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La ola de declaraciones por parte de destacadas figuras de la política pequeñoburguesa turca de que ellos buscan una alianza duradera con el CHP da fe de su hostilidad hacia la clase trabajadora. Están indicando su apoyo a la guerra imperialista y su indiferencia hacia los derechos de los kurdos y otras minorías dentro de las fronteras del Estado turco, así como el peligro de las operaciones de cambio de régimen violentas y respaldadas por los imperialistas dentro de la propia Turquía.
El CHP y el HDP están, si acaso, todavía más cerca que el AKP de las potencias imperialistas que llevan décadas librando guerras en Irak y en Siria y por todo Medio Oriente. El CHP lleva mucho tiempo haciendo campaña a favor de unos supuestos “valores europeos”, buscando lazos más estrechos con la Unión Europea (UE). Mientras el gobierno de Erdoğan ha estado intentando aprovecharse de las interminables guerras de agresión de Washington y la UE en los Balcanes, Medio Oriente y África desde la disolución de la Unión Soviética en 1991 por parte de los estalinistas, el CHP respaldaba las invasiones de Erdoğan a Siria durante la guerra dirigida por la OTAN por derrocar al presidente sirio Bashar al-Assad. En este conflicto, surgieron milicias nacionalistas kurdas respaldadas por el HDP como las principales fuerzas que representaban a la OTAN dentro de Siria.
Estos antecedentes son una confirmación devastadora, en negativo, de la teoría de la revolución permanente de León Trotsky, según la cual en los países de desarrollo capitalista tardío, la burguesía es incapaz de establecer un régimen democrático. Atada profundamente al imperialismo y temiendo a la clase trabajadora, no puede cumplir con las tareas llevadas a cabo por las revoluciones democráticas del siglo XVIII en América y Francia. Estas tareas recaen sobre la clase trabajadora, que dirige a todas las clases oprimidas en una lucha por hacerse con el poder del Estado. La revolución democrática así trasciende hacia la revolución socialista que, realizada a escala internacional, puede brindar los recursos necesarios de la economía global para desarrollar una sociedad próspera, democrática y socialista en los antiguos países coloniales.
Las políticas de los partidos burgueses turcos hoy llevan el sello indeleble de los tratos reaccionarios de la burguesía turca con el imperialismo de la OTAN y su represión de la clase trabajadora y las nacionalidades oprimidas. En 2015, el CHP apoyó la represión del gobierno del AKP en ciudades kurdas en la que mataron a 4.000 personas, encarcelaron a más de 10.000 y 200.000 personas se vieron obligadas a huir de sus hogares. En 2016, votó por una enmienda constitucional respaldada por el AKP que despojaba a los diputados del HDP de su inmunidad parlamentaria. Como resultado, hoy, los anteriores dirigentes del HDP Selahattin Demirtaş y Figen Yüksekdağ, y varios de sus exdiputados, siguen en la cárcel.
Como surgieron elecciones disputadas tanto en Ankara como en Estambul esta primavera, los candidatos del CHP Mansur Yavaş (exmilitante del ultraderechista Partido Movimiento Nacionalista [MHP] en los '70) y Ekrem İmamoğlu tuitearon aclamando al fundador del MHP Alparslan Türkeş. Un funcionario de tipo fascista formado en los Estados Unidos, Türkeş desempeñó un papel clave en la organización de los golpes respaldados por la OTAN en Turquía en el siglo XX, particularmente los de 1960 y 1980. Fundó el MHP en 1969, que dirigió una campaña de asesinato y represión de trabajadores, jóvenes e intelectuales de izquierdas en los '70.
Después de la intentona golpista sangrienta respaldada por la OTAN en julio de 2016 que tenía por objetivo a Erdoğan, está claro que la simpatía de Yavaş e İmamoğlu por Türkeş no es un asunto puramente histórico. Es una amenaza no tan sutil de que el CHP busca el apoyo de fuerzas poderosas en las clases gobernantes imperialistas y el ejército turco. Su blanco es en primerísimo lugar la oposición de izquierda, arraigada en la clase trabajadora.
El 15 de julio de 2016, en medio de una frustración creciente en Washington y Berlín respecto al desplazamiento de Erdoğan hacia relaciones más estrechas con Rusia, unidades militares turcas, incluyendo a algunas que operaban desde la base aérea İncirlik de la OTAN, lanzaron un golpe. Bombardearon el parlamento turco, intentaron apoderarse de áreas clave de importantes ciudades turcas, y enviaron un equipo de asesinos por helicóptero para matar a Erdoğan. A la medianoche, Erdoğan hizo un llamamiento a la población turca para que se levantara contra la intentona golpista. Después de una advertencia a tiempo desde Moscú, Erdoğan logró escapar de la unidad militar que había sido enviada para asesinarlo.
