La primera ronda de las elecciones anticipadas convocadas por el presidente francés Emmanuel Macron ha producido una debacle para su partido y puesto en evidencia la podredumbre política de toda la élite capitalista. Once millones de personas, incluyendo el 57 por ciento de los trabajadores manufactureros en Francia votó por la Rassemblement national (RN, Reagrupamiento Nacional) de Marine Le Pen y sus aliados. Nueve millones votaron por la alianza del Nuevo Frente Popular (NFP) de Jean-Luc Mélenchon, mientras que el partido de Macron colapsó a 6 millones.
El Parti de l’égalité socialista se opone irreconciliablemente tanto a la neofascista Le Pen como al banquero Macron, el odiado “presidente de los ricos”. Sin embargo, no llama a apoyar ni votar por el NFP de Mélenchon. El NFP está dedicado sistemáticamente a privar de representación política a los trabajadores y jóvenes que se oponen tanto a Macron como a Le Pen y a bloquear la construcción de un movimiento de la clase trabajadora, intentando formar una alianza gubernamental con Macron.
El voto de los trabajadores por la RN no significa un apoyo masivo a las políticas de genocidio y guerra como las perpetradas por los antepasados de la RN que colaboraron con los nazis. Más bien, refleja, de manera distorsionada, la indignación y el odio contra Macron. Mayorías abrumadoras del pueblo francés se oponen a los profundos recortes de Macron a las pensiones y los niveles de vida, así como a su llamado monumentalmente imprudente a enviar tropas a Ucrania para librar una guerra con Rusia, una potencia con armas nucleares.
Los trabajadores de las ciudades más pequeñas y las zonas rurales donde se concentra el voto de la RN están buscando una forma de luchar. Se unieron a las protestas de los “chalecos amarillos” contra Macron en 2018-2019 y muchos participaron en las protestas del año pasado contra sus recortes a las pensiones.
El hecho de que la extrema derecha se esté beneficiando del descontento social y político se debe a que los trabajadores han sido traicionados sistemáticamente durante décadas por los partidos de la pseudoizquierda de clase media y las burocracias sindicales.
Mélenchon y el NFP no están ofreciendo a los trabajadores una forma de construir un movimiento de masas en la clase trabajadora contra la guerra y el fascismo. No están sacando lecciones políticas de cómo las burocracias sindicales aislaron a los “chalecos amarillos” y los expusieron a una sangrienta represión policial y luego pusieron fin ignominiosamente las protestas masivas contra los recortes ilegítimos de pensiones de Macron el año pasado. No están luchando por construir un movimiento militante de lucha de los trabajadores de base.
En cambio, el NFP se dedica a estrangular tal lucha. Está llegando a acuerdos electorales, un distrito electoral a la vez, para formar un Gobierno de coalición capitalista con Macron, en el que Mélenchon podría servir como primer ministro de Macron. Macron ya ha avisado que podría invocar el artículo 16 de la Constitución francesa, que le permitiría suspender el Parlamento y el Gobierno y gobernar como dictador si tal Gobierno aboga por políticas que considera inaceptables para los bancos.
Sin embargo, al entablar conversaciones con Macron sobre esta base, Mélenchon no está preparando una lucha contra el neofascismo. Está permitiendo que la RN argumente que la “izquierda” es cómplice de Macron y una impotente herramienta de los bancos, y que los trabajadores franceses deben apoyar a la RN para oponerse a Macron. Todo el curso de la política francesa y europea en el siglo XXI ha demostrado que esta maniobra fortalece a la extrema derecha.
El PES rechaza los argumentos de que una alianza del NFP con Macron es lo mejor que se puede esperar y que no existe un apoyo para una política izquierdista y revolucionaria. Trotsky respondió a estos argumentos hace mucho tiempo, mientras luchaba por fundar la Cuarta Internacional como la alternativa política a las fuerzas estalinistas, socialdemócratas y liberales burguesas del Frente Popular de 1934-1938. Sobre el peligro de un giro hacia el fascismo en el gran campesinado que Francia tenía en ese momento y su rechazo a los partidos estalinistas y socialdemócratas, escribió:
Es falso, tres veces falso, afirmar que en la actualidad la pequeña burguesía no se dirige a los partidos obreros porque teme medidas extremas. Al contrario, la pequeña burguesía más pobre, sus grandes masas, solo ven en los partidos obreros máquinas parlamentarias. No creen en su fuerza, ni en su capacidad de lucha, ni en su disposición para llevar la lucha hasta el final.
Hoy es tres veces falso afirmar que las masas de trabajadores están votando por la RN porque se oponen a una lucha contra el capitalismo. Más bien, tienen décadas de larga y amarga experiencia con las políticas antiobreras de los partidos que conforman el NFP: el Partido Socialista (PS) de la gran patronal, el Partido Comunista Francés (PCF) estalinista, el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) pablista y al partido Francia Insumisa (LFI) de Mélenchon. No es el Frente Popular de la década de 1930.
