En poco más de una semana desde el misterioso envenenamiento el 4 de marzo del exagente de inteligencia ruso y exespía británico, Sergei Skripal, y su hija Yulia en Salisbury, Reino Unido, se ha puesto en marcha una campaña en círculos gobernantes de la OTAN para culpar a Moscú. Contando con el respaldo de altos oficiales en Washington y Europa, el Gobierno británico está utilizando el incidente para fabricar acusaciones contra Rusia, cuyas implicaciones son del más largo alcance.
El lunes, la primera ministra británica, Theresa May, hizo un ultimátum que expiraba el martes a la medianoche. De no recibir una “respuesta creíble” de Moscú, su Gobierno concluirá que hubo un “uso ilegal de fuerza por parte del Estado ruso contra Reino Unido”, afirmó. Durante el debate en el Parlamento, se vio obligada a invocar el Artículo 4 del tratado de la OTAN, que obliga a los aliados a deliberar cuando “la integridad territorial, la independencia política o la seguridad de cualquiera de las Partes fuese amenazada”.
Estas son cuestiones por las que van a la guerra los Estados y los oficiales de la OTAN están elaborando un caso a favor de una guerra con Rusia, una de las mayores potencias nucleares. El martes, cuando May estaba preparándose para regresar al Parlamento el día con propuestas de acción, emergieron reportes en la prensa internacional que las grupos de poder en Londres están discutiendo invocar el Artículo 5 del tratado de la OTAN, bajo el cual todos los países miembros de la OTAN deben “ayudar a la Parte o Partes” que denuncian haber sido atacadas, “adoptando, seguidamente, de forma individual y de acuerdo con las otras Partes, las medidas que juzgue necesarias, incluso el empleo de la fuerza armada…”.
Ante amenazas tan drásticas que incluyen el peligro de una guerra nuclear, cabe preguntar: ¿en qué se basan las acusaciones de que Moscú envenenó a Skrupal y a su hija, quienes todavía se encuentran muy enfermos?
El World Socialist Web Site no defiende de ninguna manera a la cleptocrática oligarquía empresarial que emergió en Rusia después de la restauración del capitalismo de 1991 en la Unión Soviética por parte de la burocracia estalinista. No se puede descartar que una facción de las agencias de inteligencia rusas, actuando con o sin el consentimiento del presidente Vladimir Putin, haya envenenado a Skripal.
Sin embargo, Londres y la OTAN no han presentado ninguna evidencia física de algún involucramiento del Kremlin, ni han establecido un motivo detrás del hipotético ataque ruso. Tampoco han explicado por qué el Kremlin, si hubiese querido a Skripal muerto por haber espiado al servicio de Reino Unido en las décadas de 1990 y el 2000, no lo ejecutó después de haberlo sentenciado por espionaje en el 2006 en vez de enviarlo al Reino Unido cuatro años después a cambio de espías rusos encarcelados en Londres.
Al contrario, se ha ofrecido una narrativa simplista acusando a Moscú: Si un crimen pareciera ir dirigido contra países o individuos hostiles al Gobierno ruso, los Estados miembros de la OTAN y la prensa concluirán en pocas horas que es un hecho evidente que el Kremlin es el responsable.
De hecho, en la política internacional, es prácticamente inevitable que una respuesta simple y obvia fracase en exponer la compleja red de intereses políticos y económicos detrás de un evento o una política en particular. Fuese el ataque contra Skripal una novela de espías de Le Carré, las acusaciones hechas hasta ahora ocuparían las primeras 10 páginas del libro, tras las cuales se desenvolvería la verdadera historia a lo largo de las siguientes 400 páginas. Las interrogantes esenciales para un caso como tal son: ¿cuál es la credibilidad del demandante y, ante todo, cui bono (quién se beneficia del crimen)?
Les haría bien a aquellos que insisten en que la culpabilidad de Rusia es obvia recordar los atentados con ántrax del 2001 en EUA, cuando una variedad de ántrax fue enviada por correo a numerosos oficiales estadounidenses en Washington, matando a 5 personas e infectando a 17 más, poco después de los atentados del 11 de setiembre. En ese entonces, la prensa acusó inmediatamente a los blancos obvios de las amenazas de guerra de EUA y Reino Unido: el programa de armas de destrucción masiva del régimen iraquí y sus supuestas conexiones con Al Qaeda. Todo esto llegó a comprobarse como mentira, beneficiando los intereses de la política exterior de Washington cuando buscaba ir a la guerra en Irak.
Además, cuando EUA invadió, inició su ocupación de Irak y comenzó a quedar claro que Irak no tenía armas de destrucción masiva y tampoco era responsable por los atentados, emergió que la variedad de ántrax de los ataques había sido creada por el programa de armas de destrucción masiva de Washington en el fuerte Detrick, Maryland. Hubo rumores de que un científico estadounidense, Steven Hatfill, era el responsable, por lo que fue investigado y dejado libre.
