La siguiente conferencia fue pronunciada por Clara Weiss, miembro del Partido Socialista por la Igualdad (SEP, por sus siglas en inglés) EE.UU. y secretaria nacional de los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social (JEIIS) en los EE.UU., y Johannes Stern, editor de la edición en alemán del World Socialist Web Site, ante la escuela internacional de verano del SEP (EE.UU.), celebrada entre el 30 de julio y el 4 de agosto, 2023. Todas las conferencias están disponibles aquí.
Introducción
La tarea de esta conferencia es esbozar las experiencias históricas de las cuales surgió el movimiento trotskista como el único que representa la continuación del marxismo e introducir las concepciones políticas básicas del trotskismo que fueron defendidas, a partir de 1953, mediante la lucha del Comité Internacional contra el pablismo.
A menudo recalcamos que somos un partido de la historia. Pero es importante entender qué enfoque histórico subyace a nuestro trabajo. No abordamos la historia subjetivamente. Es decir, no abordamos la historia desde el punto de vista de emitir juicios morales sobre las acciones o motivos “buenos” o “malos” de los individuos. La tarea de los marxistas es, en las famosas palabras de Engels, “descubrir los motivos detrás de los motivos”: establecer las fuerzas impulsoras sociales objetivas detrás del pensamiento político y las acciones de las tendencias y los individuos.
Pero este enfoque objetivo hacia la historia no significa tener un enfoque pasivo. Nos acercamos a la historia desde el punto de vista de la lucha revolucionaria. Entendemos la revolución socialista como un proceso impulsado por leyes, pero también como un proceso dinámico, que se ve críticamente moldeado por el programa, las decisiones y las acciones de la clase revolucionaria y su partido.
Este enfoque de la historia está intrínsecamente ligado a nuestra concepción de la época imperialista y al papel de la dirección revolucionaria en la revolución socialista. A raíz de la disolución estalinista de la Unión Soviética en 1991, se desarrollaron tres concepciones diferentes del siglo XX. La primera, la ahora infame proclamación de Francis Fukuyama del “fin de la historia”, apenas requiere una refutación detallada. Recientemente apareció sobre un estrado junto con miembros del batallón neonazi Azov en la Universidad de Stanford.
La segunda concepción fue desarrollada por el estalinista e historiador británico Eric Hobsbawm. Afirmó que transcurrió un “siglo XX corto” porque, en su opinión, el fin de la URSS marcó la “muerte” de la Revolución rusa y, por lo tanto, el “final” del siglo. [1]
La tercera concepción fue la desarrollada por el Comité Internacional: “el siglo XX inconcluso.” En esencia, esta concepción sostiene que todas las contradicciones históricas fundamentales del sistema capitalista mundial que dieron lugar a las dos guerras mundiales y al fascismo, pero también a la Revolución de Octubre, siguen sin resolverse.
Lo que estaba en juego en la concepción del “siglo XX inconcluso” era, primero, la comprensión marxista de nuestra época como la época de las guerras imperialistas y la revolución socialista mundial, y, segundo, el papel y la continuidad de la conducción marxista de esa revolución. En respuesta a un ensayo de Hobsbawm que rechazaba cualquier consideración de la lucha de la Oposición de Izquierda contra el estalinismo como “especulativa”, David North explicó que en la revolución socialista el papel del factor subjetivo –de partidos, programas y el proceso mismo de lucha política— no se puede sustraer del proceso histórico “objetivo”. De hecho, el propio ensayo de Hobsbawm demostraba que ignorar o minimizar el factor “subjetivo” solo puede resultar en una distorsión del registro histórico: hacer caso omiso a la lucha de la Oposición de Izquierda calificándola como “contrafáctica”, esencialmente ofrece una apología del estalinismo.
Al tratar las concepciones de Hobsbawm en un nivel teórico más fundamental, North subrayó que la Revolución de Octubre no fue, como afirmaba Hobsbawm, similar a un desastre natural como un terremoto o una inundación que puede ser predicho por los científicos pero no influenciado cualitativamente por las acciones de los seres humanos. La revolución socialista se desarrolló de una manera cualitativamente diferente a la de las revoluciones burguesas. David North explicó:
Con la llegada del marxismo, la relación del hombre con su propia historia sufrió una profunda transformación. El hombre adquirió la capacidad de interpretar conscientemente su pensamiento y sus acciones en términos socioeconómicos y, por lo tanto, ubicar con precisión su propia actividad dentro de una cadena de causalidad histórica. … Los análisis, perspectivas, estrategias y programas de las organizaciones políticas asumieron un papel sin precedentes en el proceso histórico. La historia dejó de simplemente suceder. Era anticipada, preparada y, en una medida antes imposible, dirigida conscientemente. [2]
La alineación del pensamiento y la práctica sociales de la clase revolucionaria con la realidad objetiva alcanzó su punto máximo hasta la fecha cuando la clase obrera tomó el poder en octubre de 1917. El movimiento trotskista inició históricamente en medio de un reflujo de la ola revolucionaria que puso fin a la Primera Guerra Mundial y dio lugar a la Revolución de 1917.
En cierto sentido, este fue uno de los períodos más trágicos, si no el más trágico, de la historia. Los 30 años que pasaron entre la Revolución de Octubre y el final de la Segunda Guerra Mundial vieron las derrotas de inmensas luchas revolucionarias en Asia y Europa, el advenimiento del nazismo en Alemania, la Segunda Guerra Mundial con sus 60 millones de muertos, el Holocausto y la aniquilación de generaciones de marxistas y socialistas a manos del estalinismo.
Pero no fue solo un período de trágicas derrotas, reacción y barbarie capitalista. También hubo una lucha decidida y heroica por la preservación y el desarrollo de la continuidad del marxismo y la construcción a nivel internacional de cuadros revolucionarios que pudieran dirigir a la clase obrera en lucha. Trotsky resumió la lección más crítica de ese período en la primera frase del documento fundacional de la Cuarta Internacional, “El rasgo fundamental de la situación política mundial en su conjunto es la crisis histórica de la dirección proletaria”. [3]
Nuestra conferencia estará dedicada a un resumen de las experiencias estratégicas de la clase obrera internacional que subyacen a esta evaluación y siguen siendo fundamentales para la lucha por el socialismo hoy.
Parte 1: La Revolución de Octubre y la aparición de la Oposición de Izquierda
Las afirmaciones de Eric Hobsbawm de que la Revolución de Octubre ya estaba “muerta” en 1991 y que el estalinismo era inevitable se basaban en dos argumentos interrelacionados: 1) que la revolución era un proceso automático en gran medida incontrolable y 2) que era sobre todo un evento nacional y estaba destinado a permanecer aislado. Hobsbawm descartó de plano la idea de que una revolución en Alemania era posible: “Una Revolución de Octubre alemana”, escribió, “no estaba seriamente en marcha y, por lo tanto, no tuvo que ser traicionada”. [4]
Estas afirmaciones son falsas. La Revolución de Octubre no cayó del cielo. Hubo ciertas condiciones previas objetivas y subjetivas, y las de ambos tipos eran, fundamentalmente, de carácter internacional. En términos de su base socioeconómica, la Revolución de Octubre surgió de las mismas contradicciones del sistema imperialista mundial que habían dado lugar a la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, si bien estas contradicciones objetivas explican el surgimiento de luchas revolucionarias en Rusia, no explican la toma del poder con éxito por parte de la clase obrera.
El nivel de conciencia política alcanzado por la clase obrera en Rusia en 1917 fue el producto de “una lucha histórica consciente y prolongada por el marxismo en la clase obrera europea y rusa que había abarcado los 70 años anteriores”.[5] Esta lucha alcanzó su punto culminante teórico y político en las obras de Lenin y Trotsky, los dos principales líderes de la revolución.
Involucraba dos elementos clave. El primero era el combate llevado a cabo por los bolcheviques de Lenin por un partido revolucionario independiente de la clase obrera en una lucha contra el oportunismo nacional.
El segundo fue el desarrollo de Trotsky del concepto de la revolución permanente. Basado en una evaluación histórica de todo el desarrollo precedente de la revolución social y la economía mundial, Trotsky reconoció que, en nuestra época, incluso en un país económicamente atrasado como Rusia, la clase obrera era la única clase revolucionaria, capaz de dirigir la revolución y completar las tareas de la revolución democrático-burguesa. Durante la revolución de 1905, escribió,
El capitalismo, al imponer a todos los países su modo de economía y de comercio, ha convertido al mundo entero en un único organismo económico y político. ... Ello da, desde el principio, a los acontecimientos en curso, un carácter internacional y abre una gran perspectiva: la tarea de emancipación política que dirige la clase obrera rusa la eleva a una altura hasta hoy desconocida en la historia, coloca en sus manos fuerzas y medios colosales y le posibilita por primera vez comenzar con la destrucción a escala internacional del capitalismo, para lo cual la historia ha creado todas las condiciones objetivas previas. [6]
Sin embargo, las contradicciones que surgían de la dictadura de la clase trabajadora en un país campesino solo podían resolverse a través de una extensión de la revolución a escala mundial. El destino de la revolución en Rusia iba a decidirse principalmente en la palestra mundial.
