Hay una creciente preocupación en la dirección del gobierno chino sobre si la economía alcanzará el objetivo oficial de crecimiento de 'alrededor del 5 por ciento' este año, y por buenas razones
Una serie de publicaciones de datos, algunos de los cuales se remontan a meses o incluso más, apuntan a tendencias deflacionarias, una desaceleración del gasto del consumidor y una caída de la producción.
Las cifras de agosto publicadas por la Oficina Nacional de Estadísticas (NBS por sus siglas en inglés) mostraron que la producción industrial y las ventas minoristas habían estado por debajo de las expectativas. La producción industrial creció a su ritmo más lento desde marzo, mientras que las ventas minoristas tuvieron su segundo mes más bajo del año.
La BNS dijo que 'en general, la economía funcionó sin problemas en agosto', pero señaló que la actividad económica 'aún enfrenta muchas dificultades y desafíos en su continua recuperación', debido al entorno externo adverso y la demanda interna 'insuficiente'.
La producción industrial aumentó a una tasa interanual del 4,5 por ciento en comparación con el 5,1 por ciento de julio, mientras que las ventas minoristas aumentaron un 2,1 por ciento en comparación con un aumento del 2,7 por ciento en julio.
La inversión en activos fijos creció un 3,4 por ciento entre enero y agosto, pero a la tasa más baja desde diciembre del año pasado. El desarrollo inmobiliario, sin embargo, cayó un 10,2 por ciento, mientras que las ventas de nuevas viviendas comerciales, calculadas en términos de metros cuadrados, bajaron un 18 por ciento.
Raymond Yeung, economista jefe para la Gran China de ANZ Banking Group, dijo que el impulso del crecimiento de China se había 'desacelerado rápidamente en los últimos meses' y probablemente no alcanzaría el objetivo hasta por un 0,5 por ciento.
'Los datos de agosto básicamente descartan la posibilidad de alcanzar el objetivo oficial del 5 por ciento en 2024, a menos que los principales líderes estén dispuestos a lanzar un enorme paquete de estímulos'.
Otros comentarios fueron en el mismo sentido. Una nota emitida por Lynn Song, economista jefe para la Gran China en el Banco ING, dijo que al final del tercer trimestre 'se está agotando el tiempo para introducir medidas para impulsar la economía en medio de numerosos vientos en contra'.
Uno de esos vientos en contra fue identificado por Goldman Sachs. En una nota de investigación, dijo que las exportaciones aumentaron un 14 por ciento durante el año, pero que China enfrentaría mayores aranceles si hubiera una mayor expansión.
'China podría tener que estimular la demanda interna para equilibrar el riesgo de que los nuevos aranceles arrastren el crecimiento y exacerben la deflación', dijo.
Las preocupaciones de los altos dirigentes sobre el empeoramiento de la desaceleración se reflejaron en las declaraciones pronunciadas al final de un discurso del presidente Xi Jinping en un seminario sobre desarrollo ecológico el jueves pasado.
Según informes de los medios estatales, dijo que los funcionarios del gobierno tenían que 'esforzarse por alcanzar los objetivos de desarrollo económico y social de todo el año'.
'Todas las regiones y departamentos deben implementar cuidadosamente todas las principales iniciativas y medidas económicas introducidas por el Comité Central y cumplir con las tareas económicas para el tercer y cuarto trimestre'.
En general, esto se interpretó como un impulso a las autoridades a cumplir el objetivo, pero se señaló que Xi utilizó la frase 'esforzarse por lograr' en lugar de pedirles que cumplieran 'resueltamente' los objetivos, como se dijo en una declaración del Politburó emitida en julio. Esto podría significar una disminución en la confianza en que se cumplirían.
