La realidad de que la pandemia de COVID-19 continúa y sigue siendo sumamente peligrosa ha desbordado la propaganda de los Gobiernos, las agencias de salud pública y la prensa capitalista, que afirman falsamente que la pandemia ya se acabó.
En la rueda de prensa de la semana pasada de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la líder técnica de COVID-19, Dra. Maria Van Kerkhove, se vio obligada a admitir que millones de personas en todo el mundo se están infectando cada semana, basándose en los datos limitados disponibles sobre casos y hospitalizaciones. Apenas tres meses después de que la OMS pusiera fin de forma anticientífica a la emergencia de salud pública por COVID-19, lo que hizo que una gran cantidad de países desmantelaran sus sistemas de monitoreo, la Dra. Kerkhove advirtió que el seguimiento de amenazas nuevas se ha dificultado enormemente, si no es que se ha vuelto imposible, y señaló que el virus continuará mutando y podría volverse más letal.
Según un informe de la OMS, solo 103 de los 234 países y territorios están reportando casos de COVID-19, 54 reportan muertes, 19 reportan datos de hospitalizaciones y 17 reportan ingresos a las unidades de cuidados intensivos (UCI) por coronavirus. Adicionalmente, según la Iniciativa Global de Intercambio de Datos Integrales sobre Influenza (GISAID, por sus siglas en inglés), en el mes de agosto, el monitoreo genómico global produjo tan solo 7.000 secuencias del SARS-CoV-2, el virus que causa el COVID-19, apenas un 1,6 por ciento de los casos secuenciados en agosto de 2022.
Actualmente, la subvariante EG.5 de ómicron, apodada “Eris”, domina a nivel global. En China, representa el 71,6 por ciento de todos los casos secuenciados, comparado a menos del uno por ciento en abril. En Estados Unidos, Eris y F.1.5.1, otra variante preocupante, representan el 34 por ciento de los casos secuenciados y se espera que superen a todas las demás variantes en las próximas semanas.
Mientras tanto, la subvariante BA.2.86 de ómicron, apodada “Pirola”, que ha preocupado profundamente a muchos científicos porque contiene más de 30 mutaciones nuevas en la proteína espiga del virus, ha sido calificada como una variante bajo monitoreo por la OMS. En los últimos dos días, la variante ha sido detectada en Alemania, España y Portugal, llevando el total de país donde ha sido confirmada a 10.
Dado el colapso de la vigilancia global, la única manera de estimar el impacto continuo de la pandemia son las muestras de las aguas residuales, las cifras oficiales de hospitalizaciones y las estimaciones del exceso de mortalidad, que colectivamente tan solo ofrecen una descolorida imagen de la realidad.
En Estados Unidos, la presencia del virus en las aguas residuales se ha triplicado con creces en los últimos dos meses, con un científico que estima que aproximadamente 580.000 estadounidenses están contrayendo COVID-19 a diario. Los ingresos hospitalarios por COVID-19 superaron los 15.000 para la semana que finalizó el 19 de agosto, según los últimos datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés). Esta cifra es casi tres veces mayor al mínimo de 6,461 seis semanas antes y seguirá aumentando en las próximas semanas.
Según The Economist, en todo el mundo se siguen produciendo 11.100 muertes diarias atribuibles a la pandemia, lo que supone un aumento del 42 por ciento en los últimos cuatro meses, y el total acumulado asciende ahora a la asombrosa cifra de 24,8 millones.
El último repunte del COVID-19 coincide con la reapertura mundial de las escuelas tras las vacaciones de verano e invierno, lo que no hará sino alimentar la transmisión comunitaria. En combinación con la gripe y el virus sincitial respiratorio, es probable que pronto se produzca una avalancha de informes sobre el colapso de hospitales por esta triple amenaza vírica, cuando ya están funcionando con niveles de personal peligrosamente bajos y trabajadores agotados.
Varios distritos escolares de Kentucky y Texas han tenido que cerrar los recintos apenas algunos días o semanas después de la reapertura debido al gran número de estudiantes y educadores infectados con COVID-19. Los hospitales y universidades se han visto obligados a reintroducir el uso obligatorio de la mascarilla en Georgia, Nueva York, California y otros estados.
En este contexto, y más de dos meses después de que comenzara esta importante ola pandémica, el New York Times publicó el lunes un artículo titulado “Todavía no ha terminado: La ola de Covid de finales del verano anuncia que habrá más”.
El artículo era una forma de control de daños, ya que el Times ha estado a la vanguardia de la minimización de los peligros actuales de la COVID-19 y abandonó casi por completo la cobertura de la pandemia después de que la OMS y el Gobierno de Biden pusieran fin a las emergencias de salud pública en mayo.
Huelga decir que el Times se olvidó de recordarles a sus lectores que hace poco más de un mes publicó un artículo de David Leonhardt –uno de los más notorios minimizadores de la pandemia— en el que afirmaba falsamente que “la pandemia por fin ha terminado”. Al igual que ese artículo, el último de Julie Bosman no menciona los términos críticos “variante”, “evolución viral” ni “COVID persistente”.
Al comienzo de su artículo, Bosman reconoce que una “ola de infecciones por coronavirus a finales de verano ha afectado las escuelas y lugares de trabajo”. Señalando el reciente aumento de hospitalizaciones por COVID-19, añade que “los expertos de las autoridades locales advirtieron al público que se preparara para una propagación aún mayor del COVID-19 este otoño e invierno”.
El artículo refuerza el papel del Times a la hora de restar importancia a los peligros actuales de la pandemia, en particular para cientos de millones de ancianos y personas inmunodeprimidas en todo el mundo.