Esta concepción estratégica de la dinámica de la revolución socialista fue la base para la toma del poder en octubre de 1917 y el establecimiento de la Unión Soviética en diciembre de 1922. Sin embargo, contrario a las expectativas de los bolcheviques, la clase obrera en Europa no logró tomar el poder, sobre todo debido a las traiciones de la socialdemocracia. Varios movimientos revolucionarios, principalmente en Alemania en 1918-1919, en Hungría en 1919 y en Italia en 1919, fueron ahogados en sangre.
Inesperadamente la república soviética, económicamente devastada, se encontró aislada por un cerco capitalista. El Gobierno soviético se vio obligado a iniciar una retirada significativa con la llamada Nueva Política Económica (1921). Esta política, aunque necesaria en las condiciones dadas, contribuyó a un fortalecimiento de las fuerzas burguesas dentro de la sociedad soviética. Para hacer las cosas más difíciles, Lenin, el líder con mayor autoridad del partido, enfermó gravemente y quedó postrado en cama en 1922. Aunque logró iniciar una lucha contra las crecientes tendencias burocráticas y nacionales dentro del partido, moriría prematuramente en enero de 1924.
Un incipiente y largo conflicto en la dirección del partido entre un ala nacional-oportunista cada vez más envalentonada y el ala izquierda marxista, dirigida por Trotsky y Lenin, salió a la luz en el contexto de la abortada revolución alemana en octubre de 1923. Trotsky y el ala revolucionaria internacionalista del partido iniciaron una lucha abierta, dirigida a reorientar las políticas del partido. El 15 de octubre de 1923, 46 viejos bolcheviques emitieron una declaración conjunta, declarando su apoyo político a la insistencia de Trotsky en que era necesaria la democracia interna del partido y sus llamamientos a un mayor énfasis en la planificación y el fortalecimiento de la industria estatal.
El enfoque que Trotsky adoptó en la lucha de la Oposición de Izquierda solo puede entenderse sobre la base de la concepción que él y Lenin habían desarrollado del papel de la dirección marxista en la revolución socialista. En su ensayo León Trotsky y el desarrollo del marxismo, David North explicó que las experiencias del colapso de la Segunda Internacional en 1914 y la toma del poder en 1917 dotaron
el concepto de formación de cuadros y del papel de la Internacional… con un nuevo contenido histórico… la Internacional Comunista partió de la premisa fundamental de que la revolución socialista no podía dejarse al cálculo inexorable de fuerzas económicas objetivas concebidas abstractamente y de las contradicciones sociales. Los dirigentes de los partidos revolucionarios de la Internacional Comunista... tenían que reconocer que su práctica subjetiva era un eslabón objetivo decisivo en la cadena de acontecimientos históricos que condujeron al derrocamiento del capitalismo. [7]
Esta concepción básica fue confirmada, en lo negativo, por las derrotas sufridas por la clase obrera entre 1917 y 1923. La razón principal de esas derrotas fue la ausencia de una dirección revolucionaria, comparable a la de los bolcheviques en 1917. En 1924, Trotsky concluyó:
No puede ser tampoco que la historia mecánicamente cree las condiciones para la revolución y luego, en cualquier momento, le presente servido en bandeja el pedido al partido: aquí tiene, firme el recibo, por favor. No sucede así. Una clase debe forjar durante el curso de una lucha prolongada una vanguardia que sea capaz de encontrar su camino en una situación, que reconozca la revolución cuando toque a la puerta, que en el momento necesario pueda comprender el problema de la insurrección como arte, para delinear un plan, asignar roles, y proporcionarle un golpe despiadado a la burguesía. [8]
En Lecciones de Octubre, Trotsky desarrolló aún más este análisis, basándose en una revisión de la lucha política dentro del Partido Bolchevique durante la Revolución de 1917. En ese momento, Grigori Zinóviev, Lev Kámenev y Joseph Stalin lideraron una facción que se opuso a la toma del poder, argumentando que las condiciones en Rusia no eran lo suficientemente “maduras” para la revolución socialista. Trotsky enfatizó que, bajo condiciones de cambios bruscos en la situación política, las presiones para adaptarse a la opinión pública burguesa y las tendencias nacionales eran inevitables. Un partido revolucionario está sujeto a la presión de fuerzas de clase hostiles. El desafío de la dirección de un partido es luchar contra tales presiones para garantizar que el partido se mantenga al día con las tareas históricas de su clase. De lo contrario, advirtió Trotsky, el partido “corre el riesgo de convertirse en la herramienta indirecta de otras clases”. [9]
La dirección del partido, que ahora estaba dominada por Stalin, Zinóviev y Kámenev, respondió a la publicación de Lecciones de Octubre en octubre de 1924 con una encarnizada campaña contra Trotsky y la revolución permanente. En el curso de esta campaña, toda la historia del Partido Bolchevique y la Revolución de 1917 fue objeto de una falsificación sistemática. En diciembre de 1924, Stalin elaboró la concepción de que era posible construir el “socialismo en un solo país”, en Rusia, sin la toma del poder por parte de la clase obrera en Europa. Esta teoría antimarxista y nacionalista formaría la base política de la reacción estalinista contra la Revolución de Octubre.
Cuando se le planteaba la pregunta de por qué perdió el poder político en 1923-1924, Trotsky siempre rechazó las explicaciones subjetivas que reducían las cosas a una disputa por el “poder” y al choque de diferentes personalidades. Detrás del cambio en la orientación política de la dirección bolchevique y la degeneración del partido hubo profundos cambios en el equilibrio internacional de las fuerzas de clase que tuvieron un inmenso impacto en las relaciones políticas y sociales en la Unión Soviética.
El retraso de la revolución internacional fomentó estados de ánimo de desilusión en una clase obrera soviética numerosa y económicamente debilitada. Al mismo tiempo, estas derrotas y el aislamiento internacional resultante consolidaron la posición de una burocracia en rápido crecimiento cuyos intereses sociales fueron articulados cada vez más por fuerzas de orientación nacional en la dirección del partido. Trotsky explicó más tarde los procesos políticos y sociopsicológicos en curso de la siguiente manera:
El sentimiento de que “no se puede dedicar todo siempre a la revolución, hay que pensar también un poco en uno mismo” fue traducido como “abajo la revolución permanente”. La revuelta contra las exigentes demandas teóricas del marxismo y las exigentes demandas políticas de la revolución asumió gradualmente, a los ojos de estas personas, la forma de una lucha contra el “trotskismo”. Bajo esta bandera, se llevó a cabo la liberación del filisteo en el bolchevique. Fue por esto que perdí el poder, y fue esto lo que determinó la forma que tomó esta pérdida. [10]
El ascenso de la burocracia soviética también subyació a un profundo cambio en la orientación de la Komintern, donde el partido soviético jugaba el papel dominante. En diciembre de 1925, el Partido Bolchevique adoptó oficialmente el programa nacionalista de construir el “socialismo en un solo país”. Esta orientación fue explícitamente complementada por la concepción de que había comenzado un “período de coexistencia pacífica” entre la Unión Soviética y los países capitalistas. Desde el punto de vista de la burocracia, la función principal de la Internacional Comunista era cada vez en menor medida la lucha por dirigir a la clase obrera en el derrocamiento de la burguesía. Más bien, su tarea era, como dijo Stalin, “neutralizar” a la burguesía y prevenir posibles ataques militares contra la URSS.
Esta orientación nacional condujo a derrotas catastróficas de la clase obrera. La primera gran traición del estalinismo fue la derrota de la huelga general británica en mayo de 1926. La dirección estalinista subordinó un poderoso movimiento de la clase obrera en uno de los países imperialistas más importantes a los burócratas sindicales y reformistas laboristas. La segunda gran traición fue la de la revolución china de 1925-1927.
Si la toma del poder de la clase obrera en 1917 fue la confirmación en positivo de la revolución permanente y la lucha por un partido revolucionario independiente de la clase obrera, la revolución china fue una confirmación trágica de lo mismo en negativo.
