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Perspectiva

Los disturbios de extrema derecha en Reino Unido: las cuestiones de clases

La revuelta antiinmigrante que estalló esta semana en ciudades de todo Reino Unido representa el intento más concertado desde los años treinta para desarrollar un movimiento fascista en el país.

Sacando provecho del asesinato de tres niños en Southport, Inglaterra, el lunes, varios demagogos de extrema derecha como Tommy Robinson afirmaron falsamente que el perpetrador era un solicitante de asilo musulmán, incitando ataques parecidos a pogromos contra mezquitas y hostales y hoteles donde hay migrantes. Los ataques continuaron durante el fin de semana.

Fascistas prenden fuego a un hotel en Rotherham, Inglaterra, donde hay solicitantes de asilo, durante un pogromo antiinmigrante, 4 de agosto de 2024 [Photo by REUTERS/Hollie Adams]

Los matones han atacado hogares y tiendas, rompiendo ventadas, prendiendo fuego a propiedades y golpeando a jóvenes negros y de otras minorías. Estos son los alborotadores defendidos esta semana por los parlamentarios Richard Tice y Nigel Farage del partido Reform UK, quienes los describieron como “ciudadanos británicos preocupados”.

Los manifestantes, envueltos en banderas de Inglaterra, vistiendo emblemas de extrema derecha y describiéndose a sí mismos como un “ejército de patriotas”, han tildado a los musulmanes de “violadores” y han exigido la deportación masiva de los solicitantes de asilo para “salvar a nuestros hijos”. Su núcleo está formado por activistas de extrema derecha, que arrastran detrás de ellos a sectores lumpen de trabajadores y jóvenes que se han dedicado al saqueo y al vandalismo.

En la actualidad, las fuerzas movilizadas por Robinson y sus partidarios, cuya manifestación del sábado pasado en la plaza Trafalgar de Londres atrajo hasta 30.000 personas, son superadas por los cientos de miles que han protestado por el genocidio en Gaza. Durante el fin de semana, los fascistas también fueron superados en número en muchas ciudades por manifestantes antifascistas y por residentes locales que salieron en defensa de las comunidades inmigrantes. Pero las escenas sin precedentes de alborotadores atacando a los inmigrantes y haciendo el saludo nazi son una grave advertencia.

Es deber de la clase trabajadora salir en defensa de los inmigrantes y solicitantes de asilo, incluyendo para proteger las mezquitas y los albergues de migrantes de los ataques. Pero esto no puede llevarse a cabo aisladamente de la necesaria lucha política contra la causa raíz de este desenlace social maligno.

Los disturbios de esta semana no han salido de la nada. El crecimiento de las tendencias fascistas y de extrema derecha es una expresión concentrada de la política imperialista y la decadencia capitalista. Las élites gobernantes están promoviendo el nacionalismo extremo y la xenofobia para desviar las tensiones sociales explosivas en una dirección derechista y antiinmigrante, para promover las guerras imperialistas depredadoras de Reino Unido y para llevar a cabo una guerra contra los derechos democráticos y sociales de la clase trabajadora.

Los eventos en Reino Unido reflejan procesos globales. En Estados Unidos existe la posibilidad de una presidencia fascistoide liderada por Donald Trump. En Francia, el Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen se ha convertido en una importante fuerza política, mientras que en Alemania la Alternativa para Alemania (AfD) de extrema derecha está ganando apoyo. Hay Gobiernos de extrema derecha en Italia, Hungría y Finlandia.

Tales movimientos, cultivados durante décadas, son el resultado del giro abierto de la clase dominante hacia el militarismo, la guerra y la austeridad.

La ministra del Interior laborista, Yvette Cooper, declaró que los disturbios de esta semana “no representan a Reino Unido”. En realidad, los sucesivos Gobiernos laboristas y conservadores son responsables de los eventos tóxicos en las calles británicas.

Los laboristas denuncian la “violencia y matonería” de la extrema derecha, al mismo tiempo en que asignan miles de millones de libras a la guerra por delegación de la OTAN en Ucrania, respaldando al régimen dictatorial de Zelenski, cuya base de apoyo son neonazis. Starmer defiende el “derecho” del Gobierno fascista de Israel a librar una guerra genocida contra los palestinos en Gaza que ha matado a más de 186.000 personas, la gran mayoría mujeres y niños.

