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Perspectiva

Los demócratas guardan silencio mientras Trump libra una guerra contra los inmigrantes y erige el marco de una dictadura presidencial

El líder de la mayoría del Senado, Chuck Schumer (demócrata por Nueva York), en el centro, con los senadores demócratas entrantes en su despacho el martes 12 de noviembre de 2024, en Washington. De derecha a izquierda, Elissa Slotkin (demócrata por Michigan), Lisa Blunt Rochester (demócrata por Delaware), Adam Schiff (demócrata por California), Schumer, Angela Alsobrooks (demócrata por Maryland), Ruben Gallego (demócrata por Arizona) y Andy Kim (demócrata por Nueva Jersey). [AP Photo/Mariam Zuhaib]

Durante la última semana, ha habido importantes protestas en todo Estados Unidos contra el ataque fascistizante del Gobierno de Trump contra los inmigrantes. Las manifestaciones han tenido lugar en las principales ciudades como Nueva York, Chicago, Houston, Detroit y San Diego, así como en ciudades más pequeñas en el sur y el centro del país, incluyendo Arkansas, Georgia, Iowa y Missouri.

En Los Ángeles, las protestas durante el fin de semana y el lunes llevaron a paros estudiantiles el martes en los que participaron cientos de estudiantes de secundaria. También se han producido paros estudiantiles en ciudades de California, Texas, Míchigan y otros estados. Hoy, se esperan grandes manifestaciones en todo el país, incluso en las capitales de los estados, bajo la bandera del “Movimiento 50501” (50 estados, 50 protestas, un día), que se ha extendido rápidamente en los últimos días.

Estas protestas son una expresión significativa de la creciente oposición y horror ante las acciones de la Administración de Trump, que en solo dos semanas ha lanzado un ataque frontal contra los trabajadores inmigrantes como punta de lanza para una guerra más amplia contra la clase trabajadora y el desmantelamiento de los derechos democráticos.

Trump ha desmantelado agencias federales, ha tratado de congelar el gasto en flagrante violación de la Constitución y ha puesto en marcha la destrucción de la educación pública y otros programas sociales. La responsabilidad de recortar los servicios sociales ha sido entregada al hombre más rico del mundo, Elon Musk, quien dirige el Gobierno como si fuera su propia corporación privada: dictando despidos masivos, emitiendo ultimátums a los empleados federales y consolidando el poder en un “Departamento de Eficiencia Gubernamental” que nunca fue sometido a votación.

En el centro de la agenda de Trump está un poder ejecutivo que busca afirmar facultades irrestrictas y establecer una dictadura presidencial. Ha inventado que hay una “invasión” en la frontera sur, ha desplegado el ejército bajo el Comando Norte de los Estados Unidos (NORTHCOM) para “sellar” la frontera y anteponerse a las leyes migratorias, y ha ordenado la transformación de la bahía de Guantánamo en un campo de concentración masivo para inmigrantes y de América Latina en una gigantesca prisión estadounidense. Sus órdenes ejecutivas allanan el camino para las deportaciones masivas, ya iniciadas, y la invocación de la Ley de Insurrecciones, para sentar las bases de la ley marcial.

En estas condiciones, el Partido Demócrata ha respondido con silencio y parálisis. Incluso cuando están en minoría, los republicanos hacen todo lo posible para obstruir y paralizar el Gobierno. Por el contrario, los demócratas, incluso cuando tienen la mayoría, tratan a los republicanos como una fuerza imparable, siendo incapaces de oponerse de manera significativa.

Esta inacción se ha vuelto tan obvia que Edward Luce, uno de los columnistas más establecidos en el Financial Times, les reclamó públicamente esta semana. Bajo el titular, “Mientras los demócratas duermen”, Luce escribió el lunes: “Afirmar que el partido minoritario de Estados Unidos está demasiado borracho para actuar sería demasiado generoso”.

Luce señaló: “Los demócratas podrían haber bloqueado las audiencias de confirmación para los nominados de Trump, muchos de los cuales habrían sido echados a carcajadas en la época pasada. Un solo republicano, Tommy Tuberville, de Alabama, congeló todos los nombramientos militares de Joe Biden durante casi todo 2023. Pero los demócratas están siguiendo la rutina”. En otras palabras, mientras Trump aplasta lo que queda del gobierno constitucional, los demócratas insisten en seguir como siempre.