En 1925-1926, China vio el surgimiento de un gigantesco movimiento revolucionario de trabajadores y campesinos. Sin embargo, en lugar de preparar a la clase obrera china y su dirección para la toma del poder estatal con el apoyo de las masas pobres de campesinos, la Komintern estalinizada adoptó una línea en la que el Partido Comunista Chino tenía que subordinar todas sus actividades a los intereses del Kuomintang, el partido de la burguesía nacional. Al PCCh ni siquiera se le permitió criticar al Kuomintang o dirigir una prensa independiente.
Esta política de colaboración de clases se basó en un renacimiento de la vieja concepción menchevique de una revolución en “dos etapas”. Sobre la base de esta concepción, la clase obrera en los países económicamente atrasados tiene que ayudar primero a llevar a la burguesía al poder. Solo después de un período prolongado de desarrollo capitalista, la clase obrera podría aspirar a tomar el poder por sí misma. Con respecto a China, Stalin argumentó que la opresión imperialista sentaría las bases para un “bloque de cuatro clases”: una alianza entre la clase obrera, el campesinado, la pequeña burguesía urbana y la burguesía nacional. Pero como explicó Trotsky:
Es un grave error pensar que el imperialismo suelda mecánicamente a todas las clases de China desde fuera… La lucha de clases entre la burguesía y las masas de obreros y campesinos no se debilita, sino que, por el contrario, se agudiza por la opresión imperialista, hasta el punto de una sangrienta guerra civil en cada conflicto serio. [11]
La política de la Komintern tuvo consecuencias catastróficas. En abril de 1927, el líder del Kuomindang Chiang Kai-Shek montó un golpe de Estado en Shanghái y masacró a decenas de miles de trabajadores y comunistas chinos.
Este nuevo revés de la revolución internacional tuvo un profundo impacto en la clase trabajadora soviética, fomentando estados de ánimo de conservadurismo y desmoralización, al tiempo que reforzó la posición social y política de la burocracia. En el 15º Congreso del Partido Comunista en diciembre de 1927, la Oposición de Izquierda fue expulsada del partido. En las semanas que siguieron, Trotsky y prácticamente todos los demás líderes de la oposición fueron exiliados. A lo largo de 1928, miles de opositores fueron expulsados, arrestados y llevados al exilio o encarcelados.
La principal respuesta de Trotsky a estos acontecimientos fue un análisis sistemático de las experiencias estratégicas que la clase obrera acababa de atravesar. El documento resultante, su Crítica del Programa del 6º Congreso de la Internacional Comunista, sigue siendo fundamental no solo para nuestra perspectiva histórica sino para el enfoque mismo que adoptamos para el análisis político y el desarrollo del CICI y el WSWS.
Un elemento principal de la refutación de Trotsky de la revisión nacionalista del marxismo que llevó a cabo el estalinismo fue su insistencia en la definición estratégica de nuestra época como la época de las guerras imperialistas y la revolución socialista. En esta época, que se caracteriza por el dominio de la economía mundial y el capital financiero, así como por cambios bruscos en la situación objetiva, la dirección revolucionaria asumió una importancia excepcional. Por lo tanto, la cuestión de que esos dirigentes contaran con una orientación estratégica y programática correcta era decisiva. Trotsky resumió los principios internacionalistas básicos que subyacían a la orientación política de la Internacional de la siguiente manera:
El programa internacional debe proceder directamente de un análisis de las condiciones y tendencias de la economía mundial y del sistema político mundial en su conjunto... En la época actual, en una medida mucho mayor que en el pasado, la orientación nacional del proletariado debe y puede fluir solo de una orientación mundial y no al revés. Aquí radica la diferencia básica y primaria entre el internacionalismo comunista y todas las variedades del socialismo nacional. [12]
Accidentalmente, James P. Cannon, quien asistió al Congreso de la Internacional Comunista en Moscú en el verano de 1928 como delegado del Partido Comunista de Estados Unidos, obtuvo acceso a una copia de este documento, lo estudió y lo sacó de contrabando de la URSS. Esto marcó el comienzo del movimiento trotskista estadounidense y del trabajo sistemático de la Oposición de Izquierda Internacional.
A pesar de las traiciones del estalinismo y la represión cada vez más violenta contra la Oposición de Izquierda, Trotsky a lo largo de este período insistió en que la oposición tenía que orientarse hacia una reforma del partido soviético y la Komintern. Este curso solo fue cambiado en respuesta a una de las mayores catástrofes políticas del siglo XX: la llegada al poder de Hitler en Alemania.
Parte 2: 1933 y la lucha contra el fascismo y la traición del frentepopulismo en Francia y España
El papel fatal desempeñado por el KPD [Partido Comunista Alemán] y toda la Komintern en la “catástrofe alemana” hizo necesario comenzar a construir una nueva Cuarta Internacional. Esta reorientación no fue una reacción subjetiva a los dramáticos acontecimientos, sino que se basó en un análisis objetivo del desarrollo histórico y el papel del estalinismo.
Fue la negativa del KPD a luchar por una política de frente único que uniera a la clase obrera bajo la dirección del KPD en la lucha por el poder lo que condujo a la catástrofe alemana.
Por supuesto, Hobsbawm denunciaría esto como “especulación”, pero no hay duda de que Hitler puso haber sido parado. Con 6 millones de trabajadores socialistas y comunistas, Alemania tenía el mayor movimiento obrero organizado del mundo, que había demostrado su voluntad de luchar más de una vez y tenía una rica historia marxista. Los trabajadores estaban preparados para oponerse a Hitler. En las últimas elecciones razonablemente libres en noviembre de 1932, los dos principales partidos de la clase obrera, los socialdemócratas (SPD) y el Partido Comunista, ganaron juntos el 37,3 por ciento, muchos más votos que el NSDAP de Hitler (33,1 por ciento). Y las elecciones oficiales fueron solo un inexacto reflejo del verdadero equilibrio de poder.
Pero en lugar de unificar a la clase obrera sobre la base de una perspectiva revolucionaria contra el fascismo, el KPD adoptó una línea ultraizquierdista, equiparando a la socialdemocracia con el fascismo, dividiendo y confundiendo así a la clase obrera y obsequiando a grandes sectores de la pequeña burguesía a la demagogia fascista de Hitler. En el proceso, el KPD no solo rechazó cualquier colaboración con el SPD contra el peligro fascista, sino que en algunos casos incluso hizo causa común con los nazis, quizás de la manera más infame cuando respaldó el “referéndum rojo” iniciado por el NSDAP en 1931 para derrocar el Gobierno liderado por el SPD en el estado alemán de Prusia.
Explicando los objetivos políticos y el significado de la política del frente único, Trotsky escribió en mayo de 1933:
Ninguna política del partido comunista podía, por supuesto, haber transformado la socialdemocracia en un partido revolucionario. Pero tampoco era ése el objetivo. Era necesario sacar todo el provecho posible la contradicción entre reformismo y fascismo, a fin de debilitar el fascismo y al mismo tiempo el reformismo, desenmascarando ante los obreros la incapacidad de la dirección socialdemócrata. Estas dos tareas se fundían, naturalmente, en una sola. La política de la burocracia de la Komintern condujo al resultado opuesto: la capitulación de los reformistas sirvió a los intereses del fascismo, y no del comunismo; los obreros socialdemócratas permanecieron con sus dirigentes; los obreros comunistas perdieron la fe en sí mismos y en su dirección. [13]
La Komintern no solo implementó políticas que allanaron el camino de Hitler al poder, sino que también prohibió cualquier discusión crítica de los acontecimientos. Esto significaba que la Tercera Internacional había dejado de ser, en términos históricos, una organización revolucionaria de la clase obrera. El estalinismo, subrayó Trotsky, al igual que la socialdemocracia en 1914, finalmente había pasado al campo de la contrarrevolución burguesa.
Había que sacar las conclusiones políticas necesarias. A partir de ese momento, había caducado la perspectiva de buscar una reforma de los Partidos Comunistas y de la Internacional Comunista. Como señala David North en León Trotsky y el desarrollo del marxismo, “la acumulación cuantitativa de traiciones políticas había producido una transformación cualitativa del propio estalinismo. Había pasado del centrismo burocrático a la contrarrevolución consciente.”[14]
Trotsky escribió sobre el “cambio de orientación” en su importante artículo programático “Es necesario construir nuevos partidos comunistas y una nueva internacional”:
No hay nada más peligroso en la política que caer atrapado por las fórmulas que se adoptaron ayer pero que hoy carecen por completo de contenido... Una organización que no despertó ante el tronar del fascismo y que se somete dócilmente a las infames prácticas burocráticas demuestra que ha muerto y que nada podrá revivirla. Es nuestro deber para con el proletariado y su futuro decirlo abierta y públicamente. Todo nuestro trabajo ulterior debe tomar como punto de partida el derrumbe histórico de la Internacional Comunista oficial. [15]
En el centro del trabajo de Trotsky estaba la clarificación de la situación política e histórica y las tareas derivadas de ella. La Oposición de Izquierda solo podía convertirse en la nueva dirección política de la clase obrera sobre estas bases. El desarrollo de cuadros “no es simplemente un problema organizativo, es un problema político: los cuadros se forman sobre la base de una perspectiva definida”, explicó en “KPD o nuevo partido”.
