El 30 de junio de 1983 a medianoche, 3.000 mineros del cobre de Arizona empleados por la Corporación Phelps Dodge fueron a la huelga en las localidades desérticas de Ajo, Morenci, Douglas y Clifton. Durante tres largos años, huelguistas de 13 sindicatos locales lucharon contra una empresa despiadada y sus matones, la policía, la Guardia Nacional, la administración de Reagan, el gobernador demócrata del Estado, la Junta Nacional de Relaciones Laborales, órdenes de tribunales federales, y la AFL-CIO, que aisló la huelga para asegurar su derrota. En 1986 se perdió la huelga y los trabajadores rompehuelgas de reemplazo votaron retirar el certificado a los sindicatos.
El World Socialist Web Site habló recientemente con Jorge O'Leary, un médico nacido en México que trabajaba para el Hospital Phelps Dodge Morenci, propiedad de la compañía, quien fuera despedido durante la huelga por desobedecer órdenes de negar asistencia médica a los huelguistas y sus familias. O'Leary, que ahora tiene 80 años de edad, montó una clínica médica gratuita para huelguistas, pasó a ser el portavoz de facto de los mineros en huelga, y se lo reconocía de manera generalizada en la prensa nacional como el líder popular de la huelga. Actualmente vive en Tucson, Arizona.
Durante la huelga, O'Leary trabajó estrechamente con la organización predecesora del Partido Socialista por la Igualdad, la Workers League, y su publicación, el Bulletin, que daba dirección política a la huelga así como noticias frecuentes y análisis de la estrategia de la empresa y del gobierno estatal y del federal para derrotar a los mineros.
La Workers League hizo campaña por todo el país y en el extranjero para ampliar la lucha y hacer de ella una huelga general contra la administración Reagan y los ataques del Partido Demócrata al empleo, los salarios, el nivel de vida y los programas sociales. La huelga coincidió con una poderosa huelga de 150.000 mineros en Gran Bretaña que casi desbanca al gobierno de Thatcher en 1984-1985, pero que fue traicionado de manera semejante por parte de la dirección del Sindicato Nacional de Mineros y el Congreso Sindical.
La Workers League se implicó en la lucha de Phelps Dodge de principio a fin, y el Bulletin pasó a ser una fuente muy respetada de información y de consejo político entre los huelguistas y sus simpatizantes. A lo largo de la huelga, O'Leary trabajó de manera particularmente estrecha con el secretario nacional de la entonces Workers League, David North, quien viajaba con frecuencia al sureste de Arizona y que se ganó la confianza de los huelguistas como dirigente político. North hablaba regularmente en actos de mineros y se dirigía a públicos obreros por todo el país, apelando por una lucha nacional en defensa de los mineros de Phelps Dodge y oponiéndose a la política de la AFL-CIO de aislar la huelga.
El aislamiento y derrota de la huelga fue uno de una serie de hitos en la destrucción del movimiento sindical en los Estados Unidos. En 1981, la AFL-CIO se negó a convocar una huelga general para apoyar a 11.000 trabajadores de PATCO, lo que llevó a los despidos masivos de Reagan y a la revocación de la certificación del sindicato. En 1985-1986, la UFCW le retiró la certificación al Local P-9, compuesto por 1.500 trabajadores empacadores de carne militantes en Austin, Minnesota, lo que garantizó la derrota de su huelga contra Hormel. Luchas similares de trabajadores de papeleras en International Falls, Minnesota en 1989 y de los mineros del carbón en Pittston en Virginia y West Virginia en 1989-1990 fueron aisladas por los sindicatos y derrotadas.
El Bulletin y la Workers League explicaron que la clase gobernante se estaba vengando por la ola huelguística semiinsurreccional de los años '30, cuando millones de trabajadores se rebelaron contra la conservadora AFL y obtuvieron concesiones masivas del capitalismo estadounidense. La AFL-CIO, que había adoptado una estrategia de "corporatismo", se puso de lado de la patronal y facilitó los recortes salariales y la pérdida de empleos a lo largo de los años '80.
El Bulletin advirtió de que el capitalismo estadounidense estaba "puesto a destruir las organizaciones sindicales de la clase trabajadora... Lo que se proponen va mucho más allá de concesiones salariales. Desempleo masivo, la destrucción de programas de bienestar como la Seguridad Social y Medicare, la eliminación de derechos democráticos —en resumen, el empobrecimiento de la clase trabajadora".
