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Comité Internacional de la Cuarta Internacional
Cómo el WRP traicionó al trotskismo: 1973-1985

Cómo Healy cortejó a los baazistas

Healy, Banda y Slaughter comparten un grado de responsabilidad política por la carnicería que resultó en la muerte de cientos de miles de obreros, campesinos y jóvenes como consecuencia de la invasión iraquí de Irán en 1980 y de la prolongación reaccionaria de la guerra por parte de la República Islámica burguesa mucho después de haber asegurado la defensa de su territorio.

Como ya hemos documentado, el WRP les dio un apoyo sin principios a los baazistas derechistas de Irak. Incluso apoyó el asesinato de miembros del Partido Comunista en el invierno de 1978-79. Los vínculos entre Healy e Irak se estrecharon aún más después de que, en julio de 1979, Sadam Huseín derrocara y asesinara a Al-Bakr, quien había sido el presidente durante mucho tiempo, y condujera una purga despiadada de todos sus posibles opositores en la dirección del partido baazista. Entre los asesinados se encontraba Talib Suwailh, un ejecutivo del Comité Central de la Federación Sindical de Irak. Pocas semanas antes, este había compartido la tribuna con Healy en una conferencia de la Alianza Pansindical, el órgano sindical del WRP, el primero de julio de 1979, llevando personalmente los saludos a los delegados. La purga sangrienta que siguió apenas fue notada por el News Line, y la dirección healista no informó sobre la muerte de Suwailh ni protestó contra esta.

Sadam Huseín

En cambio, no bien cumplieron los verdugos su sangrienta faena, el News Line del 10 de agosto de 1979 informó con entusiasmo sobre una marcha de los matones de Sadam Huseín por las calles de Bagdad, jactándose de la muerte de sus opositores. Esa edición apoyó las ejecuciones, aceptando la versión de Huseín de que los 55 condenados habían sido “traidores” y reproduciendo sus afirmaciones falsas de que la dictadura “luchará contra la opresión en todas partes, apoyará la justicia en todas partes, apoyará a los pobres en todas partes [y] luchará contra la explotación en todas partes”.

Claro que la conmoción en el partido baazista fue parte de una reacción en la burguesía iraquí contra la revolución en Irán y que el golpe de Estado de Huseín señalaba un cambio hacia relaciones más estrechas con el imperialismo yanqui y hacia la preparación para un conflicto militar con Irán. Sin embargo, la dirección healista se rehusó a hacer un análisis serio de la situación iraquí. En cambio, aumentaba su adulación obscena de la dictadura bonapartista de Huseín.

En los meses que siguieron, hubo muchos artículos que no eran más que publicidad para el régimen iraquí. Su contenido político avanzaba una línea de postración completa ante la burguesía iraquí. En Reino Unido, el efecto neto de esos artículos solo podría ser el de entumecer la consciencia política de los miembros del partido y de los obreros avanzados, condicionándolos solapadamente para que aceptasen capitulaciones futuras dentro de su propio país. La glorificación incesante del frente popular en Oriente Próximo solo podía servir para ofuscar internacionalmente las diferencias entre clases —facilitando las relaciones oportunistas que Healy ya estaba forjando con los burócratas sindicales y los centristas británicos del Partido Laborista—.

Se estaba llevando a cabo una educación totalmente equivocada de los militantes y jóvenes del partido y una desorientación del Comité Internacional, donde el WRP ejercía una influencia extraordinaria. El capital teórico del movimiento trotskista, construido a lo largo de seis décadas de lucha, estaba siendo saqueado sistemáticamente por Healy y su pandilla del Comité Político del WRP y del Comité de Redacción del News Line.

En un artículo del 25 de junio de 1980 titulado “Irak vota”, Alex Mitchell, el representante de Healy en Bagdad, aplaudía ese plebiscito fraudulento que había organizado Huseín para fortalecer su régimen sanguinario. Es inimaginable describir el artículo de Mitchell como políticamente culto. Ciertamente no era marxista. Eso no era porque Mitchell fuera estúpido. En realidad, estaba cumpliendo con una política deliberada, diseñada por Healy y Banda y basada en la resolución del Cuarto Congreso, que había dado el visto bueno a las direcciones burguesas de los movimientos nacionales y antiimperialistas.

En relación con Irak, eso significaba postrarse políticamente ante un Estado bonapartista. Burlándose de la impotencia política de la Asamblea Nacional —es decir de la ausencia de formas creíbles de derechos democráticos para la clase trabajadora—, Mitchell citó positivamente las palabras de un oficial baazista, “No queremos una sociedad de debates”.

Aceptando la premisa reaccionaria de que el baazismo es líder de toda la nación iraquí, decía Mitchell: “Lo más notable de la gente congregada en los recintos de votación era la amplia gama de clases sociales que esta representaba”.

Casi la mitad del artículo estaba dedicada a ridiculizar a un periodista de la India que sugirió que los baazistas emplearon coerción para que el resultado reflejara una gran aprobación del régimen. Objetó sarcásticamente el comportamiento de los periodistas de la India y Sri Lanka que se “habían arrojado a una interrogación encarnizada de los oficiales electorales. … Los oficiales atormentados pasaron más de 90 minutos respondiendo detalladamente a todas las preguntas; sin embargo, estos superdemócratas y entusiastas electorales no quedaron convencidos”. Esas líneas revelan el verdadero desdén que Mitchell sentía hacia los derechos democráticos de la clase trabajadora y de las masas oprimidas.