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Los ejércitos campesinos de la Revolución
La repartición entre extranjeros de los recursos de México y los acontecimientos económicos que acompañaron la expansión del transporte y la industria sacudió los cimientos del feudalismo de las grandes haciendas que dominaban el campo y drásticamente intensificó las tensiones sociales en la sociedad mexicana pre-revolucionaria.
Aunque la expansión ferroviaria sirvió principalmente para facilitar la exportación de bienes y recursos naturales a los Estados Unidos y Europa, la integración de la economía nacional se tradujo en un alza en los precios de la tierra. Esto obligó a cientos de miles de campesinos a abandonar sus tierras. Pocas fueron las comunidades rurales que se salvaron de los cambios en las relaciones de propiedad que siguieron y, para 1910, el 90 por ciento de la población campesina no tenía tierras.
El alza en los precios de la tierra desembocó en dos formas. Por un lado, los campesinos sin tierra recién se vieron obligados a ir a los centros industriales y unirse a la creciente clase obrera o a trabajar en las comunidades agrícolas comerciales orientadas a la exportación rural.
Por otra parte, inversores extranjeros compraron la gran mayoría de la tierra de la que habían sido despojados los campesinos. Como resultado del proceso de desalojo en las décadas de 1870 y 1880, más de 53 millones de hectáreas (27 por ciento de la superficie total de México) pasaron a ser propiedad de los inversionistas estadounidenses. Los datos del censo de 1910 revelan que mientras que el campesinado constituía el 80 por ciento de la población, tan solo 834 propietarios poseían más de 40 millones de hectáreas de tierra rural.
Los cambios en la propiedad de la tierra agravaron el ya rápido deterioro de las condiciones de vida cuando los nuevos propietarios dejaron de cultivar alimentos. Entre 1907 y 1910, la producción per cápita de casi todos los cultivos básicos se redujo entre un 1.5 y un 3 por ciento. El hambre y la inanición crecieron rampantemente.
Este proceso intensificó la lucha centenaria del campesinado sobre la cuestión agraria. Aunque grandes campañas de incautación de tierras lideradas por campesinos habían tenido lugar en todo el territorio mexicano desde principios del siglo 18, las tomas de tierras que comenzaron a llevarse a cabo con mayor frecuencia y coordinación en 1910 eran de un carácter cualitativamente diferente.
En 1910, Francisco Madero, un aristócrata terrateniente del estado nororiental de Coahuila, se postuló para la presidencia de México, desafiando la candidatura de Porfirio Díaz para un séptimo mandato en el cargo, después de gobernar el país durante casi tres décadas. Díaz lo hizo arrestar antes de las elecciones y aseguró su reelección a través de un fraude electoral masivo. Luego de escapar, Madero huyó a los Estados Unidos, donde dio a conocer su Plan de San Luis Potosí. El plan hacía un llamado para que un levantamiento armado se iniciara el 20 de noviembre y la sustitución del régimen de Díaz con un gobierno burgués-liberal reformista.
El Plan de San Luis Potosí de Madero fue diseñado para la creación de una base de masas para un movimiento que dominado desde el principio por las secciones de ricos terratenientes y los industriales. Una sección del documento otorgaba a los trabajadores el derecho a la sindicalización, mientras otra sección se comprometió a devolver las tierras campesinas: "los que adquirieron [la tierra] de un modo tan inmoral... estarán obligados a devolverlas a sus dueños originales."
El plan obtuvo un amplio apoyo entre la clase obrera y el campesinado, que comenzó a movilizar a miles contra el Porfiriato. Madero fue recibido por la población con entusiasmo, de una manera similar a la ayuda inicial que existió en Rusia para Alexander Kerensky después de la Revolución de Febrero de 1917. En la primavera de 1911, Madero comenzó una gira de discursos a través de la parte norte del país y fue recibido por grandes multitudes eufóricas en cada parada.
Organizaciones de masas y comités de defensa surgieron en todo el país, con bandas de campesinos dedicados a la confiscación de tierras. Se pusieron en el blanco, en particular, a propiedades estadounidenses; minas y haciendas fueron reducidas a cenizas.
En el sur del estado de Morelos, Emiliano Zapata movilizó una gran fuerza campesina y se declaró a favor de que una revolución campesina sea vinculada vagamente al levantamiento de Madero. En el norte, Francisco Villa prometió su apoyo a Madero y acumuló un ejército compuesto principalmente de campesinos, pero también incluyó contingentes de trabajadores, especialmente los mineros.
