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Perspectiva

El intento golpista en Corea del Sur y el ataque global a los derechos democráticos

El intento fallido del presidente surcoreano Yoon Suk-yeol de imponer la ley marcial en la noche del 3 al 4 de diciembre puso al descubierto los cimientos autocráticos del Estado surcoreano, que se describe habitualmente como una “floreciente democracia asiática”.

Las personas exigen que el presidente surcoreano Yoon Suk Yeol renuncie al frente de la Asamblea Nacional de Seúl, Corea del Sur, 4 de diciembre de 2024 [AP Photo/Ahn Young-joon]

El intento de golpe militar es una advertencia, no solo para los trabajadores de Corea del Sur sino también a nivel internacional, de que las clases dominantes de todo el mundo están girando hacia métodos dictatoriales para imponer su agenda de guerra y austeridad.

Yoon emitió el decreto de ley marcial el martes por la noche, denunciando al Partido Demócrata opositor de ser simpatizantes y agentes norcoreanos por bloquear su presupuesto y llevar al país “al abismo de la ruina nacional”. El régimen militar presidido por el general del ejército Park An-soo prohibió inmediatamente todas las actividades políticas y huelgas, impuso una censura general, autorizó arrestos sin órdenes judiciales y ordenó que los médicos en huelga volvieran al trabajo.

Miles de personas se reunieron alrededor de la Asamblea Nacional en Seúl, donde las tropas y la policía intentaron impedir que se reunieran los congresistas pero no lograron arrestar al presidente legislativo ni a los líderes del Partido Demócrata ni del propio Partido del Poder Popular (PPP) de Yoon. La Asamblea Nacional, donde los demócratas tienen una mayoría, se reunió y, con el apoyo de los miembros del PPP presentes, acordó por unanimidad exigir el levantamiento de la ley marcial.

Durante horas, Yoon vaciló. Proceder significaba violar el requisito constitucional de levantar la ley marcial después de que fuera rechazada por la mayoría de la Asamblea Nacional. La consideración primordial, sin embargo, era el temor en los círculos gobernantes de que el golpe militar provocara una oposición y huelgas de carácter masivo. Yoon se echó atrás y anunció en televisión nacional que retiraría el decreto de ley marcial y que las tropas regresarían a los cuarteles.

Pero no se ha resuelto nada. El enfrentamiento político entre el presidente y la Asamblea Nacional controlada por los demócratas continúa. Los demócratas están intentando destituir a Yoon. Sus aliados sindicales en la Confederación de Sindicatos de Corea (CSC) han convocado huelgas y protestas limitadas para exigir la renuncia del presidente. Pero la debilidad de la respuesta política solo alentará un nuevo intento de resolver la crisis política a través de medios dictatoriales.

La intentona golpista en Corea del Sur no es simplemente el producto de Yoon como individuo, sino que refleja procesos internacionales alimentados por la ruptura del capitalismo global y el recurso a la guerra y la austeridad, que está provocando una oposición masiva, huelgas y una amplia radicalización política de los trabajadores y la juventud.

En Estados Unidos, el epicentro del imperialismo mundial, el fascista Donald Trump ha declarado abiertamente que gobernará como dictador y está a punto de llegar al poder para recortar billones de los programas sociales, desplegar a los militares para acorralar y expulsar a millones de inmigrantes y usar medidas de Estado policial contra sus opositores políticos y la clase trabajadora. Además de proseguir las guerras contra Rusia en Ucrania y Oriente Próximo, Trump intensificará drásticamente la guerra económica, en particular contra China, hundiendo al mundo hacia un holocausto nuclear.

Europa no es la excepción. Las fuerzas de extrema derecha y abiertamente fascistas han llegado al poder, como es el caso de Italia, o desempeñan un papel político cada vez más dominante, como en Alemania y Francia, donde el Gobierno está a punto de colapsar. Todas las potencias imperialistas europeas están reforzando sus ejércitos e interviniendo agresivamente en la guerra contra Rusia como medio para promover sus intereses estratégicos y económicos, y obligando a la clase trabajadora a pagar el precio. Esta agenda no se puede imponer democráticamente.

El Washington Post ha aprovechado el fallido golpe de Estado en Corea del Sur para celebrar la solidez de la democracia burguesa, declarando: “Afortunadamente, Corea del Sur superó la prueba, y su democracia no solo salió intacta sino también fortalecida. En un momento en que la democracia parece estar en retroceso a nivel mundial, y muchos estadounidenses se preocupan por su futuro en los Estados Unidos, estos eventos deberían reforzar la fe en que las instituciones democráticas son resistentes y el deseo de libertad de las personas es universal”.

