El título del documental de Vanessa Lapa, Speer Goes to Hollywood (Speer va a Hollywood), y su eslogan, “The Unbelievable Second Career of the Good Nazi” (La increíble segunda carrera del buen nazi), son suficientes para pararlo a uno en seco.
Albert Speer (1905-1981), el principal arquitecto de Hitler y ministro nazi de Armamento y Guerra, ¿una estrella de Hollywood? ¿Cómo es posible? ¿O el filme de Lapa es una sátira mordaz en un momento en que los neofascistas levantan la cabeza y cometen asesinatos brutales, como los ocurridos recientemente en Hanau?
El público se encontró con una realidad amarga en el estreno mundial del documental en el 70° Festival Internacional de Cine de Berlín (la Berlinale).
Lapa, directora de origen belga que reside en Israel, es hija de sobrevivientes del Holocausto. Su filme explora una herida abierta: a pesar de lo que dice la investigación histórica, Speer aún es tratado por algunos como una figura inofensiva, un “buen nazi”: un simple tecnócrata en el gobierno de Hitler, un burócrata oportunista en la maquinaria nazi, en lugar del vil organizador de los exterminios en masa en los campos de concentración.
El documental de Lapa derriba completamente este mito.
Speer, el nazi de más alto rango que escapó de la pena de muerte en los juicios por crímenes de guerra de Núremberg (1945-1946), creó este mito y recibió el apoyo de reconocidos historiadores, académicos y periodistas. En particular, Joachim Fest, biógrafo de Hitler, y el escritor y editor Wolf Jobst Siedler ayudaron a Speer con sus libros Hitler y el Tercer Reich vistos desde dentro y Diario de Spandau, que aquel había escrito durante su sentencia de prisión de 20 años en la prisión de Spandau, en Berlín. En esos libros, Speer se retrató a sí mismo como un oponente de Hitler, como alguien que incluso planeó un ataque contra el dictador fascista.
Después de la liberación de Speer, esos dos libros, publicados por Ullstein Press, junto con innumerables entrevistas (sobre todo en Spiegel y Stern, las dos principales revistas de Alemania Occidental) y las ventas secretas de pinturas saqueadas por los nazis, generaron millones que le permitieron a Speer vivir cómodamente en la villa de su familia en Heidelberg.
Speer murió en 1981, pero el mito del “nazi noble” perduró y encontró expresión en varias películas, incluida La caída, de Oliver Hirschbiegel (2004), que describe incorrectamente a Speer como alguien que criticó a sus superiores y se negó a aceptar órdenes.
Speer Goes to Hollywood ayuda a demoler esto. Lapa documenta el plan de Paramount Pictures en 1971 de filmar Hitler y el Tercer Reich vistos desde dentro con el propio Speer involucrado en el guión. Lapa se encontró con la historia en el estreno de su película anterior, El decente, sobre el jefe de las SS, Heinrich Himmler, exhibida en la Berlinale de 2014. Un productor le habló sobre la correspondencia entre Himmler y Speer, y también sobre el guionista inglés Andrew Birkin (hermano de la actriz y cantante Jane Birkin), que en 1971, con 26 años, tuvo conversaciones con Speer durante meses.
Después de reunirse con Lapa, Birkin (ahora septuagenario) le dio acceso a las 40 horas de charlas grabadas con Speer. Esta es la base de Speer Goes to Hollywood, completada con imágenes de archivo poco vistas de Speer antes y durante de la Segunda Guerra Mundial, y después de ella, como un jubilado que vive tranquilamente en el campo.
Las entrevistas revelan la forma inescrupulosa en que Speer intentó blanquear su pasado. Se presenta abiertamente como alguien que manipula e incluso distorsiona su biografía de manera calculada para ocultar sus actividades criminales. Cuando Birkin, impresionado por el trato sofisticado y elocuente de su entrevistado, habla con el veterano director británico Carol Reed ( El tercer hombre, 1949) sobre capítulos individuales de la película planificada, este se vuelve cada vez más crítico y considera que el filme es irresponsable. Paramount Pictures finalmente abandonó el proyecto.
Lapa contrasta las conversaciones de 1971 con grabaciones históricas, incluidas largas secuencias de los Juicios de Núremberg, que se ven con una calidad sin precedentes. La compañía de producción de Lapa en Tel Aviv, Realworks, “digitalizó casi todas las grabaciones de sonido del juicio en un trabajo de seis a siete meses”, le dijo ella al WSWS. Las imágenes y grabaciones de películas también se editaron meticulosamente.
Las imágenes del trato brutal a los obreros forzados a trabajar para las empresas de acero y armamento Krupp son especialmente impactantes. Cuando Speer fue interrogado en Núremberg, se mostraron fotografías de una larga hilera de armarios de hierro en el sitio de Krupp. Sirvieron como cámaras de castigo para los obreros acusados de trabajar muy lento o llegar tarde al comienzo del turno. Estos “paseantes”, como los llamaba Speer, tuvieron que permanecer 48 horas de pie en estos armarios muy estrechos y sin ventanas —hombres y mujeres, varios abarrotados. También fueron obligados a hacer sus necesidades en los armarios.
