La siguiente conferencia fue impartida por Tomas Castanheira, destacado miembro del Grupo Socialista por la Igualdad (GSI) de Brasil, en la escuela internacional de verano del SEP (EE.UU.), celebrada entre el 30 de julio y el 4 de agosto de 2023. Todas las conferencias están disponibles aquí.
Introducción
Camaradas, en junio se cumplieron 60 años del infame congreso de reunificación entre el Socialist Workers Party (SWP, Partido de los Trabajadores Socialistas), junto con sus partidarios en América Latina y Asia, y el Secretariado Internacional pablista.
El grupo que se creó a través de esa fusión, el Secretariado Unificado, representaba una alianza internacional de la pequeña burguesía dedicada a acabar con el programa de la Cuarta Internacional, un programa basado en el papel exclusivo e intransferible de la clase obrera internacional en la abolición del capitalismo.
La resolución de ese Congreso de Renegados proclamó que había comenzado una “nueva época en la historia de la revolución mundial” con el ascenso al poder de un movimiento nacionalista pequeñoburgués en Cuba liderado por Fidel Castro. Asignó al trotskismo el papel servil de ayudar a “fortalecer y enriquecer la corriente internacional del castrismo”, tanto en los países coloniales como en los centros metropolitanos del capitalismo.[1]
Este intento de disolver de una vez por todas la Cuarta Internacional fue frustrado por la posición principista adoptada por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) bajo la dirección de Gerry Healy y la Socialist Labour League (SSL, Liga Socialista de Trabajadores), apoyada por la sección francesa, la Organisation Communiste Internationaliste (OCI, Organización Comunista Internacionalista).
La lucha librada por la SLL entre 1961 y 1963 preservó el trotskismo como una corriente política internacional e histórica definida. Es uno de los momentos más importantes en la historia del movimiento marxista.
La crisis del estalinismo después de la escisión de 1953
Después de 1953, los principales acontecimientos en la lucha de clases internacional confirmaron el carácter crucial de las diferencias políticas que surgieron en la lucha contra el pablismo. En particular, estallaron luchas de masas en la URSS y los países de Europa del Este contra el dominio de la burocracia estalinista.
Esas luchas culminaron en la Revolución húngara, que fue brutalmente reprimida por el Gobierno soviético en noviembre de 1956. Ese acontecimiento reivindicó poderosamente el programa trotskista de la revolución política, defendido por el CICI contra las revisiones del pablismo.
Retomando las lecciones críticas de esa experiencia, los trotskistas británicos concluyeron que si bien “el desarrollo espontáneo de la revolución política puede llevarla a un alto nivel... Los primeros ejemplos de la revolución política en la vida real también han subrayado la necesidad absoluta de un liderazgo consciente.[2]
La masacre de Budapest demostró que las ilusiones fomentadas por los pablistas en los giros izquierdistas de la burocracia bajo la presión de las masas solo podían desarmar a la clase obrera y preparar nuevas derrotas sangrientas. Pero el Secretariado Internacional Pablista llegó a conclusiones opuestas.
La creciente crisis del estalinismo bajo la ofensiva de la clase obrera había pasado a primer plano a principios de 1956, con el 20º Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética. El “discurso secreto” pronunciado por Nikita Jrushchov reconoció que Stalin era un criminal. La burocracia desesperada buscaba descargar la masiva oposición que enfrentaba sobre un solo individuo.
Los pablistas interpretaron esos acontecimientos como la realización de sus profecías sobre una autorreforma pacífica de la burocracia y el crecimiento de corrientes a su interior que representaban los intereses de la clase obrera.
El significado esencial de la crisis de 1956, como escribió David North, “fue que presagiaba un cambio profundo en la relación mundial de fuerzas entre la Cuarta Internacional y la burocracia estalinista degenerada”. Y continuó:
Como había declarado el Labour Review en enero de 1957, la “gran edad del hielo” había llegado a su fin. En ese momento estaban surgiendo condiciones objetivas favorables para la resolución de la crisis histórica de dirección de la clase trabajadora.[3]
Las diferencias incipientes dentro del CICI
En las respuestas a ese importante cambio en la situación política, quedaba claro que estaban apareciendo diferencias críticas dentro del propio CICI.
La sección británica del CICI, bajo la dirección de Healy, comenzó una gran ofensiva política entre la clase obrera, la juventud y los intelectuales para aclarar la historia y la naturaleza de la lucha trotskista contra el estalinismo, la cual estaba siendo reivindicada por los eventos.
Como escribió North:
El poder de la intervención de los trotskistas británicos en la crisis del estalinismo se derivó de la clarificación que se había logrado a través de la lucha contra el revisionismo pablista. Precisamente porque la sección británica había rechazado la conciliación y la capitulación ante el estalinismo, Healy pudo lograr importantes avances dentro de las filas estalinistas.[4]
Como resultado de esta campaña, los trotskistas británicos alcanzaron una relación nueva y superior con la clase obrera y surgieron como una poderosa corriente política en Gran Bretaña. Estas conquistas tomaron forma en la fundación de la Socialist Labour League en 1959.
Una actitud completamente diferente fue tomada por el Socialist Workers Party en los Estados Unidos. Si bien el análisis del SWP sobre la Revolución húngara y el discurso de Jrushchov tenía un carácter de principios, derivado de su reciente lucha internacional contra el pablismo, esa línea entró en conflicto directo con las políticas cada vez más oportunistas que había desarrollado después de 1953.
