Esta es la segunda parte de una serie de artículos sobre el reciente festival de cine FICUNAM en la Ciudad de México. La primera parte apareció el 23 de marzo.
Desde la India, una revelación social
En la actualidad cineastas encaran numerosos obstáculos. El ambiente social sigue siendo difícil. Todo lo que viene de los círculos gobernantes, o de la industrias de entretenimiento y comunicación, atenta contra la crítica social y pensamientos y sentimientos genuinamente independientes. Los cineastas no pueden dejarse llevar por vida pública oficial de ningún país (cosa que atragantaría a artistas consecuentes). Los que toman la vía conformista sólo producen porquerías.
Las masas trabajadoras llevan sus propias vidas, muy distantes a las de los "formadores de opinión" o de la "la gente que cuenta". Todavía les toca a esa humanidad romper decisivamente con el status quo de una manera que imprima su sello en la conciencia de los artistas.
La mayoría de los que hacen películas en la actualidad sólo cuentan con intuición e impresiones, éstas últimas productos de un período político y cultural generalmente empantanado, dominado por la política de identidad sexual y las diversas cuestiones de identidad personal en los círculos acomodados de la clase media. Los artistas, inquietos y frustrados, careciendo grandes mensajes, se concentran entonces en cuestiones formales, y los resultados son a menudo llamados "innovadores" e incluso "avant-garde". Es como si uno pudiera reemplazar algo importante que decir con ejercicios vocales o estirando la mandíbula.
Por encima de todo, los directores de cine y escritores necesitan saber más sobre la historia del siglo XX y las críticas experiencias estratégicas que surgieron de esa época y que aún están con nosotros. La ignorancia y la confusión nunca han producido arte perdurable.
Esa es la norma actual del cine (de "arte" o "independiente"). Desde luego existen excepciones: Los esfuerzos de los individuos que se dedican seriamente a, y con plena conciencia de, lo que representa la vida, no la vida en lo abstracto, no "la vida como un río", pero a la vida concreta, la vida de clases y relaciones sociales.
“Corte” de Chaitanya Tamhane es una de esas películas. En la escena inicial de la película, en Bombay, un hombre que parece ser un maestro se apresura a un evento público. De hecho, Narayan Kamble (Vira Sathidar) es un poeta a medio tiempo, cantante de música folclórica, activista político, un hombre legítimamente indignado por el estado actual de la vida en la India. El evento a que está llegando tarde es una protesta contra una masacre. Medio canta, medio declara ("Es hora de levantarte / hora de conocer a tus enemigos ..."), pero es interrumpido por agentes de policía, que lo transportan a la cárcel.
Kamble enfrenta un cargo ridículo: "ayudar al suicidio." La fiscalía afirma que una de sus canciones de inquina les había proclamado a los limpiadores de cloacas a quitarse sus vidas en protesta por sus condiciones pútridas y que uno de esos trabajadores, Vasudev Pawar, tomó su consejo y deliberadamente descendió en uno de los túneles sin equipo de seguridad. ¡Fue se método de suicidio! Excepto, por supuesto, que Kamble nunca cantó esa canción y el trabajador muerto no había sido influenciado en lo más mínimo por esfuerzos artísticos de éste.
La película de Tamhane sigue el caso en el tribunal. Tarda meses y meses el proceso. El abogado de Kamble es el joven, relativamente acomodado Vinay Vora (Vivek Gomber, también uno de los productores de la película), que escucha jazz en su reproductor de CD, mientras conduce por las calles de Mumbai en la noche, se las pasa en elegantes bares y discute con sus padres sobre su falta de éxito en encontrar una esposa.
La fiscal (Geetanjali Kulkarni) es una mujer insensible y retrograda, que lee en voz alta partes de leyes obsoletas, de la época victoriana, y alegremente tiene la expectativa que el juez condene a Kamble "a la cárcel por veinte años ¡y ya!". En su tiempo libre, ella y su familia (tan retrógrados como ella) acostumbran a ir a un teatro donde una "comedia" nacionalista y racista insta expulsar a inmigrantes.
Los agentes de policía, especialistas en la presentar de los testigos a la medida del caso que se presente; el juez, dispuesto a relegar a un hombre a la cárcel por meses mientras él se va en sus vacaciones de verano a un balneario ... todos son participantes que son examinados en la cinta.
“Corte” alcanza su cima social y emocional cuando la viuda de Pawar Sharmila (interpretada por Usha Bane, viuda real de un trabajador de alcantarillado) da su testimonio. Al ser interrogado, sale a la luz un cuadro de miseria social abyecta. Para azuzarse a sí mismo a una condición de poder bajar a las cloacas malolientes todos los días sin equipo de seguridad de ningún tipo, el muerto bebía, y, por tanto, le pegaba a su esposa e hijos.
Su viuda está claramente intimidada por la comparecencia ante el tribunal, pero tiene dignidad y, de hecho, su testimonio es intachable. Más tarde, cuando Vora la lleva en automóvil a su casa, ella no acepta dinero de él. "Yo no necesito dinero", Sharmila le dice. "Si usted se entera de algún empleo, avíseme." Él la deja a ella, su hermano y su hijo en un barrio pobre y desgraciado donde las aves comen basura en la calle.
La verdadera fuerza de “Corte” es su enorme objetividad. Aunque el director obviamente tiene opiniones fuertes sobre estos temas, y no esconde sus opiniones, trata con cuidado y precisión cada elemento social. La película no toma el camino fácil de las emociones baratas. Uno teme en un cierto punto que el abogado de clase media vaya a hacer algo traicionero, en consonancia con su cómodo y complaciente estilo de vida, pero ese miedo resulta fuera de lugar. El director simplemente presenta al hombre como qué y quién es.
