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Perspectiva

Millones caen en la pobreza por la pandemia, el alza de precios y la recesión

El reporte del Banco Mundial sobre el aumento de la pobreza global publicado más temprano esta semana ofrece una imagen panorámica del impacto devastador de la pandemia de COVID-19 para cientos de millones de personas en los países más pobres del mundo. Este impacto ahora se ve agravado por el aumento de la inflación y el deslizamiento de la economía mundial en una recesión.

Según el reporte, la pandemia le asestó el mayor golpe a la reducción de la pobreza en décadas. El número de personas en “pobreza extrema”, definida como menos de $1,90 por día, aumentó en 70 millones y alcanzó un total de 700 millones o 9,3 por ciento de la población mundial en 2020.

No hay señales de que la situación está mejorando, ante una mayor inflación alimentada por la guerra de EE.UU. y la OTAN contra Rusia en Ucrania y por la devaluación de las divisas de los mercados emergentes, que a su vez se debe al incremento de los tipos de interés de la Reserva Federal de EE.UU.

Para fines del año, es posible que hasta 685 millones de personas sigan viviendo en pobreza extrema, lo que convertiría 2022 en el segundo peor año para la reducción de la pobreza en dos décadas, después de 2020.

La pandemia, como en muchas otras áreas de la vida económica y social, fue un desencadenante que aceleró varios procesos que ya estaban en marcha.

Como señaló el reporte, en los cinco años anteriores, la reducción de la pobreza se había ralentizado y para 2020 “el mundo estaba significativamente fuera de curso respecto al objetivo global de acabar con la pobreza extrema para 2030”. Estima que, según las tendencias actuales, el 7 por ciento de la población mundial —574 millones de personas— seguirán viviendo en la pobreza extrema para cuando acabe la década.

Incluso antes de que la pandemia golpeara, casi la mitad de la población mundial (el 47 por ciento) estaba viviendo en la pobreza, que define como menos de $6,85 por día.

Junto a los 20 millones de personas que se estima que han muerto por la pandemia y los millones que se siguen infectando y desarrollando las secuelas debilitantes del COVID persistente, el aumento de la pobreza es una muestra más de la magnitud del crimen social perpetrado por los Gobiernos capitalistas en todo el mundo al rehusarse a tomar las medidas de salud pública necesarias para eliminar el virus en la población humana.

Esto no se debe a que fuera imposible —la experiencia en China demuestra que es plenamente posible— sino al impacto adverso que tendría en los mercados bursátiles, que han sido inflados a niveles extraordinarios por el suministro de billones de dólares de la Reserva Federal y otros bancos centrales.

Ahora las agencias del capital financiero están perpetrando nuevos crímenes. Para intentar aplastar el movimiento de los trabajadores y las masas oprimidas en todo el mundo mientras se enfrentan a la mayor inflación en cuatro décadas, los bancos centrales están elevando los tipos de interés para inducir una recesión.

El impacto ya está afectando a los más pobres del mundo. El valor de las divisas de los países menos desarrollados ha caído dramáticamente, lo que ha incrementado el precio de los alimentos y el combustible en la moneda local.

Ghana es un ejemplo de este proceso. Durante el último año, el precio del dólar ha aumentado 12 por ciento, pero en el mismo periodo el cedi ha caído 40 por ciento en comparación con el dólar. Esto significa que un barril de petróleo que costaba 475 cedi hace un año ahora cuesta 900 cedi, casi el doble.

Esta experiencia se repite en un país tras otro en relación con las importaciones de alimentos, combustible, suministros médicos y otros bienes vitales.

Al mismo tiempo, cada vez más países están al borde del impago de sus deudas a las agencias gubernamentales y al capital financiero internacional. En al menos 10 países, la deuda ya se encuentra bajo presiones extremas y muchos otros países les seguirán.

Los programas de ajuste dictados por el Fondo Monetario Internacional significan que la experiencia de Sri Lanka, que declaró el impago de la deuda y cuya clase trabajadora fue sometida a un ataque total para pagarles a los buitres del capital financiero internacional, ya se está extendiendo por todo el mundo.