North escribió:
El prolongado auge económico, la inactividad del movimiento obrero, el dominio de la burocracia sobre los sindicatos y los efectos persistentes de la histeria anticomunista [en los Estados Unidos] habían acumulado enormes presiones sobre los cuadros del SWP.[5]
En contraste con los trotskistas británicos, la respuesta del SWP en la práctica a la crisis del estalinismo fue la adopción de una política de “reagrupamiento”, orientada a disolver el partido en el ambiente venenoso del radicalismo de la clase media estadounidense. En lugar de reafirmar los principios políticos que separan al movimiento trotskista del estalinismo en bancarrota, el SWP buscó atenuar esas diferencias para acomodar a los elementos arrepentidos de la burocracia estalinista.
1957: La marcha del SWP hacia la reunificación
El significado esencial de las propuestas que surgieron en ese momento para una “reunificación” entre el Comité Internacional y el Secretariado Internacional fue sintetizado por North:
Después de 1956, los esfuerzos de los pablistas se dirigieron, utilizando una analogía militar, a reforzar las fuerzas asediadas de las burocracias debilitadas contra el peligro de una ofensiva de las fuerzas revitalizadas del trotskismo. Los pablistas respondieron a la crisis de 1956 buscando dividir el Comité Internacional bajo el disfraz de la reunificación (es decir, de poner fin a la división de 1953).[6]
Las posiciones iniciales adoptadas por el SWP en relación con Hungría y la URSS no podían justificar de ninguna manera una reunificación con los pablistas. Pero su orientación hacia esa política “reflejaba orgánicamente su capitulación ante las presiones de las fuerzas de clase hostiles dentro de los Estados Unidos”.[7]
En marzo de 1957, sin consultar a sus camaradas del CICI, el presidente nacional del SWP, James Cannon, escribió una carta a los centristas en Sri Lanka del Partido Lanka Sama Samaja (LSSP) aceptando sus demandas de una “unificación inmediata de las fuerzas trotskistas en todos los países”. La falta de principios de tal decisión quedó evidenciada por las intenciones de Cannon de dejar de lado las diferencias políticas y encontrar un acuerdo conveniente para la “actividad política común”.[8]
La respuesta de Healy a la maniobra oportunista de Cannon sentó las bases políticas sobre las cuales se desarrollarían las discusiones entre los británicos y el SWP sobre la reunificación con los pablistas durante los años siguientes.
En su carta de mayo de 1957 a Cannon, Healy cambió el énfasis de las cuestiones organizativas, afirmando que tales propuestas no podían superar “las profundas diferencias políticas que existen” con los pablistas.
En cambio, Healy subrayó la necesidad de desarrollar la lucha iniciada en 1953. Escribió: “El fortalecimiento de nuestros cuadros es decisivo en este período y esto solo se puede hacer mediante una educación profunda en torno a los problemas del revisionismo”. Su carta concluía: “La sección británica nunca aceptará nada que pueda interferir con esa aclaración esencial”.[9]
La Conferencia de Leeds de 1958
Una conferencia del CICI celebrada en Leeds, en junio de 1958, analizó los nuevos acontecimientos en la situación mundial, reafirmando los principios de la lucha del CICI contra el pablismo.
Respondiendo a la crisis del estalinismo, la resolución de la conferencia declaró el “rechazo del CICI a cualquier concepción de que la presión de las masas puede resolver la cuestión de la dirección forzando una reforma del aparato burocrático”.[10]
Al tiempo que admitía la toma de acciones junto con las corrientes que rompían con las burocracias, exigía que esto se produjera “junto a una ofensiva ideológica contra el estalinismo, la socialdemocracia, el centrismo, la burocracia sindical y las direcciones burguesas y pequeñoburguesas de los movimientos nacionales en los países coloniales y semicoloniales”.[11]
La resolución también rechazó la concepción desarrollada por los pablistas sobre un cambio del centro de la revolución mundial hacia los países coloniales. Declaraba: “La revolución mundial no puede dar un salto decisivo hacia adelante hasta que se abra paso en los países metropolitanos”. Agregaba también que la “contraofensiva de los trabajadores en los países metropolitanos”, a su vez, “impulsará la revolución colonial hacia nuevas alturas”.[12]
La dirección del Socialist Workers Party rechazó las conclusiones de la conferencia. Revelando su concepción oportunista de la reunificación con los pablistas, denunció los documentos por revivir “la discusión en torno a las cuestiones de 1953 que han sido reemplazadas desde hace tiempo por acontecimientos sobre los cuales ha habido un acuerdo político esencial”.[13]
La oposición de Nahuel Moreno a los documentos de Leeds
Estos documentos también fueron denunciados por otro líder político, Nahuel Moreno, quien participó en la conferencia de Leeds en nombre de la sección argentina. Las contribuciones de Moreno anticiparon algunos de los problemas críticos que pronto surgirían en relación con la Revolución cubana. Pusieron de manifiesto las presiones de clase que existían en América Latina y que formaron la base de apoyo entre sus secciones para la política de reunificación con los pablistas.
