Durante la última semana, las infecciones de COVID-19 alcanzaron niveles récord en China debido a la penetración de la subvariante BA.2 de ómicron, que es sumamente infecciosa y resistente a la inmunidad y evolucionó como producto de la negativa de casi todos los Gobiernos a detener la pandemia. Respaldado por el apoyo popular a la política “dinámica cero” que busca mantener continuamente las infecciones de COVID-19 en cero, el Gobierno chino está movilizando vastos recursos para suprimir el brote y salvar vidas.
La Comisión Nacional de Salud de China reportó 5.154 casos nuevos de COVID-19 el lunes, de los cuales 1.647 eran asintomáticos. Entre el 1 y 14 de marzo, se identificaron más de 15.000 casos transmitidos a nivel nacional, afectando 28 regiones provinciales. La ola de infecciones comenzó a inicios de marzo en varias provincias. Está centrada en la provincia de Jilin en el noreste, donde se ha identificado más del 90 por ciento de los casos del brote actual.
El 6 de marzo, un día en que se reportaron 526 casos nuevos, los oficiales calificaron la situación como “grave” y urgieron a los residentes a tener precaución. El lunes, cuando Jilin reportó 4.067 nuevos casos, los oficiales locales advirtieron que la situación sigue siendo “grave y complicado” y se comprometieron a frenar la transmisión en una semana, de ser posible.
China está desplegando casi todas las medidas de salud pública disponibles, incluyendo pruebas masivas, rastreo de contactos, el aislamiento seguro de todos los pacientes infectados y cuarentenas para aquellos que han estado en contacto con los pacientes infectados. Más del 88 por ciento de la población del país ha recibido dos dosis de la vacuna, la sexta mayor tasa en el mundo, y el Gobierno cuenta con grandes suministros de anticuerpos monoclonales y otros tratamientos.
Como ocurrió en enero de 2020 en respuesta al brote inicial de COVID-19 en Wuhan, China, a pocos días de iniciar el brote este mes se construyeron cinco hospitales provisionales en Changchun y Jilin, con una capacidad combinada de 22.880 camas. Se construirá un centro de aislamiento de 6.000 camas para fines de esta semana. Además, cinco provincias, regiones autónomas y municipalidades han enviado equipos médicos y recursos a Jilin.
Se administrarán cientos de millones de pruebas de COVID-19 en todo el país en la semana siguiente. La metrópolis de Shenzhen al sureste del país, cada uno de los 17,6 millones de residentes será sometido a tres pruebas esta semana. En Jilin, se están distribuyendo 12 millones de puedas rápidas de antígeno a las casas y todos los residentes también serán sometidos a varias pruebas de PCR.
Lo que es más crítico aún, el Gobierno ha implementado confinamientos parciales o completos en todas las ciudades con altos niveles de contagio, incluyendo toda la provincia de Jilin, así como las metrópolis de Shenzhen, Langfang, Dongguan, Shanghái, Xi’an y otras ciudades pequeñas y medianas. En total, más de 50 millones de personas tienen órdenes estrictas de resguardarse en casa y casi 40 millones están en confinamiento parcial.
Estos confinamientos, denunciados por la prensa burguesa por pausar la generación de ganancias, consisten en un cierre temporal de los lugares de trabajo no esenciales y las escuelas para cortar la transmisión viral lo más rápido posible. En Jilin y otras ciudades, solo los lugares de trabajo esenciales permanecen abiertos, como supermercados, farmacias, las empresas de procesamiento y distribución de agua, gas y comunicaciones, así como los proveedores de otros bienes esenciales.
La mayoría de la población china apoya estas medidas necesarias de salud pública para atajar la propagación del COVID-19. Los confinamientos iniciales de enero y marzo de 2020 fueron sumamente caóticos debido a la novedad de la situación, pero casi dos años después de que se acabara el confinamiento en Wuhan, el proceso se ha vuelto más efectivo y cuenta con una aceptación generalizada.
Un modelo de la Universidad de Lanzhou en el noroeste de China predice que, si todas las medidas se mantienen, podrán contener completamente el brote para inicios de abril después de un estimado de 35.000 personas dando positivo. Hasta la fecha, nadie ha muerto por el último brote. China tan solo ha registrado dos muertes por COVID-19 desde el 16 de mayo de 2020, comparado a un exceso de mortalidad de casi 20 millones de muertes atribuibles a la pandemia fuera de China en los últimos dos años.
