Cinco meses desde que Estados Unidos aprobó el uso de emergencia de la primera vacuna contra el COVID-19, la vacunación en los países en desarrollo es un desastre.
Los países ricos han recibido más del 87 por ciento de las vacunas anti-COVID-19 distribuidas globalmente, mientras que los países excoloniales y de “bajos ingresos” han recibido menos del 1 por ciento, según la Organización Mundial de la Salud.
En África, menos del 1 por ciento de la población ha recibido al menos una dosis de la vacuna. En India, el epicentro de la pandemia global, donde los crematorios operan sin descanso y la gente está falleciendo en las calles, menos del 10 por ciento de la población ha recibido al menos una dosis.
A pesar del desastre de la vacunación global, la distribución de la vacuna ha sido un botín para la farmacéutica estadounidense Pfizer, que anunció el martes que superó su pronóstico de ingresos en un 73 por ciento.
Al cobrar 20 por ciento más que el costo de desarrollo y producción de la vacuna, la empresa registró casi mil millones en ganancias de la vacuna tan solo en el primer trimestre. Pfizer espera vender vacunas por valor de $26 mil millones este año, lo que le generará aproximadamente $5 mil millones en ganancias.
Los precios de las acciones de Pfizer aumentaron casi 50 por ciento desde el año pasado, mientras que su socio alemán BioNTech pasó de ser una empresa emergente a una empresa de varios miles de millones de dólares en tan solo unos meses, generándoles miles de millones en ganancias a sus adinerados accionistas.
El precio de las acciones del competidor de Pfizer, Moderna, se multiplicó más de cuatro veces en los últimos 12 meses, y su director ejecutivo Stéphane Bancel ahora tiene un patrimonio de casi $5 mil millones.
El enorme enriquecimiento de estas corporaciones privadas y sus accionistas ha sido posible gracias a las inversiones masivas de los Gobiernos, particularmente el de EE.UU., el cual embolsó $10 mil millones para ayudar a desarrollar las vacunas monetizadas por Pfizer y Moderna.
Las vacunas de ARN mensajero desarrolladas por ambas empresas se basan en un hallazgo clave del Centro de Investigaciones sobre Vacunas del Instituto Nacional de Salud (NIH, por sus siglas en inglés) de EE.UU., que controla la patente para el mecanismo que estabiliza la proteína spike (S) del virus en la vacuna.
Si bien varias empresas obtuvieron la licencia de la patente del NIH, Moderna está utilizando el descubrimiento del NIH sin pagar ninguna compensación.
En otras palabras, sin la patente del NIH, no habría vacunas de Pfizer ni Moderna. Y, a pesar de ello, el Gobierno estadounidense se ha rehusado a utilizar lo que los científicos llaman un apalancamiento enorme sobre los productores de vacunas para garantizar una distribución global igualitaria.
“El hecho de que el NIH no aseguró un acceso global es un abandono de su deber de proteger la salud pública de Estados Unidos”, declaró al James Krellenstein, director ejecutivo y cofundador de PrEP4All, al Washington Post .
Comentando sobre como “Los países ricos renunciaron a la oportunidad de vacunar el mundo”, el New York Times escribió: “Aliándose con las empresas farmacéuticas, los líderes occidentales compraron su tiquete al frente de la cola. Pero también ignoraron años de advertencias —y llamados explícitos de la Organización Mundial de la Salud— sobre incluir disposiciones contractuales que garantizaran dosis para los países pobres e incentivaran a las empresas a compartir su conocimiento y las patentes que controlan”.
La OMS llamó a los Gobiernos a abrogar las patentes de las vacunas, permitiendo que toda la capacidad farmacéutica global se pueda poner a disposición de acabar con la pandemia. Como escribió el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus:
De los 225 millones de dosis de la vacuna que se han administrado hasta ahora, la vasta mayoría fue en un puñado de países ricos y productores de la vacuna, mientras que la mayoría de los países de ingresos bajos y medianos esperan y observan. Un enfoque de primero yo puede servir intereses políticos de corto plazo, pero es contraproducente.
Omitir los derechos de las patentes le permitiría a todas las manufactureras del mundo producir copias baratas y genéricas de las vacunas existentes, que se necesitan desesperadamente en todo el mundo.
Pero este paso ha sido bloqueado hasta ahora por EE.UU., Reino Unido y la Unión Europea.
Los medios de comunicación estadounidenses han emprendido una campaña histérica contra los ataques a los derechos de “propiedad intelectual” de las farmacéuticas. El lunes, el Washington Post publicó un editorial titulado “Una 'vacuna popular' libre de patentes no es la mejor manera de ayudar a los países pobres”, oponiéndose a cualquier incursión en las prerrogativas de lucro de los gigantes farmacéuticos.
Hacer que las vacunas estén disponibles de forma más libre e igualitaria “despojándolas ahora de su propiedad intelectual podría desalentar la innovación futura”.
Es evidente que el Post considera a sus lectores como tontos. Las “innovaciones” monetizadas por estas empresas fueron realizadas por laboratorios e investigadores públicos. Lo único “privado” que tienen son los rendimientos y los derechos de fabricación y distribución de las vacunas. Según el Post, Estados Unidos debe mantener un control absoluto sobre la producción y distribución de una vacuna médicamente necesaria contra una pandemia mundial, que ya ha matado a más de 3,2 millones de personas en todo el mundo.
El Gobierno de Biden se ha negado hasta ahora a tomar medidas para renunciar a las patentes de las vacunas anti-COVID-19. Anthony Fauci, el principal asesor médico del presidente, dijo en una entrevista el lunes que “respeta las necesidades de las empresas de proteger sus intereses para mantenerse en el negocio”.
Esto es absurdo. Lo que se llama “propiedad intelectual” no es más que un eufemismo para poner en peligro la vida de la población mundial a fin de enriquecer a la oligarquía capitalista. ¡Millones de vidas están en peligro! Hay que movilizar todos los recursos de la sociedad para salvar el mayor número de vidas posible. ¡Al diablo con las ganancias de los oligarcas!
El 13 de marzo de 2020, el World Socialist Web Site publicó una perspectiva titulada “El capitalismo está en guerra con la sociedad”. Nada demuestra tanto esta realidad como el enriquecimiento de los gigantes farmacéuticos mientras las masas de la India se quedan sin aliento.
La total indiferencia hacia la mayoría de la población mundial por parte de los Gobiernos capitalistas es un microcosmos del orden social capitalista, que subordina las necesidades de la sociedad al enriquecimiento de la oligarquía financiera y los intereses depredadores del imperialismo. Por ello, la lucha por contener la pandemia del COVID-19 es inseparable de la lucha por acabar con el orden social capitalista y sustituirlo por el socialismo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 4 de mayo de 2021)