El Partido Socialista por la Igualdad (SEP; sigla en inglés) rechaza el anuncio de Starmer de medidas de ley y orden para combatir a la extrema derecha, incluida una unidad policial nacional “para combatir el desorden violento”. Como siempre, el verdadero objetivo de tales medidas represivas, incluida la tecnología de reconocimiento facial, es la izquierda. Esto ya lo indican las largas penas de cárcel impuestas a los activistas de Just Stop Oil por simplemente planificar protestas contra el cambio climático.

Décadas de ataques al socialismo

La capacidad de la extrema derecha para sacar partido del malestar social es responsabilidad de los partidos de la “izquierda” oficial y sus décadas de ataques contra la clase trabajadora y el socialismo.

Bajo Tony Blair y Gordon Brown, los laboristas repudiaron las reformas sociales y se convirtieron en un partido thatcherista de la oligarquía financiera. La clase trabajadora fue marginada políticamente, con Blair declarando que “la guerra de clases está muerta”.

Solo un lado de la guerra de clases había terminado. La riqueza de los milmillonarios ha aumentado en más de un 1.000 por ciento desde 1989, y el número de milmillonarios se ha triplicado a 164 desde 2010. Durante el mismo período, el trabajador promedio perdió £10.200 a través de la supresión salarial impuesta a través de niveles bajos sin precedentes de huelgas impuestos por la burocracia sindical.

Una quinta parte de las personas en Reino Unido viven en la pobreza y el 25 por ciento de todos los niños. Casi 3 millones dependen de los bancos de alimentos. Para el 10 por ciento más pobre de los hogares, los niveles de vida han caído un 20 por ciento en comparación con 2019-20, una caída en los ingresos de £4.600.

Detrás de esto, estaba el abrazo del laborismo a la guerra y el militarismo. Blair ordenó a las tropas británicas entrar en combate cinco veces, más que cualquier otro primer ministro en la historia británica. La islamofobia se utilizó como arma para justificar crímenes de guerra, incluida la invasión y ocupación ilegales de Irak en 2003. A nivel nacional, la “guerra contra el terrorismo” se utilizó para anular los derechos democráticos y legales más fundamentales, con políticas como la Estrategia de Prevención que demonizan a los musulmanes y promueven un “entorno hostil” contra los inmigrantes y los solicitantes de asilo.

Mientras que la burocracia sindical sofocó las acciones industriales, los representantes de la pseudoizquierda promovían políticas de género, raza e identidad que sirvieron para dividir a la clase trabajadora en las mismas líneas promovidas por los conservadores y la extrema derecha.

La ofensiva de la derecha laborista terminó con la imposición por parte de Brown de toda la carga de la crisis financiera mundial de 2008 sobre los hombros de la clase trabajadora, allanando el camino para 14 años de un régimen conservador. La “era de la austeridad” resultante estuvo acompañada por las formas más virulentas de nacionalismo y xenofobia, que culminaron en el referéndum del brexit o salida de la Unión Europea en 2016.

Llamando a hacer un boicot al referéndum, el SEP escribió que se trataba de “una iniciativa para encaminar la vida política aún más hacia una trayectoria nacionalista, fortaleciendo y envalentonando así a la extrema derecha en Reino Unido y toda Europa, al tiempo que debilita las defensas políticas de la clase trabajadora”.

Esos grupos pseudoizquierdistas, como el Partido Socialista de los Trabajadores (SWP; sigla en inglés) y el Partido Socialista, que defendieron un brexit de “izquierda” ayudaron a subordinar a la clase trabajadora a las facciones más derechistas de la clase dominante británica. Esto se resumió en la alianza “izquierda-derecha” entre George Galloway y Nigel Farage. Como escribió el SEP: “Habiendo ayudado a liberar al genio del nacionalismo británico, son políticamente responsables de sus consecuencias”.

La campaña del brexit vio el surgimiento del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP; sigla en inglés) de Farage y la eventual instalación de Boris Johnson como primer ministro. Giraron al Partido Conservador en una dirección cada vez más abiertamente fascista, vilipendiando a los musulmanes y a los solicitantes de asilo a través de campañas de estilo militar contra las llegadas de barcos en el canal de la Mancha, que culminaron en la “Solución de Ruanda”.