En sus propias declaraciones de autopromoción en la posguerra, Speer siempre afirmó que no era responsable de los trabajadores prisioneros. Esto suena muy diferente en las grabaciones de Birkin: “¿Debo decir cuántos obreros tuve?”, se escucha a Speer diciendo con orgullo. “En 1942 habían 2.6 millones de obreros. En la primavera del 43 habían 3.2 millones. En septiembre del ’43 tenía 12 millones de personas trabajando para mí”. Alrededor de un tercio de estos trabajadores murieron.
Speer afirma que solicitó repetidamente nuevos contingentes de trabajadores para la producción de armamento a Fritz Sauckel, que organizó los campos de trabajo. Todos los prisioneros de guerra y de campos de concentración soviéticos, polacos y franceses que estuvieran físicamente capacitados iban a ser trabajadores esclavos. A pedido de Speer, Sauckel hizo que se deportaran a estas personas a Alemania en vagones de ganado.
Speer agrega, con humor, que cuando se pronunciaron los veredictos en Núremberg, “sus oponentes entre los acusados” protestaron, y que Hermann Göring murmuró que era Speer quien debería haber recibido la pena de muerte, no Sauckel.
En respuesta a la afirmación de Speer de que no había visto un campo de concentración desde dentro, el filme de Lapa incluye testimonios durante los Juicios de Núremberg de un joven esclavo del campo de concentración de Mauthausen. Cuando le preguntaron si había visto a alguno de los acusados en el banquillo de Mauthausen, el testigo señaló a Speer: “Sí, él estaba allí”. El testigo dijo que Speer visitó el campo varias veces y que siempre fue recibido calurosamente por los comandantes del mismo.
El documental de Lapa incluye material de archivo que revela que Speer aceptó el uso de prisioneros de campos de concentración para sus proyectos de construcción con Himmler, a quien Speer llamaba “monstruo” después de 1945. La financiación para la compañía “Deutsche Erd- und Steinwerke GmbH (DEST)”, fundada por las SS [Las Schutzstaffel, la organización más responsable de la matanza genocida de unos 5,5 a 6 millones de judíos y millones de otras víctimas durante el Holocausto] salió del presupuesto de Speer y fue directamente a pagar la construcción de campos de concentración cerca de canteras y pozos de arcilla.
Speer no solo fue responsable de unos 1,000 campos de trabajos forzados alrededor de Berlín, que en algunos casos controló directamente con su agencia de construcción, sino que organizó el “desalojo” de judíos en Berlín desde 1939 y la creación de vecindarios “libres de judíos” que planeó usar para sus proyectos de construcción. Las listas de judíos expulsados de sus hogares fue la base para su posterior deportación a Riga.
Asimismo, en contraste con sus afirmaciones de posguerra, Speer fue un antisemita. Lo deja absolutamente claro en su respuesta a una pregunta de Birkin: no le gustaban los judíos. Según Speer, los judíos orientales, en particular, eran nuevos ricos y estafadores que querían sacar provecho de los alemanes —argumento estándar de los antisemitas.
El tramo final del filme muestra imágenes de la liberación de Speer de Spandau en 1966. Está rodeado de periodistas y claramente disfruta de su notoriedad, al elogiar cortésmente el tratamiento que recibió en prisión. Su popularidad se extendió a todos los medios de comunicación y partidos políticos. El presidente del Partido Socialdemócrata, Willy Brandt, le envió flores tras su liberación.
El hecho de que Albert Speer fuera cortejado de esta forma en el período de posguerra demuestra la continuidad histórica del nazismo después del denominado “año cero”. Se descubren nuevos hechos de manera constante, que revelan cómo el antiguo personal nazi se integró al Estado de Alemania Occidental de posguerra, ya sea en el poder judicial, la policía, el ejército, las universidades, los ministerios o, como se reveló al comienzo de la Berlinale de este año, las instituciones culturales. El primer director de la Berlinale, Alfred Bauer, fue un destacado funcionario de la industria cinematográfica nazi y miembro de la SA.
Un artículo del 26 de septiembre de 1966 de Der Spiegel, publicado poco antes de la liberación de Speer, titulado “El amigo y oponente de Hitler, Albert Speer”, dejó en claro por qué Speer fue una fuente de inspiración para la nueva élite dominante en Alemania Occidental. Según el artículo, Speer fue un arquitecto apolítico que “no aterrorizó a nadie” y logró “un milagro inimaginable de armamentos alemanes”, que “salvó a la industria alemana de la intervención autodestructiva de Hitler” y, por lo tanto, “contribuyó al milagro económico de Ludwig Erhard [canciller alemán de posguerra]” (Magnus Brechtken, Albert Speer, una carrera alemana, 2017).
En otras palabras, la brutal explotación de Speer de millones de trabajadores prisioneros, con lo que aumentó la producción de armamento en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, también permitió al imperialismo alemán renovar su economía después de su derrota en la guerra. El retrato de Speer como opositor de Hitler también significó que a partir de entonces la burguesía alemana sería “demócrata” y “antifascista”.
Speer estaba hecho a medida para este papel. Era un “prototipo del grupo social de las élites gerenciales que conscientemente optaron por Hitler y dieron dinámica al nazismo con su conocimiento especializado. Los gobernantes no hubieran sido tan efectivos sin los médicos, abogados y expertos administrativos que brindaron sus servicios”, comentó el autor Magnus Brechtken en el momento de la publicación de su libro. Speer fue uno de los “más comprometidos, más ambiciosos”, y, después de 1945, “también la figura ideal para quien quisiera decir: ‘Yo participé, pero no sabía nada de ningún crimen’”.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 11 de marzo de 2020)