La siguiente conferencia fue pronunciada por Jacob Crosse, un escritor del World Socialist Web Site, en la escuela de verano de 2021 del Partido Socialista por la Igualdad (EE.UU.), del 1 al 6 de agosto.
Este informe trata del papel central desempeñado por el Partido Demócrata y sus apéndices pseudoizquierdistas en restarle importancia y encubrir la insurrección fascista del 6 de enero. La respuesta de los demócratas, un partido de Wall Street y de la CIA, ha sido cloroformar a la clase trabajadora y defender la legitimidad del Partido Republicano. Al mismo tiempo, apelan a sus “colegas” republicanos a llevar a cabo su agenda de clase compartida de explotación capitalista despiadada en casa y guerra imperialista en el extranjero, específicamente el conflicto de “grandes potencias” con Rusia y China.
A 48 horas del intento de golpe de Estado de Trump, Washington D.C. se transformó en un anillo de acero. Se erigió una cerca no escalable de dos metros de altura alrededor del complejo del Capitolio y, finalmente, se desplegaron más de 25.000 miembros de la Guardia Nacional. A pesar de la demostración masiva de fuerza, los demócratas seguían temerosos de otro ataque, tal vez desde el interior del ejército o desde “el otro lado del pasillo” [los legisladores republicanos].
El trivial discurso de inauguración del presidente Joe Biden el 20 de enero buscó encubrir las fuerzas políticas detrás del ataque, como lo caracterizó Joe Kishore en la perspectiva del 21 de enero del WSWS intitulada “El discurso inaugural de Biden: trivialidad y abstracciones vacías para disimular la realidad”. Llamó la atención al intento de Biden de transformar “el intento de golpe de Estado en una operación abstracta de 'violencia' incorpórea’. Fue, según Biden, la 'violencia' lo que irrumpió en el Capitolio”.
El camarada Kishore explicó que no fue una “violencia” abstracta o incorpórea lo que irrumpió en el Capitolio. Hubo elementos pequeñoburgueses enfurecidos, inmundicia fascista, operativos republicanos, partidarios de QAnon, policías y militares retirados y activos irrumpieron en el Capitolio por orden de Trump, que contaba con el respaldo de la mayoría del Partido Republicano, junto con sectores de la oligarquía financiera y el aparato policial, militar y de inteligencia.
El presidente Biden, defensor y representante del Estado capitalista desde hace más de 50 años, obviamente no llamó la atención sobre esta realidad durante su discurso de toma de posesión, ni comentó que los fascistas, que exigían la revocación de las elecciones, eran los mismos elementos convocados por Trump y la patronal para oponerse a cualquier medida para contener la propagación del coronavirus.
Casi ocho meses después del intento de golpe, los llamamientos de Biden a un “Partido Republicano fuerte” se han encontrado con una resistencia intransigente del Partido Republicano en el Congreso a su agenda legislativa y continuas amenazas de violencia fascistizante dirigidas a sus compañeros demócratas en el Congreso. Biden no ha dicho prácticamente nada sobre los intentos en curso de Trump de revertir las elecciones a través de recuentos inconstitucionales y análisis “forenses de las papeletas” realizados por empresas privadas con vínculos con el Partido Republicano. Mientras tanto, la democracia estadounidense se está pudriendo de pie.
Le corresponde al movimiento trotskista la tarea de proporcionar una conducción política marxista a la clase trabajadora revolucionaria, independiente de los partidos capitalistas reaccionarios y de los sindicatos corruptos y escleróticos, mediante la formación de nuestros propios comités de base. Orientándonos hacia la clase trabajadora y explicando pacientemente las tareas históricas, podremos construir el movimiento socialista de masas que se ganará el respeto de las mejores capas de la clase media, evitará el ascenso del fascismo y provocará la transformación radical de la sociedad.
Las secuelas inmediatas del fallido golpede Estado
Inmediatamente después del golpe, los republicanos estaban en caos cuando los demócratas iniciaron su segundo juicio político contra Trump. Los principales republicanos, como el líder de la minoría de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, y el líder de la minoría del Senado, Mitch McConnell, intentaron distanciarse del golpe de Estado, incluso criticando levemente a Trump en sus primeros discursos ante el Congreso después de la insurrección. Ambos culparon a Trump, al tiempo que omitieron su papel en la propagación de sus mentiras fascistizantes de que la elección fue robada.
Estas leves recriminaciones contra Trump se evaporaron rápidamente cuando se hizo evidente que Biden no tenía ganas de un juicio político, incluso cuando el peligro de la violencia fascistizante impregnaba el Capitolio y las fuerzas armadas.