Estas advertencias demostraron ser correctas. En las décadas que siguieron, la desigualdad se disparó y se redujo el número de miembros de sindicato en EEUU en el sector privado. Mientras el 10 por ciento más rico de los EEUU poseía el 63 por ciento de la riqueza en 1985, poseía el 77 por ciento para 2018. La parte del 0,1 por ciento de arriba subió del 7 por ciento en 1986 al 22 por ciento en 2012. El número de miembros de sindicato en el sector privado cayó del 26 por ciento en 1973 a apenas el 6,3 por ciento actualmente. La AFL-CIO cavó su propia tumba. Hoy, los trabajadores no ven a la AFL-CIO y sus sindicatos afiliados como organizaciones obreras, como lo evidencia el hecho que el Sindicato de Minoristas, Mayoristas y Grandes Superficies (RWDSU) apenas pudo reunir votos del 12 por ciento de los 5.800 trabajadores de Amazon altamente explotados en Bessemer, Alabama.
Toda una generación de miembros actuales del Partido Socialista por la Igualdad desempeñaron papeles dirigentes en estas luchas, que arraigó el trabajo del movimiento firmemente en las experiencias de la clase trabajadora. La Workers League y el Bulletin desempeñaron papeles destacados en cada una de las huelgas destacadas de esta época, ganándose a muchos notables dirigentes huelguistas como miembros del partido, incluyendo a Ron May, un dirigente de los controladores aéreos de PATCO a quien la administración Reagan encarceló en una prisión federal por implicarse en la "huelga ilegal".
May escribió la introducción del panfleto que escribió David North sobre la huelga de Phelps Dodge titulado "Guerra de clases en Phelps Dodge".
"Guerra de clases en Phelps Dodge" se vendió ampliamente en la clase trabajadora de todos los sectores. Cuarenta años después de la huelga, el panfleto conserva un valor político inmenso. Es un relato emotivo de una batalla obrera estadounidense y acerca al lector a los propios acontecimientos. Pero más que esto, "Guerra de clases en Phelps Dodge" cataloga la lucha del movimiento trotskista por movilizar políticamente a la clase trabajadora contra la contrarrevolución social global de los años '80 en una época en la que su resultado catastrófico —en última instancia impuesto mediante la AFL-CIO— no era de ninguna manera inevitable.
Reproducimos la entrevista con Jorge O'Leary aquí abajo, en forma abreviada.
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Eric London: Me gustaría empezar preguntándote por la huelga en Phelps Dodge que empezó en 1983. Muchos de los lectores son jóvenes socialistas que no habían nacido en la época de la huelga. Fue noticia mundial en su momento por la violencia empleada por la empresa y el estado de Arizona contra los huelguistas y por la determinación de los huelguistas. ¿Por qué era la huelga? ¿Quienes estuvieron implicados en ella?
Jorge O'Leary: Morenci [Arizona] es un pueblo de empresa. Es un pueblo minero, y ni siquiera está en el mapa. La sede del condado está en Clifton, Arizona, pero Morenci no sale en el mapa porque es una mina. Pero es un pueblo minero. Está en la parte este del Estado de Arizona cerca de la frontera con Nuevo México.
En el estado de Arizona hay varias minas de cobre que habían sido todas parte de México cuando México era propietario de esta parte del país, antes de que lo obligaran a vender el 26 por ciento del estado de Arizona [en la Compra Gadsden de 1854 tras la invasión estadounidense de México de 1846 a 1848]. Pusieron la Vía Férrea Suroeste del Pacífico y sabían cuánto cobre tenía el estado de Arizona.
Phelps Dodge es el nombre de la empresa minera que posee los derechos de minería de varios lugares del mundo, incluyendo en Chile, Sudáfrica, Australia y por supuesto los Estados Unidos, algunos lugares en Montana y varios lugares aquí en Arizona y Texas. En 1914 ó 1910, no me acuerdo exactamente la fecha, hubo un movimiento principalmente de mineros canadienses de habla inglesa y mexicanos en Douglas, Arizona. En ese momento la empresa requirió a la Guardia Nacional y envió a todos estos mineros al desierto en Nuevo México y los abandonaron ahí. Eran doscientos o trescientos. Y era el comienzo del movimiento obrero en las minas del Estado de Arizona. [Esto se refiere a la Deportación Bisbee. En 1917, Phelps Dodge y el Ejército Estadounidense detuvieron a 1.300 mineros huelguistas en campos de concentración en Arizona y Nuevo México.]
En 1946, se formó un sindicato en Morenci, y fue fundado principalmente para mexicanos que no tenían ningún derecho. La empresa minera fue fundada en 1886, y todo el tiempo traían mineros de México porque aquí en los EEUU no había trabajadores que supieran de minería, y México llevaba 500 años extrayendo, así que mucha gente del sur de México y del norte de México vino a trabajar a Morenci.
Con el sindicato las cosas empezaron a cambiar. Cada tres años firmaban un nuevo contrato y había una pequeña huelga cada tres años, pero todos sabían que se resolvería. Los sindicatos ayudaron a los trabajadores a su manera en ese momento.