En mayo de 1911, se desarrollaron enfrentamientos abiertos entre Madero y los ejércitos campesinos.
El 13 de mayo de ese año, Madero nombró un gabinete de terratenientes y figuras del régimen de Díaz. El gobierno provisional rechazó las demandas campesinas por la redistribución de la tierra y por la inclusión de representantes de campesinos y trabajadores en el nuevo gobierno.
Las fuerzas de Villa capturaron Ciudad Juárez, en oposición a las órdenes de Madero, mientras que 4,000 campesinos bajo la dirección de Zapata capturaron Cuautla en la parte oriental de Morelos. El 25 de mayo, Porfirio Díaz renunció a la presidencia. El depuesto presidente, comentó: "¡Madero ha liberado a un tigre! ¡Vamos a ver si es capaz de controlarlo!"
Los ejércitos campesinos crecieron en tamaño a medida que se apoderaron de nuevos territorios y sumaban voluntarios. A mediados de 1912, las huelgas de los trabajadores agrícolas habían paralizado las plantaciones de caucho y de henequén de propiedad estadounidense. En Puebla, Ciudad de México y en otras partes, los trabajadores cada vez más se movilizaban contra el gobierno de Madero. Las huelgas se extendieron entre los trabajadores ferroviarios, mineros, obreros textiles y artesanos en las ciudades de Coahuila, Cananea, Orizaba, Guadalajara, Querétaro, Torreón, Tepic, Monterrey, Zacatecas y Oaxaca. Miles de trabajadores lucharon batallas campales callejeras contra la policía de Madero en la Ciudad de México. El encargado de negocios de la embajada de Estados Unidos criticó la incapacidad de Madero de encargarse de "las demandas no inteligentes del proletariado."
En febrero de 1913, el gobierno estadounidense intervino y obligó al derrocamiento de Madero. El embajador Henry Lane Wilson, vituperando sobre los "mexicanos inmaduros" y la "raza emocional latinoamericana", apoyó un golpe de estado encabezado por el general Victoriano Huerta, que había sido contratado por el gobierno para aplastar las revueltas anti Madero. Sus fuerzas, sin motivo alguno, bombardearon Ciudad de México durante diez días antes de poner a Madero bajo arresto y luego asesinarlo. El embajador Wilson explicó que la decisión de derrocar a Madero se hizo con el fin de "proteger los intereses estadounidenses".
Ese mismo año, los ejércitos de Villa en Chihuahua se declararon en rebelión abierta, mientras que los zapatistas rechazaron los esfuerzos de Huerta de sobornar al Ejército Libertador del Sur para que entre en su coalición. Con el apoyo de la embajada de Estados Unidos, Huerta concentró sus fuerzas para eliminar a las fuerzas zapatistas en Morelos.
El episodio marca uno de los más brutales en el período revolucionario. Hablando en una reunión de terratenientes en abril de 1913, Huerta anunció una campaña genocida para "restablecer el orden" en Morelos.
Huerta pidió que los terratenientes apoyen una invasión militar "sin reservas" y dijo que tomaría "medidas extremas, para que el gobierno, por así decirlo, elimine a los habitantes del estado", porque la gente de Morelos eran "todos zapatistas," y "es necesario limpiara todas estas [personas], y usted no debe sorprenderse si acaso algo anormal ocurre, porque la situación exige procedimientos que no son sancionados por la ley pero que son indispensables para el bienestar nacional."
El gobierno comenzó una feroz campaña de reasentamiento en Morelos, desalojando pueblos leales a Zapata y arrasarlos hasta al suelo. Cientos de hombres fueron despojados de sus campos y deportados a Ciudad de México, donde fueron reclutados y enviados a luchar contra las fuerzas constitucionalistas en el Norte. El general de Huerta, Juvencio Robles, dijo: "¡Qué bonito lugar será [Morelos] una vez que nos deshagamos de los morelistas! Si se resisten, los voy a colgar de los árboles como pendientes”.
La feroz oposición librada por los campesinos a las fuerzas de Robles galvanizó el apoyo a Zapata dentro y fuera de Morelos. Luego Zapata cambió el centro de mando de su ejército de Morelos al estado de Guerrero, y comenzó a consolidar sus fuerzas armadas dispares en un ejército centralizado y profesional.