El secretario de Defensa Lloyd Austin, excomandante de CENTCOM (Comando Central de los Estados Unidos) y miembro de la junta corporativa de Raytheon Technologies, Nucor Corp. y Tenet Healthcare, anunció un “parón” sin precedentes para abordar el “extremismo en las filas”. El jefe del Pentágono necesitaba asegurarse de que todavía tenía el control de los soldados y oficiales.
En una conferencia de prensa el 28 de enero, Nancy Pelosi, quien ya había ordenado que se instalaran detectores de metales fuera del piso de la Cámara de Representantes, declaró que se necesitaban fondos para más seguridad “cuando el enemigo está dentro de la Cámara de Representantes”. Cuando se le pidió que aclarara, Pelosi respondió: “Significa que tenemos miembros del Congreso que quieren llevar armas al salón y han amenazado con violencia a otros miembros del Congreso”.
A pesar de controlar ambas cámaras del Congreso y la Presidencia, los principales demócratas admitieron que seguían aterrorizados ante la posibilidad de violencia política por parte de sus “colegas republicanos”.
En la perspectiva del 29 de enero del WSWS, intitulada “El Partido Demócrata y el 'enemigo interior' fascista”, Patrick Martin escribió: “La falta de voluntad y la incapacidad del Partido Demócrata para defender los principios democráticos, incluso cuando la supervivencia física de sus propios representantes se ve directamente amenazada, es una advertencia para la clase trabajadora”.
Los demócratas, en su prisa por traer a los cómplices de Trump de vuelta al redil y “superar” el golpe, buscaron restarle importancia y encubrir la duplicidad republicana en torno a los planes de Trump, culpando únicamente a Trump antes de y durante el juicio del Senado.
A lo largo de enero, los medios corporativos ayudaron a facilitar este encubrimiento y la reconciliación con el Partido Republicano, elogiando las propuestas de Biden al partido de los cómplices de Trump. Los medios de comunicación criticaron a la archiconservadora Liz Cheney, hija del exvicepresidente de George W. Bush y criminal de guerra Dick Cheney, como defensora de la “democracia”, por ser uno de los 10 republicanos de la Cámara de Representantes que votaron a favor de introducir los artículos de juicio político al Senado.
En una aparición el 21 de enero en el programa de Seth Meyers que retuiteó a sus seguidores al día siguiente, el senador de Vermont Bernie Sanders avanzó la línea general del Partido Demócrata, afirmando que deberían “hacer todo lo posible para acercarse a los republicanos”.
Si bien las cadenas de noticias por cable reprodujeron videos del ataque e informaron con precisión sobre los arrestos de los matones fascistas de pacotilla de los Oath Keepers y Proud Boys que irrumpieron en el Capitolio, se negaron a plantear las preguntas obvias sobre el sabotaje deliberado de las defensas del edificio, incluida la falta de advertencias de inteligencia por parte del aparato de multibillonario de espionaje. Ahora sabemos que los reporteros del Washington Post estaban guardando en secreto revelaciones sorprendentes que demuestran que se sabía de los planes golpistas de Trump en los niveles más altos del Estado, como los comentarios del general Mark Milley de que el período previo al 6 de enero era “un momento Reichstag, el evangelio del führer”.
Después de que el vicepresidente Mike Pence rechazara las propuestas demócratas de aplicar la vigesimoquinta enmienda a la Constitución y declarar a Trump incompetente para continuar en el cargo, la Cámara de Representantes aprobó el 13 de enero, en una votación divida casi exactamente por partido, presentar los artículos de juicio político al Senado. Después de la votación, los funcionarios de Biden dejaron en claro que la principal preocupación de la Administración entrante no sería obligar al führer en potencia a rendir cuentas ni exponer la complicidad de la mayoría del Partido Republicano en el golpe de Estado.
Biden, quien ha fungido por cinco décadas como servidor de la industria bancaria, las compañías de tarjetas de crédito y las que lucran de la guerra, pidió “sanar” y rechazó los llamados de algunos dentro de su partido para exigir la renuncia de Ted Cruz y Josh Hawley, los dos senadores que lideraron la oposición a la certificación de los resultados del Colegio Electoral, incluso después del intento de golpe.
Biden se negó a exigir e incluso a apoyar nominalmente la invocación de la vigesimoquinta enmienda para que Trump fuera destituido de su cargo. Su silencio se produjo incluso cuando algunos demócratas de “izquierda”, como la representante de Nueva York, Alexandria Ocasio-Cortez, y la representante de Missouri, Cori Bush, exigieron brevemente en las redes sociales que se aplicara.