Ignorando el hecho de que la inmensa mayoría de las escuelas siguen careciendo de sistemas de ventilación adecuados para protegerse del COVID-19 y, por tanto, siguen siendo centros de transmisión vírica, Bosman cita a Hedy N. Chang, directora ejecutiva de Attendance Works, que se opone a la práctica básica de salud pública de mantener a los niños enfermos en casa. Chang afirma: “En realidad tenemos que volver a cambiar las normas, para ser juiciosos y reflexivos sobre cuándo mantenemos a los niños en casa, y solo mantenerlos en casa si creemos que es realmente un problema”.
Esto encaja con la política criminal que se aplica actualmente en las escuelas de Los Ángeles, en las que se anima a los niños enfermos con COVID-19 y otras enfermedades a asistir a la escuela.
Por último, como si subiera al estrado un testigo experto para justificar sus propios crímenes, Bosman cita al neumólogo John M. Coleman del Northwestern Memorial Hospital, quien lee del guion: “De cara al futuro, tenemos que aprender a vivir con el Covid. El Covid siempre va a estar ahí”.
A continuación, el Times avanza la política esencialmente eugenista de la Administración de Biden, según la cual millones de estadounidenses ancianos e inmunodeprimidos están siendo abandonados a su suerte. Resumiendo la sabiduría del Dr. Coleman, Bosman escribe: “Las personas que son hospitalizadas por Covid ahora tienden a tener condiciones preexistentes o sistemas inmunes suprimidos que los vuelven más susceptibles a síntomas graves”.
Para estas decenas de millones de personas en riesgo, el Times y su doctor dan el siguiente consejo médico: “Particularmente para las personas que ya tienen riesgos de salud, dijo, es crucial recibir el nuevo refuerzo este otoño, lavarse las manos con frecuencia y usar una mascarilla si se sienten mal”.
En otras palabras, en medio de una gran ola de la pandemia, el Times está diciendo a sus lectores que se pongan una vacuna de refuerzo que no estará disponible hasta dentro de unas semanas, que se laven las manos para protegerse contra un patógeno que se transmite por el aire y que lleven una mascarilla una vez que estén infectados, en lugar de prevenir esas infecciones. Un consejo tan poco científico no hace sino subrayar el papel del periódico como proveedor de propaganda.
Además, el intento de restar importancia a los peligros que presenta el COVID-19, sugiriendo que solo las personas con “condiciones preexistentes o sistemas inmunes suprimidos” son susceptibles de contraer formas más graves de COVID-19 no solo es eugenista, sino patentemente falso.
En un informe reciente del Dr. Edward Goldstein, bioestadístico de Harvard, publicado en Epidemiology and Infection, donde comparaba las infecciones por ómicron y la gripe en el mismo periodo a finales de 2022 y principios de 2023 en Francia, descubrió que el riesgo de muerte por SARS-CoV-2 era cuatro veces mayor.
Pocos días antes de que se publicara el artículo del Times, el Dr. Ziyad Al-Aly, destacado investigador de COVID persistente, y su equipo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en San Luis, Misuri, publicaron su último estudio, centrándose en las repercusiones de COVID persistente dos años después de la infección.
Descubrieron que en los pacientes no hospitalizados por COVID-19, el riesgo de muerte sigue siendo elevado hasta seis meses después y el riesgo de hospitalización se mantiene elevado durante 19 meses. Dos años después, la fatiga, la diabetes, los trastornos coagulatorios, pulmonares, gastrointestinales y musculoesqueléticos, entre otras secuelas siguen aumentando, “lo que sugiere un horizonte de riesgo más duradero para estos sistemas orgánicos”, según Al-Aly.
Para quienes fueron hospitalizados por su infección, el riesgo de muerte y hospitalizaciones seguía siendo elevado en comparación con los controles no infectados a los dos años. De los 80 tipos de secuelas analizados, que involucran todos los sistemas orgánicos, el 65 por ciento seguía presentando un riesgo elevado al cabo de dos años.
Los autores concluyen: “Las medidas para reducir el riesgo de secuelas posagudas y a largo plazo en personas con infecciones por SARS-CoV-2 deben seguir siendo la base de la política de salud pública. ... Está claro que la carga por el deterioro de la salud no solo afectará a los pacientes y su calidad de vida, sino que también contribuirá potencialmente a una disminución de la esperanza de vida, y podría impactar la participación laboral, la productividad económica y el bienestar de la sociedad”.
Las terribles realidades de la política de “COVID para siempre” son cada vez más evidentes para las masas de todo el mundo, cuando cientos de millones de trabajadores y sus familias se enfrentan a un conjunto de consecuencias sanitarias y enfermedades que no solo acortan su esperanza de vida, sino que hacen miserables los años que les quedan. Sus filas no harán sino crecer con cada nueva ola de la pandemia.
La aparición de la variante “Pirola”, altamente mutada, demuestra que el SARS-CoV-2 sigue siendo capaz de evolucionar. La propagación sin precedentes de este virus a casi 8.000 millones de personas en poco más de tres años subraya el punto crítico de que la pandemia tiene mucha más resistencia de lo que la mayoría estaba dispuesta a imaginar al principio.
Fundamentalmente, el virus es sólo una entidad biológica sin conciencia. Si ha evolucionado en este momento de la historia, se debe a las relaciones capitalistas que insisten en anteponer siempre las ganancias al bienestar de la clase trabajadora.
El abandono de la salud pública y la renuncia al contrato social entre los Gobiernos y sus poblaciones está en consonancia con la fase terminal del capitalismo. Este orden social enfermo y moribundo debe ser sustituido por una economía socialista mundial planificada, en la que las necesidades sociales y la salud pública tengan prioridad sobre los intereses lucrativos de una pequeña oligarquía financiera.
(Publicado originalmente en inglés el 29 de agosto de 2023)