El 7 de abril marca el sexto mes desde que inició el genocidio de EE.UU. e Israel en Gaza.
En tan solo medio año, Israel ha desplazado a 1,9 millones de los 2,2 millones de habitantes en Gaza, ha negado a toda la población el acceso a comida, agua y atención médica y ha llevado a cabo masacres sistemáticas cuyo saldo se cuenta en decenas de miles.
La cifra de muertes actual es de 33.137. Cuando se añaden los desaparecidos, el total verdadero posiblemente supera 44.000. Unas 75.815 personas adicionales han sufrido heridas.
En solo estos seis meses, el 5,45 por ciento de la población de Gaza ha muerto, desaparecido o sufrido heridas. Un porcentaje comparable para la población estadounidense equivaldría a más de 18 millones de personas.
Lo más impactante de todo es el hecho de que dos tercios de los muertos son mujeres y niños. Israel ha atacado deliberadamente a trabajadores médicos, trabajadores humanitarios, periodistas y artistas. Está librando, como dijo el fundador de World Central Kitchen, José Andrés, el domingo, una “guerra contra la humanidad”.
En el transcurso de los últimos seis meses, cada elemento de la justificación estadounidense-israelí para someter a Gaza a bombardeos, una invasión y un bloqueo ha sido desmentido.
A las pocas semanas de la incursión transfronteriza de Hamás, se reveló que Israel estaba en posesión de todo el plan operativo de Hamás para el ataque del 7 de octubre que sirvió de pretexto para la guerra. A pesar de este conocimiento, se ordenó a las fuerzas militares y de inteligencia israelíes que se retiraran y se alejaran de la frontera de Gaza inmediatamente antes del ataque.
En cuestión de días, el ejército israelí puso en práctica planes de larga data para una guerra genocida contra la población de Gaza. “Estamos luchando contra animales humanos y estamos actuando en consecuencia”, declaró el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, el 9 de octubre. “He ordenado un asedio completo a la Franja de Gaza. No habrá electricidad, ni comida, ni combustible”.
Solo cuatro días después, el presidente israelí Isaac Herzog declaró: “Es una nación entera la responsable. No es cierto que los civiles no tuvieron conocimiento ni estuvieron involucrados... lucharemos hasta que rompamos su columna vertebral”. El ministro de Agricultura, Avi Dichter, declaró: “Estamos implementando la Nakba de Gaza” (una referencia a la limpieza étnica original de los palestinos en 1947-48, cuando se estableció el Estado de Israel).
Habiendo hecho estas declaraciones de intención genocida, el Gobierno de Netanyahu atacó sistemáticamente todos los aspectos de la vida social, económica y cultural en Gaza, buscando deliberadamente arrasar todos los hospitales, escuelas y hogares, y matar a tantos hombres, mujeres y niños como fuera posible.
El genocidio ha demostrado innegablemente que la perspectiva del sionismo es ruinosa y reaccionaria. Israel siempre será recordado por su asociación con los asesinatos en masa. Es el producto final de décadas de brutal opresión de los palestinos y la falsa identificación de los intereses del pueblo judío en su conjunto con el estado israelí.
Más allá de Israel, el genocidio es una condena de todo el orden imperialista. Las potencias capitalistas del eje EE.UU.-OTAN han apoyado, armado, financiado y justificado políticamente uno de los mayores crímenes de la era moderna.
Mientras el Gobierno israelí declaraba públicamente su intención de masacrar y expulsar a la población de Gaza, el Gobierno de Biden declaró una y otra vez su oposición a cualquier solución negociada del conflicto. No hay “ninguna posibilidad” de un alto el fuego, dijo Biden el 9 de noviembre.
Apenas unos días después, el líder de la mayoría en el Senado, Charles Schumer, se pronunció en un mitin en Washington a favor del genocidio, en el que gritó: “Estamos con ustedes... No descansaremos hasta que obtengan la ayuda que necesitan”.
En el transcurso de seis meses, la Administración de Biden ha realizado más de 100 transferencias de armas separadas a Israel, dejando en claro que el Gobierno de Netanyahu tiene luz verde para matar de hambre y torturar a la población de Gaza a voluntad.
Esta realidad refuta las afirmaciones del Gobierno de Biden y los medios de comunicación estadounidenses de que la Casa Blanca ha tratado de “presionar” al Gobierno de Netanyahu para que proteja a los civiles.
De hecho, la política de la Casa Blanca ha equivalido a dar un cheque en blanco a Israel, una política que continúa hasta el día de hoy a pesar de las críticas puramente verbales a Netanyahu.
El apoyo categórico de la Administración de Biden al genocidio israelí es parte de una erupción del militarismo estadounidense en todo el Oriente Próximo, incluido Irán, como parte de una lucha más amplia por la dominación global, dirigida contra Rusia y China.
El genocidio de Gaza tendrá consecuencias sociales y políticas vastas y de gran alcance. El asesinato en masa en Gaza ya ha provocado las mayores manifestaciones masivas mundiales desde la guerra de Irak. Ha desenmascarado a las potencias imperialistas, que invocan interminablemente los “derechos humanos” para justificar sus guerras, como facilitadores y cómplices del genocidio.
Sobre todo, el genocidio de Gaza es un crimen del capitalismo. El orden social capitalista está legitimando toda forma de barbarie social: desde la guerra nuclear hasta las muertes masivas a perpetuidad e una pandemia prevenible y el genocidio. Las generaciones futuras verán el genocidio de Gaza como un punto de inflexión, que impulsará el crecimiento de poderosas corrientes en oposición al orden social capitalista.
Como explica el presidente del Consejo Editorial Internacional del WSWS, David North, en The Logic of Zionism: From Nationalist Myth to the Gaza Genocide:
La guerra en curso, a pesar de todos sus horrores, ha hecho una contribución política importante. Ha despertado a la juventud. Ha abierto los ojos del mundo. Ha expuesto al régimen sionista y a sus cómplices imperialistas por los criminales que son. Ha puesto en marcha una ola de indignación que se está extendiendo por todo el mundo y barrerá a los responsables de este genocidio.
La tarea es convertir esta creciente oposición, que aún es políticamente amorfa, en un movimiento consciente basado en una perspectiva socialista orientada a la clase trabajadora.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 7 de abril de 2024)