La amplia base de apoyo que disfrutaban las fuerzas de Zapata fue el producto de las tomas de tierras realizadas por el ejército contra los "enemigos de la revolución" en el marco del Plan de Ayala.
Emitido tres semanas después de la ascensión de Madero al poder en 1911, el plan era un simple documento que exigía que "los campos, montes y aguas" usurpado por los "terratenientes, científicos o caciques" sean devueltos a los campesinos y que se nacionalice la propiedad de cualquiera de estos últimos que se opusieran a la revolución. El plan hizo un llamado para oponerse a Madero -y luego a Huerta- pero no emitió ningún llamado por la creación de una forma diferente de gobierno o dominación de clase, insistiendo en que sólo una junta de líderes revolucionarios designara a un presidente interino que luego organizaría nuevas elecciones.
A pesar de que galvanizó el apoyo popular para la revolución entre el campesinado, el plan era limitado y de carácter pequeño-burgués a causa de su incapacidad de incluir cualquier propuesta para la reorganización de la sociedad más allá de la reforma agraria.
El campesinado y los constitucionalistas
La División del Norte, bajo el mando de Villa, se desarrolló a lo largo de 1913 en una fuerza militar cada vez más independiente. Después de haber apoyado el Plan de San Luis Potosí de Madero a comienzos de la revolución, Villa rompió con Madero y se alineó tras el derrocamiento de este último con las fuerzas constitucionalistas que apoyaban al hacendado de Coahuila y nacionalista Venustiano Carranza. El llamado de Villa para apoyar el Plan de Guadalupe de Carranza en la primavera de 1913 lo puso bajo el mando de Carranza, cuyo Ejército Constitucionalista se organizó bajo dicho plan.
A diferencia de Zapata, cuyo Plan de Ayala lo colocaba en oposición a los constitucionalistas desde 1911, no fue sino hasta después de la Convención de Aguascalientes del otoño de 1914 que Villa finalmente rompió con la burguesía liberal. La complicada relación de Villa con los constitucionalistas en general y, en particular, con el futuro presidente el General Álvaro Obregón es una expresión del carácter limitado del enfoque político de Villa.
A lo largo de 1913 y 1914, Obregón trató de mediar buscando una conciliación entre las fuerzas de Villa y los principales ejércitos constitucionalistas bajo el control de Carranza en el centro del país.
Una nueva huelga en Cananea y crecientes desacuerdos sobre la cuestión de la distribución de la tierra separaron cada vez más a Carranza y Villa. Durante los meses siguientes al derrocamiento de Huerta en julio de 1914, los soldados de la División del Norte se volvían cada vez más impacientes por los fracasos del gobierno de Carranza de entregar la redistribución de la tierra prometida. Carranza, por su parte, se iba alineado más a los funcionarios del Porfiriato y nombró a varias figuras del antiguo régimen a posiciones de poder del Estado.
A pesar de los esfuerzos de Obregón de mantener una alianza entre Villa y Carranza, la lógica de los acontecimientos estaba separando a ambos líderes. La burguesía liberal se opuso a las demandas planteadas por los campesinos de la División del Norte, y el acuerdo se hizo imposible.
La llegada de los representantes zapatistas a la Convención de Aguascalientes en octubre de 1914 fue recibida con un bullicioso entusiasmo por parte de la delegación de Villa. Por primera vez la convención reunió los ejércitos campesinos del norte y el sur en una plataforma común. La delegación de Villa votó a favor de la propuesta de la delegación de Zapata por el cumplimiento estricto de la redistribución de la tierra del Plan de Ayala.
La muestra de unidad fue recibida con desdén por los constitucionalistas carrancistas, que buscaban proteger a la aristocracia terrateniente y aplastar abiertamente las huelgas obreras que se desarrollaban. Por tanto, los carrancistas rechazaron el resultado de la convención y poco después se dio la ruptura abierta entre la División del Norte y los constitucionalistas.
A pesar de la ruptura final de Villa con los constitucionalistas, sus repetidas alianzas con la burguesía eran una expresión de la incapacidad de los campesinos para librar una lucha independiente por el poder. Aunque los trabajadores formaban un sector minoritario, el ejército de Villa retuvo un carácter políticamente incoherente que no llegó incluso al limitado Plan de Ayala de Zapata.
