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Perspectiva

Huelga de guionistas llega a los 100 días: ¿cuál es el camino hacia adelante?

Por 100 días, aproximadamente 10.000 guionistas miembros del sindicato Writers Guild of America (WGA) han estado emprendiendo una batalla conta las gigantescas empresas que dominan la industria del cine, el streaming y la televisión. Soportando el verano más caluroso en la historia moderna, los guionistas en huelga y sus partidarios han participado en piquetes frente a los estudios y las oficinas corporativas en Los Ángeles, Nueva York y Chicago, mientras sus colegas en Australia y Reino Unido han celebrado mítines de apoyo.

Guionistas y actores marchan en un piquete en la ciudad de Nueva York, 21 de julio de 2023

La huelga en marcha es la segunda más larga en la historia del WGA, superando la del 2007-2008. Como ocurrió hace 15 años, la patronal con miles de millones de dólares en activos está más que dispuesta a “desangrar” a los guionistas “hasta que pierdan sus apartamentos y sus hogares”, como lo planteó un ejecutivo.

Hace un mes, se sumaron a la huelga 65.000 actores, iniciando la primera “huelga doble” de ambos sectores desde 1960. La huelga combinada de unos 76.000 guionistas y actores es la más grande en la historia del cine y la televisión de Hollywood. Podría ser mucho más grande dado que solo una fracción de los 161.000 miembros del sindicato de actores y afines SAG-AFTRA se encuentra en huelga.

Ante la continuación de la huelga y la intransigencia de las empresas, los actores y guionistas han hecho declaraciones apuntando a las cuestiones más amplias involucradas.

“Antes se trataba de reyes y reinas y emperadores, y hoy se trata de los capitanes de la industria”, declaró el actor de la serie Succession a inicios de la semana. “Y creen que el mundo y todo encima y debajo la superficie, todo en el aire y en el océano les pertenece”. En un mitin el 25 de julio en Nueva York, la otra estrella de Succession Arian Moayed comparó directamente la familia fascistizante Roy del programa con los ejecutivos actuales de los estudios. “Merecemos trabajar juntos en la creación de hermoso arte para su disfrute. Es como si esta gente no hubiera visto el jodido Succession. ¡Se trata de ustedes!”.

Leila, una actriz en huelga, les dijo a los reporteros del World Socialist Web Site el mes pasado: “Me alegra que nos uniéramos a lo que enfrentan otros trabajadores. Los trabajadores hoteleros, los enfermeros… Considero que necesitamos una huelga general en este país. Absolutamente, necesitamos retener nuestro trabajo”.

Estas declaraciones, y hay muchas más como ellas, expresan un sentimiento más generalizado, pero es necesario extraer sus implicaciones.

En primer lugar, los guionistas y actores están inmersos en una lucha de clases, que no solo los enfrenta a las gigantescas corporaciones mediáticas, sino también, detrás de ellas, a los bancos y a Wall Street, que exigen una enorme intensificación de la explotación de los trabajadores de todo el mundo. La lucha contra estos “capitanes de la industria” y modernos “reyes y reinas y emperadores” debe librarse como una lucha de clases, movilizando toda la fuerza de la clase obrera.

De hecho, la huelga de actores y guionistas forma parte de un movimiento de la clase obrera en desarrollo en Estados Unidos y en todo el mundo. Según datos de la Oficina de Estadísticas Laborales, citados por Politico esta semana, más de “200.000 trabajadores de grandes empresas participaron en paros el mes pasado, superando fácilmente los 126.500 que participaron en huelgas en todo 2022”.

El aumento vertiginoso del coste de la vida, que ha sido una de las consecuencias de la escalada bélica y de los rescates a los ricos, ha desencadenado el malestar social en todo el mundo este año. Esto ha incluido las protestas de millones en Francia, las huelgas de cientos de miles en Reino Unido, la huelga de los estibadores en Canadá y las protestas masivas en Sri Lanka contra la austeridad.

Lo que está bloqueando que estas luchas se conviertan en un movimiento unido de la clase obrera es el aparato sindical, el cual es controlado por individuos que pertenecen al 5 por ciento o incluso al 1 por ciento más ricos y que funciona como un instrumento de aislamiento y represión.

