Español
Perspectiva

La deposición de McCarthy, el Partido Demócrata y la escalada de la guerra de EE.UU. y la OTAN contra Rusia

El representante Kevin McCarthy, republicano de California, abandona la Cámara de Representantes tras ser destituido como presidente de la Cámara en el Capitolio en Washington, martes 3 de octubre de 2023. [AP Photo/J. Scott Applewhite]

La deposición del presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, el martes, se produjo en el contexto de un conjunto interconectado de crisis en Estados Unidos y es un reflejo de ellas. Se está desarrollando una crisis económica, ante preocupaciones cada vez mayores sobre la situación global precaria del dólar. El sistema político es sumamente inestable y cada vez más disfuncional previo a las elecciones de 2024. El crecimiento extremo de la desigualdad social ha propiciado el movimiento huelguístico más importante desde los años setenta, algo que el aparato sindical busca desesperadamente mantener bajo control.

Lo que llevó todo a un punto crítico, sin embargo, es la escalada de la guerra de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia en Ucrania tras la debacle de la “ofensiva de primavera”.

Esto queda claro al examinar el contexto de los acontecimientos sin precedentes que se produjeron el martes, cuando McCarthy fue destituido en una “moción de censura” aprobada por 216 votos a favor y 210 en contra, la primera vez que un presidente de la Cámara de Representantes es destituido de esta manera.

A última hora de la noche del sábado 30 de septiembre, Biden promulgó una resolución de continuidad /RC) aprobada de manera bipartidista por la Cámara de Representantes y el Senado para financiar el Gobierno y evitar un cierre de 47 días. McCarthy propuso la medida tras mantener conversaciones entre bastidores con la Casa Blanca y los demócratas del Congreso. Sin embargo, la RC no incluía financiación adicional para Ucrania.

El Gobierno de Biden y los sectores dominantes de la élite militar y política, incluida la mayoría de los principales republicanos, sobre todo en el Senado, lo consideraron un gran revés y un bochorno. Durante el fin de semana, Biden declaró que había llegado a un acuerdo con McCarthy que garantizaría la aprobación del dinero adicional para la guerra. McCarthy, a pesar de declarar su apoyo a los gastos militares masivos, rechazó cualquier sugerencia de que se hubiera llegado a un acuerdo definitivo con la Casa Blanca.

El martes por la tarde, el Pentágono emitió un comunicado, antes de la votación para destituir a McCarthy, en el que declaraba que “necesitamos que el Congreso actúe para garantizar que no se interrumpa nuestro apoyo, especialmente cuando el departamento intenta reabastecer nuestro arsenal”.

El mismo día, y también antes de la votación, Biden mantuvo una llamada extraordinaria en la que participaron los jefes de la OTAN, la Comisión Europea, el Consejo Europeo y los líderes de Canadá, Alemania, Polonia, Rumanía, Reino Unido y Francia, para asegurarles que Estados Unidos sigue comprometido con una escalada masiva del conflicto.

Según el portavoz de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, Biden “dejó claro [en la llamada] que no podemos, bajo ninguna circunstancia, permitir que se interrumpa el apoyo de Estados Unidos a Ucrania”. Esto no solo incluye la financiación que fue excluida de la RC, sino también decenas de miles de millones en equipamiento militar adicional a medida que EE.UU. intensifica el conflicto con Rusia mediante el envío de misiles de largo alcance, tanques y aviones de combate.

En medio de estos acontecimientos, aparecieron declaraciones cada vez más preocupadas en la prensa sobre el impacto de la crisis política en los planes bélicos estadounidenses. Por citar solo un ejemplo, Robert Gates, exsecretario de Defensa bajo Bush y Obama, manifestó en un titular de Foreign Affairs: “La superpotencia disfuncional: ¿puede una América dividida disuadir a China y Rusia?”. En particular, hay amargas divisiones en el Partido Republicano sobre Ucrania, que por supuesto no tienen que ver apoyar o no al imperialismo, sino sobre las prioridades.