La cobardía de Biden fortaleció a Trump y envalentonó a sus aliados fascistas. Dos semanas después de la votación de la Cámara de Representantes, 45 de los 50 republicanos del Senado votaron “sí” a una moción para anular el juicio político antes de que comenzara. La medida, presentada por el senador de extrema derecha de Kentucky, Rand Paul, un libertario, y respaldada por el 90 por ciento de los senadores republicanos dio a entender que el siguiente juicio político de Trump terminaría como el primero, con su absolución.
Solo el World Socialist Web Site preguntó qué tipo de Gobierno y agenda resultarían de la colaboración de Biden y los demócratas con los fascistas republicanos. En una perspectiva del 28 de enero, “Los republicanos se unen detrás de Trump”, Barry Gray escribió:
Biden y los demócratas argumentan que tienen que unirse con los republicanos para que se apruebe su agenda. Eso plantea la pregunta: ¿Qué tipo de agenda requiere el apoyo de fascistas y sus aliados?
La abyecta cobardía y complicidad de los demócratas sirven para embotar la conciencia de las masas populares, pulir la imagen de Trump y los republicanos y difundir la fatal ilusión de que todo está bien. Todos aquellos que buscan minimizar el asalto fascista al Capitolio incitado y apoyado por el comandante en jefe de Estados Unidos, son culpables de desarmar políticamente a la clase trabajadora y fortalecer la derecha neofascista.
Mientras los demócratas buscaban construir un Gobierno de coalición con los republicanos “razonables” como Cheney y el piloto de la Fuerza Aérea y representante de Illinois, Adam Kinzinger, el Partido Socialista por la Igualdad trazó un camino claro e independiente para la clase trabajadora, advirtiendo que no se puede tener ninguna fe en que el Partido Demócrata llevará a cabo una investigación independiente sobre el golpe de Estado. Llamando a una huelga general contra la amenaza golpista, le exhortamos a la clase trabajadora que hiciera lo que los demócratas no harían: exigir el arresto de Trump y sus cómplices en el Partido Republicano y las agencias gubernamentales y una investigación independiente sobre el ataque.
El segundo juicio en el SenadocontraDonald J. Trump
En el primer día del juicio en el Senado, el 9 de febrero, los demócratas publicaron un informe de 80 páginas que detallaba la culpabilidad obvia de Trump en el intento de golpe de Estado, mientras que omitieron el papel clave desempeñado por sus coconspiradores republicanos en la propagación de sus mentiras electorales. El documento también olvidó mencionar la primera vez que Trump amenazó con llevar a cabo un golpe e invocar la Ley de Insurrecciones, seis meses antes, durante su discurso del 1 de junio de 2020 antes de salir a la plaza Lafayette.
Las omisiones del Partido Demócrata fueron a propósito, como explicó Barry Gray en una perspectiva del 9 de febrero, “El juicio de Donald Trump en el Senado: las preguntas que deben responderse”. Escribió:
Los demócratas no desean exponer el alcance de la conspiración, porque esto implicaría una exposición de las condiciones políticas y sociales subyacentes que se veían reflejadas en la Administración de Trump.
El juicio de tres días terminó casi antes de comenzar. Los procedimientos truncados se aceleraron aún más después de que los demócratas se negaron a llamar a testigos, incluso después de que el representante republicano de Washington, Jaime Herrera Beutler, presentara pruebas de que el líder de la minoría de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, estuvo en contacto con Trump durante el golpe. En una declaración enviada posteriormente por escrito, Herrera Beutler proporcionó evidencia de que Trump rechazó la solicitud de McCarthy de suspender el ataque. En cambio, Trump se alineó con su turba fascista y le dijo a McCarthy que aparentemente a la turba le importaban más las elecciones que a McCarthy.
A lo largo del juicio, los demócratas apoyaron al archirreaccionario vicepresidente Mike Pence, tildándolo de “valiente y patriótico”, al tiempo en que realizaron llamados morales y de seguridad nacional a los republicanos. El representante demócrata de Texas, Joaquín Castro, instó a sus colegas republicanos a votar a favor de condenar a Trump para fortalecer la posición mundial del imperialismo estadounidense frente a sus rivales extranjeros. Castro señaló que “los injerencistas rusos, iraníes y chinos” aprovecharon “la oportunidad de amplificar las narrativas para promover sus intereses políticos durante la transición presidencial”.
