114. Pero en el transcurso de 1949 ya había indicios que Pablo cambiaba su postura política. Comenzó a escribir acerca de la transición del capitalismo al socialismo como un proceso que tomaría lugar durante “siglos” de “estados obreros deformados” tipo estalinistas. En 1951, el Comité Ejecutivo de la Cuarta Internacional aprobó una resolución que apoyaba la teoría de “guerra revolución”. Esta teoría sostenía que el estallido de guerra entre Estados Unidos y la Unión Soviética asumiría la forma de una guerra civil mundial en la cual la Unión Soviética se vería obligada a funcionar como partera de revoluciones sociales. Ese mismo año, Pablo publicó un documento en el que razonaba de la siguiente manera: “Para nuestro movimiento la realidad social objetiva consiste del régimen capitalista y el mundo estalinista”. [71]
115. El análisis de Pablo rechazó el conflicto entre las clases, los intereses independientes de la clase trabajadora y, por consiguiente, la necesidad histórica de la Cuarta Internacional. Para él, la misión de la Cuarta Internacional consistía en funcionar como un grupo para hacer presión interna en las organizaciones estalinistas. El pablismo extendió las falsas aseveraciones hechas en nombre de la burocracia estalinista a los movimientos nacionalistas burgueses de los países semi coloniales y en desarrollo. En vez de un análisis clasista, Pablo habló de “integrarse al verdadero movimiento de las masas”. En un informe que presentó ante el Tercer Congreso Mundial de la CI entre agosto y septiembre de 1951, Pablo llegó a la conclusión de esa perspectiva y declaró: “No existe hoy ni siquiera una organización trotskista que, por lo general o parcialmente, no comprenda seria, concreta y profundamente la necesidad de subordinar todas las consideraciones organizacionales, inclusive la independencia formal o de cualquier otro tipo, a una verdadera integración al movimiento de las masas donde quiera que éste se exprese en cada país, o a integrarse a una corriente importante de este movimiento sobre la cual podamos influir”. [72]
116. El pablismo basaba sus teorías en un método objetivista que rechazaba el énfasis que el movimiento marxista le había dado al papel del partido en el desarrollo de la revolución mundial. Tal como se explicara luego:
“El punto de vista del objetivismo consiste más en la contemplación que en la actividad práctica revolucionaria; en la observación más que en la lucha. En vez de explicar lo que se debe hacer, justifica lo que sucede. Este método ofrecía la piedra angular teórica de una perspectiva en la cual el trotskismo ya no se consideraba una doctrina para guiar las actividades prácticas del partido con tal de conquistar el poder y cambiar la trayectoria de la historia, sino más bien como una interpretación generalizada del proceso histórico en que el socialismo a fin de cuentas se realizaría bajo la dirección de fuerzas no proletarias y hostiles a la Cuarta Internacional. En tanto que al trotskismo se le diera un papel directo en el curso de los acontecimientos, éste sería simplemente un proceso psíquico subliminal para guiar, inconscientemente, las actividades de los estalinistas, los neo-estalinistas, los semi estalinistas y, desde luego, de los nacionalistas pequeñoburgueses de todo tipo.
En ese sentido, el pablismo fue mucho más allá de los análisis incorrectos, los pronósticos falsos y las revisiones programáticas. Atacó todas las fundaciones del socialismo científico y repudió las lecciones esenciales que los marxistas habían aprendido del desarrollo de la lucha de clases durante todo un siglo. Pablo socavó el mayor éxito de la teoría marxista en el Siglo XX —el concepto leninista del partido— cuando puso en tela de juicio la necesidad del elemento consciente en la lucha del proletariado y en la realización histórica de la dictadura del proletariado. Para Pablo y sus partidarios, no había ninguna necesidad de educar teóricamente a la clase trabajadora y hacerla consciente de su misión histórica. No había necesidad de llevar a cabo una lucha por el marxismo en contra del dominio que la ideología burguesa ejercía sobre el movimiento espontáneo de la clase trabajadora...
La adaptación al estalinismo fue una de las características principales de la nueva perspectiva pablista, pero sería un error creer que creer que ésta era su característica fundamental. El pablismo significaba (y todavía lo es) la liquidación total; es decir, el repudio de la hegemonía del proletariado en la revolución socialista y la existencia verdaderamente independiente de la Cuarta Internacional como la expresión consciente del papel histórico de la clase trabajadora...
La actividad práctica del movimiento trotskista ya no tenía como objetivo principal la educación del proletariado, de hacerlo consciente de su misión histórica y establecer incondicionalmente su independencia programática y organizacional de todas las otras fuerzas clasistas. Ni tampoco debería basarse esta actividad en un análisis científico de las relaciones sociales de producción y de las fuerzas clasistas; análisis basado en una confianza, amoldada por la historia, en el papel revolucionario único del proletariado. Más bien, la labor del partido tenía que reducirse a la baratija de tácticas convenientes. De ese modo se podían claudicar las posturas principistas establecidas durante décadas de lucha con la inútil esperanza de influir sobre los dirigentes estalinistas, socialdemócratas y de las organizaciones nacionalistas burguesas para empujarlos hacia la izquierda”. [73]
117. Basándose en esta perspectiva, y con el apoyo de Mandel, Pablo intentó aprovecharse de su puesto como Secretario Internacional de la Cuarta Internacional para obligar a secciones nacionales enteras a liquidarse a sí mismas como organizaciones independientes e ingresar a las filas de los partidos estalinistas; táctica que llamaron entrada sui géneris. Los revisionistas concluyeron que el énfasis que se le había dado al establecimiento de las secciones de la Cuarta Internacional en todos los países había sido un error. Esta postura se convirtió en la característica más notable de una desastrosa perspectiva que llegaría a repetirse muchas veces, inclusive por incontables tendencias oportunistas de hoy día. Estas concluyen que, puesto que es imposible establecer partidos revolucionarios, hay que buscar otras fuerzas que dirigen, en algún momento determinado, organizaciones de masas. La historia, el programa, y su orientación clasista no importan para nada.
118. La tendencia pablista en los Estados Unidos estaba dirigida por Bert Cochran, quien encontró apoyo principalmente en un sector de trabajadores sindicalistas dentro del SWP, lo cual reflejaba las presiones del anticomunismo en la clase trabajadora y el desarrollo de una capa de trabajadores más conservadora que se beneficiaba de un mejoramiento del nivel de vida. Los cochranitas querían evitar todo debate acerca de la escisión entre el estalinismo y el trotskismo, postura que expresaron en su infame eslogan, “A la basura con el viejo trotskismo”. Oponiéndose al principio básico que la conciencia socialista es conciencia histórica, Cochran escribió en 1951:
“Aunque Trotsky fuera, en el sentido inmediato y más directo de la palabra, el maestro y líder de nuestro movimiento, de ninguna manera se saca de estas dos proposiciones que vamos a tener mucho éxito atrayendo trabajadores a nuestra bandera mediante la clarificación de las justicias e injusticias de la lucha entre Stalin y Trotsky, la cual ya ha pasado a la historia”. [74] Este llamamiento a que la historia se olvide en realidad significaba un rechazo a la perspectiva y a los principios que esa historia representaba. La mayoría de los cochranitas eventualmente llevaron esta perspectiva liquidacionista a su conclusión lógica cuando optaron por tomar el sendero hacia la burocracia sindicalista y el Partido Demócrata.