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Perspectiva

Sobre el intento de asesinato de Donald Trump

El expresidente Donald Trump siendo escoltado a su vehículo después de un intento de asesinato en un evento de campaña en Butler, Pennsylvania, el 13 de julio de 2024 [AP Photo/Gene J. Puskar]

Todavía persisten muchas interrogantes sobre las circunstancias detrás del intento de asesinato del expresidente estadounidense Donald Trump el sábado. Pero, independientemente del origen del ataque, se puede afirmar algo con certeza: producirá un fuerte bandazo de toda la élite política hacia la derecha.

En declaraciones pronunciadas el domingo por la noche, el presidente Biden declaró que se estaba llevando a cabo una investigación sobre el presunto tirador, que ha sido identificado como Thomas Matthew Crooks, de 20 años. “Todavía no sabemos el motivo del tirador”, dijo Biden. “No conocemos sus opiniones o afiliaciones. No sabemos si tuvo ayuda o apoyo, o si se comunicó con alguien más”.

Las circunstancias del ataque, en el que un partidario de Trump fue asesinado a tiros y otros dos resultaron gravemente heridos, sugieren una grave negligencia de seguridad, dado que Crooks tenía acceso a una ubicación en una azotea con una línea de visión clara de Trump, a 150 metros, bien dentro del alcance de un rifle. Fue capaz de disparar al menos media docena de veces antes de ser asesinado por un francotirador del Servicio Secreto.

Hasta el momento, no se puede excluir ningún escenario, dada la intensidad de las divisiones dentro de la propia élite gobernante, principalmente sobre política exterior.

Sin embargo, incluso en esta etapa inicial, se pueden sacar conclusiones políticas definitivas. El intento de asesinato es una manifestación concentrada de la crisis no solo del sistema político estadounidense sino de toda la sociedad.

Como siempre ocurre ante un evento que expone las profundas fisuras políticas y sociales en Estados Unidos, el esta blishment político y los medios de comunicación se refugian en perogrulladas huecas y autoengaños. Estos se resumieron en la declaración de Biden el domingo de que “no hay lugar en Estados Unidos para este tipo de violencia ni para ninguna violencia en ese sentido”.

Esta es una imagen de Disneylandia de los Estados Unidos que no tiene nada que ver con la realidad. En 2022 el número de homicidios en Estados Unidos ascendió a 21.593. Hay una categoría específica de asesinatos que se conoce como “eventos de víctimas en masa”. Cada año, la policía estadounidense ejecuta sumariamente a 1.000 personas con uno u otro pretexto.

Pero la violencia nacional está inextricablemente ligada al papel de los Estados Unidos como el principal instigador de la violencia en el mundo. En los últimos 30 años, el número de personas asesinadas como consecuencia de las acciones directas o indirectas del Gobierno de los Estados Unidos asciende a millones.

Biden declaró varias veces que los actos de violencia política son una aberración: “Esto no es lo que somos” es su estribillo favorito. Esta declaración es quizás la evidencia más convincente de la senilidad de Biden. En el transcurso de su propia vida, ha pasado por la experiencia de numerosos asesinatos políticos, de los cuales los más importantes políticamente fueron los del presidente John F. Kennedy en 1963, Malcolm X en 1965 y Martin Luther King y el senador Robert F. Kennedy en 1968. Y como él bien sabe, estos cuatro asesinatos involucraron conspiraciones estatales.

La respuesta del Partido Demócrata y de Biden, en particular, al intento de asesinato ha sido completamente cobarde y engañosa. Después de este ataque fallido, bastaría con decir que la violencia individual no puede servir a ningún propósito progresista, cualquiera que sea el objetivo o las intenciones del atacante.

Pero los demócratas van mucho más allá, con expresiones de solidaridad, elogios e incluso afecto por el expresidente fascista, a quien Biden se refirió repetidamente como “Donald” durante sus comentarios del sábado por la noche. Ningún demócrata ha señalado siquiera el punto obvio de que el propio Trump ha ordenado y apoyado repetidamente ataques violentos por parte de la derecha.

