La huelga de tres días de 65.000 maestros y otros trabajadores de las escuelas públicas en Los Ángeles, la mayor huelga en EE.UU. desde 2019, es la muestra más reciente de una ola cada vez mayor de huelgas internacionales de la clase trabajadora. La peor crisis inflacionaria en décadas, provocada por los tres años de pandemia de COVID-19 y un año de guerra en Ucrania, está empujando a los trabajadores en todo el mundo a luchar por sus intereses.
Las condiciones que enfrentan los trabajadores de las escuelas públicas en el distrito escolar unificado de Los Ángeles (LAUSD), el segundo distrito escolar más grande en EE.UU., se encuentran entre las peores del país. Las escuelas del distrito tienen clases crónicamente superpobladas y el personal no da abasto, mientras las cargas laborales continúan aumentando y los salarios se ven erosionados por la inflación.
El salario anual promedio de los trabajadores escolares en huelga es de tan solo $25.000, lo que los condena a la pobreza en una de las ciudades más costosas del mundo. Asombrosamente, una tercera parte “se encuentran en situación de calle o en alto riesgo de estar en situación de calle durante su periodo de trabajo en [las escuelas angelinas]” y casi uno de cada cuatro dice que “muy frecuentemente no tiene lo suficiente para comer”, según el sindicato que dice representarlos, el Service Employees International Union (SEIU). Diez mil trabajadores en huelga ni siquiera reciben seguro médico a través del distrito.
Celene, una asistente de instrucción para educación especial en huelga, le comentó al World Socialist Web Site: “Este es mi primer año como asistente de instrucción y la cantidad de trabajo realmente me ha sorprendido. Necesitamos más apoyo para nuestros trabajos. Tengo tres empleos. Limpio casas, trabajo en un almacén y trabajo como asistente de instrucción para educación especial en el distrito. Trabajo al menos 60 horas por semana”.
Los trabajadores escolares del LAUSD, quienes fueron acompañados en una huelga de apoyo por parte de los maestros, deberían estar conscientes de que su lucha es parte de un movimiento global de la clase trabajadora. Sigue a una ola de huelgas de docentes estadounidenses el año pasado que involucró Minneapolis, Sacramento, Seattle y Columbus, así como una huelga de varias semanas de 48.000 estudiantes de posgrado de la Universidad de California.
Junto a la lucha en Los Ángeles, las últimas semanas han sido testigo de huelgas y protestas masivas en Francia, Grecia, Reino Unido, Alemania, Portugal, Nueva Zelanda, Israel, India, Sudáfrica, entre otros países. Esto ha involucrado a docentes, trabajadores del correo, estudiantes, jubilados, trabajadores de la salud, recolectores de basura, empleados públicos y otros sectores de la clase obrera.
En Francia existe una situación sumamente explosiva, donde el odiado “presidente de los ricos”, Emmanuel Macron está imponiendo recortes a las pensiones frente a la contundente oposición de la clase obrera. Millones de trabajadores, jóvenes y jubilados han participado en manifestaciones en todo el país desde enero, mientras el Estado francés responde con el despliegue de decenas de miles de gendarmes, convirtiendo París y otras importantes ciudades en campos armados.
Las problemáticas fundamentales detrás de la huelga en las escuelas públicas de Los Ángeles son las mismas que movilizan a los trabajadores en lucha en cada país.
Los tres años de pandemia han evidenciado una intensificación cualitativa de las décadas de ataques contra la educación pública en Los Ángeles, junto a EE.UU. e internacionalmente. Las escuelas, que ya estaban saturadas y deterioradas, se han descompuesto aún más. Según una investigación del WSWS, al menos 10.000 educadores activos y jubilados han muerto por COVID-19 solo en EE.UU., como parte del saldo global de muertes que supera los 20 millones.
La negativa tanto de los demócratas como de los republicanos a aplicar una estrategia científica de salud pública para eliminar el COVID-19 convirtió a las escuelas en los principales focos de transmisión viral. Los estudiantes y educadores, hacinados 30, 40 o más en aulas mal ventiladas, contrajeron el COVID-19 en masa, llevándolo a casa para infectar a sus seres queridos.
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) –ellos mismos culpables de manipular la ciencia para reabrir las escuelas de forma insegura—, aproximadamente 65,7 millones de niños estadounidenses, o el 96,3 por ciento de la población infantil, se han infectado con COVID-19 al menos una vez. Esto tendrá ramificaciones incalculables a largo plazo, con miles de niños solo en Los Ángeles que ahora sufren de COVID persistente.
La catastrófica guerra en Ucrania, provocada por EE.UU. y las otras potencias imperialistas de la OTAN en su búsqueda de dominio geopolítico y recursos, está evolucionando hacia una Tercera Guerra Mundial. Un conflicto de este tipo absorbería y acabaría rápidamente con la juventud por la que ahora luchan los educadores de Los Ángeles. El peligro de una guerra nuclear, que amenaza con la aniquilación de la humanidad, nunca ha sido mayor.