La principal propuesta de Moreno en la conferencia fue la disolución de cada sección nacional en lo que llamó “Frentes Únicos Revolucionarios” basados en una “estrategia completamente nueva” para la época. Este programa destilado del pablismo se basó en las siguientes premisas:
La crisis de los aparatos libera tendencias revolucionarias inconscientes... su surgimiento tiene un profundo significado objetivo: es el comienzo de una nueva dirección revolucionaria del movimiento de masas.
Es una utopía pretender que las tendencias revolucionarias inconscientes que se dan y seguirán dando en el movimiento obrero y de las masas coloniales del mundo entero se incorporen inmediata o automáticamente a la Cuarta Internacional.[14]
Estas “tendencias revolucionarias inconscientes”, y no el partido, serían los responsables de responder a “las necesidades revolucionarias más urgentes del país, zona o sindicato, universidad o grupo intelectual donde actuemos”.
A su regreso a Argentina, Moreno informó de sus desacuerdos con las perspectivas de la conferencia de Leeds en un informe a otras secciones latinoamericanas en enero de 1959. Titulado “La revolución permanente en la posguerra”, el informe declaró una “oposición total” al siguiente párrafo de la resolución de Leeds:
En los países coloniales y semicoloniales, nuestra tarea central es construir partidos proletarios revolucionarios. Armados con la teoría de la revolución permanente, estos participarán en frentes únicos antiimperialistas con el objetivo de establecer una dirección proletaria de masas. Rechazamos todas las concepciones de subordinar el programa de la revolución social a los objetivos limitados de la burguesía o la pequeña burguesía.[15]
El desacuerdo de Moreno con esta formulación derivaba de su total oposición a la Teoría de la Revolución Permanente. Bajo el pretexto de actualizarla, presentó una concepción diametralmente opuesta del desarrollo histórico:
La revolución democrático-burguesa y la socialista antes estaban combinadas, estrechamente ligadas, sólo en los países coloniales y semicoloniales. Pero hoy día nos encontramos que, en el seno de la misma revolución obrera de los países metropolitanos, la revolución democrática juega un rol de primera magnitud, está íntimamente ligada a la revolución obrera. El problema de los negros en Norteamérica y de los argelinos en Francia es el mejor ejemplo... Inglaterra no será una excepción, y dentro de dos o tres años seguirá los pasos de Francia y Norteamérica; en Inglaterra tendremos un problema racial planteado directa o indirectamente por el imperialismo con su crisis económica.[16]
La Revolución cubana y el rechazo del SWP del marxismo
La Revolución cubana fue el canal encontrado por el Socialist Workers Party (SWP) para la alteración completa de su programa, para que coincidiera con su práctica oportunista y su impulso para la reunificación con los pablistas.
Ese proceso permitió que Joseph Hansen emergiera como el principal teórico del SWP. Como el CICI descubrió más tarde, Hansen actuaba como agente de la GPU y más tarde del FBI. Encarnaba la infiltración de agentes conscientes de fuerzas de clase hostiles en el movimiento trotskista.
Pero el ascenso de la autoridad política de Hansen reflejó, en un sentido más fundamental, la capitulación del SWP ante las presiones ideológicas de la pequeña burguesía en el seno del imperialismo. Una vez que el SWP abandonó la perspectiva de la revolución socialista en los Estados Unidos, y sintió la necesidad de liberarse de las ataduras del marxismo para seguir su camino oportunista, Hansen fue el hombre indicado para este trabajo.
El derrocamiento de la dictadura de Batista en 1959 por parte del Movimiento 26 de Julio, liderado por Fidel Castro, fue parte de toda una serie de luchas y revoluciones antiimperialistas tras la guerra. Mientras que el SWP lo había caracterizado inicialmente como un régimen nacionalista burgués, en el curso de 1960 cambió completamente su línea.
Cuando el régimen de Castro, presionado por las demandas intransigentes del imperialismo estadounidense, llevó a cabo una serie de nacionalizaciones y consolidó sus lazos con la Unión Soviética, Hansen afirmó que había establecido un “Estado obrero” y estaba liderando una revolución socialista en Cuba.
El SWP argumentó que, bajo la influencia de la poderosa fuerza de las nuevas condiciones objetivas, la “dirección pequeñoburguesa, comenzando con un programa democrático-burgués, siguió la lógica dialéctica de la revolución en lugar de la lógica formal de su propio programa, y terminó estableciendo el primer Estado obrero en el hemisferio occidental y proclamándolo un ejemplo para toda América Latina”.[17]
Al igual que Moreno, Hansen afirmó estar simplemente actualizando la Teoría de la Revolución Permanente. Argumentó que la llegada automática de elementos pequeñoburgueses inconscientes hasta la conclusión de que era necesaria la revolución socialista era una reivindicación de la teoría de Trotsky.
El objetivo de dicha falsificación era negar la conclusión, establecida por la Revolución rusa y confirmada negativamente por los experimentos catastróficos con la teoría de las dos etapas bajo las direcciones estalinistas, de que la pequeña burguesía y el campesinado podían desempeñar un papel político independiente en la época del imperialismo. Si bien se dirigía al principio a los países coloniales, su conclusión natural era que, también en los países avanzados, la pequeña burguesía podía desempeñar un papel dirigente.
Representando a Castro, Guevara y sus compañeros como políticos vírgenes que apenas estaban en proceso de formación como marxistas conscientes, Hansen llegó a declarar a Cuba ¡el único “régimen obrero incorrupto” en el mundo!