Hasta el día de hoy, no está claro cuáles funcionarios estadounidenses estuvieron involucrados en los atentados con ántrax. El FBI cerró la investigación en el 2010, culpando a otro científico, Bruce Edwards Ivins, quien se suicidó en el 2008. Sin embargo, en el 2011, la Academia Nacional de Ciencias de EUA descubrió que el Gobierno no tenía suficiente evidencia científica para afirmar de forma definitiva que el ántrax utilizado provenía de Irvins.
No está claro cómo se vería beneficiado Moscú del ataque contra Skripal, ocurrido poco antes de las elecciones en Rusia de este fin de semana y en un momento en el que las potencias de la OTAN están escalando su confrontación con Rusia alrededor de la fracasada guerra de la OTAN por un cambio de régimen en Siria, donde hace pocas semanas, las fuerzas estadounidenses atacaron y mataron a contratistas militares rusos. El ataque contra Skripal les entrega a los enemigos de Putin en la OTAN un arma diplomática y política sinigual para emplear en su contra.
Los beneficios apuntan a secciones de la burguesía británica y europea que están fomentando la histeria de guerra contra Rusia y a secciones de la élite gobernante estadounidense, particularmente alrededor de una CIA y un Partido Demócrata que trabajan juntos para desacreditar a Trump como un supuesto agente de Rusia. El ataque contra Skripal les permite a estas facciones ejercer una presión enorme contra secciones rivales dentro de la burguesía europea, notablemente en los Gobiernos de Francia y Alemania, los cuales están llamando a establecer una política militar europea independiente de EUA y estrechar los lazos con Rusia.
De acuerdo con esto, el lunes en el diario Le Monde, el expresidente francés, François Hollande atacó tajantemente a su sucesor, Emmanuel Macron, quien ha estado trabajando de cerca con Berlín. Aseverando que la actual política de la OTAN les permite a Moscú y al Gobierno sirio “liquidar a la oposición y masacrar a su propio pueblo”, Hollande exigió una confrontación con Moscú: “Rusia se ha estado rearmando por varios años y si Rusia amenaza, tiene que ser amenazada”.
El martes, el canciller estadounidense, Rex Tillerson señaló que EUA tiene una “confianza plena” en la evaluación británica del incidente, algo que contradijo implícitamente al declarar que Rusia era solo “posiblemente responsable”. Pese a despedir a Tillerson poco después de esas declaraciones, Trump hizo eco de la acusación sobre complicidad rusa. “Me suena como que habría sido Rusia, basado en toda la evidencia que tienen”.
Bajo estas condiciones y después de la experiencia de los ataques con ántrax, es necesario afirmar que facciones del Estado británico y el estadounidense son importantes sospechosos del caso Skripal.
Londres ha basado sus acusaciones contra Rusia enteramente en los análisis variables de sus instalaciones de guerra bioquímica en Porton Down, coincidentemente localizados a solo 16 km de Salisbury. En primera instancia, Londres alegó que Skripal había estado expuesto a fentanilo, un opiáceo sintético más poderoso que la heroína. No obstante, el 7 de marzo, las autoridades británicas declararon que el veneno había sido un gas nervioso como sarín o VX, sin dar explicaciones del porqué de la errónea identificación por parte de un servicio que se ha especializado por décadas en producir gases nerviosos, cuando se trata de un gas nervioso después de ser utilizado.
El lunes, la primera ministra May indicó que la sustancia era “Novichok”, un arma química especial producida inicialmente por el Gobierno soviético. Londres, sin embargo, ha rechazado las solicitudes de Moscú de proveerle muestras para análisis, como lo requiere la Convención sobre Armas Químicas.
Por ahora, al menos, el caso contra Rusia se basa en las palabras de Porton Down, que tampoco es una fuente confiable. Al contrario, tiene un largo historial de pruebas ilegales o encubiertas de armas biológicas o químicas en ciudadanos británicos. Esto incluye, la contaminación con esporas de ántrax en 1942 de la isla Gruinard, la cual tuvo que descontaminar en 1986 el Gobierno británico; haber dado muerte ilegalmente a Ronald Maddison en 1953 durante experimentos con gas sarín en militares británicos; y la emisión de armas biológicas en 1963-1975 en la bahía Lyme. El Gobierno británico les pagó 3 millones de libras a las víctimas de dichos experimentos en el 2008, pero no admitió responsabilidad.
Ninguna de las acusaciones provenientes de tales fuentes contra Rusia en el todavía opaco caso de envenenamiento de Skripal Solo una investigación completa, objetiva, pública e internacional, cuyos hallazgos se hagan públicos durante el juicio puede establecer la verdad de lo acontecido. Por mientras, es una medida crítica de autopreservación para los trabajadores en EUA, Europa, y por todo el mundo para oponerse a la histeria militarista contra Rusia de la élite gobernante y al peligro de una confrontación total entre las mayores potencias nucleares del planeta.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 14 de marzo de 2018)