Al final, la acusación original colapsa. Sin embargo, Kamble encara nuevas acusaciones fraudulentas relacionadas a la "guerra al terror." Este director claramente sabe lo que hace.
Un gran museo en Londres
Como ya señalé en la primera parte de esta serie, Frederick Wiseman, documentalista asiduo, es algo así como un prisionero de sus temas. Recientemente optó por hacer una película sobre la National Gallery de Londres, para el gran beneficio de todos los videntes.
Existen testarudos "radicales" para quienes los museos y galerías de arte públicas son simplemente las instituciones de la élite y merecen ser boicoteados, o peor. Claro está que esos tontos no son buenos para nada, por lo general. En verdad ni la actitud de esos ni que a la élite de poder le guste mostrar sus tenencias y alardear del "patrimonio cultural" de la nación, con fines reaccionarios, agotan lo que un museo es o lo que hace.
El público hace del arte algo para sí, independiente de las maquinaciones de los funcionarios del gobierno y de los museos. Establece una relación muy directa con el artista, su sinceridad y profundidad. La gente se enamora de pinturas y habitaciones enteras de pinturas en un gran museo. Vuelve una y otra vez. Es un proceso que transforma vidas.
Wiseman se esfuerza en capturar algo de la relación entre el público y el arte, y la de los trabajadores del museo, que también forman parte de la opinión pública. En las tres horas de “Galería Nacional”, observamos el museo desde un número de diferentes ángulos: Una clase para ciegos, que interactúan con una pintura de Camille Pissarro; las juntas de los administradores, que discuten recortes presupuestarios y diversas propuestas para atraer más gente; guías que, con bastante pasión, interpretan para el público una serie de obras; modelos desnudos en vivo para pintores aspirantes; esfuerzos esmerados y fascinantes de restauración en las entrañas de la institución. Los comentarios de los expertos de arte son instructivos y emotivos.
¡También se ven los cuadros gloriosos de Leonardo, Holbein, Tiziano, Rubens, Vermeer, Rembrandt, Caravaggio, Poussin, Turner, Stubbs, Van Gogh y otros!
A los ricos y sus representantes políticos les gusta presumir de su tesoro cultural, cuando los tiempos son buenos. Cuando el dinero falta o cuando financiar las artes requiere de parte de las riquezas de los súper ricos, vienen infaliblemente los recortes. Museos e instituciones de arte público, son atacados con saña.
No es de extrañar entonces, que la de Wiseman es sólo la más reciente de una serie de películas, críticas o no, dedicadas al estado o a la preservación de los principales museos de arte. Sigue a Museum Hours (2012) de Jem Cohen, The Great Museum de Johannes Holzhausen (2014) y Mr. Turner De Mike Leigh (2014), cintas que recalcan la importancia de que el arte sea accesible y disponible para el público de forma gratuita. En el 2013 las autoridades de Detroit amagaron vender el Instituto de Artes de Detroit hasta que la inquina del público les hizo pensar dos veces.
Sátira, caos melancólico y amable, desde Argentina
“El escarabajo de oro” (título de un cuento de Edgar Allan Poe), codirigido por el argentino Alejo Moguillansky y la sueca Fia-Stina Sandlund, es una delicia, un soplo de aire fresco en un festival en el que demasiadas supuestas obras "de vanguardia" resultaron aburridas y monótonas. Los puntos de referencia de esta película, según el codirector Moguillansky, fueron los famosos cineastas Jean Renoir y Ernst Lubitsch. (Ver: "Una entrevista con Alejo Moguillansky, codirector de El escarabajo de oro")
De entrada los títulos de crédito de la cinta marcan su compás. Indican que la película se basa en el cuento de Poe “El escarabajo de oro” y en “La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson” (la versión de los piratas). En la primera maravillosa larga secuencia cómica, un grupo de cineastas argentinos, actores y vecinos se las pasan tratando de averiguar cómo pueden continuar recibiendo financiamiento de patrocinadores europeos para una película aparentemente sobre Victoria Benedictsson, autora sueca del siglo XIX, que se suicidó, cuando la verdad es que están en marcha a un pueblo llamado Alem, en el noreste de Argentina, para buscar un tesoro enterrado.
De alguna manera u otra, convencen a la codirectora sueca, Sandlund (interpretándose a sí misma en el teléfono), que una película sobre el suicidio del líder burgués liberal argentino Leandro N. Alem, en siglo XIX, será igual de bueno. ¿Era un feminista, exige saber Sandlund? “Bueno” –titubean— “sí, más o menos”.
Los "piratas" tienen que mantener su colaboradora sueca satisfecha con historias inverosímiles, todo mientra se entregan a la búsqueda del tesoro en una caravana de vehículos. Mientras tanto, uno de los actores tiene la tarea hacer que el mapa, que está en clave, sea descifrado por franciscanos. Las mujeres en el grupo, con sus propias quejas, se las ingenian para robar el mapa para ellas mismas. Una cosa lleva a la otra...
Como Moguillansky explicó cuando hablamos, la película refleja de una forma cómica y locamente exagerada la situación real en que él se ha encontrado, dependiendo de la financiación europea, y a merced de lo que es "políticamente correcto" en Suecia. Los absurdos del feminismo son objeto de sátira, cuando el narrador describe las diversas acciones de la "hermana nativa", la "hermana bailarina” y la “hermana directora."
La cinta es muy divertida y entregada a sus personajes, aun en sus giros y vueltas absurdas. Tiene un tema serio también. "Los europeos piensan de nosotros como exóticos y de la periferia", uno de los personajes lamenta. Como hice notar durante nuestra charla, la película pinta los latinoamericanos luchando entre sí, distraídos por la política de identidad, mientras que los muy vivos europeos en Nueva York ¡se quedan con todo!
Continuará