Revivir la consigna de la reforma del partido significa establecer conscientemente un objetivo utópico y con ello empujar a nuestros propios cuadros hacia decepciones nuevas y cada vez más graves. Si procediera de esta manera, la Oposición de Izquierda solo se convertiría en el apéndice de un partido en descomposición y desaparecería de la escena junto con él. [16]
Mientras que la burocracia estalinista en la Unión Soviética y la Komintern estalinizada actuaban ahora cada vez más abiertamente como opositores a la revolución, la política de Trotsky estaba orientada hacia el desarrollo de la lucha de clases internacional y la revolución socialista mundial. Trotsky buscaba elaborar una línea política correcta para elevar la conciencia de la clase obrera y alinearla con los requisitos de la situación histórica.
Toda la experiencia histórica muestra que el fascismo solo puede ser combatido a través de la movilización independiente de la clase obrera contra el capitalismo. El fascismo no es simplemente una política equivocada o mala, sino la respuesta de la clase dominante a la crisis del sistema capitalista. Como Trotsky escribió en enero de 1932 en “¿Y ahora?”, “El régimen fascista ve llegar su turno porque los medios ‘normales’, militares y policiales de la dictadura burguesa, con su cobertura parlamentaria, no bastan para mantener a la sociedad en equilibrio”.[17]
En Alemania, el 24 de marzo de 1933, todos los partidos burgueses sin excepción votaron a favor de la Ley Habilitante de Hitler, sentando así las bases “legales” para el establecimiento de la dictadura nazi. Al hacerlo, la clase capitalista alemana persiguió dos objetivos interrelacionados: primero, el aplastamiento del movimiento obrero y, segundo, la preparación para otra guerra imperialista después de la catástrofe de la Primera Guerra Mundial.
Trotsky profundizó al respecto en “¿Qué es el nacionalsocialismo?”:
La concentración compulsiva de todas las fuerzas y recursos del pueblo en interés del imperialismo, la verdadera misión histórica de la dictadura fascista, significa la preparación para la guerra; y esta tarea, a su vez, no tolera ninguna resistencia interna y conduce a una posterior concentración mecánica de poder. El fascismo no puede ser reformado ni apartado del servicio. Solo puede ser derrocado. La órbita política del régimen descansa en la alternativa: guerra o revolución.[18]
En respuesta a la victoria de los nazis en Alemania, la oposición al capitalismo y al fascismo creció enormemente en la clase obrera en toda Europa. Pero las ofensivas revolucionarias de la clase obrera en Francia y España también terminaron en derrota. La razón de estas derrotas fue la política de la Komintern del “frente popular”, es decir, una alianza de los partidos comunistas estalinizados no solo con los partidos y los sindicatos socialdemócratas, sino también con los principales partidos capitalistas. Ideológicamente, esta alianza fue justificada por los estalinistas con el argumento de que la cuestión era defender la democracia contra el fascismo. Pero, esencialmente, equivalía a la defensa de los intereses capitalistas contra las aspiraciones revolucionarias de los trabajadores.
Trotsky luchó contra la posición de que en la batalla contra el fascismo la clase obrera debe apoyar el ala supuestamente democrática de la burguesía, o, como dirían los pseudoizquierdistas de hoy, el “mal menor”. Lo hizo desde el punto de vista de aclarar las cuestiones políticas y las tareas fundamentales que enfrenta la clase obrera.
Trotsky escribió en “Lecciones de España: última advertencia”:
El fascismo… representa la reacción política burguesa, no feudal, y solo es posible combatir esta reacción con éxito con los métodos de la revolución proletaria. Esta tesis es algo que el menchevismo –una rama de la ideología burguesa- no quiere ni puede adoptar.
El punto de vista bolchevique, expresado hoy día únicamente por la joven sección de la Cuarta Internacional, procede de la teoría de la revolución permanente, es decir, que incluso las tareas puramente democráticas, tales como la liquidación de la propiedad semifeudal de la tierra, no pueden ser resueltas sin la conquista del poder por el proletariado; esto, a su vez, pone a la orden del día, la revolución socialista. [19]
Trotsky desarrolló la perspectiva revolucionaria y la dirección necesarias para la clase obrera mediante una polémica constante contra las tendencias políticas centristas, que buscaban encontrar un camino intermedio entre los partidos estalinistas y el movimiento trotskista, es decir, entre la política reformista y revolucionaria.
En su artículo “El centrismo y la Cuarta Internacional”, Trotsky explicó las características más importantes del centrismo como corriente política: “En el terreno de la teoría, el centrismo es amorfo y ecléctico; en lo posible elude las obligaciones teóricas y tiende (de palabra) a privilegiar la ‘práctica revolucionaria’ sobre la teoría, sin comprender que solo la teoría marxista puede impartir una orientación revolucionaria a la práctica”. Un centrista “odia el principio revolucionario que plantea decir las cosas tal como son” y se inclina a “sustituir la política principista por las maniobras personales y la diplomacia menuda entre las organizaciones”. El centrista “disimula sus oscilaciones hablando del peligro del ‘sectarismo’, que para él no consiste en la pasividad propagandista abstracta… sino en un interés activo en la pureza de los principios, la claridad de las posiciones, la coherencia política y la integridad organizativa”. Y no entiende “que en la época actual solo se puede construir un partido revolucionario nacional como parte de un partido internacional”.[20]
Los socialistas y estalinistas no podrían haber estrangulado la ofensiva revolucionaria de la clase obrera española sin la ayuda de los anarcosindicalistas y el centrista POUM. Estas fuerzas formaron el ala izquierda del Frente Popular y se unieron al Gobierno en el momento crucial, preparando el camino para la contrarrevolución. En 1937, Trotsky concluyó en su artículo, “Lecciones de España: última advertencia”: “a pesar de sus intenciones, el POUM ha resultado ser el principal obstáculo en la vía de la construcción de un partido revolucionario”. Resumió las lecciones del papel del POUM de la siguiente manera:
El problema de la revolución debe ser analizado exhaustivamente, hasta sus últimas consecuencias concretas. Hay que ajustar la política a las leyes fundamentales de la revolución, es decir, al movimiento de las clases en lucha, y no a los temores y a los prejuicios superficiales de los grupos pequeñoburgueses que se autotitulan Frente Popular y otro montón de cosas. En la revolución, la línea de menor resistencia resulta ser la más ruinosa. El miedo a aislarse de la burguesía conduce a aislarse de las masas. La adaptación a los prejuicios conservadores de la aristocracia obrera, significa la traición a los obreros y a la revolución. El exceso de prudencia es la más funesta de las imprudencias. Ésta es la principal lección del derrumbe de la organización política más honesta de España: el POUM, un partido centrista. Los grupos del Buró de Londres, o no quieren o no saben sacar las conclusiones necesarias de la última advertencia de la historia. Por eso mismo, van derechos hacia su propia derrota. [21]
Las lecciones de la experiencia con la política del Frente Popular en Francia también fueron fundamentales para el desarrollo de la Cuarta Internacional. Escritos como ¿Adónde va Francia? son parte esencial de las bases de nuestro movimiento. Clarifican, sobre todo, la importancia crucial del factor subjetivo en una situación revolucionaria que se desarrolla objetivamente. Trotsky polemizó fuertemente contra la actitud de los estalinistas, quienes reemplazaron “la teoría de la acción revolucionaria con la religión del fatalismo” y justificaron su orientación hacia la burguesía afirmando que la situación “no era revolucionaria”. Trotsky escribió:
El diagnóstico de la Internacional Comunista es radicalmente falso. La situación es tan revolucionaria como puede serlo con la política no revolucionaria de los partidos obreros. Lo más exacto es decir que la situación es prerrevolucionaria. Para que esta situación madure, hace falta una movilización inmediata, fuerte e incansable de las masas en nombre del socialismo. Esta es la única condición para que la situación prerrevolucionaria se vuelva revolucionaria. En caso contrario, si se continúa marcando el paso en el mismo lugar, la situación prerrevolucionaria se volverá contrarrevolucionaria y llevará a la victoria del fascismo. [22]
Trotsky destacó el papel crucial de la preparación política en el desarrollo de la revolución, explicando que consiste,
En la cohesión revolucionaria de las masas, en su liberación de las esperanzas serviles en la clemencia, la generosidad, la lealtad de los esclavistas “democráticos”, en la educación de cuadros revolucionarios que sepan desafiar la opinión pública burguesa y que sean capaces de mostrar frente a la burguesía al menos una décima parte de la implacabilidad que la burguesía muestra frente a los trabajadores.[23]
A la afirmación de los estalinistas de que la “crisis final del sistema capitalista” aún no ha comenzado, Trotsky respondió:
El revolucionario proletario debe comprender, ante todo, que el marxismo, única teoría científica de la revolución proletaria, nada tiene en común con la espera fatalista de la “última” crisis. El marxismo es, por su propia esencia, una guía para la acción revolucionaria. El marxismo no ignora la voluntad y el coraje, sino que los ayuda a encontrar el camino justo.[24]
Y continuó:
No hay ninguna crisis que pueda ser, por sí misma, “mortal” para el capitalismo. Las oscilaciones de la coyuntura crean solamente una situación en la cual será más fácil o más difícil para el proletariado derrocar el capitalismo. El paso de la sociedad burguesa a la sociedad socialista presupone la actividad de personas vivas, que hacen su propia historia. No la hacen por azar ni según su gusto, sino bajo la influencia de causas objetivas determinadas. Entretanto, sus propias acciones —su iniciativa, su audacia, su devoción o, por el contrario, su estupidez y su cobardía— entran como eslabones necesarios en la cadena del desarrollo histórico.[25]
Estas cuestiones tienen una actualidad candente hoy. En condiciones en las que las luchas revolucionarias de la clase obrera están comenzando a surgir, las organizaciones pseudoizquierdistas de hoy insisten una vez más en que la situación “no es revolucionaria” y que, por lo tanto, los trabajadores no necesitan una perspectiva y dirección socialistas revolucionarias, sino que deben limitar sus acciones al marco existente de la política capitalista burguesa.