El Banco Mundial aconseja una serie de reformas dirigidas a asistir a los pobres, sabiendo que los Gobiernos no tienen ninguna intención de implementarlas.

De hecho, las subidas de los tipos de interés que está llevando a cabo la Reserva Federal de Estados Unidos están sumiendo al mundo en una recesión, como ya lo reconocieron el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, las Naciones Unidas y una gran cantidad de economistas.

En su reunión semestral, que se celebrará en Washington la próxima semana, el FMI volverá a revisar a la baja sus previsiones de crecimiento mundial por cuarta vez, según indicó ayer en un discurso la directora del FMI, Kristalina Georgieva.

El FMI estima que un conjunto de países que representa alrededor de un tercio de la economía mundial experimentará al menos dos trimestres consecutivos de contracción, ya sea este año o el próximo. Incluso cuando el crecimiento sea positivo, “se sentirá como una recesión debido a la disminución de los ingresos reales y el aumento de los precios”.

Se prevé que la pérdida total de producción mundial de aquí a 2026 será de unos 4 billones de dólares. “Este es el tamaño de la economía alemana, un enorme revés para la economía mundial”, dijo, y añadió que “es más probable que empeore”.

Sin querer, la jefa del FMI hizo una condena de las políticas aplicadas por los supuestos guardianes de la estabilidad de la economía capitalista mundial, sobre todo de la política en materia de COVID.

Tras un crecimiento del 6,1 por ciento en 2021, dijo, “la mayoría de los economistas, incluidos los del FMI, pensaban que la recuperación continuaría y que la inflación se reduciría rápidamente, en gran medida porque esperábamos que las vacunas ayudaran a controlar las interrupciones de la oferta y permitirían que la producción se recuperara. Pero no fue así”.

Varias perturbaciones, incluida la guerra de Ucrania, “cambiaron por completo el panorama económico”, y “lejos de ser transitoria, la inflación se ha afianzado”.

Pero por encima del desastre que han producido las políticas de COVID, se están creando nuevos desastres.

Apoyando las subidas de los tipos de interés, Georgieva dijo que “no ajustar lo suficiente” provocaría que la inflación se “desanclara y afianzara”. Estos son términos en clave de los círculos gobernantes y sus organismos económicos para referirse a una situación en la que la clase trabajadora buscará defender su nivel de vida mediante huelgas y luchas sociales.

La represión de este movimiento es la prioridad número uno de las élites financieras a pesar de que, como lo reconoció Georgieva, podría “empujar a muchas economías a una recesión prolongada”.

El informe del Banco Mundial y la devastación adicional que se está produciendo deben ser utilizados por la clase trabajadora para hacer un balance sobrio de la situación a la que se enfrenta inmediatamente y de la naturaleza de las luchas que ya están en marcha.

Los acontecimientos en EE.UU., el centro del imperialismo mundial, son particularmente significativos. Después de décadas de supresión de la lucha de clases, cientos de miles de trabajadores, y millones más detrás de ellos, están librando batallas y son cada vez más receptivos a un programa socialista.

Dos programas opuestos están a punto de colisionar. La economía política de la clase dominante capitalista está arraigada en el afán de lucro, sin importar el coste en vidas humanas y la devastación económica.

La economía política de la clase obrera se basa en la utilización de los vastos recursos económicos creados por su trabajo para el avance del bienestar humano. No existe un término medio ni un camino reformista. Los intereses materiales de las dos clases principales de la sociedad capitalista son irreconciliables.

Los intereses vitales de la clase obrera, el grueso de la población mundial, solo pueden materializarse a través de una lucha política internacional unificada contra todas las agencias del capital, sobre todo las burocracias sindicales, a fin de tomar el poder y llevar a cabo la transformación socialista de la economía mundial.

El requisito previo para su realización, a medida que el capitalismo mundial se precipita de un desastre a otro, es la construcción del partido mundial de la revolución socialista, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional, para proporcionar la dirección necesaria para las luchas que están estallando ya.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 7 de octubre de 2022.)

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