Al alabar a estos hombres de acción, que supuestamente iniciaron una revolución sin un plan preconcebido y que reaccionando intuitivamente a los acontecimientos derrotaron al capitalismo y comenzaron la transformación socialista de la sociedad, el SWP declaró que el partido leninista y la Cuarta Internacional eran herramientas inútiles.
Las implicaciones políticas de caracterizar a Cuba como un “Estado obrero”
La caracterización del SWP del régimen cubano como un Estado obrero tenía vastas implicaciones para la teoría marxista. Estas son cuidadosamente examinadas en The Heritage We Defend (La herencia que defendemos). North escribe:
En 1939-40, durante la batalla dentro del SWP sobre la naturaleza de clase del Estado soviético, Trotsky se burló de la minoría de Burnham-Shachtman al plantear explícitamente las conclusiones estratégicas y programáticas que debían extraerse de su propuesta de que la Unión Soviética ya no debía considerarse un Estado obrero. De esta manera, dejó claro que la lucha no era simplemente una disputa sobre la terminología. El rechazo de la minoría a la designación de la URSS por parte de la Cuarta Internacional como un Estado obrero estaba estrechamente conectada a profundas diferencias con el trotskismo en todas las cuestiones fundamentales.
Del mismo modo, la cuestión de Cuba no era simplemente una diferencia sobre la terminología. Hansen buscaba prevenir que se formulara una explicación principista de las implicaciones, tanto para la teoría marxista como para el programa de la Cuarta Internacional, de la definición de Cuba como un Estado obrero. Se negó a declarar exactamente qué conclusiones debería sacar el movimiento trotskista de la supuesta formación de un Estado obrero bajo la dirección pequeñoburguesa no marxista de Castro.[18]
¿Cuáles fueron estas implicaciones?
Si podían establecerse Estados obreros a través de las acciones de líderes guerrilleros pequeñoburgueses, cuya base se encontraba principalmente en el campesinado, que no poseían conexiones históricas, organizativas ni políticas significativas con la clase obrera, y en condiciones en las que no existían órganos identificables de dominio de clase a través de los cuales el proletariado podía ejercer su dictadura, entonces se seguía una concepción completamente nueva del camino histórico hacia el socialismo y totalmente diferente de lo previsto por los marxistas...
Implícitamente volvía anacrónicos los escritos de Marx sobre la Comuna y la evaluación de Lenin del significado universal del poder soviético como la nueva forma de poder estatal “descubierta” por el proletariado, el primer Estado de tipo no burgués…
La relevancia de los esfuerzos de generaciones de marxistas para organizar al proletariado independientemente de todas las demás clases, incluido el campesinado oprimido, e infundir al movimiento obrero una conciencia socialista científica estaba siendo flagrantemente cuestionada.[19]
El liquidacionismo en América Latina
Las concepciones liquidacionistas desarrolladas por el SWP en su impulso hacia la reunificación con los pablistas tuvieron consecuencias inmediatas y desastrosas para el desarrollo del movimiento trotskista en América Latina.
El SWP exigió que los trotskistas en Cuba se subordinaran completamente al “partido revolucionario unificado que pronto se formará, donde pueden trabajar lealmente a éste, con paciencia y confianza para la implementación del programa plenamente revolucionario-socialista que representan”.[20]
En poco tiempo, el régimen de Castro se apoderó de la imprenta de los trotskistas cubanos, destrozó los tipos de letra para una edición cubana de la Revolución Permanente de Trotsky y encarceló a sus miembros dirigentes.
Extendiendo esa orientación política criminal a los revolucionarios de toda la región, la resolución del SWP de 1962 declaró:
Los trotskistas de toda América Latina deben tratar de reunir a todas esas fuerzas, independientemente de sus orígenes específicos, listas para seguir la experiencia cubana como punto de partida para las luchas revolucionarias en sus propios países.[21]
Esos consejos se siguieron en una serie de países con resultados catastróficos. Preparando la disolución del Partido Obrero Revolucionario (POR) de Chile en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), una amalgama de corrientes de clase media, el POR adoptó una resolución publicada por el SWP en su International Socialist Review en 1961. Afirmaba que:
Estas corrientes militantes en desarrollo tienden a formar movimientos que rompen con los moldes de las viejas formaciones centristas, en última instancia fomentando corrientes revolucionarias que quieren llevar las cosas a cabo de una vez por todas “a la cubana” .
Las nuevas fuerzas liberadas por el impacto de la Revolución cubana allanan el camino para el reagrupamiento de varios grupos revolucionarios, de sectores militantes independientes y de tendencias de izquierda, mientras se producen escisiones entre las formaciones centristas mencionadas anteriormente. La tarea de los trotskistas, en consecuencia, es alentar y desarrollar todas estas corrientes militantes e intuitivamente revolucionarias, al mismo tiempo que respaldan toda movilización antiimperialista.[22]
Esta decisión liquidacionista dejó a la clase obrera chilena sin una dirección marxista en la crucial situación revolucionaria que surgió en los años siguientes, causando su derrota y la asunción del poder por la brutal dictadura de Pinochet en 1973.
En un comentario sobre las perspectivas oportunistas del SWP para América Latina, el completamente desmoralizado Jim Cannon escribió a Hansen en 1961:
Curiosamente, estas propuestas en firme pueden entrar en conflicto con algunas tendencias sectarias no solo de nuestros propios partidarios latinoamericanos, sino también de los pablistas latinoamericanos. Pero una declaración clara y explícita de nuestra posición, en la línea de las propuestas anteriores, del SWP, que ha defendido consistentemente la revolución cubana en las circunstancias más difíciles debería tener una autoridad considerable.