Lo que detuvo el golpe fue la movilización de las masas contra este que vino después. A pesar de los antecedentes autoritarios de Erdoğan, amplias capas sociales en Turquía, sobre todo en la clase trabajadora, recordaban los antecedentes sangrientos de los golpes respaldados por la OTAN de 1960, 1971 y 1980. En 2016, más de 200 personas murieron luchando para impedir la victoria de otro golpe semejante.
Las fuerzas en la alianza dirigida por el CHP, por otro lado, adoptaron una posición indiferente durante la intentona golpista. No intentaron movilizar a sus simpatizantes, y criticaron el golpe de palabra solo después de que fracasara, cuando los propios Washington y Berlín se vieron obligados a hacer públicas sus condenas formales a la intentona golpista que habían apoyado tras bastidores. Pero el CHP respaldó los ataques reaccionarios de Erdoğan a los derechos democráticos —incluyendo su encarcelamiento de diputados del nacionalista kurdo HDP, que a pesar de todo apoyó al CHP en las elecciones de este año.
Estos acontecimientos revelan los mecanismos que ha estado usando la burguesía turca para reprimir la oposición de la clase trabajadora a la austeridad y tres décadas de guerras de la OTAN en Medio Oriente. La carnicería de millones de personas y la devastación de países enteros que empezó con la Guerra del Golfo de la OTAN de 1991 con Irak, y que siguió con guerras en Afganistán, Irak, Libia y Siria, ha provocado amplia oposición y repugnancia. Y sin embargo los partidos que han estado siendo promocionados durante décadas como la “izquierda radical” tienen una orientación nacionalista hacia el CHP y, a través de este, hacia el imperialismo. Hoy, en medio de los preparativos de guerra imperialista estadounidense contra Irán, guardan un silencio absoluto respecto a este peligro inmenso que podría fácilmente llegar a ser una guerra regional o incluso global.
La base de clase del apoyo de la pseudoizquierda a la guerra y la austeridad
La orientación del ÖDP, el EMEP, el DSİP, el DİP y otros partidos pequeñoburgueses de este tipo hacia el CHP no es un error ni el producto de un malentendido que podrían abandonar si se los persuade. En vez de ello, refleja intereses materiales de capas antiobreras y antimarxistas en la clase media acomodada entre las que estos partidos tienen su base. Aunque descienden políticamente de los activistas nacionalistas estalinistas, pablistas o pequeñoburgueses del movimiento obrero radical y del medio académico izquierdista de los '60 y lo '70, que eran a menudo el blanco de los golpes de la OTAN de esa época para la represión sangrienta, los burócratas sindicales y los académicos “de izquierdas” se han desplazado drásticamente a la derecha a lo largo de los últimos 40 años.
Esas capas de la clase media fueron transformadas por la globalización de la producción, la restauración del capitalismo por los regímenes estalinistas en la Unión Soviética, Europa del este y China en 1989-1991, y las décadas siguientes de guerra imperialista en el Medio Oriente. En esta época, Turquía surgió como una plataforma industrial barata para el capital europeo y como una base para las guerras de la OTAN en el Medio Oriente. Esto transformó objetivamente la relación entre los sindicatos o los movimientos de guerrilla, por un lado, y la clase trabajadora.
El rasgo decisivo de este mundillo había sido su rechazo nacionalista de la perspectiva internacionalista de la revolución permanente, que subyacía a la toma del poder por parte del proletariado en la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia y la lucha contra el estalinismo dirigida por León Trotsky y continuada por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI).
Después de la restauración capitalista en 1989-1991, estas fuerzas ya no podían hacerse pasar por amigos de la Revolución de Octubre señalando hacia sus alianzas con el régimen soviético o el maoísta. Al mismo tiempo, surgieron como supervisores obreros que aplican las condiciones del mercado mundial en las fábricas turcas aún más orientadas hacia la UE y los mercados mundiales, o como representantes militares de las potencias imperialistas en el Irak ocupado por los EEUU o en la guerra de la OTAN en Siria.