En ese momento, los trotskistas también se oponían al Frente Popular, que traicionó la huelga general francesa de 1936 y bloqueó la lucha de los trabajadores por el poder estatal y el socialismo, allanando el camino para la colaboración de la burguesía francesa con el nazismo. Pero los trotskistas pudieron trabajar en las bases de masas de la SFIO socialdemócrata de Léon Blum. A pesar de la amarga hostilidad de Blum hacia los trotskistas, los trotskistas desempeñaron un papel destacado en iniciativas como la construcción de la milicia TPPS (Siempre Listos para Servir, sigla en francés) para defender al movimiento obrero de los ataques fascistas. En la SFIO, los trotskistas encontraron una audiencia entre los trabajadores simpatizantes de la Unión Soviética y atraídos por las grandes reformas sociales propuestas por la SFIO como la jornada de ocho horas y las vacaciones pagadas.
Sin embargo, la base social del NFP es una alianza entre la burguesía imperialista y las capas pseudoizquierdistas acomodadas de la clase media en la academia y la burocracia sindical. Su programa exige una escalada de la guerra con Rusia, mediante “la entrega necesaria de armas” y el “envío de fuerzas de mantenimiento de la paz” a Ucrania. Apoya el Estado policial de Macron, pidiendo “el mantenimiento de todas las unidades de la policía militar” y el fortalecimiento de los servicios de inteligencia de Francia.
El NFP está postulando al ampliamente despreciado expresidente del PS, François Hollande, como candidato. Hollande, el primer presidente francés en invitar públicamente a neofascistas al palacio presidencial del Elíseo, se burló famosamente de los trabajadores que no pueden pagar el dentista como “desdentados”. Un enemigo descarado de la clase trabajadora, Hollande apeló en 2012 a los banqueros en Londres para financiar su candidatura presidencial diciendo:
“Hoy no hay más comunistas en Francia. La izquierda liberalizó la economía y abrió los mercados al capital financiero y la privatización. No hay nada que temer”.
Lo que el NFP está presentando no es una perspectiva que impulse la lucha de clases, sino la de un Gobierno capitalista que chocaría con la oposición de la clase trabajadora de masas. La justificación del NFP para esta política —el argumento de que Macron, cuya maquinaria de Estado policial bajo el ministro del Interior, Gérald Darmanin, está llena de neofascistas, servirá como una muralla contra el neofascismo— es una mentira política.
Las lecciones deben extraerse de la crisis de las elecciones presidenciales de 2002, cuando el colapso del voto por el PS, un partido que impuso medidas de austeridad, llevó a una segunda vuelta entre el candidato de derecha Jacques Chirac y el neofascista Jean-Marie Le Pen. Las protestas masivas estallaron contra la presencia de un neofascista en la boleta electoral y la falsa elección presentada a los votantes. Mientras millones marchaban por las calles, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) avanzó una política activa de lucha por un boicot de la clase trabajadora a las elecciones. Hizo un llamamiento
a toda organización que busca defender a la clase trabajadora a hacer campaña activamente por un boicot de las elecciones presidenciales del 5 de mayo. ¡Sin apoyo político ni a Le Pen ni a Chirac! Movilicen a los trabajadores y jóvenes franceses contra esta “elección” falsa y antidemocrática...
¿Por qué un boicot? Porque es necesario negar cualquier legitimidad a esta elección fraudulenta; porque es necesario establecer una línea política independiente para la clase trabajadora; porque un boicot activo y agresivo crearía las mejores condiciones para las luchas políticas que surgirán después de las elecciones.
El PS, Mélenchon, el PCF y los pablistas rechazaron esta política. Apoyando a Chirac como defensor de la democracia, cedieron efectivamente a los neofascistas el manto de la oposición al establishment político. Esta desastrosa política de abrazar a los políticos capitalistas como demócratas ha llevado a más de dos décadas de crecimiento masivo de la extrema derecha. Su repetición por el NFP mediante su alianza electoral con Macron solo fortalecerá aún más a Le Pen.
La guerra y la reacción fascista solo se pueden detener movilizando a la clase trabajadora en Francia, en toda Europa e internacionalmente en la lucha contra el capitalismo. No se detendrá en las urnas. Lo que se está poniendo en marcha, sea cual fuere el resultado de las elecciones anticipadas de Macron, es un enfrentamiento explosivo entre la clase trabajadora y la élite política capitalista.
Sin embargo, esto solo se puede llevar a cabo mediante la construcción de un movimiento desde abajo, entre los trabajadores de base, independientemente de las burocracias reunidas en el NFP. Los fundamentos políticos para tal lucha consisten en la lucha del CICI y su sección francesa, el PES, contra el Frente Popular y la pseudoizquierda y en defensa de la herencia y la continuidad del trotskismo y la lucha por la revolución socialista internacional.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 2 de julio de 2024)