En 1983 leí algunos artículos en la prensa nacional sobre Ronald Reagan, que odiaba los sindicatos. Newsweek dijo que la empresa Phelps Dodge se estaba preparando para una larga huelga. Yo era el médico allí, y fui a una reunión sindical y estaba llena. Había ahí entre 600 y 700 personas, estaba el sindicato acerero, y me permitieron tomar la palabra. Les dije que el sindicato estaba acostumbrado a que hubiera una huelga cada tres años con pocas cosas y después un acuerdo. Pero les dije que esto es diferente. No van a arreglar esta huelga.
Creo que el 1 de junio [la huelga de hecho empezó en la noche del 30 de junio al 1 de julio], los 14 sindicatos fueron a la huelga, en junio de 1983. Después tuvimos una larga lucha con la empresa, con la policía, con la Guardia Nacional. Dave [North] conoce también estos pormenores tan bien como yo. Estábamos en huelga con la ayuda de nuestras mujeres, principalmente mujeres mexicanas-estadounidenses. Si no fuera por ellas la huelga no hubiera durado lo que duró. Estuvimos tres años en huelga. Estábamos aislados, los sindicatos internacionales en realidad no ayudaron tanto, en realidad ni ayudaron. Una vez en 1984 dieron 100 pavos por el Día de Acción de Gracias, esa fue su "ayuda". ¿Lo pueden creer?
Los sindicatos internacionales de por ahí, de Chicago, de Nueva York o de donde sea, no estaban muy interesados en esta huelga. Sabían que la empresa odiaba al sindicato. Así que, después de muchas luchas de hombres y mujeres, perdimos. Se conformaron, reconocieron que la empresa ganó la huelga. Después de tres años estábamos en los piquetes, y los trabajadores nunca fallaron, eran buenos, apoyaban la huelga.
En cualquier caso, al final empezaron a trabajar de rompehuelgas, gente de todo Estados Unidos, les pagaban a los esquiroles más de lo que les estaban pagando a los [trabajadores] regulares antes de la huelga. Les subieron el sueldo, hacían lo que hiciera falta. Así que la gente quería empleo y mucha gente de Oklahoma —paletos en su mayoría, para ser honesto— venía y ni siquiera sabían extraer pero la empresa empezó a trabajar, y perdimos la huelga. Hay muchas cosas que pasaron. Dave estuvo ahí casi desde el primer día, con Larry [Porter], y nos ayudaron mucho. El Bulletin ayudó constantemente con información, con todo tipo de lo que sea que podían hacer por nosotros, lo hacían, y por ello toda mi gratitud va hacia Dave.
EL: Eras médico en el Hospital Phelps Dodge Morenci, que era un hospital de la empresa, pero durante la huelga te despidieron. ¿Cómo pasó eso?
JO: Empecé a ir a los piquetes cuando podía. Tenía una moto, e iba y todos me conocían, y todos estaban contentos porque el médico del pueblo, un mexicano, los apoyaba. Y entonces me impliqué, entonces la patronal me pidió que dejara de hacer eso y dejara de ir a los piquetes y que no hablara con los medios. Por supuesto, no hice caso, y me echaron. Me dieron una carta en la mano que decía que estaba despedido. Así que acondicioné un viejo almacén de heno y puse ahí mi consulta. Y a continuación me puse a trabajar, y casi no le cobraba a la gente, y estábamos contentos de poder ayudar. No lamento ni un momento de la huelga.
EL: Antes de que te echaran, la empresa te dijo que no podías ofrecer atención médica a los mineros en huelga y sus hijos. ¿Podrías hablarnos un poco de eso?
JO: Es cierto. A la comunidad huelguista le suspendieron los derechos a la sanidad. Y yo estaba de guardia en urgencias, y vino un chamaco de siete años de edad con 103,4 [grados de fiebre], y quise atenderlo y la enfermera que estaba a cargo en urgencias me dijo que no podíamos hacer eso porque la empresa suspendió los derechos médicos. Yo estaba de guardia, y dije que seguiré viendo a estos pacientes, sin importar que tuvieran derechos o no, soy médico y tengo que atender a la gente cuando está enferma. Bueno, el mismo día o al otro día me echaron porque seguí viendo pacientes. La empresa dijo que el hospital estaba en el recinto de la empresa, que eran dueños del terreno que yo estaba pisando, ellos eran dueños de mi consulta médica, ellos eran dueños de la luz, la electricidad, que ellos eran dueños del agua. Dijeron, hasta cuando usted va al baño, doctor O'Leary, es con el dinero de Phelps Dodge. Y yo dije que no, este es mi trabajo. En cualquier caso, me echaron, y me puse a trabajar en Clifton y trabajé ahí durante tres años.