Para encubrir la complicidad de sectores clave de seguridad del Estado en el golpe, el juicio omitió por completo el papel de los militares en retrasar el envío de tropas de la Guardia Nacional al Capitolio. No se dijo nada sobre el papel de la Policía del Capitolio de los Estados Unidos en sabotear las defensas del Capitolio. No se dieron explicaciones de cómo fue posible que el FBI no designó el 6 de enero como un evento especial de seguridad nacional y ni siquiera emitió una evaluación de amenaza, a pesar de que los titulares demócratas del juicio político proporcionaron pruebas durante el juicio de que la Casa Blanca estaba monitoreando las cuentas de las redes sociales que llamaron a la “milicia MAGA” a ir a Washington D.C. Los directores demócratas del juicio político en la Cámara de Representantes hicieron todo lo posible durante el juicio para cegar a la clase trabajadora sobre el alcance y la magnitud del golpe a fin de proteger las instituciones del Estado y bloquear el crecimiento de un movimiento contra la oligarquía financiera que produjo a Trump.
El colapso del comitéselecto bipartidista
Tras el fallido juicio político contra Trump, nunca ser respondieron varias preguntas enormes sobre el papel de la policía, el ejército, los funcionarios republicanos y los financistas en el intento de golpe. Lejos de tratar de responder todas o algunas de estas preguntas y exponer la aparición de tendencias fascistas en el centro del imperialismo mundial a través de un juicio público transmitido por todo el mundo, Pelosi y los demócratas buscaron encubrir y ocultar las conexiones entre el Estado y el Partido Republicano con el fin de preservar el Partido Republicano como un instrumento de dominio de clase. Este esfuerzo tomaría inicialmente la forma de la propuesta de una comisión “bipartidista” inspirada en la comisión que encubrió aspectos clave de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.
Después de meses de negociaciones, el 22 de abril, con miles de tropas de la Guardia Nacional todavía estacionadas en el Capitolio, Pelosi anunció que había aceptado varias importantes concesiones exigidas por los cómplices de Trump para establecer formalmente la comisión. Su capitulación a las demandas republicanas incluyó aceptar una representación de 50 por ciento para cada partido en el comité y una fórmula que requeriría el apoyo republicano para hacer citaciones. Pelosi recibió un rotundo respaldo en las páginas editoriales del Washington Post, propiedad de Jeff Bezos, y del New York Times en su capitulación ante los cómplices de Trump.
La única demanda republicana que los demócratas no aceptaron fue que la comisión ampliara su “alcance” para incluir las protestas contra la violencia policial en el verano de 2020, haciendo una asquerosa equivalencia entre los miles de protestas multirraciales contra la violencia estatal y la insurrección de Trump contra la democracia burguesa.
Varios funcionarios fiables de seguridad nacional republicanos y demócratas responsables de innumerables crímenes de guerra y la evisceración de los derechos democráticos a nivel mundial serían comisionados del comité. Se inspiró en la comisión bipartidista del 11 de septiembre de 2001, que encubrió el papel de las agencias de inteligencia y del Gobierno saudí en la facilitación de los atentados terroristas. Escribimos en ese momento:
[L]a comisión del 6 de enero no está siendo promovida para revelar el verdadero alcance del complot fascista para mantener a Trump en el cargo, por temor a las explosivas consecuencias políticas y sociales, sino para rehabilitar políticamente al Partido Republicano y apuntalar el sistema político bipartidista a través del cual gobierna la oligarquía corporativo-financiera. Tanto antes como después del 6 de enero, los demócratas han promovido la falsa narrativa de que solo Trump es responsable del ataque a las formas de gobierno democrático-burguesas, en lugar de ser la encarnación del prolongado declive y putrefacción del capitalismo estadounidense y toda su élite gobernante.
Incluso cuando los republicanos fascistas, como la millonaria representante de Georgia, Marjorie Taylor Greene, quien cumple su primer año en el cargo, hostigó a la demócrata Alexandria Ocasio-Cortez en los pasillos del Capitolio e hizo amenazas de muerte no tan veladas al “Escuadrón Yihad”, la Cámara de Representantes aprobó, con un mínimo apoyo republicano, la propuesta bipartidista el 18 de mayo. Después de la aprobación del proyecto de ley en la Cámara de Representantes, Trump exigió a los republicanos del Senado que rechazaran el comité, calificándolo de “trampa demócrata”. Siguiendo sus instrucciones, el líder de la minoría del Senado, Mitch McConnell, manifestó su oposición al comité al día siguiente, tildándolo de “sesgado y desequilibrado”, dejándolo muerto. En una votación del Senado celebrada el 28 de mayo, la propuesta de una comisión no logró superar su obstruccionismo y fue derrotada por una votación de 54-35, menos de los 60 votos necesarios. Solo seis republicanos respaldaron la comisión, mientras que nueve senadores republicanos y dos demócratas se abstuvieron de votar.