Podría abrir el camino para una posible mejora en el diálogo y la colaboración con los trotskistas latinoamericanos de ambos campos…[23]
Como él mismo lo reconoció en ese momento, Cannon y su partido habían asumido completamente las perspectivas del pablismo. En algunos casos, aún más vigorosamente que los propios pablistas.
Los trotskistas pasan a la ofensiva
A principios de 1961, la SLL dio un paso decisivo en la lucha contra el revisionismo que empujó a los trotskistas ortodoxos una vez más a la ofensiva.
Escribiendo a la dirección del SWP en enero de 1961, la SLL refutó decisivamente el intento de los estadounidenses de restarle importancia a la escisión de 1953 reduciéndola a problemas organizativos. Los trotskistas británicos declararon su compromiso con los principios de la “Carta Abierta” de Cannon y preguntaron directamente a la dirección estadounidense si todavía la defendían.
Considerando el significado del pablismo desde el punto de vista de las tareas revolucionarias que enfrenta el movimiento trotskista, la SLL declaró:
Es debido a la magnitud de las oportunidades que se abren ante el trotskismo, y por lo tanto a la necesidad de claridad política y teórica, que necesitamos urgentemente trazar la línea divisoria contra el revisionismo en todas sus formas. Es hora de poner fin al período en el que el revisionismo pablista fue considerado como una corriente dentro del trotskismo.[24]
En una carta de seguimiento, fechada el 8 de mayo de 1961, la SLL confrontó la línea revisionista que se estaba desarrollando sobre el régimen de Castro. Declaró que “Incluso si la revolución burguesa en Cuba ha sido forzada por la política estadounidense a ir más allá de los límites normales de las medidas sociales de una revolución burguesa… este resultado excepcional de una situación particular” no justificaba ningún cambio de la definición del mecanismo de un Estado obrero.
La carta continuaba:
Incluso si Castro y sus cuadros se “convirtieran”, ¿eso haría de la revolución una revolución proletaria? … ¿Si los bolcheviques no podían dirigir la revolución sin un apoyo consciente de la clase obrera, puede Castro hacer esto? Aparte de esto, tenemos que evaluar las tendencias políticas desde el punto de vista de clase, de la forma en que evolucionan en la lucha en relación con el movimiento de las clases durante largos períodos. Ni un partido proletario, ni mucho menos una revolución proletaria, nacerá en ningún país atrasado mediante la conversión de nacionalistas pequeñoburgueses que se topan “naturalmente” o “accidentalmente” con la importancia de los obreros y los campesinos.
Los políticos dominantes del imperialismo, tanto en Estados Unidos como en Reino Unido, reconocen muy bien que solo entregando la “independencia” política a líderes de este tipo, o aceptando su victoria frente a elementos feudales como Farouk y Nuries-Said, podrán preservarse los intereses del capital internacional y las alianzas estratégicas en Asia, África y América Latina.[25]
La SLL concluyó: “No es tarea de los trotskistas impulsar el papel de tales líderes nacionalistas”.
Como la dirección del SWP ya se había embarcado en su viaje sin regreso hacia el liquidacionismo, esos términos eran obviamente inaceptables para ellos. Pero los trotskistas británicos estaban comprometidos a llevar a cabo una lucha paciente para clarificar al movimiento internacional la naturaleza de la nueva división política que había surgido de forma evidente.
En la batalla de ideas que siguió durante los siguientes dos años, la SLL tuvo una ventaja importante. Si bien el SWP vio sus argumentos como un medio para intimidar a sus oponentes y lograr sus mezquinos objetivos facciosos e inmediatos –”ni un solo trotskista solitario en toda América Latina querría ni regalada la posición de la SLL sobre Cuba”, clamó Hansen—, Healy y sus camaradas entendieron esta lucha teórica como una parte crítica de la realización de sus objetivos históricos revolucionarios.
Como lo señaló Cliff Slaughter durante la discusión:
En un período de desarrollos revolucionarios en el movimiento obrero, la línea política más clara e incisiva es lo más necesario. A esta línea solo se llega a través de un conflicto con concepciones incorrectas para llegar a un reflejo exacto de la situación real; requiere una lucha contra el revisionismo, que siempre refleja la presión de la clase dominante. Esto significa un estudio científico de la historia del movimiento mismo. Precisamente para proporcionar a los elementos revolucionarios de la clase obrera una estrategia marxista internacional, es necesario luchar hasta el final contra todo revisionismo, entender nuestra propia posición actual como el producto de tales conflictos, conscientemente resueltos.[26]
Con ese espíritu, los trotskistas británicos festejaron cuando el SWP “reconoció explícitamente las cuestiones de principio que en este momento dividen al SWP y a la SLL” [27] en el documento “Problemas de la Cuarta Internacional y los próximos pasos”, adoptado por los estadounidenses en junio de 1962.