Sea como fuere, no cabe duda de que la desaceleración está causando una gran preocupación en relación con la cuestión de la estabilidad social y política. Los líderes chinos solían sostener que se necesitaba una tasa de crecimiento de al menos el 8 por ciento para lograr esa meta. Ese objetivo ha desaparecido hace mucho tiempo, y hay una lucha por alcanzar incluso el 5 por ciento, con pocas perspectivas de un cambio importante en el futuro.
Para comprender todo el significado de la desaceleración del crecimiento, hay que situarla en su contexto histórico.
A raíz de la brutal represión sobre la clase obrera en 1989 —cuya expresión más pública fue la Masacre de la Plaza de Tiananmen del 4 de junio, pero que se extendió mucho más ampliamente—, el régimen procedió a la restauración capitalista a gran escala.
Calculó que el control de la oligarquía capitalista podría mantenerse siempre que hubiera crecimiento económico. La perspectiva de progreso social y económico le daría cierta legitimidad a los ojos de la población.
Esa estrategia disfrutó de cierto grado de éxito durante un período en el que China se convirtió en la plataforma de mano de obra barata para las corporaciones globales, pero el régimen no tuvo en cuenta las contradicciones del sistema capitalista global en el que estaba tratando de integrarse.
Si bien la historia de la restauración capitalista en la antigua URSS y en China es muy diferente, los representantes políticos de ambas oligarquías tenían ciertos rasgos comunes.
El régimen ruso bajo Putin creía que podía integrarse pacíficamente en la 'familia de naciones' capitalista y que el análisis del imperialismo desarrollado por Lenin y Trotsky era una ficción y una creación de mitos marxistas. Su contraparte en China consideró que podría beneficiarse bajo la égida de la economía capitalista de mercado global.
Durante un tiempo esa perspectiva coincidió con los intereses de las potencias imperialistas. La adhesión de China a la Organización Mundial del Comercio fue promovida activamente por la administración Clinton en Estados Unidos y ratificada bajo la presidencia de George W. Bush.
Sin embargo, como había explicado Lenin, cualquier equilibrio relativo alcanzado bajo el imperialismo siempre se ve interrumpido por cambios en la base económica. En este caso, a partir de la administración Obama y su 'giro hacia Asia', el ascenso económico de China llegó a ser considerado cada vez más como una amenaza para el dominio global de los EE.UU. y tenía que ser detenido.
En la última década y media se ha producido una guerra económica cada vez mayor contra China, junto con un cerco cada vez más estrecho de alianzas militares en preparación para la guerra, como parte de la profundización de la ofensiva global de Estados Unidos.
Tras la crisis financiera mundial de 2008, que provocó la pérdida de 23 millones de puestos de trabajo, el régimen chino reconoció que había que desarrollar un nuevo camino económico. Lanzó un programa de estímulo masivo basado en el desarrollo inmobiliario y de infraestructuras, pero esto ya ha llegado a su fin y ya no es viable debido a los altos niveles de deuda.
Desde entonces, el régimen de Xi ha recurrido a lo que llama el desarrollo de 'fuerzas productivas de alta calidad' basadas en tecnologías avanzadas y la exportación de productos de alta tecnología al resto del mundo. Aquí, sus esperanzas de una integración pacífica en la división del trabajo capitalista se han visto frustradas por la creciente prohibición de la exportación de chips de alta gama a China y, ahora, por el aumento de barreras arancelarias contra sus propias exportaciones, primero por parte de EE. UU., pero ahora también de otros países
La oligarquía china, empezando por Mao, que fue pionero en el acercamiento al imperialismo, continuado y profundizado por sus sucesores, ha promovido la ilusión de que hay un camino a seguir en la vía capitalista de desarrollo, el llamado 'socialismo con características chinas'.
La clase obrera y las masas chinas se enfrentan cada vez más a todos los problemas que enfrentaban en 1949, solo que a un nivel más alto: la necesidad de derrocar al capitalismo y sus agencias chinas para avanzar hacia el socialismo genuino.
(Publicado originalmente en inglés el 15 de septiembre de 2024)