La aplicación agresiva de Cero COVID en China continental se ve influenciada por la respuesta desastrosa del Gobierno local de Hong Kong, una ciudad y región administrativa especial de China, que se rehusó a implementar confinamientos desde que BA.2 desató una importante ola de infecciones y hospitalizaciones a mediados de febrero. Las tasas de mortalidad se han disparado y actualmente se encuentran en 37.68 muertes por millón de habitantes, un récord mundial, en gran parte debido a las bajas tasas de vacunación en los adultos mayores. Si bien lo adultos mayores en China están relativamente más vacunados, aproximadamente la mitad de los mayores de 80 años no se ha vacunado.
Queda por verse si China logrará eliminar el virus nuevamente, pero la respuesta rápida y general indica que probablemente tendrá éxito, a pesar de las características únicas y peligrosas de la subvariante BA.2. De tener éxito, esto demostraría nuevamente que la propagación y muertes masivas fuera de las fronteras de China no eran inevitables.
El hecho de que China haya tenido que eliminar repetidamente el virus y se enfrenta a la amenaza constante de la reintroducción del COVID-19 del exterior rinde testimonio del carácter criminal de la respuesta a la pandemia en los países capitalistas avanzados, ante todo en EE.UU. y la Unión Europea.
Al rehusarse a implementar la estrategia de eliminación desarrollada por China y replicada en muchos otros países de la región de Asia-Pacífico en 2020, las élites capitalistas y sus representantes políticos son responsables de la evolución de las variantes más transmisibles y capaces de eludir la inmunidad del SARS-CoV-2, desde alfa a ómicron y cualquiera que siga. Su promoción del nacionalismo en materia de vacunas e insistencia en defender sus patentes, dejando al 86 por ciento de las personas en los países de bajos ingresos sin ninguna dosis.
Desde el inicio de la ola de ómicron a fines de noviembre, casi todos los países excepto China se rindieron ante la pandemia y levantaron sus medidas de mitigación contra la propagación del virus. Las pruebas, el rastreo de contactos, la recolección y reporte de datos, las guías de aislamiento e incluso los protocolos más básicos de uso de mascarillas se han ido levantando. Afirmando falsamente que el COVID-19 se ha vuelto “endémico”, las élites gobernantes están haciendo valer una “nueva normalidad” brutal, que consiste en infecciones masivas, discapacidades a largo plazo y muertes.
Como resultado, los casos están aumentando exponencialmente en toda Europa, incluso Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, Austria, Suiza y otros países, y Reino Unido está volviendo a ver un incremento en las hospitalizaciones.
En EE.UU., BNO News reportó 52.694 casos nuevos oficiales y 1.478 muertes el lunes, casi la mitad de los casos acumulados de China y una tercera parte de las muertes acumuladas desde el inicio de a pandemia. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) indicó silenciosamente que BA.2 ya representa el 23.1 por ciento de todas las infecciones secuenciadas, un porcentaje que casi se está duplicando a diario. Las mediciones de aguas residuales entre el 24 de febrero y el 10 de marzo mostraron que el 37 por ciento de los contados que reportan este índice vieron un aumento de 100 por ciento o más en la presencia del ARN del virus, mientras que un 15 por ciento vieron un aumento de más de 1.000 por ciento.
El límite fundamental de la política de Cero COVID de China es su carácter nacional. Siempre y cuando el COVID-19 siga propagándose a nivel global, seguirá siendo posible que aparezcan nuevas variantes más infecciosas, resistentes a la inmunidad y virulentas. Sin una estrategia internacional, la política de Cero COVID se verá cada vez más socavada.
Parafraseando al gran revolucionario marxista León Trotsky, la eliminación del COVID-19 dentro de las fronteras nacionales es impensable. Poner fin a la pandemia empieza en la palestra nacional, se desarrolla en la internacional y llega a su término y remate en la mundial.
El recrudecimiento de la crisis pandémica coincide con la intensificación de la crisis geopolítica desencadenada por la invasión rusa de Ucrania. Esta respuesta desesperada del régimen de Putin a las décadas de ampliación al este de la OTAN y el impulso del imperialismo estadounidense de afianzar su hegemonía cercando a Rusia y China ha desestabilizado profundamente un orden mundial ya fracturado. Ambas crisis, la guerra y la pandemia, están alimentando la inflación y la inestabilidad económica, que a su vez están provocando el crecimiento de la lucha de clases internacionalmente.
El único camino para resolver la crisis del capitalismo global es la revolución socialista. La clase obrera internacional debe unirse más allá de las fronteras nacionales y emprender una lucha poderosa y global para detener la marcha hacia la Tercera Guerra Mundial, eliminar mundialmente el COVID-19 y reconstruir la sociedad sobre bases socialistas.
(Publicado originalmente en inglés el 15 de marzo de 2022)
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