El trotskismo traicionado
La respuesta de la SLL, presentada en “El trotskismo traicionado”, declaró que sus diferencias básicas de método con el SWP “se centraban en las cuestiones básicas del leninismo: cómo proceder a la construcción de un partido revolucionario internacional”. Continuaba:
El hecho de que se haya alcanzado una nueva etapa en esta discusión es en sí mismo parte de una nueva etapa en la construcción de estos partidos revolucionarios de la Cuarta Internacional, para lo cual es necesaria la derrota del revisionismo.[28]
El documento declaraba:
Los trabajadores de los países avanzados están entrando en grandes luchas. Estas resultarán en derrotas duraderas a menos que se conviertan en luchas por el poder del Estado, para lo cual es necesaria una dirección marxista.
Hacer apología de las direcciones no marxistas, afirmaciones de que las direcciones pequeñoburguesas pueden convertirse en marxistas “naturalmente” a través de la fortaleza de las “fuerzas objetivas”, amenazan con desarmar a la clase obrera desorientando a la dirección marxista.
Si la capitulación ante los centristas ocurre ahora, impidiendo que la clase obrera rompa con la burocracia socialdemócrata, estalinista y sindical, entonces los revisionistas tendrán la responsabilidad por las enormes derrotas de la clase obrera.[29]
Denunciando la renuncia del SWP a la tesis de la crisis de la dirección revolucionaria y su adopción de la perspectiva objetivista del pablismo, la SLL escribió:
Hablar de que las “leyes de la historia” llevan esto a cabo como un proceso separado del desarrollo del partido es un abandono de la posición marxista sobre las relaciones entre lo “objetivo” y “subjetivo”…
Debe haber una construcción consciente de este partido si la clase obrera ha de tomar el poder y construir el socialismo.[30]
Explicando que las diferencias en relación con Cuba eran “solo una parte de estos desacuerdos generales y fundamentales”, la SLL desenmascaró por completo el fraude de las afirmaciones del SWP de que su caracterización de Cuba como un Estado obrero era una continuación del análisis de Trotsky de la Unión Soviética:
Trotsky insistió en que su discusión y definición de la URSS debían abordarse históricamente y en relación con la lucha mundial entre la clase obrera y la clase capitalista… El método del SWP es lo opuesto, al tomar ciertos “criterios” de la discusión de una manifestación particular de la lucha revolucionaria en una parte del mundo como una etapa única en el desarrollo de la revolución mundial. Aplican este criterio a otra parte del mundo una generación más tarde, a un sector particular en una etapa particular de la lucha. Por lo tanto, la nacionalización y la existencia de milicias obreras son suficientes para hacer de Cuba un “Estado obrero” y para hacer de la revolución cubana una revolución socialista. Este método “normativo” es la tapadera teórica para la práctica de postrarse ante la actual etapa inestable y transitoria de la lucha, la victoria de los nacionalistas revolucionarios pequeñoburgueses, en lugar de partir de la perspectiva y las tareas de la clase obrera...[31]
La SLL preguntó:
¿Qué significa un “Estado obrero” en términos concretos? Significa la “dictadura del proletariado” de una forma u otra. ¿Existe la dictadura del proletariado en Cuba? ¡Respondemos categóricamente que no!
El régimen de Castro no creó un tipo de Estado cualitativamente nuevo y diferente del régimen de Batista. Las nacionalizaciones llevadas a cabo por Castro no hacen nada para alterar el carácter capitalista del Estado.[32]
Y, respondiendo a las afirmaciones de Hansen y los pablistas de que el desarrollo de Cuba estaba “confirmando la teoría de la revolución permanente”, declaró:
Cuba constituye, de hecho, una confirmación negativa de la revolución permanente. Donde la clase obrera es incapaz de dirigir a las masas campesinas y aplastar el poder estatal capitalista, la burguesía interviene y resuelve los problemas de la “revolución democrática” a su manera y para beneficio propio.[33]
Incluso en este punto de la discusión, la SLL continuó manteniendo su propuesta para la realización de discusiones de principios dentro de las filas de todas las secciones internacionales:
Nuestra intención al hacer estas propuestas no es llegar a ningún acuerdo en la cúspide entre los comités dirigentes del Comité Internacional y el Secretariado Internacional, sino llevar a cabo una lucha implacable contra el revisionismo en todas las filas de todas las secciones de ambas organizaciones.[34]
Oportunismo y empirismo
Intentando aislar a la SLL, Hansen respondió a los ataques principistas de los trotskistas británicos con la publicación de “Cuba, la prueba de fuego: una respuesta a los sectarios ultraizquierdistas” en noviembre de 1962. El documento de Hansen fue un intento mezquino de calumniar a la SLL, pintando sus posiciones como una negación idealista y dogmática de la realidad objetiva.
Hansen afirmó:
El movimiento trotskista mundial ha esperado ahora dos largos años llenos de actividad para que la SLL reconozca los hechos sobre la Revolución cubana. … ¿Por qué esta obstinada negativa a admitir eventos que son palpables? Lo más extraño de todo es que los líderes de la SLL han llegado a reconocer que se niegan a reconocer los hechos; han convertido esto en una virtud e incluso lo han elevado a una filosofía.[35]
Hansen estaba hablando aquí de la diferenciación entre el marxismo y el empirismo hecha por Slaughter en su Lenin sobre la dialéctica, en el que argumentaba que “algunos 'marxistas' asumen que el método marxista tiene el mismo punto de partida que el empirismo: es decir, comienza con 'los hechos'”.