En el último año, el imperialismo estadounidense ha canalizado más de 100.000 millones de dólares al ejército ucraniano para su guerra por delegación contra Rusia. A principios de este mes, la Administración de Biden solicitó un presupuesto militar sin precedentes de 1 billón de dólares para el próximo año. Se han aprobado gastos militares récord similares en Alemania, Japón, Francia y otros países imperialistas, para prepararse para el conflicto directo tanto con Rusia como con China.
La pandemia y la guerra han causado estragos en las cadenas de suministro mundiales. Combinadas con los rescates financieros de marzo de 2020 y los presupuestos militares del año pasado, estas fuerzas económicas globales han producido la mayor crisis inflacionaria desde la década de 1980. Cada día, el valor de los salarios de los trabajadores cae mientras aumentan las ganancias empresariales y la riqueza de los multimillonarios. Otro colapso bancario inminente provocaría nuevos rescates, exacerbando la misma espiral de inflación y el descenso del nivel de vida de los trabajadores.
Mientras el Gobierno de la ciudad y los medios de comunicación corporativos lamentan hipócritamente las dificultades de los niños para denunciar la huelga de los trabajadores escolares, por la propia naturaleza de su profesión estos trabajadores son muy sensibles a la crisis social a la que se enfrenta la juventud al afectar constantemente su vida cotidiana. Luchan no solo por sí mismos, sino por el futuro de la próxima generación.
Para llevar adelante su lucha, los trabajadores de las escuelas de Los Ángeles deben adoptar una estrategia internacional y revolucionaria frente a las fuerzas políticas que se oponen a ellos.
Ante todo, esto requiere una ruptura con el Partido Demócrata y el Republicano y el inicio de una rebelión de las bases contra las burocracias sindicales que procuran subordinar a los trabajadores a los demócratas y al sistema capitalista.
El martes, el político demócrata Adam Schiff fue invitado por los sindicatos SEIU y United Teachers Los Angeles (UTLA) a hablar en su mitin coreografiado. Schiff, expresidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, es un fanático militarista que ha apoyado rabiosamente la escalada del conflicto con Rusia. Mientras finge ser un aliado de los trabajadores escolares, Schiff es directamente responsable de la guerra y la austeridad que están devastando a toda la clase trabajadora estadounidense.
Detrás de Schiff estaba la presidenta del UTLA, Cecily Myart-Cruz, miembro de los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés). Aunque el DSA se presenta como “socialista”, en realidad es un grupo al interior del Partido Demócrata capitalista. El DSA tiene tres miembros en el Ayuntamiento de Los Ángeles y dos miembros en el Consejo de Educación de Los Ángeles, incluida la presidenta Jackie Goldberg.
El año pasado, los miembros del DSA en el Congreso votaron a favor de apoyar la guerra en Ucrania e imponer un contrato reaccionario a 120.000 ferroviarios, impidiendo una poderosa huelga que habría paralizado el país.
Hay una profunda y creciente desafección hacia los sindicatos, cuyas tibias demandas no harán nada para mejorar las condiciones de vida ni de trabajo de los trabajadores escolares de Los Ángeles. No se han olvidado las traiciones de UTLA y SEIU en 2019, cuando a los maestros se les dieron solo horas para votar sobre un contrato propatronal, y 2021, cuando ambos sindicatos se confabularon con los demócratas para reabrir las escuelas antes de que los educadores fueran vacunados.
El miércoles, el SEIU anunció que su equipo de negociación ha entablado negociaciones con el distrito escolar que están siendo auspiciadas por la alcaldesa demócrata de Los Ángeles, Karen Bass. Esto debe tomarse como una advertencia. El mismo proceso se desenvolvió en 2019, cuando el entonces alcalde Eric Garcetti medió en el contrato entreguista de UTLA con LAUSD.
Los sindicatos se vieron obligados a convocar una huelga limitada de tres días esta semana bajo la inmensa presión de los trabajadores de base, que amenazaba con salirse de su control. Esta tendencia hacia emprender acciones independientes se está desarrollando en todas partes. El viernes, los educadores de Oakland, California, planean una huelga salvaje en solidaridad con sus hermanos y hermanas de clase de Los Ángeles.
El creciente movimiento huelguístico en Estados Unidos y a escala internacional debe ampliarse para abarcar a todos los demás sectores de la clase obrera. Esto requiere la creación de comités de base en cada escuela y lugar de trabajo, controlados democráticamente por los propios trabajadores. Estos comités deben luchar por una estrategia científica para detener la pandemia, por una gran expansión de los recursos y la financiación de la educación pública y por el avance de los intereses sociales de la clase obrera internacional.
(Publicado originalmente en inglés el 22 de marzo de 2023)