Esta semana, la Cámara de Representantes de Estados Unidos votó nuevamente y de forma abrumadora a favor de asignar un presupuesto récord para financiar las guerras en todo el mundo. La Ley de Autorización de Defensa Nacional (NDAA, por sus siglas en inglés), que fue aprobada por la cámara baja el miércoles, tiene un monto de $895 mil millones, el mayor presupuesto militar en términos nominales de cualquier país en la historia humana.
El proyecto de ley de financiación militar anual, que se prevé que el Senado estudie y promulgue a finales de mes, ha crecido un 47 por ciento, desde los $607 mil millones de dólares de hace una década.
El estadounidense promedio no tiene ni idea de lo que contiene el proyecto de ley ni de cómo se compara con los precedentes históricos. Esto es así a propósito. Más allá de un superficial debate sobre los desacuerdos entre demócratas y republicanos en torno a la atención a los hijos de los soldados, hay una total falta de información sobre el contenido real del proyecto de ley.
Y eso es doblemente cierto en cuanto a su objetivo político central: ampliar y modernizar el arsenal nuclear de EE.UU. para lo que los planificadores militares estadounidenses llaman la “nueva era nuclear”. Ni un solo artículo de ninguna publicación estadounidense importante ha examinado en detalle los planes del proyecto de ley para ampliar el arsenal nuclear.
Pero la redacción del proyecto de ley en la Cámara de Representante evidencia una realidad completamente distinta, que la inmensa mayoría del público nunca verá.
El resumen oficial del proyecto de ley elaborado por los demócratas del Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes destaca la expansión del arsenal nuclear, centrándose en la “financiación de los esfuerzos de modernización nuclear” del proyecto de ley y su plan para “modernizar el ala terrestre de la tríada nuclear estadounidense”.
El proyecto de ley, según el resumen oficial del comité, “[R]equiere un plan del Departamento de Defensa para disuadir y derrotar la agresión simultánea de dos competidores nucleares casi pares, incluidos los requisitos para el dimensionamiento de la fuerza nuclear”.
El proyecto de ley incluye disposiciones para la modernización de todos y cada uno de los componentes del arsenal nuclear estadounidense, desde los submarinos nucleares hasta los misiles balísticos intercontinentales y los bombarderos nucleares, y crea y despliega una clase totalmente nueva de armas nucleares, conocida como “misil nuclear de crucero lanzado desde el mar”.
El resumen afirma que el proyecto de ley “autoriza 252 millones de dólares para apoyar el desarrollo continuo por parte de la Armada del misil de crucero nuclear lanzado desde el mar”. Ordena el restablecimiento de las capacidades nucleares en toda la flota de bombarderos estratégicos B-52, “ordena el despliegue de al menos 400 misiles balísticos intercontinentales (ICBM, por sus siglas en inglés) estadounidenses con capacidad de respuesta y en alerta” y ordena un plan para “adquirir y desplegar hasta 450 ICBM Sentinel”.
En octubre, mientras se redactaba la NDAA, el New York Times publicó un amplio reporte, basado en más de 100 entrevistas, sobre el plan secreto dedicado a “hacer que Estados Unidos vuelva a ser nuclear” mediante la creación de un “arsenal moderno para una nueva y volátil era nuclear”.
“Si no vives donde se sueldan los submarinos o se excavan los silos de misiles, es muy probable que no sepas lo que está ocurriendo”, escribió el Times. “El Gobierno federal ha dicho poco sobre el plan en público, fuera de las audiencias del Congreso y los documentos de estrategia, o sobre la enorme cantidad que se está gastando. No ha habido ningún debate significativo. Los programas de miles de millones de dólares pasan desapercibidos”.
Todo lo que el Times escribió acerca de que la expansión nuclear se produjo “bajo el radar” y sin “ningún debate significativo” se aplica en gran medida a toda la cobertura de la NDAA de este año, incluso por parte del Times, que ocultó una breve noticia de su aprobación en la página 19.
El amplio reportaje de octubre del New York Times y una serie de artículos asociados que detallaban los desgarradores efectos de la guerra nuclear fueron rápidamente enterrados. Ni en los principales periódicos, los programas televisivos ni las declaraciones de políticos estadounidenses, el aumento de la capacidad nuclear no se menciona en ninguna discusión sobre el proyecto de ley de gasto militar, fuera de los informes oficiales.
El plan para la “segunda era nuclear” trasciende los términos de cada presidente. Más allá de la a menudo enconada guerra de facciones dentro del Estado estadounidense, el plan semisecreto de modernización nuclear, conceptualizado por primera vez en 2010 bajo Obama e iniciado a gran escala en 2014, ha continuado y se ha acelerado bajo Trump, Biden y ahora la segunda Administración de Trump.
Los elementos de la acumulación nuclear encubiertos —simplemente nunca se mencionan en las noticias— van acompañados de planes que son realmente secretos.
