La visita de dos días del ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, a Israel esta semana es tan solo el más reciente episodio de una alianza cada vez más abierta entre el Estado sionista y las fuerzas resurgentes de la ultraderecha y el neofascismo en Europa y más allá.
Salvini, el líder del partido antiinmigrante Lega, se ha convertido en la principal figura del Gobierno derechista de coalición en Italia. Su agenda se ha basado en la consigna “Primero los italianos” y promete “limpiar” Italia de inmigrantes indocumentados “por fuerza si llega a ser necesario”.
Tanto hechos como palabras, Salvini ha devuelto a la vida las políticas del fascismo italiano responsable de la supresión sistemática de los judíos italianos que perdieron sus derechos bajo las leyes raciales del dictador Benito Mussolini y fueron deportados a campos de concentración. Casi 10.000 murieron, la mayoría en Auschwitz.
Salvini ha invocado deliberadamente el legado de Mussolini, citando al Duce y aclamando los supuestos logros del fascismo italiano. Sus mítines políticos son atendidos por militantes fascistas con retratos del dictador y otros símbolos de su régimen.
En julio pasado, en ocasión del cumpleaños del dictador, Salvini tuiteó: “tanti nemici, tanto onore” o “tantos enemigos, tanto honor”, una variación de la famosa consigna de Mussolini, “molti nemici, molto onore” o “muchos enemigos, mucho honor”.
Las políticas xenófobas y antimusulmanas que ha implementado son paralelos espeluznantes a la persecución de judíos en los años treinta y cuarenta. Su represión antiinmigrante ha visto a Italia rechazar botes llenos de refugiados, incluyendo niños y mujeres embarazadas, así como se rechazaron los barcos con judíos que escapaban la persecución nazi hace ocho décadas. También ha llamado al Estado a registrar a todo el pueblo roma en Italia y la “limpieza” de todos los romas “no italianos” y la demolición de sus “casas ilegales”. Los grupos judíos en Italia protestaron la propuesta, señalando a las horrorosas semejanzas a las leyes raciales contra judíos bajo Mussolini.
Este es el hombre a quien el primer ministro Benjamin Netanyahu dio la bienvenida, llamó “un gran amigo de Israel”, y llevó a tomarse fotos publicitarias el miércoles al Yad Vashem, un memorial oficial del Holocausto.
Tanto en Israel como en la población judía de Italia se manifestó gran oposición y enojo por la visita. Durante el viaje en la tarde a Jerusalén, Salvini fue abucheado en las calles por manifestantes que le gritaban “fascista, no te queremos aquí”.
Las organizaciones judías italianas enviaron una carta a Salvini exigiendo que utilice la visita para condenar los “actos antisemitas, el olvido y la trivialización de los horrores de los años treinta y cuarenta [perpetrados] por movimientos y partidos pertenecientes a la ultraderecha etnonacionalista en Italia y Europa”. Por supuesto, no lo hizo.
Entre amplias capas de judíos, tanto dentro como fuera de Israel, el hecho de que Israel, cuya fundación fue defendida bajo la afirmación de que sería un refugio del fascismo y el antisemitismo, dé la bienvenida y se alíe con fascistas y antisemitas es una fuente de inquietud y revulsión extremas.
Salvini es solo el último de tales “grande amigos” que visita el Yad Vashem, el cual algunos críticos israelíes del Gobierno de Netanyahu han descrito como una “lavadora” para que figuras ultraderechistas se absuelvan de su antisemitismo por medio de su apoyo a Israel.
En el diario Haaretz, Anshel Pfeffer, escribió: “Es claro por lo que vienen a un nivel político. Los políticos históricamente teñidos por las asociaciones pasadas de sus partidos con raíces fascistas y neonazis pueden recibir la estampa de kósher en Israel visitando el Muro de los Lamentos y el memorial Yad Vashem del Holocausto”.
Otros peregrinos incluyen el primer ministro húngaro, Viktor Orban, quien ha descrito al almirante Miklos Horthy, el dictador húngaro durante la Segunda Guerra Mundial que colaboró con los nazis en el asesinato de unos 565.000 judíos como “un estatista excepcional”. Al igual que Salvini, se ha dedicado incesantemente a demonizar al milmillonario húngaro que vive en EUA, George Soros, con términos abiertamente antisemitas por financiar grupos de ayuda a inmigrantes, describiéndolo como parte de un complot para robarles a las naciones europeas su legado cristiano y racial.
Otro “amigo” que visitó la “lavadora” del Yad Vashem fue el canciller austriaco, Sebastian Kurz, quien gobierna como parte de una coalición con el Partido de la Libertad, una agrupación ultraderechista fundada por dos exoficiales de la SS nazi. Después de que un guía le comentó a Kurz que algunos de los mismos pueblos austriacos conmemorados en el sitio por la masacre de sus poblaciones judías habían presenciado recientemente actos antisemitas por miembros del Partido de la Libertad, el Gobierno austriaco presentó una queja formal al Gobierno de Netanyahu, lo que llevó al museo a presentar una disculpa.