Sin embargo, el Post hizo comentarios muy similares a raíz del intento de Trump de aferrarse violentamente al poder el 6 de enero de 2021 a través del asalto al Capitolio. Si bien el golpe fracasó, Trump preparó más cuidadosamente una repetición en 2024, que resultó innecesaria ya que la ruina política de los demócratas le entregó la elección. El Gobierno de Biden ahora ha prometido una transición sin trabas al régimen fascistizante de Trump.

El panorama de otro Gobierno de Trump bien pudo haber alentado a Yoon a hacer su propia apuesta por establecer una dictadura. De hecho, la diatriba anticomunista fascistizante de Yoon contra los agentes norcoreanos recuerda las denuncias demagógicas de Trump sobre “el enemigo interno”, sobre todo, la clase trabajadora.

Es indudable que la Administración de Biden conocía los preparativos del golpe en Corea del Sur y, como mínimo, hizo la vista gorda. Las estructuras de mando de los 28.500 soldados estadounidenses en Corea del Sur están estrechamente integradas con el ejército surcoreano. Después de que Yoon echara marcha atrás, también lo hizo la Casa Blanca, alegando que no había sido informada oficialmente del golpe por adelantado.

Yoon ha sido fundamental para los preparativos del Gobierno de Biden para la guerra contra China, formalizando una estrecha relación militar con Japón y apoyando la guerra entre Estados Unidos y la OTAN contra Rusia en Ucrania.

El intento de golpe de Estado en Corea del Sur desmiente el mito propagado por Washington, a medida que intensifica su confrontación con Beijing, de que está defendiendo las “democracias vivaces” de Asia que surgieron en los años ochenta y noventa frente a la China autocrática. Las dictaduras militares en toda la región que el imperialismo estadounidense respaldó hasta la empuñadura en la Guerra Fría solo fueron finalizadas, con el apoyo de Washington, cuando se convirtieron en una barrera para integrar sus “economías tigre” en las cadenas de producción globalizadas.

Corea del Sur es un ejemplo de ello. La división de la península coreana por parte del imperialismo estadounidense tras la Segunda Guerra Mundial solo fue posible a través de la instalación del régimen títere de Syngman Rhee y la violenta represión de la oposición. Esto se hizo valer a través de la sangrienta guerra de Corea que se cobró millones de vidas. Si bien en 1987 se organizaron elecciones y se aplicó un barniz democrático después de huelgas y protestas masivas, el aparato estatal de la dictadura permanece en gran parte intacto. El Partido del Poder Popular de Yoon es un descendiente directo del partido de la dictadura surcoreana y su ideología viciosa y anticomunista.

Se evidencia un patrón similar en toda Asia, donde las dictaduras respaldadas e instaladas por Estados Unidos fueron reemplazadas nominalmente por democracias que ahora están bajo enormes tensiones o se han derrumbado. En Indonesia, el yerno del dictador Suharto, Prabowo Subianto, es ahora el presidente acogido por Washington, a pesar de sus numerosas atrocidades contra los derechos humanos. En Filipinas, el hijo del dictador Ferdinand Marcos, el presidente Ferdinand Marcos Jr., está en el poder y funciona como un perro de ataque político de Estados Unidos contra China. En Tailandia, el régimen militar establecido en el golpe de Estado de 2014 ha sido reemplazado por un Gobierno nominalmente elegido en el que los militares sostienen el látigo.

En todos los casos, la llamada oposición democrática burguesa, ya sea en los Estados Unidos, Europa o Asia, ha facilitado el giro hacia el fascismo y la dictadura, subrayando uno de los fundamentos de la teoría de la revolución permanente de León Trotsky. En la época del imperialismo, la burguesía en su conjunto es orgánicamente incapaz de defender los derechos democráticos básicos. Teme al proletariado y su amenaza al sistema capitalista mucho más de lo que teme la perspectiva de la dictadura.

El único medio para defender los derechos democráticos es la movilización independiente de la clase trabajadora, como parte de la lucha por el socialismo a nivel internacional, para frenar el camino hacia otra guerra mundial y la profundización de la crisis social que enfrenta la humanidad.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 3 de diciembre de 2024)

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