Vale la pena citar a Slaughter extensamente. Continúa:
Por supuesto, toda ciencia se basa en hechos. Sin embargo, la definición y el establecimiento de “los hechos” es crucial para cualquier ciencia. Un aspecto de la creación de una ciencia es precisamente su delimitación y definición como un campo de estudio con sus propias leyes: se demuestra en la experiencia cómo los “hechos” están objetiva y legítimamente interconectados de tal manera que una ciencia de estos hechos es una base significativa y útil para la práctica. Nuestros marxistas “empiristas” en el campo de la sociedad y la política están lejos de este estado de cosas. Este es su procedimiento: teníamos un programa basado en los hechos tal cuales en 1848, o 1921, o 1938; ahora los hechos son obviamente diferentes, por lo que necesitamos un programa diferente…
Es una visión falsa y antimarxista de “los hechos” la que conduce a estas ideas revisionistas. Lo que nuestros “objetivistas” están diciendo, con su mensaje de que “la historia está de nuestro lado”, es esto: fíjate en las grandes luchas que están teniendo lugar, súmalas sin analizarlas, sigue tus impresiones sobre su importancia y súmalas todas juntas, y tendrás “los hechos”. Las revoluciones coloniales son exitosas aquí, y exitosas allá, y en otros lugares; Entonces el éxito de la revolución colonial es un hecho. Los líderes nacionalistas como Nkrumah y Mboya y Nasser hacen discursos “antiimperialistas” e incluso llevan a cabo nacionalizaciones; esto sugiere que la historia tiende irreversible e inexorablemente a forzar a los políticos no proletarios en una dirección socialista. Pero el “objetivismo” de este tipo es una colección de impresiones y no un rico análisis dialéctico de la imagen completa, con las partes relacionadas entre sí. Un análisis verdaderamente objetivo parte de las relaciones económicas entre las clases a escala mundial y dentro de las naciones. Procede a través de un análisis de las relaciones entre las necesidades de estas clases y su conciencia y organización. En ellos basa su programa para la clase obrera a nivel internacional y en cada sector nacional. ¡Una lista de las “fuerzas progresistas” no es un análisis objetivo! Es lo contrario, es simplemente una colección de impresiones superficiales, una aceptación de la conciencia acientífica existente de la lucha de clases contemporánea tal como la sostienen los participantes, principalmente los políticos pequeñoburgueses que dirigen los movimientos nacionales y los movimientos obreros burocratizados. Superponer este error teórico sugiriendo que Castro y otros son marxistas “naturales” solo sirve para confirmar que los “teóricos” en cuestión son poco conscientes de lo lejos que se han desviado. Parecen sugerir que los períodos de máxima tensión revolucionaria son aquellos en los que los participantes en la lucha de masas llegan fácil y espontáneamente a conceptos revolucionarios. Por el contrario, es precisamente en esos momentos cuando es de suma importancia la conciencia científica, la teoría y la estrategia desarrolladas en la lucha durante un largo período.[36]
La SLL utilizó la defensa que hizo Hansen del método empirista (identificando falsamente el “empirismo llevado a cabo sistemáticamente” con el marxismo) para exponer aún más el carácter carente de principios de las políticas oportunistas del SWP. Reveló los fundamentos históricos y de clase del método filosófico antimarxista en el que se basaban.
En marzo de 1963, la SLL publicó Oportunismo y empirismo, escrito también por Slaughter. Afirmaba:
Hansen lidera la tendencia que llama a la “unificación” con una corriente revisionista sobre la base de un acuerdo político puramente práctico sobre tareas inmediatas. Desde este punto de vista rechaza un examen de la historia de la escisión y de las diferencias entre las corrientes...
¿Cuál es el método en el que se basa el enfoque de Hansen aquí? La pregunta que siempre predomina en su cabeza es, “¿qué funcionará mejor?” —y en todo momento desde la miope perspectiva de las apariencias políticas inmediatas.[37]
La SLL estableció las diferencias fundamentales que separan el marxismo del método objetivista que unió al SWP y a los pablistas:
Todo este argumento de que “los hechos” son la realidad objetiva y que debemos “partir de ahí” es una preparación para justificar políticas de adaptación a las direcciones no obreras.
El empirismo, dado que “comienza con los hechos”, nunca puede ir más allá de ellos y debe aceptar el mundo tal como es. Este método burgués de pensamiento ve el mundo desde el punto de vista del “individuo aislado en la sociedad civil”.
En lugar de tomar la situación objetiva como un problema a resolver a la luz de la experiencia histórica de la clase obrera, generalizada mediante la teoría y la práctica del marxismo, se deben tomar “los hechos” tal como vienen. Son producidos por circunstancias fuera de nuestro control.
El marxismo arma a la vanguardia obrera a través de su lucha por la acción independiente del movimiento obrero; El empirismo lo adapta a la configuración existente, al capitalismo y sus agencias en las organizaciones de la clase obrera.[38]
Los trotskistas británicos habían establecido la esencia de la concepción de la “nueva realidad” que sirvió de base para la reunificación del SWP con los pablistas. Era la justificación de y la adaptación a la realidad burguesa y la continuación del dominio global por el imperialismo.