La contradicción de clase objetiva entre estas capas y la clase trabajadora, cuyo descontento hunde sus raíces en la oposición a la explotación capitalista y la guerra imperialista, ha adquirido enorme intensidad. Aunque estas organizaciones conservaron las palabras “solidaridad”, “obrero” o incluso “revolucionario” en el nombre de sus partidos, se oponen conscientemente a las luchas revolucionarias internacionales de la clase trabajadora. Esto subyace al análisis del CICI de que estas fuerzas no son partidos de izquierda, sino pseudoizquierdistas pequeñoburgueses.
El recrudecimiento inicial de las luchas de clase revolucionarias en el siglo XXI, en Túnez y en Egipto en 2011, justificó esta evaluación. Todos los partidos principales turcos del establishment —incluyendo al AKP, el CHP, el MHP y el HDP— se alinearon tras las guerras mediante representantes dirigidas por los imperialistas en Libia o en Siria a través de las cuales las potencias de la OTAN respondieron al recrudecimiento revolucionario en el norte de África. Y las organizaciones pseudoizquierdistas se alinearon tras ellos, a pesar de la ira social creciente en la clase trabajadora en Turquía y en el mundo.
Los partidos pseudoizquierdistas de Turquía están afiliados directamente a partidos políticos que se oponen a la revolución social en el norte de África, apoyaron la guera en Libia y en Siria como “revoluciones” y trabajaron para suprimir las luchas de la clase trabajadora en América o Europa.
El EMEP, un partido estalinista proalbanés, está afiliado al Partido de los Trabajadores tunecino de Hamma Hammami. Durante la revolución tunecina, este partido desempeñó un papel reaccionario. En nombre de la “lucha por la democracia”, hizo cuanto pudo por desviar el movimiento de masas revolucionario de los trabajadores y los jóvenes tras la Unión General del Trabajo Tunecina (UGTT), favorable al régimen, y la élite gobernante. Hoy, Hammami dirige la coalición pequeñoburguesa “Frente Popular”, que está totalmente integrada en el establishment gobernante dirigido por Nidaa Tounes —el partido que el viejo régimen de Zine El Abedine Ben Ali fundó como su nueva cara pública.
En cuanto al DSİP, sus afiliados egipcios, los Socialistas Revolucionarios (RS), desempeñaron el papel crítico de suavizar levantamienros revolucionarios repetidos de la clase trabajadora egipcia entre 2011 y 2013. Eran implacablemente hostiles a la perspectiva de una lucha independiente de la clase trabajadora por el poder estatal. En cada nueva etapa de la revolución, aclamaban a cualquier organización que planteara la burguesía —el Consejo Supremo de la junta de las Fuerzas Armadas, los Hermanos Musulmanes del presidente Mohamed Mursi, o la alianza Tamarod (“rebelde”) que preparó el golpe de 2013 del general Abdel Fattah al-Sisi. Bloqueando la formación de una dirección revolucionaria y subordinando a la clase trabajadora a los políticos burgueses, allanaron el camino al establecimiento de la dictadura sanguinaria de Sisi.
La ulterior década de guerra y lucha de clases ha revelado la hostilidad de la pseudoizquierda hacia la clase trabajadora y los derechos democráticos del pueblo kurdo y otras minorías nacionales. Ya antes apoyaron el “proceso de paz” del AKP con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), la estrategia de Ankara de usar al PKK para fortalecer su presencia en Irak y Siria. Después de décadas de guerra imperialista, sin embargo, se ha vuelto evidente la bancarrota de esta política de apelar a varias facciones étnicas enfrentadas para obtener los derechos democráticos de las minorías nacionales en el Medio Oriente.
Al principio, Erdoğan apoyaba de buen grado la guerra estadounidense para derrocar al régimen baazista de Bashar-al Assad y armar a las milicias islamistas que Washington usó como sus tropas de choque contra Assad. Pero se echó para atrás cuando, tras la derrota y el colapso de sus aliados islamistas, Washington creó las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo (YPG) —una escisión del PKK, contra la cual Ankara lleva 35 años librando una guerra sangrienta de contrainsurgencia en el sureste de Turquía— su principal ejército representante en Siria.
El AKP terminó su “proceso de paz” con el PKK, que continuó de manera inconstante de 2009 a 2015. El HDP había sido un simpatizante clave del AKP en sus políticas antiobreras y proimperialistas durante el “proceso de paz” con el PKK. Durante las protestas en Gezi Park de junio y julio de 2013, cuando más de 2,5 millones de personas se volcaron a las calles contra el AKP, el HDP (por entonces Partido de la Paz y la Democracia, BDP) desalentó a los trabajadores y jóvenes kurdos de protestar, haciéndose eco de la línea del CHP y los sindicatos. Colisionó con Erdoğan solo después de que se distanciara de los socios de la OTAN de Ankara y reprimiera a los nacionalistas kurdos.