A diferencia de los partidos socialdemócratas y estalinistas de la década de 1930, no tienen una base de masas en la clase obrera y no pueden llamarse organizaciones obreras en ningún sentido. Sin embargo, el contenido esencial de clase y la orientación política de estas políticas frentepopulistas es el mismo. Mientras que la clase dominante en su conjunto está recurriendo cada vez más al fascismo y a dictaduras, las organizaciones pseudoizquierdistas declaran que la clase obrera debe apoyar a los representantes de la burguesía que supuestamente son los más “democráticos”. Por lo tanto, ellos mismos son parte de la conspiración contrarrevolucionaria de la derecha contra la clase obrera.
Solo el CICI basa sus políticas en las lecciones de la década de 1930. Hoy, como entonces, la lucha contra el fascismo y la guerra requiere la movilización política independiente de la clase obrera, que debe unirse internacionalmente sobre la base de sus intereses de clase comunes, en oposición al capitalismo y a sus defensores políticos y por el socialismo. La cuestión del liderazgo político es decisiva y solo puede resolverse teniendo en cuenta políticamente las experiencias contrarrevolucionarias de la década de 1930 y, especialmente, la naturaleza del estalinismo.
Parte 3: El genocidio político en la URSS y el papel contrarrevolucionario del estalinismo
Mientras la burocracia estrangulaba las luchas revolucionarias de la clase obrera en Europa, se embarcaba a su vez en una campaña de asesinatos masivos de revolucionarios dentro y fuera de las fronteras de la URSS. El 19 de agosto de 1936, la primera de tres farsas judiciales comenzó en Moscú. En estos juicios, los líderes más prominentes de la Revolución de Octubre, muchos de los cuales habían sido opositores, fueron acusados de “actividades contrarrevolucionarias”. Obligados a dar confesiones falsas, fueron arrastrados por el barro públicamente, antes de ser ejecutados. Los principales acusados fueron León Trotsky y su hijo y estrecho colaborador Lev Sedov. Trotsky respondió a los juicios poniendo en marcha una comisión independiente, la Comisión Dewey. Así es como Trotsky habló sobre los juicios en enero de 1937 en un breve discurso en el que anunció la creación de esta comisión.
La Comisión Dewey lo encontró a él y a todos los demás acusados en los juicios “no culpables”.
Cuando hablamos del terror, usamos el término “genocidio político”. Esto no es simplemente un intento de expresar indignación moral. El término tiene un significado político e histórico muy específico. Lo que ocurrió en la segunda mitad de la década de 1930 y a principios de la década de 1940 fue un intento sistemático y selectivo de destruir físicamente a los portadores de la cultura marxista y socialista que había formado la base del desarrollo del movimiento obrero internacional durante todo un período histórico. Como explicó Trotsky, con este acto de asesinato en masa:
El estrato dominante rechaza de su seno a los elementos que le recuerdan su pasado revolucionario, los principios de libertad, igualdad y fraternidad y las tareas aún no resueltas de la revolución mundial. La brutalidad de la represión es fiel reflejo del odio que siente la casta privilegiada por los revolucionarios. [26]
Esta campaña de asesinato en masa de revolucionarios soviéticos se complementó con la aniquilación física de gran parte de la Internacional Comunista, incluida la mayoría de los miembros del Partido Comunista Polaco. Internacionalmente, se complementó con asesinatos de revolucionarios en España.
Sería incorrecto afirmar que el terror, que resultó en el asesinato de al menos 1 millón de personas y el arresto y encarcelamiento de muchas más, solo afectó a socialistas y trotskistas. Pero es un hecho histórico documentado que los obreros e intelectuales revolucionarios comprometidos y, sobre todo, los trotskistas fueron sus principales objetivos. Los miles de revolucionarios que habían firmado documentos de la Oposición en la década de 1920 fueron sistemáticamente localizados, detenidos y ejecutados. Entre ellos había cientos de trotskistas cuyos nombres y obras permanecen en gran parte desconocidos, pero que nunca capitularon ante el estalinismo y continuaron la lucha por el socialismo hasta el día de su ejecución. En muchos casos, sus familias, incluidos sus hijos menores de edad, también fueron detenidos y asesinados.
Por ejemplo, en esta imagen, pueden ver en la parte inferior izquierda, la portada de una de estas listas de acusados. Fue firmada por varios miembros del Politburó, incluyendo Stalin, Molotov, Kaganóvich y Voroshílov.
Esta imagen muestra una página de dicha lista de acusados. Incluía a varios líderes bolcheviques y exopositores como a Mijaíl Boguslavski.
Esta lista da una impresión del número total de individuos que fueron sentenciados a muerte o prisión mediante listas de acusados como esta entre el 7 de septiembre de 1937 y el 3 de mayo de 1938. Muestra que, por ejemplo, el 3 de enero de 1938, 2.771 personas en total fueron “sentenciadas” de esta manera. De estas, se ordenó fusilar a 2.548 y encarcelar a 223.
Hubo una persecución muy específica tanto de los opositores de izquierda activos como de los anteriores. El servicio secreto compiló listas detalladas de signatarios de plataformas de la Oposición de Izquierda en la década de 1920, indicando sus nombres, fechas de nacimiento, los lugares de ocupación y los años en que se unieron al partido. Por nombrar solo una de las figuras más sobresalientes, pero poco conocidas que fueron asesinadas: Boris Eltsin fue el secretario general de la oposición en 1928-1929 y una de las figuras más destacadas en la historia del movimiento obrero ruso. Se unió a dicho movimiento en 1897, incluso antes de que se fundara el Partido Socialdemócrata Ruso (en 1898).
Participó en las tres revoluciones rusas, y no solo él, sino también sus tres hijos se convirtieron en luchadores de la oposición. La forma en que fue asesinado es representativa de aquellos que nunca capitularon. Después de su arresto, lideró una huelga de hambre en un campo, a pesar de que para entonces tenía 60 años y se encontraba muy mal de salud, y él y otros líderes de la huelga fueron ejecutados en noviembre de 1937. Su hijo, Viktor Eltsin, era un exsecretario de Trotsky y también un destacado opositor. Fue asesinado solo cuatro meses después, junto con otros cien trotskistas, también después de liderar una huelga de hambre en otro campo, en Vorkuta. Quiero enfatizar que estas huelgas de hambre no fueron un signo de desesperación sino un acto de desafío: era el único medio que les quedaba a los trotskistas en la Unión Soviética para demostrar que seguían siendo opositores inflexibles del estalinismo y luchadores por la causa de la clase obrera.
Esta imagen da una idea de la escala del terror y del grado en que no ha sido asimilado realmente en la antigua Unión Soviética. Este es el campo de fusilamientos más importante del terror, en las afueras de Moscú. Una gran parte del Gobierno soviético y de los líderes bolcheviques fueron ejecutados y enterrados aquí. El trabajo de excavación solo comenzó mucho después de 1991 y solo se completó en 2021, justo antes de que comenzara la guerra. Hay muchos más sitios de este tipo, incluidos muchos donde no hay monumentos conmemorativos y donde no ha habido trabajos de excavación, 85 años después del apogeo del terror.