En 2017, Trump elogió a los neonazis y fascistas que organizaron una marcha de supremacía blanca en Charlottesville, Virginia. En el transcurso de 2020, Trump instigó una serie de ataques armados por parte de milicias contra capitales estatales, en oposición a los cierres por COVID-19, lo que llevó al intento fallido de secuestrar y asesinar a la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer. Trump elogió específicamente las acciones homicidas de Kyle Rittenhouse, el fascista adolescente que llevó a cabo un tiroteo contra personas que protestaban contra la violencia policial en Kenosha, Wisconsin, en 2020.

El punto álgido de la violencia política se produjo el 6 de enero de 2021, cuando una turba convocada a Washington por Trump irrumpió en el Capitolio, buscando matar o capturar a miembros del Congreso e incluso al propio vicepresidente de Trump, Mike Pence, en un último esfuerzo por bloquear la certificación de la victoria electoral de Biden y convertir a Trump en dictador presidencial.

Los comentarios de Biden el domingo por la noche estaban repletos de frases vacías y absurdas. “No podemos permitir que la violencia se normalice”, declaró. “Es hora de bajar la temperatura”. Cualesquiera que sean los desacuerdos, la política debe ser un escenario para el “debate pacífico”, dijo. “Defendemos un Estados Unidos ... de decencia y gracia”.

Decencia y gracia... El Gobierno de Biden, junto con toda la élite política, ha respaldado un genocidio en Gaza que ha matado a casi 200.000 personas, según estimaciones publicadas por la revista médica The Lancet. La participación del imperialismo estadounidense en guerras homicidas en el extranjero inevitablemente tiene su impacto en la situación política en los propios Estados Unidos.

Los republicanos no han dudado en sacar provecho del tiroteo de Trump para culpar a los demócratas por incitar el ataque. Mientras tanto, los demócratas responden con una capitulación cobarde. Según un informe de Reuters, “en lugar de atacar verbalmente a Trump en los próximos días, la Casa Blanca y la campaña de Biden se basarán en el relato del presidente de condenar todo tipo de violencia política, incluidas sus fuertes críticas al ‘desorden‘ creado por las protestas en las universidades por el conflicto entre Israel y Gaza, dijeron funcionarios de campaña bajo condición de anonimato”.

La respuesta de los demócratas está impulsada por dos consideraciones primordiales. En primer lugar, siempre buscan retener el apoyo y la colaboración de los republicanos, incluso si toman el poder después de las elecciones de 2024, para continuar la escalada de la guerra global, que es la prioridad central de Biden y el Partido Demócrata.

En segundo lugar, los demócratas buscan continuamente encubrir el crecimiento constante de la reacción política en Estados Unidos, por temor a provocar una explosión social. Lo que impregnó los comentarios de Biden el domingo fue un profundo temor de que toda la situación social y política en los Estados Unidos se esté fracturando.

Esto es lo que motiva los incesantes llamamientos, repetidos por Biden el domingo por la noche, a la “unidad”, que Trump también ha planteado. Sin embargo, no puede haber “unidad” en un país tan dividido por los antagonismos de clase como Estados Unidos. No puede haber “unidad” con una clase dominante que se está precipitando hacia la guerra mundial y la dictadura.

El candidato presidencial del Partido Socialista por la Igualdad, Joseph Kishore, señaló en una declaración publicada el X domingo:

El verdadero significado del llamado a la 'unidad' es un llamado a la solidaridad dentro de la clase dominante.

En su llamado a la unidad, Biden le suplica al Partido Republicano que no permita que las divisiones entre facciones dentro de la oligarquía corporativa y financiera socaven los intereses de la clase dominante en su conjunto, de los cuales la guerra en el extranjero y la guerra contra la clase trabajadora en el país son los componentes esenciales. Para lograr tal “unidad”, los demócratas están preparados para hacer todas las concesiones imaginables.

La prolongada crisis de la democracia estadounidense se intensifica cada hora. La cuestión crítica no es la “unidad” de la nación, sino la unidad de la clase trabajadora, en los Estados Unidos e internacionalmente.

La única solución a la crisis de la democracia estadounidense es la irrupción independiente de la clase obrera sobre la base de sus propios intereses, la construcción de nuevas organizaciones de lucha y la promoción de un programa socialista revolucionario.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 14 de julio de 2024)

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