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Aumenta el crecimiento económico en China, pero se acumulan los grandes problemas

China ha registrado una tasa de crecimiento mejor de lo esperado en los tres primeros meses del año, pero hay una serie de interrogantes que se ciernen sobre la economía. Entre ellos, el aumento de la deuda de las administraciones locales, la sostenibilidad de la demanda de consumo y el agravamiento de los efectos de las prohibiciones tecnológicas estadounidenses.

Un trabajador ensambla dispositivos electrónicos en una fábrica de Alco Electronics en Houjie Town, ciudad de Dongguan, en la provincia china de Guangdong. [AP Photo/Ng Han Guan]

Los datos publicados por la Oficina Nacional de Estadística de China la semana pasada mostraban que la economía había avanzado a un ritmo del 4,5% en los tres primeros meses del año, considerablemente mejor que el crecimiento del 2,2% del trimestre de diciembre y por encima de las predicciones del mercado de un aumento del 4%.

Sin embargo, la Oficina declaró que, aunque el primer trimestre había 'tenido un buen comienzo', la demanda interna seguía siendo 'insuficiente' y los 'cimientos de la recuperación económica aún no son sólidos'.

El principal motor del aumento fue el gasto de los consumidores, con un crecimiento de las ventas al por menor del 10,6 por ciento en marzo, tras el abandono por el régimen de Xi Jinping de su anterior política de 'cero Covid' a finales del año pasado.

Otro factor clave fueron las exportaciones, que crecieron un 14,8% hasta marzo, frente a las expectativas de un descenso del 5%. Cuánto durará este repunte es otra cuestión, ya que los economistas prevén una ralentización en Estados Unidos y Europa.

El Fondo Monetario Internacional prevé que el crecimiento en EE.UU. se reduzca al 1,6% este año, frente al 2,1% de 2022, mientras que la tasa de crecimiento de la eurozona será sólo del 0,8%.

El lamentable estado de la economía mundial se ve acentuado por la previsión de que el menor crecimiento chino representará alrededor de un tercio del crecimiento mundial total este año, según el FMI.

Este organismo ha afirmado que la economía mundial crecerá sólo un 2,8 por ciento este año, lo que, aparte de la importante contracción de 2020 cuando se produjo la pandemia, es el nivel más bajo desde la crisis financiera mundial de 2008-2009.

Pero China no va a acudir al rescate como en el pasado. Como dijo Louise Loo, economista especializada en China de Oxford Economics en Singapur: 'Cualquiera que espere que China salve la economía mundial este año podría sentirse algo decepcionado'.

A nivel interno, el mercado inmobiliario y la promoción inmobiliaria, que han sido componentes clave del crecimiento chino durante más de una década, siguen bajo presión debido a los problemas de liquidez y financieros que han provocado una serie de impagos al endurecerse las condiciones crediticias.

La inversión inmobiliaria cayó un 5,8 por ciento en el primer trimestre, las ventas de viviendas descendieron un 1,8 por ciento y las nuevas viviendas iniciadas se redujeron bruscamente un 19,2 por ciento interanual.

Los crecientes problemas financieros fueron señalados en un reciente informe de Bloomberg. En él se afirmaba que, si bien China no había experimentado hasta ahora una crisis financiera, a pesar de haber estado a punto de hacerlo, había un elefante en la habitación en forma de Vehículos de Financiación de los Gobiernos Locales (LGFV, por sus siglas en inglés). Durante años, las autoridades locales habían confiado en ellos para financiar grandes proyectos de infraestructuras y apoyar sus economías regionales.

Pero esto había dado lugar a un aumento masivo de la deuda, hasta el punto de que los empréstitos de los LGFV, de 12,4 billones de dólares, equivalen al 48% del PIB de China y son casi iguales a la deuda de los gobiernos central y locales juntos.

Este edificio financiero se ha mantenido en gran medida gracias a los ingresos que los gobiernos locales obtienen de la venta de terrenos, pero en el último año éstos cayeron un 23%.

Los problemas de la economía china y de los dirigentes de Beijing fueron esbozados por Eswar Prasad, analista de China desde hace muchos años, al tiempo que ensalzaba lo que denominaba el 'asombroso' crecimiento de la economía china en las últimas décadas.

En un documento preparado para la Oficina Nacional de Investigación Económica a principios de este mes, Prasad afirmaba que la enorme acumulación de deuda interna y la gran volatilidad de los precios de las acciones, los inmuebles y otros activos eran 'emblemáticos' de una serie de problemas.

Beijing se enfrenta ahora a una serie de dilemas políticos, algunos de su propia cosecha, escribió. Entre ellos: cómo reducir la deuda manteniendo el crecimiento; cómo reducir la producción intensiva en energía mientras la economía sigue dependiendo de la industria pesada; cómo contener la desigualdad de la riqueza mientras se confía en el sector privado para generar más riqueza, y cómo fomentar la innovación del sector privado mientras se reducen las empresas privadas.

Las cuestiones y los problemas económicos están inextricablemente relacionados con los políticos. Tras haber abandonado hace tiempo cualquier conexión, incluso nominal, con el socialismo, en unas condiciones en las que la desigualdad social ha aumentado, el régimen de Xi es tolerado por la población en la medida en que se considera que promueve el crecimiento económico.

Antes se sostenía que la estabilidad social requería una tasa de crecimiento de al menos el 8%. Ahora el objetivo oficial es de sólo el 5%, en medio de la preocupación de que incluso esta tasa sólo se obtendrá este año con considerables dificultades.

El régimen se asienta sobre un potencial polvorín social porque la propia expansión económica de las tres últimas décadas ha provocado el crecimiento de la clase trabajadora, que ronda los 400 millones de personas, a medida que las perspectivas económicas se hacen más sombrías.

Como señalaba el Financial Times en un artículo reciente: 'El gobernante Partido Comunista Chino reclama legitimidad por su capacidad para mejorar la vida de los 1.400 millones de habitantes del país, pero una ralentización estructural de la industria manufacturera ha obstaculizado su capacidad para impulsar el empleo'.

Esto se observa en la persistencia y el aumento del desempleo juvenil. Actualmente hay 30 millones de chinos de entre 16 y 24 años sin trabajo, y la tasa de paro juvenil aumentó 3 puntos porcentuales entre el trimestre de diciembre y marzo.

El régimen de Xi es plenamente consciente de que los crecientes problemas de la economía y las tensiones de clase a que darán lugar no pueden resolverse mediante los métodos desarrollados desde la restauración del capitalismo hace tres décadas.

Ni la producción de bienes de consumo baratos, como tuvo lugar en la década de 1990 y en los primeros años de este siglo, ni la dependencia del desarrollo masivo de infraestructuras e inmobiliario, como ocurrió tras el crack financiero mundial de 2008, ofrecen una salida.

De ahí el giro del régimen hacia el desarrollo de la alta tecnología como motor clave de un mayor desarrollo económico, que es fundamental para mantener su poder político.

Sin embargo, aquí se ha topado de bruces con un gran obstáculo en forma de imperialismo estadounidense, que considera el crecimiento del desarrollo tecnológico chino una amenaza existencial para su dominio mundial y está decidido a aplastarlo por todos los medios necesarios, incluida la guerra.

(Publicado originalmente en inglés el 25 de abril de 2023)

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