El asesinato masivo de trotskistas tuvo un alcance internacional. Varios de los líderes más importantes del movimiento trotskista en Europa, entre ellos Erwin Wolf, Rudolf Klement y el hijo de Trotsky, Lev Sedov, fueron asesinados. Esta campaña de asesinatos en masa culminó con el crimen político del siglo: el asesinato de León Trotsky en agosto de 1940 en México por un agente estalinista.
Las secuelas de este genocidio político se sintieron a lo largo del siglo XX y, de hecho, se sienten hasta el día de hoy. En 1937, en el apogeo del terror, León Trotsky resumió el impacto devastador del estalinismo en la conciencia de la clase obrera. Escribió: “Nadie, sin excluir a Hitler, ha asestado al socialismo golpes tan mortales como Stalin”. Trotsky predijo:
Pero la historia no perdonará una sola gota de la sangre vertida en el altar del nuevo Moloch de la arbitrariedad y del privilegio. … La revolución abrirá los cuartos secretos, revisará los juicios, rehabilitará a los calumniados, levantará monumentos a las víctimas de la arbitrariedad, cubrirá los nombres de los verdugos con el manto de la infamia eterna. Stalin saldrá de escena cargado con todos los crímenes que ha cometido, no solo como sepulturero de la revolución, sino también como el personaje más siniestro de la historia de la humanidad.[27]
A pesar de la brutalidad y la magnitud histórica de los crímenes del estalinismo, Trotsky nunca adoptó un enfoque subjetivo del papel de Joseph Stalin como individuo ni de la burocracia soviética en general. El monstruoso papel de Stalin solo podía entenderse en función de las fuerzas sociales cuyos intereses representaba.
Apenas dos semanas antes del comienzo del primer juicio de Moscú, Trotsky había terminado el manuscrito de su obra La revolución traicionada. Este trabajo demostró ser fundamental para la orientación histórica y programática de la Cuarta Internacional. En contraste con las respuestas impresionistas al ascenso del estalinismo por parte de radicales desmoralizados de clase media, Trotsky sometió la degeneración burocrática de la Unión Soviética a un análisis materialista histórico y científico.
Las condiciones de aislamiento internacional y atraso económico que enfrentó el Estado obrero después de 1917 habían dado lugar a una burocracia que había usurpado el poder político del proletariado y disfrutado de vastos privilegios sociales. Sociológicamente, la posición de esta burocracia era la de una casta privilegiada, no la de una clase social. En contraste con la posición socioeconómica de la burguesía, los privilegios de la burocracia no estaban basados en la propiedad de los medios de producción. Más bien, se basaron en la usurpación política por parte de la burocracia del poder de la clase obrera en el Estado, que, como resultado de la Revolución de Octubre, tenía el control de los medios de producción.
Rechazando el uso simplista y ahistórico de categorías como “socialismo” y “capitalismo”, Trotsky explicó que la Unión Soviética era una “sociedad en transición” cuyo destino aún no había sido fijado por la historia. Escribió:
Sus dirigentes han traicionado a la Revolución de Octubre, pero no la han derribado, y la revolución tiene una gran capacidad de resistencia que coincide con las nuevas relaciones de propiedad, con la fuerza viva del proletariado, con la conciencia de sus mejores elementos, con la situación sin salida del capitalismo mundial, con la inevitabilidad de la revolución mundial.[28]
La Unión Soviética seguía siendo un Estado obrero, aunque estaba experimentando una grave degeneración burocrática. Dentro de ese Estado obrero y del movimiento obrero en general, la burocracia estalinista funcionó como una agencia contrarrevolucionaria del imperialismo. En estas condiciones, la única manera en que la clase obrera podía defender las conquistas de la Revolución de Octubre, concluyó Trotsky, era derrocar la burocracia en una revolución política como parte de una lucha por extender la revolución internacionalmente. En ausencia de tal revolución política, advirtió, un “retroceso hacia el capitalismo es totalmente posible”.
De hecho, medio siglo antes de que la burocracia soviética procediera a restaurar el capitalismo en 1985, Trotsky reconoció que la transformación de la burocracia en una nueva clase propietaria y la destrucción del Estado soviético era uno de los posibles trayectos. Sin embargo, la restauración capitalista no era inevitable. “En última instancia”, escribió Trotsky, “la cuestión será decidida por una lucha de fuerzas sociales vivas, tanto en el ámbito nacional como en el mundial”.
Esta posición científicamente fundamentada ha distinguido históricamente al CICI de todas las tendencias pequeñoburguesas que afirman ser “socialistas” o incluso “trotskistas”. Tanto los pablistas como los capitalistas de Estado, aunque de diferentes maneras, atribuyeron a la burocracia soviética un papel que no poseía. Los capitalistas de Estado proclamaron que la burocracia era una nueva clase dominante. Los pablistas, por su parte, atribuirían a la burocracia un papel revolucionario, alegando que podía ser presionada para “realizar” el socialismo en la URSS por medio de una “autorreforma”.
A pesar de llegar a conclusiones aparentemente opuestas, ambas posiciones estaban enraizadas en última instancia en los intereses sociales de las capas pequeñoburguesas que rechazaron la perspectiva de la Revolución de Octubre y de que la clase obrera fuera una fuerza revolucionaria. También estaban vinculadas a una minimización o negación absoluta del papel contrarrevolucionario del estalinismo y un encubrimiento de sus peores crímenes.
El papel de los pablistas como cómplices históricos del estalinismo y el imperialismo quedó demostrado irrefutablemente en su violenta oposición a la investigación llevada a cabo por el Comité Internacional sobre el asesinato de León Trotsky. Mientras tanto, los líderes en los Estados Unidos de los actuales partidarios de la teoría del capitalismo de Estado, los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés), celebran abiertamente el asesinato estalinista de Trotsky.
A lo largo de toda la historia de la Cuarta Internacional, la lucha contra el nacional-oportunismo y el revisionismo ha implicado principalmente una denuncia de los crímenes del estalinismo y una defensa del análisis científico de Trotsky de la traición estalinista de la Revolución de Octubre. Basándose en este análisis, el CICI fue capaz de anticipar y desarrollar una lucha contra la restauración del capitalismo por la burocracia estalinista en 1985-1991. En contraste con una miríada de fuerzas pequeñoburguesas exizquierdistas, la respuesta del movimiento trotskista al eventual colapso del estalinismo y la destrucción del Estado obrero no fue una renuncia a la perspectiva del socialismo.
Al contrario, el CICI respondió a 1991 desarrollando, en colaboración con el historiador soviético Vadim Rogovin, una campaña conjunta para descubrir y defender la verdad histórica sobre la lucha de la Oposición de Izquierda contra el estalinismo y toda la historia del movimiento trotskista. El inicio de esta campaña fue una decisión estratégica: reconocimos que la lucha por la verdad histórica tendría que ser la base para el renacimiento de la conciencia marxista y una cultura socialista en la clase obrera y la formación de nuevas generaciones de revolucionarios. Los trabajos producidos por el CICI como resultado de esta orientación incluyen múltiples volúmenes, así como cientos, si no miles, de artículos en el World Socialist Web Site.
