en París se hace pasar por periodista y en México, según las circunstancias, por ingeniero mecánico, ingeniero de minas, especialista en diamantes (ante Natalia Sedova) o comerciante de azúcar y aceite (ante Otto Schuessler)? ¿Cómo no pudo dudar de él si a todo esto le añadimos que utilizaba diversas identidades y que contaba historias inverosímiles, como la de la agencia Argus?
Sylvia se enfrentaba a todas estas preguntas totalmente desconcertada. [155]
Otros oficiales policiales que lideraban la investigación comenzaron a sacar las mismas conclusiones. El 26 de agosto, el Palm Beach Post, en idioma inglés, “resaltaba que, según el jefe de la Policía, José Manuel Núñez, [Ageloff] estaba 'probablemente' implicada en los hechos'” [156]. Parecía que su detención sería de larga duración.
El 30 de agosto, el empleador de Sylvia Ageloff la despidió por su papel en el ataque. William Hodson, jefe del Departamento de Bienestar Social de Nueva York, “le comunicó oficialmente que le habían rescindido el contrato porque sus vacaciones habían concluido hacía siete días y no había noticias sobre la fecha de su reincorporación al trabajo, y por la publicidad que rodeaba lo ocurrido en México. Hodson declaró a la prensa que esto era lo que procedía hacer, dada la bajeza moral de Sylvia”. [157]
El enfrentamiento cara a cara de Ageloff y Mercader
En una ocasión, como parte de su investigación, la policía llevó a Ageloff y Jacson-Mornard a la misma habitación para probar cómo responderían al verse cara a cara por primera vez desde el 20 de agosto. Cuando se enfrentaron, Jacson-Mornard hundió la cabeza entre las manos y le rogó a la policía que se lo llevaran. Ageloff volvió a ponerse histérica y se negó tanto a hacerle preguntas sobre su relación como a exigirle que le explicara las mentiras que le había dicho a lo largo de su tiempo juntos. Ella también exigió que se pusiera fin a la reunión.
Si ella hubiera estado interesada en exponer sus vínculos con la GPU, Ageloff habría utilizado su interacción cara a cara para confrontarlo sobre los muchos momentos que ya demostraban inequívocamente que era un agente de la GPU. De todas las personas del SWP que lo conocían, ella estaba en la mejor posición para presionarlo sobre las inconsistencias de su historia. Pudo haberle preguntado sobre el incidente del Edificio Ermita, sobre la manifestación estalinista de marzo de 1940 a la que afirmó haber asistido con él, sobre su presencia en la conferencia fundacional de la Cuarta Internacional en 1938, sobre Argus Press, o sobre sus padres y su acceso a dinero. Ella pudo haberlo confrontado por las personas que conocía y que también podían estar involucradas. Todo esto habría beneficiado enormemente a la investigación policial y habría proporcionado pistas fundamentales para las autoridades mexicanas.
Pero en cambio, gritó: “¡Llévense a ese asesino! ¡Mátenlo! ¡Ha matado a Trotski! ¡Mátenlo, mátenlo!”. [158]
Esto era coherente con el objetivo de los estalinistas, que, según Gorkin, escribieron la declaración de confesión falsa de Jacson-Mornard con la esperanza de que incitaría a los guardias de Trotsky a matarlo y evitar que hablara. Inmediatamente después de clavar el piolet en el cráneo de Trotsky, el mismo Jacson-Mornard dijo a los guardias de Trotsky: “¡Mátenme! ¡Mátenme de una vez! ¡No merezco vivir! ¡Mátenme! ¡No he obrado por mandato de la G.P.U! ¡Pero mátenme!”. [159]
Al exigir su muerte, Ageloff no solo impedía avanzar la investigación, sino que también actuó de una manera que era completamente inconsistente con la forma en que un miembro del movimiento trotskista se habría comportado bajo las circunstancias.
Para 1940, Ageloff tenía una historia de seis años en la política socialista y se presentaba como una trotskista leal. Su actividad abarcó los años del Gran Terror estalinista, cuando el movimiento trotskista denunció el método estalinista de asesinar sistemáticamente a sus opositores políticos y lo caracterizó como un reflejo de la naturaleza contrarrevolucionaria de la burocracia estalinista. El movimiento trotskista no se opuso a estos métodos a través del terrorismo, la violencia ni la venganza física, sino a través de los métodos de las exposiciones y la educación políticas. Por esta razón, el propio Trotsky ordenó a sus guardias que mantuvieran vivo a su agresor después del ataque para que el papel de la GPU quedara al descubierto: “Diles a los chicos que no lo maten. ... Debe hablar”. [160]
Ageloff, por el contrario, exigió que lo mataran y lo silenciaran. Tal desmesura se parecía mucho más a la respuesta de un estalinista que a la de un miembro del movimiento trotskista. No fue una respuesta de alguien interesada en obtener información sobre quién era realmente el asesino y con quién estaba trabajando.