El New York Times también ha tomado nota en ocasiones de la inacción de los demócratas. Un artículo a principios de esta semana titulado: “‘No tenemos un mensaje coherente’: los demócratas con dificultades para oponerse a Trump”, afirma: “En reuniones privadas y en eventos públicos, los demócratas elegidos a cargos públicos parecen estar sin un líder, sin timón y divididos. No están de acuerdo sobre con qué frecuencia y con qué estridencia oponerse a Trump. No tienen una comprensión compartida de por qué perdieron las elecciones, sin importar cómo puedan ganar en el futuro”.

Pero no es, como afirma el Times, una cuestión de confusión o desorden. Si los demócratas no están actuando, es porque no quieren actuar.

Este es un partido que nunca ha tenido problemas para tomar medidas rápidas y decisivas cuando se enfrenta a una huelga u oposición de la clase trabajadora. Bajo Biden, el Gobierno trabajó con el Congreso para prohibir preventivamente una huelga ferroviaria en 2022, imponiendo un contrato que los trabajadores habían rechazado previamente. La misma Administración de Biden supervisó la brutal represión de las protestas contra el genocidio en Gaza, uniéndose a los republicanos para calumniar a los manifestantes como “antisemitas” y reprimir la oposición al respaldo del imperialismo estadounidense a los crímenes de guerra israelíes.

Sin embargo, cuando se trata de Trump y los fascistas que lo rodean, la principal preocupación de los demócratas siempre han sido los intereses estratégicos del imperialismo estadounidense. El primer juicio político a Trump no tuvo nada que ver con sus ataques a la democracia ni su plan golpista, sino que se centró en la política exterior hacia Ucrania. Ahora, mientras Trump lleva una bola de demolición a la Constitución, nadie pide un juicio político. Las breves referencias a la amenaza existencial de Trump para la democracia y a su política fascista que aparecieron en las últimas semanas de la campaña presidencial han desaparecido.

El silencio a menudo implica el consentimiento. Los demócratas temen que incluso una muestra simbólica de resistencia pueda provocar un movimiento desde abajo que no puedan controlar. Su principal interés es sofocar cualquier oposición genuina y mantener la colaboración con sus “colegas” fascistas al otro lado del pasillo.

Después de haber entregado la Casa Blanca en una “transición perfecta” y desearle a Trump “éxito” en su presidencia, Biden no ha perdido tiempo en asegurar su futuro financiero. Ha firmado con la Agencia de Artistas Creativos (CAA) con sede en Los Ángeles, propiedad del multimillonario francés François-Henri Pinault, para dar lucrativas conferencias corporativas, donde sin duda pronunciará perogrulladas sobre “el alma de Estados Unidos” a $400.000 por discurso.

La pseudoizquierda, es decir, las organizaciones de la clase media-alta que operan dentro y alrededor del Partido Demócrata, también están desempeñando su papel asignado.

La revista Jacobin, la principal publicación asociada con los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés), publicó un artículo titulado: “En el primer día, Trump no fue el dictador que prometió ser”. Sostiene que, si bien Trump ha emitido un aluvión de órdenes ejecutivas, estas equivalen simplemente “a un ejercicio algo más audaz del poder presidencial de lo que es habitual para un presidente entrante, pero nada que se aproxime al poder dictatorial”.

Es decir, según Jacobin, no hay nada de qué preocuparse, que los demócratas están comportándose como una oposición normal y que las cosas pueden continuar como de costumbre.

Ahora hay indicios de que Bernie Sanders y su organización, “Revolución Política”, están tratando de hacerse con el control de las protestas contra los ataques a los inmigrantes, las organizadas para hoy. Uno debe ser franco: Sanders y los de su calaña tienen una responsabilidad sustancial en el regreso de Trump al poder, ya que canalizaron la oposición detrás del Partido Demócrata y el Gobierno de Biden. Y lo están haciendo de nuevo.

El regreso de Trump es una debacle política para el Partido Demócrata y debería marcar su sentencia de muerte como organización política. Habrá oposición y ya se está desarrollando, como lo demuestran las crecientes protestas en todo el país. La cuestión crítica ahora es la perspectiva política.

La lucha contra Trump no puede subordinarse al Partido Demócrata ni a sus satélites pseudoizquierdistas. La oposición debe desarrollarse conscientemente en formar de un movimiento de la clase trabajadora, dirigido no solo contra Trump y los republicanos, sino contra todo el establishment político. La lucha contra la dictadura, la guerra y la devastación social debe tomar la forma de una ofensiva directa contra el sistema capitalista, en los Estados Unidos e internacionalmente.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 4 febrero de 2024)