El líder laborista Jeremy Corbyn bloqueó sistemáticamente la oposición en la clase trabajadora a esta ofensiva de derecha. Traicionando a sus millones de partidarios que querían poner fin al control de los blairistas sobre el partido, Corbyn protegió el derecho de expulsión y mantuvo sus políticas centrales, incluido el apoyo a la OTAN y las armas nucleares Trident, permitiendo una votación libre sobre el bombardeo de Siria e instruyendo a los consejos laboristas que hicieran cumplir los recortes conservadores. Capituló ante la caza de brujas contra los miembros del Partido Laborista, negándose a impugnar las acusaciones fabricadas de “antisemitismo de izquierda”, que culminaron con la transferencia del poder a Keir Starmer.

Starmer, quien se comprometió durante una campaña electoral de un año a defender al rey y la patria, lidera el Gobierno más derechista de la historia política británica. Ha prometido un “triplete” en el programa de armas nucleares británico, mientras impone £23.000 millones en recortes de gastos, incluso eliminando los pagos de combustible de invierno para los ancianos.

En las semanas previas a los disturbios antimusulmanes, los laboristas estaban atacando a Irán y enviando barcos y aviones a Oriente Próximo como parte de una escalada militar liderada por Estados Unidos. Sus políticas internas dirigidas a los solicitantes de asilo están vinculadas a estos objetivos de política exterior, y el secretario del Interior Cooper prometió una “ofensiva de verano” de redadas y arrestos para deportar a los inmigrantes ilegales.

La lucha de la clase obrera por el socialismo

En su respuesta a los disturbios fascistas de esta semana, el SWP, Stop the War Coalition y Stand Up to Racism guardan silencio sobre el papel que han cumplido los laboristas como facilitadores de la extrema derecha. En cambio, están cerrando filas en torno al Gobierno de Starmer, alegando que se ha visto forzado a la izquierda. El SWP escribe: “Los laboristas se han visto obligados a hacer concesiones alrededor de Palestina, los salarios y los centros de detención de migrantes desde que llegaron al poder”, concluyendo: “Es una señal de que se puede presionar a los laboristas para que cedan a las demandas”.

El SWP y organizaciones similares representan los intereses de la clase media acomodada, orientada y vinculada al Partido Laborista y a la burocracia sindical. Son expertos en el engaño político, dirigido contra la independencia política de la clase obrera.

La última década ha sido testigo de un cambio pronunciado de las masas de trabajadores y jóvenes hacia la izquierda, incluidas las protestas masivas contra el genocidio de Gaza, la ola de huelgas de 2022–23 y el movimiento detrás de Corbyn. Pero el talón de Aquiles cada vez ha sido la subordinación política de la clase trabajadora al Partido Laborista, bloqueando la lucha por el socialismo. Aquí radica la fuente de la fuerza de la extrema derecha.

En abril de 2019, David North presentó una conferencia en la Universidad Estatal de Wayne en Detroit sobre la rehabilitación de la extrema derecha en Alemania: “La amenaza del fascismo y cómo combatirlo”.

North describió los orígenes del fascismo en las décadas de 1920 y 1930 bajo Mussolini y Hitler como la respuesta consciente de la clase dominante a la Revolución rusa y a la construcción en la clase trabajadora de partidos comunistas de masas para luchar por el socialismo.

Lo explica así:

Lo que ahora está comenzando en todo el mundo después de tantas décadas en las que la lucha de clases fue suprimida... es un movimiento creciente en todo el mundo de la clase trabajadora contra las condiciones existentes. Las élites gobernantes ven esto. Ya imaginan hacia dónde vamos. Sienten la amenaza. Y su respuesta a esta amenaza es girar aún más hacia la derecha, comenzar a prepararse para enfrentamientos masivos, y es por eso que empiezan a alentar el crecimiento de los movimientos fascistas.

North concluyó:

El reto es dotar a esa gran masa de la población trabajadora de un programa político, de una perspectiva, y para eso se requiere el desarrollo de un movimiento revolucionario consciente, de un partido político consciente. Si eso se hace, si se actúa sobre las condiciones objetivas, no solo se puede derrotar al fascismo, sino que podemos establecer una sociedad socialista. Esa es nuestra perspectiva.

El SEP y nuestros partidos hermanos en el Comité Internacional de la Cuarta Internacional luchan por el desarrollo de un movimiento internacional contra la guerra, uniendo a todos los sectores de la clase obrera contra la guerra, la austeridad y el fascismo, en la lucha mundial por el socialismo. Esa es la respuesta que la clase obrera debe dar al peligro de la extrema derecha.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 5 de agosto de 2024)

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