El trabajo que en este sentido ha sido y sigue siendo llevado a cabo por el CICI subraya, sobre todo, la extraordinaria clarividencia y la importancia histórica de la lucha de Trotsky por la Cuarta Internacional. Como señaló David North en su discurso de agosto de 1987, “Trotskismo versus estalinismo”, al fundar la Cuarta Internacional en medio de la campaña de asesinatos en masa por parte de la burocracia estalinista, Trotsky “logró asegurar la continuidad histórica del marxismo, legar a las futuras generaciones de la clase obrera un partido mundial que encarnaba la gran herencia teórica y la vasta experiencia práctica del movimiento obrero internacional”.[29]
Parte 4: La fundación de la Cuarta Internacional y la lucha contra la guerra imperialista
En León Trotsky y el desarrollo del marxismo, David North afirma que la fundación de la Cuarta Internacional en septiembre de 1938 “representó la culminación de la vida de León Trotsky como marxista y revolucionario proletario”.[30]
Esta fue también la propia evaluación de Trotsky. El 25 de marzo de 1935 anotó en su diario:
El colapso de las dos Internacionales ha planteado un problema que ninguno de los líderes de estas Internacionales está preparado para resolver. Las vicisitudes de mi destino personal me han confrontado con este problema y me han armado con una experiencia importante para lidiar con él. Ahora no hay nadie excepto yo que pueda llevar a cabo la misión de armar a una nueva generación con el método revolucionario sobre las cabezas de los líderes de la Segunda y Tercera Internacional.[31]
Tal vez el elemento más crítico del “método revolucionario” es que el marxismo debe ser llevado a la clase obrera y que una dirección revolucionaria no es el producto de un proceso inconsciente y espontáneo. La primera frase del programa adoptado en la conferencia fundacional de la Cuarta Internacional en París en 1938, titulado La agonía mortal del capitalismo y las tareas de la Cuarta Internacional, resume esta cuestión con todo su significado y profundidad: “El rasgo fundamental de la situación política mundial en su conjunto es la crisis histórica de la dirección proletaria”.[32]
David North comenta sobre esto en León Trotsky y la lucha por el socialismo en el siglo XXI:
Con estas palabras, Trotsky no solo resumió la situación tal como existía en 1938, sino también el problema político central de la historia moderna. Los prerrequisitos objetivos —es decir, el desarrollo internacional de las fuerzas productivas, la existencia de la clase revolucionaria— para el reemplazo del capitalismo por el socialismo estaban presentes. Pero la revolución no era simplemente el resultado automático de condiciones económicas objetivas. Requería la intervención políticamente consciente de la clase obrera en el proceso histórico, basada en un programa socialista y armada con un plan estratégico claramente elaborado. La política revolucionaria de la clase obrera no podía ser menos consciente que la política contrarrevolucionaria de la clase capitalista que buscaba derrocar. Aquí radica el significado histórico del partido revolucionario.[33]
La fundación de la Cuarta Internacional se basó en consideraciones científicas y de principios. Se arraigó en y daba expresión a una necesidad histórica. En la sección inicial del Programa de Transición, Trotsky afirma que los prerrequisitos objetivos para una revolución socialista “han alcanzado ya el más alto grado de madurez posible bajo el régimen capitalista”.
Las fuerzas productivas de la humanidad han dejado de crecer. Las nuevas invenciones y mejoras técnicas no consiguen elevar el nivel de riqueza material. En las condiciones actuales de crisis social del sistema capitalista en su conjunto, cada crisis coyuntural nueva impone a las masas mayores sacrificios y sufrimientos. El desempleo, a su vez, aumenta la crisis de recursos financieros del Estado y socava los inestables sistemas monetarios. Los Gobiernos, ya sean democráticos o fascistas, se ven afectados por continuas crisis financieras… La burguesía no ignora el peligro mortal que una nueva guerra representaría para el mantenimiento de su dominación. Pero actualmente es mucho menos capaz de impedir la guerra que en 1914.[34]
Las habladurías que tratan de demostrar que las condiciones históricas para el socialismo no han “madurado” aún, son producto de la ignorancia o la mala fe. Las condiciones objetivas para la revolución proletaria no solo han “madurado”, han empezado a pudrirse. En el próximo período histórico, sin una revolución socialista, toda la civilización humana se verá amenazada por una catástrofe. Es la hora del proletariado, es decir, ante todo de su vanguardia revolucionaria. La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de su dirección revolucionaria.[35]
De este modo, Trotsky también polemizaba con las tendencias centristas que, utilizando todo tipo de argumentos subjetivos, rechazaron la fundación de la Cuarta Internacional. Mientras que los centristas manifestaban estar de acuerdo con el análisis de Trotsky sobre el estalinismo y su perspectiva política, consideraban que la fundación de la Cuarta Internacional era prematura o inútil, o ambas. Uno de sus principales argumentos era que el movimiento trotskista era demasiado pequeño y se encontraba demasiado aislado para “proclamar” una nueva Internacional. Un nuevo partido solo podía surgir de “grandes acontecimientos”.
Trotsky respondió:
La Cuarta Internacional ha surgido ya de grandes acontecimientos: las mayores derrotas de la historia del proletariado, cuyas causas están en la degeneración y la perfidia de las viejas direcciones. Pero la lucha de clases no sabe de interrupciones. La Tercera Internacional, siguiendo los pasos de la Segunda, ha muerto para la revolución. ¡Viva la Cuarta Internacional!
¿Pero ha llegado el tiempo de proclamarla?... Los escépticos no se cansan nunca. La Cuarta Internacional, les responderemos, no necesita ser “proclamada”. Existe y lucha. ¿Es débil? Sí, sus filas no son numerosas porque aún es joven. Hasta ahora está compuesta sobre todo por cuadros. Pero esos cuadros entrañan el futuro. Fuera de esos cuadros no hay en el planeta una sola corriente revolucionaria que merezca ese nombre. Por más que nuestra Internacional sea aún escasa en números, es fuerte por su doctrina, por su programa, por su tradición, por el temple incomparable de sus cuadros. Quien no vea esto hoy, que se mantenga apartado por ahora. Mañana será aún más claro”.[36]
Como afirma el Partido Socialista por la Igualdad (EE.UU.) en su documento de bases históricas, la historia del siglo XX “probaría la exactitud de la evaluación de la Cuarta Internacional como la única dirección genuinamente revolucionaria”.[37] La tarea decisiva de nuestra época es superar la brecha entre la madurez de la situación objetiva y la madurez política de la clase obrera y su vanguardia.
Para lograr este objetivo estratégico, el Programa de Transición desarrolló una serie de demandas económicas y políticas: una escala móvil de salarios, la nacionalización de la industria, los bancos y la agricultura, el armamento del proletariado, la formación de un Gobierno obrero y campesino. Estas demandas transicionales estaban destinadas a construir un puente entre la conciencia de la clase obrera y la última tarea revolucionaria que enfrentaban: la conquista del poder por el proletariado.
Las demandas tenían un objetivo central: el desarrollo de la conciencia revolucionaria de la clase obrera. No pretendían en absoluto ser una justificación para maniobras oportunistas o la adaptación a la conciencia existente de los trabajadores. “El programa debe expresar las tareas objetivas de la clase obrera en lugar del atraso de los trabajadores”, subrayó Trotsky. “Debe reflejar la sociedad tal como es y no el atraso de la clase trabajadora. Es un instrumento para superar y vencer el atraso”.[38]
Es un hecho histórico que solo el movimiento trotskista comprendió el carácter de la Segunda Guerra Mundial y luchó por armar a la clase obrera con una comprensión clara de la situación y el programa necesarios para contraponer al mapa de guerra de la burguesía al mapa de la lucha de clases para la revolución proletaria mundial. No se trataba de promover unas cuantas consignas radicales. Más bien, requería la defensa constante del marxismo y, sobre esta base, el desarrollo de una dirección y cuadros revolucionarios.
En su ensayo “El último año de Trotsky”, David North ofrece una poderosa perspectiva del intenso trabajo de Trotsky y la Cuarta Internacional inmediatamente después de su fundación. Fue particularmente significativa la famosa “última lucha” de Trotsky contra la facción minoritaria en el Socialist Workers Party (SWP, Partido de los Trabajadores Socialistas) dirigida por James Burnham, Max Shachtman y Martin Abern. Ellos reaccionaron a la firma del Pacto Hitler-Stalin en agosto de 1939 revocando la designación de la Unión Soviética como un Estado obrero degenerado.
No era simplemente una cuestión semántica de qué palabras debían usarse para caracterizar al Estado soviético. Como escribe David North, la disputa “anticipó muchas de las interrogantes más difíciles de estrategia, programa y perspectiva revolucionaria que surgirían durante y después de la Segunda Guerra Mundial”.[39] Estaban en juego las cuestiones más fundamentales de perspectiva y método: la evaluación de la época como una época de revolución socialista, el papel de la clase obrera como una fuerza revolucionaria capaz de construir una sociedad socialista, el carácter de la Revolución de Octubre y el de la burocracia soviética, así como el método marxista. ¿Era la burocracia una casta parasitaria cuyo papel dominante y reaccionario era el resultado del atraso y el aislamiento de la Unión Soviética y las derrotas internacionales de la clase obrera, o era una nueva clase explotadora cuya aparición no había sido prevista por el marxismo?
Las posiciones de Burnham, Shachtman y Abern esencialmente repudiaron la Revolución de Octubre y todo el proyecto socialista. Reflejaron y anticiparon un brusco giro a la derecha de toda una capa de profesores e intelectuales de clase media cuya principal conclusión de las derrotas de los trabajadores fue que la clase obrera y el marxismo habían fracasado, no que los líderes los habían traicionado.
En su último artículo, Clase, partido y dirección, Trotsky trató precisamente este tema y caracterizó a aquellos que buscaban atribuir la derrota de la Revolución española a las masas trabajadoras.