La determinación de los soldados campesinos para llevar a cabo la toma de tierras y asignar la propiedad del campo mexicano entre los campesinos le dio a los ejércitos una base de apoyo de masas que impulsó su rápido avance militar hacia la Ciudad de México.
Pero a pesar del heroísmo militar de sus combatientes, ningún ejército representaba un vehículo para la transformación socialista de la sociedad. En una entrevista con el periodista socialista estadounidense John Reed en 1913, Villa, que acaba de aprender a leer no hacía poco, dijo: "El socialismo, ¿es una cosa? Yo sólo lo veo en los libros, y yo no leo mucho".
Como los acontecimientos de diciembre de 1914 mostraron, en ausencia de una dirección revolucionaria de la clase obrera, los anhelos progresistas de los campesinos por la tierra y la igualdad fueron superados por trivialidades y el programa anti-socialista de los partidos de la burguesía. Los acontecimientos en México resultaron no ser una excepción a esta ley histórica.
El camino a Xochimilco
En diciembre de 1914, los ejércitos de Emiliano Zapata y Pancho Villa en conjunto controlaban la mayor parte del país. Desde el Norte, la División del Norte de Villa había conseguido importantes victorias en el eje ferroviario de Torreón (2 de octubre 1913), la norteña ciudad fronteriza de Juárez (15 de noviembre), la ciudad de Chihuahua (8 de diciembre), y finalmente en Zacatecas (23 de junio 1914 ), en donde la aplastante derrota del ejército de Huerta lo obligó a dejar el poder.
Cuando la División del Norte entró en Ciudad de México el 3 de diciembre, sus fuerzas se encontraron con el Ejército Libertador del Sur de Zapata, que había perseguido a los constitucionalistas en retirada hasta expulsarlos de la ciudad el 24 de noviembre.
El Ejército Libertador del Sur había librado una campaña de insurgencia exitosa en 1913 en contra de los esfuerzos genocidas de Huerta para acabar con la confiscación de tierras de campesinos en el estado de Morelos en el centro-sur de México. A principios de 1914, soldados campesinos bajo el mando de Zapata habían luchado contra las tropas del gobierno y expandido la guerra de guerrillas por el sur hasta el Istmo de Tehuantepec y tan al norte como Michoacán e Hidalgo. En la primavera de 1914, las fuerzas zapatistas tomaron Jojutla (principios de mayo) y Cuernavaca (principios de junio), este último situado a menos de cincuenta kilómetros de la Ciudad de México.
Después de la caída de la Ciudad de México, las fuerzas constitucionalistas, bajo la dirección del presidente Venustiano Carranza y el general liberal Álvaro Obregón, se aislaron y huyeron hacia la periferia del país. El liderazgo militar y político se vio obligado a huir a la ciudad atlántica de Veracruz, que había sido ocupada por las fuerzas militares estadounidenses hasta inmediatamente antes que los constitucionalistas llegaran.
El centralizado sistema de trenes permaneció casi totalmente bajo el control de Villa y Zapata, al igual que rutas comerciales de armas con los Estados Unidos. Continuaron las tomas forzadas de tierras en aquellas partes del país liberado recientemente por los ejércitos campesinos. Para los ejércitos de Villa y Zapata, las últimas semanas de 1914 parecían traer a la vista el fin de la guerra.
Sin embargo, a mediados de 1915, los ejércitos de Villa habían sido derrotados y la División del Norte se dirigió hacia el norte, sufriendo derrotas en la primera y segunda batalla de Celaya (abril 6-7 y 13, respectivamente), luego Trinidad (29 abril-5 junio) y Aguascalientes (junio 20-julio 10), retrocediendo a Zacatecas y San Luis Potosí. Después de que Ciudad de México cambiara de manos durante la mitad del año, el ejército de Zapata entregó la ciudad a los constitucionalistas el 11 de julio. Los ejércitos de la burguesía mexicana nunca más cedieron la ciudad a los ejércitos campesinos en el curso de la revolución.
Aparte de la lucha de guerrillas desatada en el norte y el sur, ni el ejército de Villa ni de Zapata volvería a jugar un papel político importante en la revolución. Cuando la clase obrera entró en conflicto abierto con los constitucionalistas en 1915 y 1916, los ejércitos campesinos de masas ya no eran un factor importante en la revolución.
Continuará…