Continuará
***
Notas:
[Las fuentes originales que no se muestran están disponibles en la primera parte o la segunda parte ]
[94] Informe del FBI de J. Edgar Hoover fechado el 24 de agosto de 1940.
[95] Luri, pág. 245.
[96] Sánchez Salazar, pág. 136.
[97] Ibíd., págs. 159-60.
[98] Ibíd., pág. 160.
[99] Informe del FBI del 23 de agosto de 1940.
[100] Informe del FBI del 13 de septiembre de 1940 por el agente N.O. Scott.
[101] Puigventós, ubicación 2.541.
[102] Informe del FBI para B.E. Sackett con fecha del 4 de septiembre de 1940.
[103] Memorando del Consulado General de los Estados Unidos en la Ciudad de México, 1 de septiembre de 1940.
[104] Volkogonov, pág. 459.
[105] Ibíd., pág. 456.
[106] Puigventós, ubicación 4.503.
[107] Ibíd., ubicación 4.526.
[108] Ibíd., ubicación 4.545. Citando a la Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales, Caja 127. Expediente 27, págs. 108–09.
[109] Puigventós, ubicación 4.503.
[110] Deutscher, pág. 497.
[111] Puigventós, ubicación 4.527.
[112] Ibíd. Referencia al Archivo General de la Nación. Tribunal Superior de Justicia del DF. Año 1940. Caja 3.265. Folio 602993, pág. 41.
[113] Ibíd., ubicación 4.546.
[114] Ibíd., ubicación 4.503.
[115] “What flights used to cost in the ‘golden age’ of air travel”, Travel + Leisure, 13 de agosto de 2017, disponible aquí.
[116] Informe del FBI del agente R.N. Hosteny, 25 de septiembre de 1940.
[117] “Overnight Air Service to Mexico City to Start”, Washington Evening Star, 26 de febrero de 1940. Disponible aquí.
[118] Informe del FBI del agente R.N. Hosteny, 25 de septiembre de 1940.
[119] Ibíd.
[120] “El juicio de la Ley Smith y la infiltración dentro del movimiento trotskista”, Eric London, World Socialist Web Site, 7 de enero de 2017, disponible aquí.
[121] Puigventós, ubicación 4.532.
[122] Ibid., ubicación 4.546.
[123] Ibíd.
[124] Barrón Cruz, pág. 165.
[125] “Natalia Trotsky Answers A Foul Slander”, Socialist Appeal, 26 de octubre de 1940.
[126] Luri, pág. 245.
[127] “Natalia Trotsky Answers A Foul Slander”.
[128] L. Mercader, G. Sánchez, My Brother Killed Trotsk y (Moscú: Kuchkovopole, 2011 [edición rusa]), pág. 159.
[129] “Natalia Trotsky Answers A Foul Slander”.
[130] Deutscher, p. 497.
[131] Ibíd., págs. 497–98.
[132] Ibíd., pág. 498.
[133] David North, “El último año de Trotsky: sexta parte”, World Socialist Web Site, 12 de septiembre de 2020.
[134] Luri, pág. 246.
[135] Ibíd., págs. 246–47.
[136] Véase la biografía de Otto Schüssler en Trotskyana, disponible aquí.
[137] La policía mexicana suele deletrear “Jacson” como “Jackson” y “Sylvia” como “Silvia”.
[138] Barrón Cruz, pág. 47.
[139] Ibíd.
[140] Luri, pág. 247.
[141] Barrón Cruz, pág. 166.
[142] Ibíd., págs. 47–48.
[143] Joseph Hansen, “With Trotsky Until the End”, Fo urth International Magazine, octubre de 1940, pág. 117.
[144] Barrón Cruz, pág. 48.
[145] Ibíd.
[146] Ibíd.
[147] Ibíd., pág. 53.
[148] Luri, págs. 250–51.
[149] Gall, págs. 354-55.
[150] Luri, pág. 261.
[151] Ibíd., pág. 262.
[152] Por ejemplo, el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido explica: “Los síntomas físicos de un ataque de pánico son causados por su cuerpo que entra en modo de 'lucha o huida'. A medida que su cuerpo intenta absorber más oxígeno, su respiración se acelera. Su cuerpo también libera hormonas, como la adrenalina, lo que hace que su corazón lata más rápido y que sus músculos se tensen”. Disponible aquí.
[153] Luri, pág. 262.
[154] Ibíd., pág. 264.
[155] Ibíd., pág. 252.
[156] Ibíd., págs. 264–65.
[157] Ibíd., págs. 267–68.
[158] Sánchez Salazar, pág. 128.
[159] Ibíd., pág. 122.
[160] Hansen, pág. 116.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 7 de febrero de 2021)