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Perspectiva

Cuando el secretario general de la OTAN propone expandir el arsenal estratégico

La Casa Blanca proclama “nueva era” de guerras nucleares “sin límites numéricos”

En una entrevista con el diario británico Daily Telegraph publicada el lunes, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, dejó en claro que el aumento en el número de armas nucleares desplegadas en respuesta a Rusia y China fue el tema principal de la discusión en la reunión de ministros de Defensa de la OTAN la semana pasada. 

Soldados estadounidenses colocan una ojiva nuclear renovada en un misil balístico intercontinental Minuteman III [AP Photo/Eric Draper]

“No voy a entrar en detalles operativos sobre cuántas cabezas nucleares deben estar operativas y cuáles deben almacenarse, pero tenemos que consultar estas cuestiones”, dijo Stoltenberg. “Eso es exactamente lo que estamos haciendo en la OTAN, por ejemplo, en las cumbres de la OTAN, un grupo de planificación nuclear como el que tuvimos durante la reunión ministerial de Defensa de esta [última] semana”. 

En una sesión informativa celebrada el lunes en la Casa Blanca antes de una visita programada de Stoltenberg para mantener conversaciones con Biden centradas en la guerra contra Rusia en Ucrania, el portavoz John Kirby se limitó a desmentir la declaración de Stoltenberg cuando se le preguntó si “el presidente ha participado en consultas sobre el despliegue de más armas nucleares”. 

En una pregunta de seguimiento, se le preguntó a Kirby: “¿Cómo puede [la declaración de Stoltenberg] no ser percibida como una provocación o una escalada?”. Respondió diciendo: “La OTAN es una alianza defensiva”, y puesto que había pronunciado estas palabras mágicas, sus acciones por definición no podían ser una “provocación” o una “escalada”. 

Las declaraciones de Stoltenberg se producen 10 días después de que Pranay Vaddi, director de control de armamento del Consejo de Seguridad Nacional, proclamara ante la Arms Control Association una “nueva era” para el armamento nuclear en la que EE.UU. desplegaría armas nucleares “sin límites numéricos”. 

Condenando la “debilidad nacional”, Vaddi afirmó que “puede que en los próximos años lleguemos a un punto en el que sea necesario aumentar el número desplegado actualmente”. Y prosiguió: “No tendremos elección... Estamos modernizando cada componente de nuestra tríada nuclear, actualizando nuestros sistemas nucleares de mando, control y comunicación, e invirtiendo en nuestra empresa nuclear”. 

Los medios de comunicación estadounidenses, en línea con la propaganda oficial de la Administración de Biden, han presentado la decisión semioficial del Gobierno de abandonar todos los límites en el despliegue de armas nucleares como una respuesta a las acciones inesperadas de Rusia y China. 

No es tal cosa. Por el contrario, es la consumación de un plan de años para ampliar masivamente el arsenal nuclear de Estados Unidos, que los centros de pensamiento estadounidenses bautizaron en 2016 como una “segunda era nuclear”, que se hizo eco seis años más tarde en la proclamación de la Administración de Biden de una “nueva era” nuclear. 

En su editorial publicado en línea el lunes por la tarde, el Washington Post hizo hincapié en esta inminente escalada nuclear, llamando la atención sobre un discurso de Vaddi del que en gran medida no se ha informado. La declaración del consejo editorial del Post se publicó bajo el titular: “Si te gustó Dr. Strangelove, la nueva carrera armamentística te parecerá apasionante”. 

Tanto Vaddi como el editorial del Post trataron de presentar un posible “estallido” de una nueva carrera armamentística nuclear como el producto de la agresión rusa en Ucrania y de las decisiones chinas de aumentar enormemente el tamaño de su propio arsenal nuclear, aunque sigue siendo empequeñecido por el poder destructivo de Rusia y Estados Unidos. 

Los comentarios de Stoltenberg tras la cumbre de la OTAN dejan claro que la escalada nuclear no es palabrería sobre “los próximos años”, sino que se refiere a decisiones que ya han sido en gran medida ultimadas. Como es habitual en la política estadounidense, cuando el público se entera de que se está “considerando” una decisión, ésta ya se ha tomado, y todo lo que se necesita es el mensaje mediático adecuado para anunciarla al público. 

En 2016, la Administración de Obama y el Congreso, controlado por los republicanos, lanzaron un plan bipartidista para gastar billones de dólares en modernizar todos y cada uno de los aspectos del arsenal nuclear estadounidense, desde sus misiles balísticos intercontinentales, pasando por sus submarinos con misiles balísticos, hasta los aviones de combate que lanzarían bombas y misiles nucleares. 

En esta “segunda era nuclear”, escribió un centro de pensamiento, los combatientes “evaluarán cómo podrían emplear realmente un arma nuclear, tanto al principio de un conflicto como de forma discriminada”. 