El fracaso de establecer la comisión bipartidista ha coincidido coincidió con revelaciones en curso que detallan la retirada deliberada de la seguridad por parte de elementos leales a Trump en el Estado. El World Socialist Web Site fue la única publicación que informó sobre cada “informe rápido” del inspector general de la policía del Capitolio de los Estados Unidos, Michael Bolton, y las investigaciones clave de los comités de la Cámara de Representantes y el Senado sobre el golpe de Estado y extrajo las conclusiones históricas necesarias sobre el papel del Estado capitalista.
Los informes “flash” y aquellos del comité detallaron numerosas fallas de seguridad sin una explicación inocente, incluso el día del golpe: se prohibió que la Policía del Capitolio de los Estados Unidos (USCP, por sus siglas en inglés) usara municiones antidisturbios “menos que letales”; se enviaron varios equipos de vigilancia de la USCP a enfrentar a unos pocos contramanifestantes mientras que cientos de Proud Boys fueron ignorados; el exsargento de armas de la Cámara de Representantes, Paul Irving, movió deliberadamente las barricadas de seguridad el día antes del golpe para dejar un camino despejado hacia el Capitolio; el jefe de la USCP, Steve Sund, ignoró los informes de inteligencia que afirmaban que el “Congreso mismo” sería el blanco el 6 de enero, mientras afirmó que la USCP tenía “un buen plan para el 6”; la cúpula de la USCP se ausentó sin permiso mientras se desarrollaba el golpe, negándose a dar órdenes por radio; los policías de base no fueron informados sobre la amenaza ni equipados para hacer frente a la multitud armada y violenta. Además, el equipo de tipo SWAT de la Policía del Capitolio, el cual había sido entrenado por exsoldados de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos que idolatran a las SS nazis, se negó a ser desplegado ni llevar a cabo su tarea de seguridad para proteger a los miembros del Congreso.
Informes posteriores han confirmado que la USCP y la Policía Metropolitana del Distrito de Columbia (D.C.) recibieron radios del FBI que tenían los canales de radio que las milicias fascistas usarían preprogramados, lo que hizo explotar aún más las afirmaciones de que el ataque fue imprevisto. En cambio, la pregunta es ¿qué papel directo cumplió el FBI en la facilitación del ataque? Además del presidente de los Proud Boys, Enrique Tarrio, que es un conocido informante del FBI, el líder de Florida de los Proud Boys y veterano de la guerra de Irak, Joe Biggs, también ha confirmado su relación con dicha agencia de inteligencia nacional. Mientras tanto, el fundador de Oath Keepers, Stewart Rhodes, quien estuvo presente en los terrenos del Capitolio durante el asedio y fue nombrado en múltiples documentos de imputaciones contra otros, aún no ha sido arrestado. Continúa apareciendo con credenciales en los eventos republicanos, incluida la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) más reciente.
Menos de tres semanas después del colapso de la comisión bipartidista, el Comité de Reglas y Seguridad Nacional del Senado publicó un informe conjunto extremadamente limitado sobre su investigación del 6 de enero, cuya intención era encubrir. Si bien confirmó que la USCP, el FBI y el Departamento de Seguridad Nacional sabían varias semanas antes que los elementos pro-Trump estaban planeando un ataque al Congreso para detener la certificación del Colegio Electoral, el informe omitió el papel clave del golpista en jefe, ¡el propio Trump!
En las semanas posteriores a la publicación de ese informe, Trump ha citado repetidamente la “investigación” para exonerarse respecto a su papel en el golpe, señalando que en ninguna parte le atribuyen la insurrección, una palabra que también se omite en el informe de los demócratas a pedido de sus colegas republicanos.
La pseudoizquierda complaciente y la campaña de DSA contra Trotsky
Mientras que el World Socialist Web Site ha luchado por concienciar a los trabajadores sobre la amenaza fascista, escribiendo más de 140 artículos sobre el intento de golpe del 6 de enero, así como varios artículos denunciando los ataques fascistas y de extrema derecha contra funcionarios del Partido Demócrata como Ocasio Cortez, y varias declaraciones que se oponen a las campañas de destitución de la derecha contra la concejala de la ciudad de Seattle, Kshama Sawant, y el gobernador de California, Gavin Newsom, la respuesta de la pseudoizquierda ha sido todo lo opuesto. Le aterroriza cualquier apelación a la clase trabajadora y está orientada a defender al Partido Demócrata. La revista Jacobin, por ejemplo, estrechamente ligada a los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés), en las pocas ocasiones en que siquiera ha escrito sobre el golpe, ha tratado de restarle importancia completamente.
