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Perspectiva

La muerte del político opositor ruso Alexéi Navalni

La muerte del político opositor ruso Alexéi Navalni en una prisión ártica el viernes se ha integrado inmediatamente en una campaña masiva de propaganda antirrusa por parte de la Administración de Biden y sus aliados de la OTAN,y de sus medios de comunicación asociados. Sin una autopsia, ni mucho menos un análisis basado en las circunstancias de la muerte de Navalni, la posición unánime de las potencias de la OTAN es: “Putin mató a Navalni”.

El líder opositor ruso, Alexéi Navalni

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, declaró el viernes que “no hay duda de que la muerte de Navalni es consecuencia de algo que hicieron Putin y sus matones”.

El secretario de Estado, Antony Blinken proclamó que “subraya la debilidad y la podredumbre en el corazón del sistema que Putin ha construido. Rusia es responsable de esto”.

El presidente francés, Emmanuel Macron, recibiendo en París al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski para firmar una alianza militar y ofrecerle cientos de millones de euros en ayudas, denunció a Rusia. Macron subrayó su “rabia” e “indignación” por la muerte de Navalni.

En la inauguración de la Conferencia de Seguridad de Múnich, el viernes, la esposa de Navalni, Yulia Navalnaya, fue invitada a hablar tras conocerse la noticia. Recibió una gran ovación de los políticos y militares de los países de la OTAN reunidos mientras declaraba que, de ser cierta la noticia de la muerte de Navalni, “quiero que Putin, todo su entorno, los amigos de Putin, su Gobierno sepan que tendrán que asumir la responsabilidad de lo que hicieron a nuestro país, a mi familia, a mi marido”.

En medio de esta ofensiva propagandística, hay que subrayar en primer lugar que no se sabe con exactitud cómo murió Navalni. El Servicio Penitenciario Federal de Rusia informó de que Navalni perdió el conocimiento tras un paseo, y los esfuerzos por reanimarlo no tuvieron éxito. Según estos informes, Navalni pudo morir de un coágulo de sangre.

Esto no eximiría de culpa al Gobierno ruso. Navalni murió en una prisión rusa, y el régimen de Putin era responsable de su bienestar y seguridad. Sin embargo, esto no justifica la afirmación, a falta de pruebas, de que Navalni fue asesinado.

Consecuentemente, es necesario rechazar la afirmación de los Gobiernos imperialistas sobre su muerte.

Un elemento de la campaña de propaganda es la glorificación del fallecido. Alexéi Navalni fue un “paladín de la democracia”, declaró la junta editorial del Washington Post. “El máximo defensor de la democracia rusa está muerto”, dice un artículo de opinión en el Telegraph británico. El Atlantic Council, un centro vinculado al Departamento de Estado de EE.UU. proclamó que el “martirio” de Navalni “magnificará su liderazgo moral de forma inconmensurable”.

Sin embargo, Navalni no era el representante de una facción “democrática” del sistema político ruso. Ingresó en la política desde la extrema derecha, uniéndose al partido Yaklobo, que aboga por el libre mercado, y su Unión de Fuerzas de Derecha en el año 2000. En 2007, cofundó el Movimiento Nacional por la Liberación de Rusia, un grupo chauvinista y antiinmigrante. En 2021, Amnistía Internacional le quitó temporalmente su título de “prisionero de consciencia” por defender los asesinatos racistas de personas en Asia central y el Cáucaso, a quienes describió como “cucarachas”.

Solo fue cuando se volvió opositor a Putin que decidió hallar una base más políticamente digerible, optando por la bandera multiuso de la “anticorrupción”.

En el contexto de conflictos enconados al interior de la oligarquía rusa, Navalni representó a una facción de la oligarquía capitalista rusa que quiere relaciones más estrechas con Estados Unidos. Incluso desde la prisión, Navalni ejercía suficiente apoyo de la oligarquía como para tener un acceso regular a las redes sociales.

Si Navalni fue asesinado, hay muchos sospechosos posibles, incluyendo alguna agencia del Estado ruso que actuó con o sin el conocimiento de Putin. En los últimos meses, el Kremlin atacó a muchas figuras de oposición, incluso si no tenían posibilidades a corto plazo de avanzar en las elecciones presidenciales del próximo mes. Arrestó al periodista reformista Boris Kagarlitski y al candidato estalinista Serguéi Udaltsov, además de prohibir la candidatura del liberal pro-OTAN Boris Nadezhdin.

Sin embargo, habría que preguntarse: ¿por qué tomaría Putin una acción contra Navalni ahora? El mandatario ruso ha estado intentando congraciarse con una facción de la élite política estadounidense. Su entrevista reciente con el exanfitrión de Fox News, Tucker Carlson, estuvo dedicada en gran medida para suplicar una salida negociada a la guerra en Ucrania. Después de la entrevista, Putin hizo todo lo posible para elogiar a Biden, afirmando que prefería su elección sobre la de Trump.

Si hubo un acto doloso, hay otros que podrían ser responsables, incluyendo en las facciones opositoras a Putin que consideraban que la muerte de Navalni ayudaría su causa.

Pero, todo esto es meramente especulativo. Lo que es más importante es su uso por parte de las potencias de EE.UU. y la OTAN, ante todo, del Gobierno de Biden, para escalar la guerra contra Rusia.

La demanda inmediata del Gobierno de Biden, los demócratas y secciones del Partido Republicano es la aprobación en el Congreso de un proyecto de ley con decenas de miles de millones de dólares en asistencia militar a Ucrania. Por su parte, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, aprovechó la muerte de Navalni para exigir más asistencia militar, en medio de una crisis cada vez más profunda de su Gobierno ultraderechista, el cual ha quedado desangrado por la guerra patrocinada por el imperialismo contra Rusia.

Lo que llama más la atención es la enorme hipocresía de las potencias imperialistas. Biden y sus aliados de la OTAN denuncian el trato del régimen de Putin a Navalni, mientras someten a Julian Assange, un auténtico defensor de los derechos humanos, a las condiciones más brutales, que amenazan su vida.

Assange permanece en la prisión Belmarsh en el sureste de Londres, en condiciones que el relator especial sobre Tortura de Naciones Unidas describió como “maltrato, una detención arbitraria y lo que equivale a tortura psicológica”. Fue objeto de planes de asesinato por parte de la CIA. Le han negado sistemáticamente la atención médica y la habilidad para comunicarse, incluso con sus abogados. Y la semana siguiente tiene una audiencia que podría decidir su última apelación para no ser extraditado a Estados Unidos.

¿Y qué se puede decir de los muchos prisioneros que siguen languideciendo en la bahía de Guantánamo tras décadas de detenciones brutales y tortura?

Biden no se puede contener ante la muerte de Navalni pero está presidiendo, armando, apoyando financieramente y defendiendo los asesinatos masivos de Israel. Los que están conmemorando a Navalni son criminales políticos cuyas invocaciones a la moralidad no merecen más que desprecio. Están indignados por el presunto asesinato de Navalni, mientras arman a las fuerzas israelíes para que perpetren una campaña genocida contra hombres, mujeres y niños indefensos en hospitales, hogares bombardeados y ciudades de carpas en Gaza.

El único propósito de la campaña de propaganda en torno a la muerte de Navalni es justificar una mayor escalada de la guerra contra Rusia.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 16 de febrero de 2024)

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