La pseudoizquierda turca, elogiando hasta por las nubes la aparición de milicias nacionalistas kurdas en Siria como la principal fuerza de Washington en el terreno en nombre de la “lucha contra el ISIS”, se volvió una extensión política de la reacción burguesa imperialista o turca. Casi todos ellos han aclamado este proceso como una “Revolución Rojava”, que toma su nombre del que las propias milicias nacionalistas kurdas le dieron al trozo de territorio sirio que ocuparon bajo la protección del Pentágono. Murieron varios miembros y simpatizantes de partidos pseudoizquierdistas turcos que habían ido a luchar en la guerra imperialista en Siria. En las recientes elecciones, estos partidos promocionaron a funcionarios del CHP que ahora están respaldando los planes del AKP para la deportación masiva de refugiados sirios e invasiones a Siria que tendrán como blanco a las milicias kurdas respaldadas allí por los EEUU.
La orientación antiobrera que subyace a esta política reaccionaria en Siria asumió una forma abierta en su apoyo a la Coalición de la Izquierda Radical (Syriza) en Grecia. Después de la derrota de Syriza en las elecciones en julio, todos ellos han guardado un silencio ensordecedor sobre sus relaciones con este partido derechista y antiobrero.
Elegido en enero de 2015 en base a sus promesas de poner fin a las políticas de austeridad que la UE imponía a Grecia, Syriza traicionó sus promesas descaradamente. Negándose a apelar a una oposición más amplia a la austeridad en la clase trabajadora europea contra la UE, en cambio firmó en seguida un nuevo memorándum de austeridad de la UE.
En julio de 2015, al amenazar la UE con expulsar a Grecia de la eurozona si no aceleraba sus recortes sociales, Syriza escenificó un referéndum sobre la austeridad de la UE, esperando sacar un “sí” y un mandato para dimitir y entregar el poder a los conservadores. Asombrado por el abrumador voto obrero por el “no” en el referéndum, Syriza lo pisoteó y persiguió una política antiobrera. Imponiendo decenas de miles de millones de euros en recortes sociales, le vendió armas a Arabia Saudí para la guerra contra Yemen y encarceló a decenas de miles de refugiados del Medio Oriente en condiciones miserables en campos de detención (ver también: The Political Lessons of Syriza’s Betrayal in Greece).
Mientras que solo el CICI advertía a los trabajadores antes de la elección de Syriza de que traicionaría sus promesas, los grupos pseudoizquierdistas de Turquía y del mundo lo promocionaban de manera entusiasta. El ÖDP, el partido hermano de Syriza en Turquía, dijo en una declaración el 26 de enero de 2015, inmediatamente después de la victoria de Syriza en las elecciones, “Felicitamos a Syriza. … La victoria de Syriza significa el comienzo de la búsqueda del pueblo de un nuevo orden mundial…”. El nacionalista kurdo HDP, que también es un partido hermano de Syriza, de manera similar aclamó su victoria e hizo hincapié en su “solidaridad” y “colaboración estratégica” con Syriza.
En una declaración del 27 de enero de 2015, el EMEP aclamó a Syriza: “El éxito de Syriza como un frente del pueblo en las elecciones griegas … ha dado esperanza y ha alentado a todas las clases y pueblos oprimidos que luchan por pan y libertad”.
El DİP —coherente con su afiliado griego, el EEK— también apoyó al principio a Syriza y promocionó ilusiones en ellos. Antes de las elecciones griegas de enero de 2015, el líder del DİP Sungur Savran escribió un artículo titulado “La trampa de Syriza”, en el que decía: “Estaremos muy felices por lo fuerte que saldrá el campo de la clase trabajadora y los obreros dirigidos por Syriza de las elecciones”.
Ninguna de estas organizaciones ha considerado oportuno ofrecer explicaciones políticas de su apoyo a este partido reaccionario. Los antecedentes antiobreros de Syriza y su colaboración con el gobierno del AKP en la política de la “Europa fortaleza” de la UE contra los refugiados que huyen de las guerras imperialistas de todo Medio Oriente constituyen una acusación incontestable de sus propios antecedentes. Al aclamar a sus correligionarios griegos, la pseudoizquierda turca ha mostrado que está preparada para cometer crímenes políticos similares contra la clase trabajadora en Turquía.
Continuará
(Publicado originalmente en inglés el 3 de octubre de 2019)