A lo largo de los ocho años siguientes, ha quedado claro que el rearme nuclear iniciado bajo Obama, y luego intensificado bajo Trump y Biden, implica esfuerzos sistemáticos por parte de Estados Unidos para acercar cada vez más sus armas nucleares y sus capacidades de defensa antimisiles a sus objetivos en Moscú y Beijing. 

Durante este periodo, la OTAN construyó dos bases de misiles en Europa del Este, en Polonia y en Rumanía, capaces de derribar misiles balísticos rusos en caso de una guerra nuclear, además de tener la capacidad teórica de desplegar misiles de crucero con ojivas nucleares. 

En 2019, Estados Unidos se retiró del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio, que limitaba su capacidad de llevar armas nucleares hasta las fronteras de Rusia y China. Estados Unidos ha trabajado sistemáticamente para cercar China con misiles, facilitando nuevos despliegues masivos de armas de largo alcance en Australia, Japón, Corea del Sur y Taiwán. 

Las declaraciones de Stoltenberg apuntan al carácter extremadamente peligroso y temerario de la próxima cumbre de la OTAN en Washington, D.C., donde se espera una expansión masiva la participación directa de EE.UU. en la guerra contra Rusia. En declaraciones en Washington tras su llegada el lunes, Stoltenberg dio a entender que el periodo actual es análogo a las decisiones del presidente estadounidense Woodrow Wilson de enviar tropas de combate estadounidenses a Europa en la Primera Guerra Mundial y de Franklin D. Roosevelt de enviar tropas estadounidenses a Europa y el Pacífico en la Segunda Guerra Mundial: 

El presidente Wilson... quería mantener a EE.UU. fuera de la 'Gran Guerra'. Pero finalmente cambió de rumbo, al darse cuenta de que Estados Unidos nunca podría estar seguro sin una Europa en paz. Solo dos décadas después, Franklin D. Roosevelt prometió no enviar a los jóvenes estadounidenses a otra guerra en Europa y mantener la neutralidad de Estados Unidos. Pero después de Pearl Harbor, decidió lo contrario. Así pues, en dos ocasiones en las que Europa ha estado en guerra, Estados Unidos optó por el aislacionismo. Y dos veces se dio cuenta de que eso no funcionaba. Eso fue cierto en ese momento y lo es aún más hoy. 

A la luz de los últimos acontecimientos, estas declaraciones resultan escalofriantes. El mes pasado, el jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, Charles Q. Brown, declaró al New York Times que la alianza militar de la OTAN enviará “eventualmente” un número significativo de tropas de la OTAN en servicio activo a Ucrania. 

A ello siguió el anuncio del presidente francés, Emmanuel Macron, de que busca formar una “coalición” de miembros de la OTAN para enviar tropas a Ucrania, así como la decisión de Estados Unidos de permitir a Ucrania usar armas de la OTAN para atacar suelo ruso. 

Por lo tanto, las implicaciones de las declaraciones de Stoltenberg consisten en que, al igual que en la Primera y la Segunda Guerra Mundial, cuando los presidentes demócratas de EE.UU. enviaron cientos de miles de tropas estadounidenses a luchar en Europa, un escenario similar está a la vuelta de la esquina. 

Pero a diferencia de las dos guerras mundiales anteriores, una guerra a gran escala en Europa contra Rusia y en Asia contra China se libraría contra países con importantes arsenales nucleares propios. 

En este contexto, la Administración de Biden y la OTAN están dejando claro que llegarán hasta donde haga falta para conseguir sus objetivos. En sus declaraciones, Stoltenberg fue tajante sobre los objetivos de Estados Unidos en la guerra de Ucrania: 

Garantizar la victoria de Ucrania... sirve a los intereses de seguridad de Estados Unidos. Al asignar una pequeña fracción de su presupuesto de defensa, Estados Unidos ayuda a Ucrania a destruir una parte significativa de las capacidades ofensivas de combate de Rusia, sin poner en peligro a un solo soldado estadounidense. 

Sin embargo, esta táctica se ha agotado. Ucrania ha sido desangrada y la OTAN, por usar las palabras del senador Lindsey Graham, ha combatido a Rusia “hasta el último ucraniano”. Ahora, con las fuerzas rusas avanzando por el frente, impedir el colapso del esfuerzo imperialista de una década para convertir a Ucrania en un bastión contra Rusia requiere una escalada dramática de la participación directa de Estados Unidos y la OTAN en el conflicto. 

Al plantear la posibilidad de una participación directa de Estados Unidos y la OTAN en la guerra, junto con la amenaza implícita de utilizar armas nucleares para lograr los objetivos de Estados Unidos, la Administración de Biden está dejando claro que no hay límites para el número de vidas –ya sean ucranianas o rusas, europeas o estadounidenses— que el imperialismo mundial está dispuesto a sacrificar en pos de sus objetivos de dominación global.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 17 de junio de 2024)

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