Un artículo del 8 de enero de 2021 escrito por Genevieve Leigh, titulado “Bhaskar Sunkara de Jacobin sobre el golpe de Trump del 6 de enero: '¡Nada que ver aquí!'”, citó tuits publicados el día del golpe por el editor y fundador de J acobin, Bhaskar Sunkara. En uno, lamenta las “etiquetas extremas para las cosas malas”, seguido de otro tuit en el que expresa su confianza en la “estabilidad de las instituciones republicanas de Estados Unidos”. Siguiendo los pasos de Sunkara, los escritores de Jacobin, Branko Marcetic y Julia Damphouse, también minimizaron el golpe, y esta última les dijo a sus seguidores que “se calmen”.
El comentario del 8 de enero explicó:
La negación de Jacobin de la escala de la crisis, su insistencia en la “estabilidad de las instituciones republicanas de Estados Unidos” está ligada a su hostilidad orgánica a la revolución. La política de Jacobin, y esta es la política de los Socialistas Democráticos de Estados Unidos en su conjunto, se basa en la afirmación de que la reforma social se logrará dentro del marco del Partido Demócrata y el sistema capitalista ...
Quienes integran el consejo editorial de Jacobin, hablando por sectores privilegiados de la clase media-alta, se caracterizan por su complacencia, oportunismo y falta de seriedad. Todo lo que escriben tiene como objetivo contener la creciente oposición social desde abajo.
Los escritores de clase media-alta de Jacobin no fueron los únicos con su pronóstico de que el 6 de enero no tendría ninguna importancia. La Corriente Marxista Internacional, defensores de “izquierda” del capitalismo desde su ruptura con la Cuarta Internacional hace décadas, también escribió que lo ocurrido el 6 de enero estuvo “lejos de” ser un “golpe insurreccional”. Una semana después, siguiendo la línea del periodista Chris Hedges, así como de Joe Lauria de Consortium News, la CMI declaró que la mayor amenaza para la democracia fue la censura de la cuenta de Twitter de Trump.
A partir de marzo, el DSA, después de declarar que “no había nada que ver aquí” con respecto al primer intento de golpe fascista en la historia de los Estados Unidos, se embarcó en una viciosa campaña en las redes sociales denunciando al WSWS como “actores de mala fe”, mientras celebraba el asesinato de León Trotsky en 1940 a manos del agente estalinista de la GPU, Ramón Mercader.
Esta campaña se lanzó en respuesta a varios artículos del WSWS escritos por Eric London exponiendo una serie de mentiras expresadas por Ocasio-Cortez en una entrevista con la revista Democratic Left del DSA publicada el 19 de marzo. Esta publicación no ha escrito nada sobre las revelaciones en curso sobre el 6 de enero que detallan las conexiones íntimas entre el Partido Republicano, las milicias fascistas y elementos de seguridad del Estado al facilitar el golpe de Trump.
Buscando ocultar el peligro actual y presentar el Partido Demócrata como un instrumento legítimo de resistencia de la clase trabajadora, capaz de ser “empujado hacia la izquierda”, Ocasio-Cortez elogió al Partido Demócrata mientras afirmaba que una evaluación de izquierda, es decir, marxista del partido capitalista más antiguo de Estados Unidos era “una crítica realmente privilegiada”. Mientras miles de niños migrantes permanecían detenidos en campos de concentración a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México y Biden continuaba lanzando ataques aéreos en Oriente Próximo y África, Ocasio-Cortez afirmó que los políticos demócratas de derecha se han estado “reinventando por completo en una dirección mucho más progresista” desde la elección de Biden.
La entrevista, realizada por Don McIntosh, agente de la AFL-CIO desde hace mucho tiempo, tuvo lugar el 27 de enero. A pesar de que la entrevista tuvo lugar aproximadamente tres semanas después del golpe de Trump, Ocasio-Cortez, ella misma un blanco frecuente de amenazas de muerte de extrema derecha, no mencionó el intento de golpe ni el peligro continuo de violencia fascista.
Cuando las exposiciones del WSWS de Ocasio-Cortez acumularon más de 100.000 visitas únicas y se compartieron en múltiples plataformas de redes sociales entre sus propios miembros, los dirigentes del DSA y YDSA [su movimiento juvenil] reaccionaron solidarizándose con los monstruosos crímenes cometidos por Stalin y su burocracia totalitaria, difundiendo memes celebrando el asesinato de Trotsky. Una carta abierta a Maria Svart, directora nacional del DSA, escrita por David North y publicada en mayo, aún no ha sido respondida. Este silencio ejemplifica la bancarrota política de este antiguo apéndice del Partido Demócrata.