Esta filosofía de la impotencia, que intenta que las derrotas sean aceptables como los necesarios eslabones de la cadena en los desarrollos cósmicos, es incapaz de plantearse, y se niega a plantearse, la cuestión del papel desempeñado por factores tan concretos como son los programas, los partidos, las personalidades que fueron los responsables de la derrota. Esta filosofía del fatalismo y de la postración es diametralmente opuesta al marxismo, la teoría de la acción revolucionaria.[40]
Contra el trasfondo de la guerra y las traiciones del estalinismo, estos “filósofos impotentes” se desplazaron bruscamente hacia la derecha y se convirtieron en una base nueva y desvergonzada de apoyo al capitalismo y al imperialismo. En el caso de Burnham y Shachtman esta evolución fue particularmente marcada. Mientras que el primero se convirtió en un defensor de la guerra nuclear preventiva contra la URSS y un ideólogo principal de los neoconservadores, el segundo se convirtió en asesor político de la burocracia anticomunista de la AFL-CIO y apoyó operaciones y guerras imperialistas criminales, como la invasión de bahía de Cochinos orquestada por la CIA en Cuba y el bombardeo estadounidense de Vietnam del Norte.
En su ensayo, North señala que, para sorpresa de Burnham y Shachtman, Trotsky introdujo la cuestión de la lógica dialéctica en la discusión. Burnham, profesor de filosofía en la Universidad de Nueva York, rechazó rotundamente el método dialéctico. Shachtman declaró que no le importaban las cuestiones filosóficas y que no estaba particularmente interesado en considerar la relación del materialismo dialéctico con la política revolucionaria. Pero Trotsky insistió en el significado de la dialéctica como método para analizar y comprender la realidad objetiva, con el propósito de la acción revolucionaria. North profundiza en este importante punto:
El desarrollo de una perspectiva científica, necesaria para la orientación política de la clase obrera, requería un nivel de análisis de una situación socioeconómica y política compleja, contradictoria y, por lo tanto, rápidamente cambiante que era imposible sobre la base de la lógica formal, diluida con impresionismo pragmático. La ausencia de un método científico, a pesar de todas sus pretensiones de experiencia filosófica, quedó plasmada crudamente en la forma en que el análisis de Burnham sobre la sociedad y las políticas soviéticas carecía de contenido histórico y se basaba en gran medida en descripciones impresionistas de fenómenos visibles en la superficie de la sociedad. El enfoque pragmático de Burnham, basado en el sentido común, para analizar los complejos procesos socioeconómicos y políticos era teóricamente inútil. Contrastó la Unión Soviética existente con lo que él pensaba, en términos ideales, que debería ser un verdadero Estado obrero. No intentó explicar el proceso histórico ni el conflicto de las fuerzas sociales y políticas, a escala nacional e internacional, que subyacían a la degeneración.[41]
Sobre la base de la defensa de este método histórico, filosófico y político, es decir, el marxismo, Trotsky y la Cuarta Internacional pudieron analizar el carácter de la Segunda Guerra Mundial y desarrollar la perspectiva de la revolución socialista mundial.
El Manifiesto de la Cuarta Internacional sobre la Guerra Imperialista adoptado por la Conferencia de Emergencia de la Cuarta Internacional, celebrada del 19 al 26 de mayo de 1940, explicaba el carácter imperialista de la Segunda Guerra Mundial, declarando que, “Es el resultado inexorable de las contradicciones de los intereses capitalistas internacionales. Al contrario de lo que afirman las fábulas oficiales para engañar al pueblo, la causa principal de la guerra, como de todos los otros males sociales (el desempleo, el alto costo de la vida, el fascismo, la opresión colonial) es la propiedad privada de los medios de producción y el Estado burgués que se apoya en estos fundamentos”.
Sin embargo, mientras las principales fuerzas productivas de la sociedad sigan en manos de camarillas capitalistas aisladas y “el Estado nacional siga siendo una herramienta manejada por estas camarillas, la lucha por los mercados, las fuentes de materias primas, la dominación del mundo asumirá inevitablemente un carácter cada vez más destructivo. Solamente la clase obrera revolucionaria puede arrancar de las manos de estas rapaces camarillas imperialistas el poder del Estado y el dominio de la economía”.[42]
David North explica en su ensayo que Trotsky estaba tratando de orientar a la Cuarta Internacional con una perspectiva a más largo plazo y preparar a los cuadros para una nueva etapa en la crisis del sistema capitalista y la revolución mundial. “El mundo capitalista ya no tiene salida, a menos que se considere salida a una agonía prolongada. Es necesario prepararse para largos años, si no décadas, de guerra, insurrecciones, breves intervalos de tregua, nuevas guerras y nuevas insurrecciones”, recalcaba El Manifiesto de la Cuarta Internacional.
En una sección titulada “El problema de la dirección”, la declaración enfatizó:
Un partido revolucionario joven tiene que apoyarse en esta perspectiva. La historia le dará suficientes oportunidades y posibilidades de probarse, acumular experiencia y madurar. Cuanto más rápidamente se fusione la vanguardia más breve será la etapa de las convulsiones sangrientas, menor la destrucción que sufrirá nuestro planeta. Pero el gran problema histórico no se resolverá de ninguna manera hasta que un partido revolucionario se ponga al frente del proletariado. El problema de los ritmos y los intervalos es de enorme importancia, pero no altera la perspectiva histórica general ni la orientación de nuestra política. La conclusión es simple: hay que llevar adelante la tarea de organizar y educar a la vanguardia proletaria con una energía multiplicada por diez. Este es precisamente el objetivo de la Cuarta Internacional.[43]
Todo el historial del CICI que revisaremos en esta escuela es una prueba de que el movimiento trotskista estuvo a la altura de esta tarea. Ahora, en condiciones de un nuevo período de guerra y revolución que evoluciona rápidamente y que definimos como la quinta fase en la historia del movimiento trotskista, este trabajo de “educar y organizar a la vanguardia proletaria” tiene que intensificarse una vez más. Como declaró el camarada North en sus “Comentarios introductorios a una reunión conjunta del SEP en junio de 2023”:
Estamos convencidos de que, en el período actual de luchas de masas de la clase trabajadora, nuestro partido será capaz de proporcionar una respuesta revolucionaria y un programa revolucionario a la clase obrera. Pero para que eso ocurra, nuestros cuadros deben estar familiarizados con las experiencias históricas, la lucha en torno a cuestiones fundamentales de perspectiva y programa. En otras palabras, los cuadros deben entender lo que separa a nuestro movimiento de cualquier otra tendencia política, por qué solo nuestro movimiento, ningún otro movimiento, representa la continuidad histórica de la lucha por el marxismo. Esa continuidad está, creo, ejemplificada en el título del último libro que se ha publicado, León Trotsky y la lucha por el socialismo en el siglo XXI. Nuestra concepción particular del trotskismo es que toda la experiencia histórica ha establecido que el desarrollo futuro del socialismo como movimiento revolucionario de masas se basará en el legado político de León Trotsky, acorde a cómo ese legado ha sido desarrollado a través del trabajo del Comité Internacional de la Cuarta Internacional durante los últimos 60 años… Toda la experiencia histórica del movimiento marxista demuestra que esa es la base indispensable para una labor revolucionaria auténtica.[44]
Eric Hobsbawm, “Can We Write the History of the Russian Revolution?” en On History, New York: The New Press 1997, pág. 242.
David North, “Leon Trotsky and the Fate of Socialism in the Twentieth Century. A Reply to Eric Hobsbawm” en: The Russian Revolution and the Unfinished Twentieth Century. URL: https://www.wsws.org/en/special/library/russian-revolution-unfinished-twentieth-century/04.html. Subrayado original
León Trotsky, Transitional Program (1938). URL: https://www.wsws.org/en/articles/2008/10/prog-o21.html.
Hobsbawm, “Can We Write the History of the Russian Revolution?”, págs. 249 y 247.
David North, “After the Demise of the USSR: The Struggle for Marxism and the Tasks of the Fourth International.” Informe al 12º Plenario del CICI, 11 de marzo de 1992. URL: https://www.wsws.org/en/special/library/fi-19-1/18.html.
León Trotsky, The Permanent Revolution (Londres: New Park, 1971), págs. 239-40.
David North, “Leon Trotsky and the Development of Marxism” en: Leon Trotsky and the Struggle for Socialism in the Twentieth-First Century, Mehring Books 2023, pág 43. URL: https://www.wsws.org/en/special/library/leon-trotsky-development-marxism-tom-henehan/04.html. Subrayado original
León Trotsky, “Through What Stage Are We Passing?” Discurso dado el 21 de junio de 1924 y publicado en ruso en ese momento primero en Pravda y luego en el folleto “Zapad I Vostok”. URL: https://www.marxists.org/archive/trotsky/1924/06/stage.html.
León Trotsky, Lecciones de octubre, 1924. URL: https://www.wsws.org/en/special/library/lessons-of-october-leon-trotsky-1924/01.html
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