En las semanas iniciales de la huelga, muchos guionistas y actores estaban entusiasmados con la posibilidad de una lucha conjunta con los 340.000 trabajadores de UPS, que habría fortalecido enormemente a ambos sectores de la clase obrera. Sin embargo, el aparato del sindicato Teamsters, tras bloquear primero una huelga en Yellow Freight que allanó el camino a la quiebra de la empresa, anunció el 25 de julio un contrato entreguista de última hora, que actualmente está intentando que aprueben los trabajadores.

En la costa oeste, más de 22.000 estibadores llevan más de 13 meses sin contrato. Sin embargo, el sindicato International Longshore and Warehouse Union (ILWU) aún no ha celebrado una votación de autorización de huelga mientras conspira entre bastidores para intentar aprobar un acuerdo que ningún trabajador ha visto. Anteriormente, el ILWU ayudó a romper la huelga de los estibadores canadienses aceptando cargueros que fueron desviados a puertos de Seattle y San Francisco.

En cuanto a WGA y SAG-AFTRA, han aconsejado a los huelguistas que dirijan su apoyo a los políticos demócratas, que han actuado de rompehuelgas. La dirección de SAG-AFTRA solo convocó la huelga de los actores tras una semirrevuelta de los afiliados, en forma de carta abierta en la que advertían a los dirigentes del sindicato que no vendieran su lucha.

Tras el inicio de la huelga, sin un solo debate, ni mucho menos una votación entre los afiliados, la burocracia de SAG-AFTRA acordó permitir a los estudios que no pertenecen a la Alianza de Productores Cinematográficos y de Televisión solicitar “acuerdos provisionales”. Estos acuerdos han provocado una ola de ira entre los trabajadores en huelga, que los consideran, con razón, una puñalada por la espalda.

Esto nos lleva al segundo punto: toda lucha de clases, tal como Marx y Engels lo plantearon en el El manifiesto comunista, es una lucha política. Es decir, plantea inevitablemente, en el curso de su desarrollo, la cuestión del poder. ¿Quién controla la sociedad? ¿Y en interés de quién?

Si la clase dominante es dueña de todo, quizás todavía no de todos los océanos y el aire, entonces se trata de reorganizar la sociedad en líneas totalmente diferentes, en las que las fuerzas productivas de la sociedad no sean propiedad de una pequeña fracción de la población, sino que estén controladas democráticamente, en función de las necesidades sociales. Es decir, es necesario sustituir el capitalismo por el socialismo.

Los escritores y actores, junto con la clase obrera en su conjunto, deben enfrentarse al hecho de que toda la élite política existe para representar a una sola clase en la lucha de clases, a la clase capitalista. Mientras el Partido Republicano se hunde en las profundidades del fascismo, los demócratas, que no son en menor medida un partido de Wall Street, se concentran por completo en la escalada de la guerra, actualmente contra Rusia y pronto contra China.

Ambos partidos están unidos en su determinación de hacer que la clase obrera pague por la crisis del capitalismo, aunque los demócratas prefieren utilizar los servicios del aparato sindical para ayudar en el proceso.

El imperativo de una reorganización socialista de la vida económica está inextricablemente relacionado con el futuro de la propia producción cultural. Si la clase dominante se sale con la suya, y está decidida a hacerlo, la población no tendrá más arte para su “disfrute” que la propaganda y entretenimiento barato. La lucha por defender el trabajo artístico serio debe estar infundida y conectada con el desarrollo de un movimiento de la clase obrera contra el capitalismo.

De estos puntos se desprenden dos conclusiones. En primer lugar, es imperativo que la huelga de guionistas y actores se libere de las limitaciones que le impone el aparato sindical. El WSWS insta a los trabajadores de la televisión y el cine a que formen un comité de base, como parte de la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base (AIO-CB). Debe hacerse un llamamiento urgente a todos los sectores de la clase obrera para una lucha unida, independiente y en oposición al aparato sindical.

En segundo lugar, esto debe conectarse con una lucha política contra todo el aparato estatal de las élites dominantes y el sistema social que defiende, el capitalismo. Pensar que esto es posible sin un movimiento revolucionario de las masas obreras es la forma más irreal de utopía. Los “reyes, reinas y emperadores” modernos no renunciarán a sus riquezas y privilegios más fácilmente que sus predecesores.

(Publicado originalmente en inglés el 10 de agosto de 2023)

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