Además, la semana pasada, el escritor de Jacobin, Branko Marcetic, escribió otro artículo sobre el complot de Michigan, no para advertir a la clase trabajadora que el Estado estaba cultivando milicias fascistas, sino para defender a los miembros de la milicia fascista supuestamente “atrapados por engaño” por el FBI, basándose en un informe de Buzzfeed que, según Marcetic, “casi confirma que este fue el caso”. Una vez más, la preocupación no son los derechos democráticos de la clase trabajadora amenazada por Trump o sus cómplices de ultraderecha, sino los derechos democráticos de los propios fascistas.
Glenn Greenwald:de invitado pseudoizquierdista a apologista de Fox News
El periodista libertario Glenn Greenwald se ha unido a Jacobin, Trump y el Partido Republicano para restarle importancia al intento de golpe y afirmar que el peligro y la preocupación reales presentados por el complot de Michigan y el asalto al Capitolio no son el surgimiento del fascismo en los EE.UU. sino que Trump pierda su acceso a Twitter y la amenaza de los “neoliberales” de expandir el Estado de seguridad.
Greenwald y otros periodistas de clase media-alta, como John Pilger, Chris Hedges y el a veces comediante Jimmy Dore, admitirán fácilmente que no son marxistas y no ven a la clase trabajadora como una clase revolucionaria ni la revolución socialista como la única salida de la crisis histórica del capitalismo mundial. No ven la realidad ni la historia a través del prisma de la lucha de clases, sino que se basan en interpretaciones impresionistas y vulgares de los acontecimientos, en muchos casos, deliberadamente divorciadas del contexto.
Greenwald ejemplifica de la manera más vívida un enfoque de clase media a la deriva sobre el intento de golpe de Trump. Su primer tuit después del golpe fue preguntarse cómo era posible que el Capitolio, uno de los edificios más seguros del planeta, permaneció invadido varias horas por una turba relativamente pequeña.
¿Cómo se han gastado cientos y cientos de miles de millones de dólares en nombre de la seguridad desde el 11 de septiembre, junto con el despliegue de drones y tecnología de vigilancia? Sin embargo, ¿unos pocos cientos de manifestantes pueden traspasar el Capitolio tan fácilmente, simplemente entrando y asumiendo el control?
—GG 6 de enero
Sin embargo, en 24 horas, Greenwald dio un giro para denunciar la expulsión de Trump por Twitter.
“Un puñado de oligarcas de Silicon Valley decidió quién puede y quién no puede ser escuchado, incluido el presidente de los Estados Unidos. Ejercen el poder de forma unilateral, sin estándares, rendición de cuentas ni apelaciones. La política ahora les ruega que silencien a los adversarios o permitan que los aliados hablen”.
—GG 7 de enero
Para el 5 de febrero, Greenwald estaba reprendiendo a los demócratas por negarse a trabajar con los cómplices de Trump para combatir “las grandes empresas tecnológicas”.
Para el verano, Greenwald estaba retuiteando favorablemente a un admirador del estalinismo que dijo que el 6 de enero de 2021 “podría ser la fecha menos importante en toda la historia del país” y que el complot contra la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, era un “trabajo interno”.
Comenzó a repetir los argumentos del principal organizador de la campaña “Stop the Steal” [Detengan el robo (de las elecciones)], amigo de la milicia de Oath Keepers, y legislador republicano de Arizona, Paul Gosar. Al igual que Gosar, Greenwald avanza la teoría de que el FBI engañó a los partidarios de Trump y a los milicianos fascistas para atraparlos. Si bien los socialistas son muy conscientes del papel que desempeñan las agencias de inteligencia nacionales en la defensa del dominio de la clase burguesa, Greenwald se niega a reconocer el hecho de que los instrumentos opresivos del Estado capitalista han cultivado durante mucho tiempo elementos atrasados, racistas y reaccionarios para aplastar la resistencia socialista y de la clase trabajadora al capitalismo, haciéndose de la vista gorda ante los innumerables crímenes cometidos por sus “informantes”.
En este contexto, Greenwald afirmó que “la pregunta más interesante acerca de 6-E sigue siendo qué tan integrado estaba el FBI en los 3 grupos que culpan, y qué sabían sobre lo que se estaba planeando. Eso, por supuesto, es lo que menos les interesa preguntar a los periodistas corporativos ...”.
La trayectoria de Greenwald desde ser una figura favorita de los apologistas de la pseudoizquierda hasta la de la extrema derecha ha sido rápida. Durante los últimos años de Obama, Greenwald fue un invitado destacado de las conferencias de la difunta Organización Socialista Internacional (ISO, por sus siglas en inglés). Ahora pasa sus días en Twitter defendiendo al “periodista” Tucker Carlson, atacando el World Socialist Web Site, propagando la mentira de que el COVID-19 se filtró de un laboratorio de Wuhan y, en general, siguiendo la línea republicana.