Entre esos planes secretos figura una supuesta actualización de la “Guía de empleo de armas nucleares”, sobre la que el Times informó en agosto. “La Casa Blanca nunca anunció que Biden había aprobado la estrategia modificada, llamada Guía de empleo de armas nucleares”, escribió el periódico, “que también busca de nuevo preparar a Estados Unidos para posibles desafíos nucleares coordinados de China, Rusia y Corea del Norte”.
Pero el contenido del documento estratégico secreto se insinuó en declaraciones realizadas en junio por Pranay Vaddi, director senior de control de armamento del Consejo de Seguridad Nacional, quien en un discurso ante un centro de pensamiento estadounidense proclamó una “nueva era” para las armas nucleares en la que EE.UU. desplegaría armas nucleares “sin limitaciones numéricas”.
Vaddi declaró: “Estamos modernizando cada ala de nuestra tríada nuclear, actualizando nuestros sistemas nucleares de mando, control y comunicación, e invirtiendo en nuestra empresa nuclear”.
El enorme aumento del gasto militar en Estados Unidos tiene su reflejo en todos los países del mundo. Los políticos europeos están debatiendo activamente planes para duplicar el gasto militar, pasando de un objetivo del 2 por ciento del PIB a otro de hasta el 4 por ciento.
“Es hora de pasar a una mentalidad de guerra”, declaró el jueves el secretario general de la OTAN, Mark Rutte. “Y turboalimentar nuestra producción y gasto en defensa”.
Por supuesto, el mayor impacto del rearme nuclear es lo que ocurrirá si se utilizan estas armas. Pero incluso sin este escenario catastrófico, el programa de modernización de varios billones de dólares, como parte de un aumento sin precedentes del gasto militar mundial, tiene consecuencias sociales de gran alcance.
A principios de este año, Bloomberg publicó un artículo en el que explicaba cómo el rearme militar mundial repercutirá en las finanzas públicas y los programas sociales. “Una nueva era de rearme mundial se está acelerando, y supondrá enormes costes y algunas decisiones difíciles para los Gobiernos occidentales”, declaraba el artículo.
“El 'dividendo de la paz' posterior a la Guerra Fría está llegando a su fin”, dijo Bloomberg citando a uno de sus analistas, con un “efecto transformador” en las “finanzas públicas”.
Declaró: “La interrogante de cómo un mundo remilitarizado puede conciliar tales compromisos con ingresos fiscales finitos y necesidades de asistencia social y salud cada vez mayores se convertirá en una cuestión política candente en los próximos años”.
La implicación es clara: a medida que los países de todo el mundo amplíen masivamente sus ejércitos, se recortarán drásticamente los programas sociales básicos, como el seguro social, Medicare y Medicaid en Estados Unidos.
La Administración de Trump entrante, que está comprometida a continuar el crecimiento sin precedentes del gasto militar como durante su primer mandato, ha prometido recortar drásticamente el gasto social. Bajo la dirección de Elon Musk, cuyo patrimonio neto ha aumentado a más de 400.000 millones de dólares, el nuevo “Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE)” de la administración Trump ha puesto todo en la guillotina.
“Si nos fijamos en la forma en que se gasta ese dinero a través de Medicare, Medicaid y el seguro social”, dijo Vivek Ramaswamy, el codirector propuesto para el departamento, “hay cientos de miles de millones de dólares de ahorro posibles”.
Mientras tanto, el ala “progresista” del Partido Demócrata da credibilidad a la nueva administración. “Elon Musk tiene razón”, declaró el senador Bernie Sanders, afirmando absurdamente que el DOGE, dirigido por una persona a cargo de uno de los mayores contratistas militares estadounidenses, haría de algún modo que el gasto militar fuera menos una bonanza para los fabricantes de armas.
“Los demócratas pueden trabajar con DOGE”, proclamó su colega “progresista” Ro Khanna, afirmando: “Quiero que Estados Unidos tenga el ejército más poderoso del mundo y los recursos para contrarrestar las amenazas cada vez más sofisticadas de nuestros adversarios”. Tanto Sanders como Khanna son fervientes partidarios de la guerra de Estados Unidos contra Rusia en Ucrania y de las agresivas medidas de guerra comercial contra China.
Toda la élite política estadounidense, desde el aspirante a dictador Donald Trump hasta todas las facciones del Partido Demócrata, apoya el rearme militar masivo de Estados Unidos, del que la acumulación nuclear es, en palabras de la Casa Blanca de Biden, “fundacional” y “una prioridad máxima para la Nación”.
La aprobación de este proyecto de ley, que financia el masivo ejército estadounidense bajo el aspirante a dictador Donald Trump, marcará una nueva etapa en la ofensiva bipartidista contra la clase trabajadora para hacerla pagar por la acumulación militar.
Por esta razón, la lucha contra la guerra es inseparable de la lucha por la defensa de los derechos sociales y económicos de la clase obrera. Los planes de las clases dominantes para la guerra mundial, la dictadura y la austeridad social masiva deben ser contrarrestados mediante la construcción de un movimiento de masas en la clase obrera sobre la base de un programa socialista.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 14 de diciembre de 2024)