Luego vinieron los acontecimientos del martes por la noche. La “moción de censura” fue convocada el lunes por el diputado republicano fascistizante Matt Gaetz, un cercano aliado de Trump. Se aprovechó de un cambio del reglamento cuando McCarthy fue elegido hace nueve meses, permitiendo que cualquier diputado pueda convocar un voto para deponer al presidente legislativo. Sin embargo, solo siete diputados republicanos más se le unieron, tres de los cuales ya apoyaron a Trump para las elecciones presidenciales.

Los 208 votos restantes fueron aportados por los demócratas, que votaron en bloque para apoyar la moción. Los demócratas pudieron haber impedido la destitución de McCarthy haciendo que algunos de sus miembros votaran en contra de la resolución o no asistieran a la votación. En los días previos a la sesión del martes por la tarde, los demócratas habían dado señales contradictorias sobre sus intenciones en caso de que Gaetz presentara su moción.

La decisión de votar a favor de la moción de desalojo no estuvo motivada por la oposición a McCarthy y a la agenda derechista de los líderes republicanos. Más bien, los demócratas esperaban que, en la medida en que puedan influir en el procedimiento para reemplazar a McCarthy, se creará una oportunidad para reestructurar los acuerdos políticos en la Cámara de Representantes para asegurarse de que nada pueda retrasar u obstaculizar la financiación de la guerra.

El New York Times lo expuso claramente en su editorial del miércoles, titulado “¿Por qué los asuntos del público están a merced de unos pocos extremistas?”. El Times escribió que cualquier nuevo presidente de la Cámara de Representantes “debería ... comprometerse a un trato claro con sus colegas demócratas y puede que los necesite para evitar otro derrocamiento”.

Una vez que el nuevo presidente esté en su puesto, continuaba el Times, quedarán menos de 40 días antes de que expire la RC y se produzca otro enfrentamiento sobre la financiación del Gobierno. En ese momento, “los miembros de buena voluntad de ambos partidos tendrán que volver a demostrar que están dispuestos y son capaces de llegar a un entendimiento; los demócratas podrían permitir un mayor gasto en seguridad fronteriza, y los republicanos deberían continuar con el flujo vital de fondos a Ucrania”.

En otras palabras, los demócratas, por boca del Times, se comprometen a colaborar con la agenda nacional de los republicanos a cambio de garantías de que la financiación para Ucrania sea intocable. Los demócratas no tienen ningún problema en colaborar con los fascistas del Partido Republicano; al fin y al cabo, están aliados con los fascistas de Ucrania. El Times añadió, por si acaso, que es necesario llegar a algún acuerdo de forma bipartidista para abordar la “sostenibilidad de la red de seguridad social”, es decir, aplicar recortes masivos en los programas sociales.

Reforzando la absoluta centralidad de la guerra de Ucrania en todos sus cálculos políticos, Biden anunció el miércoles que pronto pronunciará un “importante” discurso sobre la guerra, con el objetivo de convencer al pueblo estadounidense de que “es críticamente importante para Estados Unidos y nuestros aliados que cumplamos nuestro compromiso”. Más allá de la escalada masiva de financiación y envíos de armas a Ucrania, la Administración está planeando una intervención mucho más directa en la guerra, incluido el despliegue de tropas de Estados Unidos y la OTAN.

El conflicto dentro del aparato estatal no es una batalla entre “izquierda” y “derecha”. Todas las facciones de la clase dominante persiguen una agenda absolutamente reaccionaria. El Partido Republicano se está transformando en un partido fascista, defendiendo abiertamente a los que atacaron el Capitolio el 6 de enero de 2021 mientras aboga por recortes sociales masivos y militarismo. El Partido Demócrata ha adoptado como su preocupación central una guerra contra Rusia que apeligra cada vez más con una Tercera Guerra Mundial con armas nucleares.

Las luchas de la clase obrera deben dirigirse contra todas las facciones de la élite dominante y contra todo el entramado de la política imperialista. Esto significa la construcción de una dirección socialista en la clase obrera, para fusionar lo que es claramente un movimiento social masivo, que abarca capas cada vez más amplias de la clase obrera, con la oposición a la guerra, la dictadura y el sistema de lucro capitalista.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 4 de octubre de 2023)

Loading