Conclusión
Cuando se consumó la reunificación, Healy escribió una carta final al Comité Nacional del SWP. Como señaló North, esta carta proporcionó un “análisis incisivo del fraude y el engaño que asistieron a la convocatoria del congreso de reunificación entre el SWP y los pablistas. Pero fue en los párrafos finales de la carta que el desprecio de Healy por la traición política del SWP se expresó de la forma más mordaz”.[39]
Healy escribió:
Por supuesto, no tienen tiempo para el “SLL sectario”. Nuestros camaradas en la base y en la dirección luchan día tras día contra el reformismo y el estalinismo siguiendo las mejores tradiciones del movimiento trotskista. Pero aún no se pronuncian frente a decenas de miles en reuniones públicas como Ben Bella, Castro y la llamada reunión del Primero de Mayo de Ceilán. A vuestros ojos somos simplemente pequeños “alevines ultraizquierdistas”…
Les tomó tiempo (como dice el dicho, “los que llegan tarde a Cristo llegan con más fuerza”). Han pasado unos 12 años desde que George Clarke unió sus fuerzas con Pablo y publicó ese mensaje al infame Tercer Congreso en el Militant, en la que fue en ese período la revista Fourth International. Ustedes no fueron capaces de comprender a Pablo en ese entonces y luego tuvimos la escisión de 1953. Cannon aclamó esa escisión diciendo que “nunca retornaremos al pablismo”. Pero al final lo hicieron. Ahora ustedes tienen aliados en todo el mundo, desde Fidel Castro a Philip Gunawardene y Pablo.
Queremos decir una sola cosa, que en nuestro congreso fue unánime. Estamos orgullosos de la posición que nuestra organización ha tomado contra una capitulación tan vergonzosa hacia las fuerzas más reaccionarias, ante las cuales la mayoría de la dirección de su partido se ha rendidob.[40]
¿Qué queda de las “nuevas fuerzas” y los “instrumentos sin filo”, cuales “hechos” que el SWP y los pablistas afirmaban que habían superado los pilares fundamentales de la Cuarta Internacional?
Han demostrado ser completamente incapaces de liberar del capitalismo a sus propios países o a cualquier otra parte del mundo. Obedeciendo las leyes fundamentales de la Revolución Permanente ya verificadas por Trotsky, esas direcciones burguesas y pequeñoburguesas han traicionado y desarmado a la clase obrera, preparando el camino para las dictaduras militares fascistizantes y el restablecimiento del equilibrio dentro del imperialismo.
El precio político del oportunismo pablista se pagó con la sangre de cientos de miles de jóvenes, trabajadores y campesinos que siguieron su orientación hacia desastrosas luchas guerrilleras o fueron víctimas de las derrotas que produjo.
W. Sinclair, “Under A Stolen Flag,” 22 de mayo de 1957 – Trotskyism versus Revisionism, Volume 3.
North, Cliff Slaughter, Parte 3.
North, The Heritage We Defend.
Carta de James P. Cannon a L. Goonewardene, 12 de marzo de 1957 – Trotskyism versus Revisionism, Volume 3.
Carta de G. Healy a James P. Cannon, 10 de mayo de 1957 – Trotskyism versus Revisionism, Volume 3.
“Political Statement Adopted by the International Conference” – Education for Socialists: The Struggle to Reunify the Fourth International (1954–63), Vol. IV.
Ibid.
Ibid.
North, The Heritage We Defend.
Nahuel Moreno, “Tesis de Leeds (Tesis sobre el Frente Único Revolucionario),” Centro de Estudios Humanos y Sociales, Buenos Aires, 2016.
Nahuel Moreno, “La revolución permanente en la posguerra,” Centro de Estudios Humanos y Sociales, Buenos Aires, 2018.
Ibid.
Resolución del Socialist Workers Party sobre la situación mundial, 1961 – Trotskyism versus Revisionism, Volume 3.
North, The Heritage We Defend.
Ibid.
Borrador de Resolución del Comité Político del SWP, 1 de mayo de 1962 – Trotskyism versus Revisionism, Volume 3.
Ibid.
International Socialist Review, Vol.22 No.3, verano de 1961.
Correspondencia de James P. Cannon, mayo de 1961 – Trotskyism versus Revisionism, Volume 3.
Carta del Comité Nacional de la SLL al Comité Nacional del SWP, 2 de enero de1961 – Trotskyism versus Revisionism, Volume 3.
Carta al Comité Ejecutivo Nacional de la SLL al Comité Nacional del SWP, 8 de mayo de 1961– Trotskyism versus Revisionism, Volume 3.
Una respuesta de C. Slaughter a Joseph Hansen – Trotskyism versus Revisionism, Volume 3.
“Trotskyism Betrayed: The SWP accepts the political method of Pabloite revisionism” por el Comité Nacional de la SLL, 21 de julio de 1962 – Trotskyism versus Revisionism, Volume 3.
Ibid.
Ibid.
Ibid.
Ibid.
Ibid.
Ibid.
Ibid.
“Cuba – The Acid Test: A reply to the Ultraleft sectarians,” Joseph Hansen, 20 de noviembre de 1962 – Trotskyism versus Revisionism, Volume 4.
‘The Theoretical Front’, Lenin’s Philosophical Notebooks, Second Article” Labour Review, Summer 1962, Vol. 7, No. 2.
“Opportunism and Empiricism”, Comité Nacional de la SLL, 23 de marzo de 1963 – Trotskyism versus Revisionism, Volume 4.
Ibid.
North, Gerry Healy and his Place, 1989.
Carta de G. Healy (en nombre de la SLL) al Comité Nacional del SWP, 12 de junio de 1963 – Trotskyism versus Revisionism, Volume 4.
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