La transformación fascista del Partido Republicano de Trump
Después del colapso del comité bipartidista tras el obstruccionismo del Senado republicano, Nancy Pelosi anunció que la Cámara de Representantes crearía su propio comité selecto para “investigar” el ataque del 6 de enero. A diferencia de la propuesta anterior, este comité no se dividiría 50-50; en cambio, los demócratas seleccionarían ocho miembros, mientras que les asignaría cinco miembros a los republicanos. La primera audiencia comenzaría el 27 de julio.
Después de reunirse con Trump en su propiedad en Nueva Jersey, el líder de la minoría Kevin McCarthy nombró a tres republicanos para el comité que habían votado a favor de revocar la elección, incluidos los principales cómplices de Trump, Jim Jordan de Ohio y Jim Banks de Indiana. Después de parecer aceptar inicialmente esta provocación, Pelosi rechazó a Jordan y Banks, a lo que McCarthy respondió retirando a los cinco nominados.
El intento de hacer estallar el comité por McCarthy tuvo lugar solo 11 días después de que Trump pronunciara una diatriba fascista en la Conferencia de Acción Política Conservadora en Dallas, a la que asistieron miembros de los Proud Boys, Oath Keepers y la milicia III Percenters, incluido el fundador de Oath Keepers, Stewart Rhodes. A lo largo del discurso de Trump, inspirado por Hitler, repitió sus mentiras sobre las elecciones “amañadas”, atacó el comunismo y el socialismo, afirmó que los socialistas han “robado nuestra herencia estadounidense”, denunció la “plaga de China” y defendió a la veterana de la Fuerza Aérea y defensora de la teoría conspirativa QAnon, Ashli Babbitt, asesinada el 6 de enero, como un mártir.
En la perspectiva del 12 de julio, “La conferencia CPAC y la transformación fascista del Partido Republicano de Trump”, Eric London escribió que se debe hacer una advertencia clara: “Donald Trump está consolidando el poder sobre el Partido Republicano, transformándolo de un partido burgués conservador en un partido fascista con un líder personalista y un ala paramilitar”.
Llamó la atención especial sobre el discurso fascista que dio en CPAC el asesor de Trump, Stephen Miller, quien afirmó que Trump estaba “defendiendo la herencia de esta nación, su cultura, sus valores”, y terminó con la declaración: “¡Triunfaremos!”. Esto, escribió el camarada London, “fue una repetición casi palabra por palabra de la consigna de la propaganda nazi 'Wir werden siegen, weil uns Adolf Hitler führt'“. (“Triunfaremos, porque Adolf Hitler nos está guiando”).
Mientras que el Partido Republicano abraza abiertamente el fascismo, los demócratas, con su obsesiva promoción de las políticas de raza e identidades y las políticas económicas que conducen a un mayor enriquecimiento de la aristocracia financiera, envalentonan a la extrema derecha.
La cobardía de los demócratas fue aún más evidente durante la primera audiencia del Comité Selecto celebrada el 27 de julio. Mientras que cuatro policías que defendieron el Capitolio el 6 de enero dieron testimonios apasionados y relatos de primera mano de las intenciones de la turba fascista de secuestrar y matar a funcionarios electos para bloquear la certificación de la elección de Biden, nombrando al autor de este crimen como Donald Trump, ni un solo demócrata en el Comité pronunció el nombre de Trump ni una sola vez.En su lugar, los demócratas una vez más dejaron que la fanática militarista de derecha Liz Cheney, uno de los dos republicanos anti-Trump nombrados para el comité, enfatizara la importancia de citar a los funcionarios republicanos para establecer la “verdad” de lo que sucedió antes, durante y después del intento de golpe en la Casa Blanca.
Una vez que concluyó la audiencia, el presidente demócrata del comité, Bennie Thompson de Mississippi, no dijo cuándo se llevaría a cabo la próxima audiencia, excepto que probablemente sería después del próximo receso de agosto. Continuando con sus esfuerzos por encubrir el golpe para librar guerras imperialistas en el extranjero y la guerra de clases en casa, ni Alexandria Ocasio-Cortez ni Bernie Sanders comentaron sobre la audiencia.
Solo el PSI está luchando por elevar la conciencia de clase de la clase trabajadora internacional, más allá de las fronteras raciales, étnicas y nacionales en una lucha común por derrocar la fuente de las amenazas fascistas a los derechos democráticos: el sistema capitalista.
(Publicado originalmente en inglés el 26 de agosto de 2021)