Tampoco se limitan tales relaciones a Europa. El mandatario autocrático de Filipinas, Rodrigo Duterte, también visitó el Yad Vashem después de elogiar públicamente a Hitler y prometer que lo imitaría exterminando a tres millones de “criminales”. Su peregrinaje a Israel buscaba en gran medida conseguir armas para llevar a cabo su matanza.
Además, Netanyahu ha anunciado que tiene planeado ir a la inauguración del fascistizante excapitán del ejército, Jair Bolsonaro, como presidente de Brasil. Bolsonaro, quien ha aclamado la dictadura que gobernó el país y celebrado las virtudes de la tortura, dijo durante la campaña electoral que seguiría a Donald Trump en trasladar la embajada brasileña a Jerusalén.
Netanyahu ha presentado su abrazo a la ultraderecha como un ejercicio brillante de realpolitik. En su viaje a Budapest el año pasado dijo que podía utilizar a estos regímenes como apalancamiento en contra de la “Vieja Europa”, la cual ha seguido realizando sus críticas formales a Israel por su ocupación y asentamientos ilegales y siguen pretendiendo defender los derechos de los palestinos.
Tal estrategia reaccionaria es calamitosa por sí sola, pero la alianza del Estado israelí y la ultraderecha no es meramente una política exterior pragmática. Existe una afinidad ideológica y política natural que se deriva de las políticas actuales de Israel y de las raíces históricas del sionismo.
Por su parte, la ultraderecha y los neofascistas admiran el Estado sionista por sus políticas racistas y su determinación a construir una sociedad etnocentrista por medio de una opresión del pueblo palestino propia del Apartheid. La aprobación en julio de la llamada “Ley del Estado nación” que consagra la supremacía judía como la fundación legal del Estado es algo que les gustaría implementar con sus propias leyes xenófobas y racialistas.
Las mismas contradicciones sociales y económicas que están dando lugar al crecimiento del neofascismo en Europa y otras partes del mundo están generando resultados similares en Israel. Siendo un Estado militarizado involucrado en actos continuos de militarismo en Oriente Próximo, Israel también está sumido en profundas tensiones sociales. El país registra la mayor tasa de pobreza del mundo denominado “desarrollado” a excepción de EUA. Estas condiciones han generado protestas y huelgas cada vez mayores, incluyendo un paro nacional de trabajadores sociales contra los salarios miserables y el deterioro de sus condiciones laborales.
El sionismo en sí es una variante de extremo nacionalismo. Antes de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, era un movimiento relativamente aislado que surgió como una expresión particular de nacionalismo en el Europa del este en el siglo diecinueve, una expresión que no estaba basada en principios universales democráticos sino en concepciones exclusivistas de hegemonía racial, religiosa y lingüística. Estas mismas concepciones ideológicas procederían a sustentar el auge del fascismo.
Un artículo de opinión publicado el jueves en el israelí Haaretz hizo hincapié en la aparente paradoja de la afinidad entre el sionismo y el fascismo, señalando que el principal fundador del movimiento sionista, Theodor Herzi, “creía que las personas con puntos de vista antisemitas le ayudarían a alcanzar su sueño por su deseo de querer expulsar a los judíos de sus países”.
Mientras acoge a antisemitas y neofascistas de Europa y otras partes, el Estado sionista ha perseguido una campaña mundial para tildar de antisemita y exigir el silenciamiento de cualquiera en la izquierda que se atreva a criticar los crímenes diarios perpetrados por la ocupación israelí de Cisjordania y Gaza. Tal proscripción, se presume, también aplicaría a cualquiera que se oponga a los ultraderechistas y fascistas proclamados “amigos de Israel”.
Justo días antes de la visita de Salvini, el Wall Street Journal publicó un artículo de Daniel Schwammenthal del Comité Judío Estadounidense que declara que “Los ultraizquierdistas —incluyendo a Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista británico— recogen los mismos trapos tradicionales antisemitas, cambian ‘judíos’ por ‘sionistas’, y niegan que es antisemitismo”. Tales difamaciones son parte de un frenesí histérico que recorre Europa, particularmente Reino Unido, para desacreditar los puntos de vista izquierdistas con acusaciones falsas de antisemitismo. La visita de Salvini desnuda el carácter mugriento y absurdo de estas acusaciones de antisemitismo y muestra que el Estado israelí, no sus críticos de izquierda, es culpable de promover el neofascismo y el antisemitismo.
La alianza entre el Gobierno israelí y las fuerzas derechistas y fascistas a escala global es un barómetro claro del callejón sin salida en quiebra y reaccionario del proyecto sionista en su totalidad.
El camino que seguir para las masas obreras judíos y árabes en Israel y toda la región es una lucha unificada por derrocar al Estado sionista y a los regímenes burgueses árabes en la región y su reemplazo con los Estados Unidos Socialistas de Oriente Próximo. Esta perspectiva exige la construcción de una nueva dirección revolucionaria por medio de la construcción de secciones del Comité Internacional de la Cuarta Internacional en Israel y todo Oriente Próximo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 14 de diciembre de 2018)