EL: La carta de despido, del gerente de minería John Bolles, dice que apoyabas la huelga "mediante apariciones públicas y declaraciones", y concluía, "no es apropiado que consintamos su conducta incendiaria manteniéndolo en plantilla". ¿Cómo llegaste a atemorizar tanto a la empresa?
JO: Esencialmente, con mi conocimiento de cómo Reagan estaba contra los sindicatos y que no tenían ninguna intención de satisfacer la huelga, y dije sin los trabajadores las minas no funcionan. No les gustaba lo que yo estaba diciendo, y me despidieron. También sabían que era contra la ley impedirme atender pacientes en urgencias, así que no podían decir eso.
EL: ¿Podrías hablar un poco más sobre el papel del Partido Demócrata en esta huelga? Esto fue cuando el aplastahuelgas de Ronald Reagan era presidente, pero en esa época el gobernador de Arizona era demócrata, Bruce Babbitt, ¿verdad? ¿Cómo le decían los huelguistas?
JO: ¡Scabbitt! [esquirol, Babbitt] Su apellido era Babbitt, pero le decíamos Scabbitt. El gobernador dijo que teníamos que acatar la ley, y había orden judicial pero el juez dijo que no podía haber más de 10 personas en los piquetes, así que estaban tomando partido desde ese mismo momento. No es un piquete si dejas que se metan los esquiroles, así la huelga se pierde. Mantuvimos nuestro piquete hasta que este juez dio un mandamiento judicial y trasladamos el piquete a Clifton para impedir que los rompehuelgas vengan a la mina.
Para llegar a la mina hay que pasar por Clifton. Y también la gente de Clifton eran trabajadores, mineros. Así que pusimos el piquete ahí, y teníamos ante nosotros a los esquiroles y a la policía. Los rompehuelgas no pudieron pasar hasta que enviaron a la Guardia Nacional. Éramos no violentos. Nos hicimos oír, éramos malhablados, les poníamos motes a los rompehuelgas, y fue entonces cuando empezaron a construir un nuevo camino ante la entrada a Clifton. Tenían maquinaria y construyeron un camino antes de llegar a Clifton para poder entrar por el camino alternativo.
Mandaron soldados, tanques, camiones grandes, helicópteros y aviones. Era la revolución —intimidaban. Cuando fuimos al piquete, entonces la Guardia Nacional y la policía llegaron y echaron fuera y aporrearon a todo el mundo, fue muy triste ver eso.
Puede que tengas la foto de ese tipo desnudo ante los soldados y policías, con los brazos abiertos en cruz, diciendo "somos pacíficos". Y cuando muchos de los medios nacionales vinieron a Clifton, algunos de ellos fueron amables. Pero algunos de ellos nos envenenaban la mente. El diario local, por ejemplo, era propiedad de la empresa. El único que ayudó de verdad fue Dave.
EL: ¿Puedes decirme cuándo empezó tu relación con el Bulletin y con Dave?
JO: O, nuestra relación fue muy buena todo el tiempo. Él era bienvenido en casa y vino y almorzó o se quedó a dormir en casa un par de veces. Ellos vinieron y tuvimos buenas relaciones todo el tiempo, sentimos el apoyo de su inteligencia, y él es muy inteligente. Lo admiro mucho.
EL: Entonces, ¿qué tipo de trabajo hicieron ustedes dos juntos durante la huelga?
JO: Él entrevistaba a trabajadores y escribía artículos sobre la huelga. Por ejemplo, consiguió información de que Sumitomo, una empresa japonesa, estaba interesada en comprar Phelps Dodge en esa época, y escribió un artículo sobre Sumitomo, que era durante la guerra contra los EEUU construyeron submarinos y ahora estaban vendiendo [productos] con las ganancias de la guerra. De todas maneras, la información que él sabía o él me aconsejó en muchas [maneras sobre cómo] ver [la situación]. Tenía algo de experiencia de México de cuando era estudiante, pero dirigir la huelga, él me ayudó.
EL: ¿Cuál era la relación entre los trabajadores y el Bulletin y la Workers League?
JO: Los huelguistas vieron a un amigo en Dave, de un modo particular. Muchos de los trabajadores eran católicos y creían que si eras socialista eras ateo. La mayoría de los huelguistas eran católicos. El Condado de Greenlee [donde se encuentra Morenci] tiene el mayor número de soldados en la nación [per capita]. No era Carolina del Norte ni Carolina del Sur, era el Condado de Greenlee. Todos los estudiantes de la escuela secundaria iban al ejército. El 90 por ciento de ellos. Así que de esa manera son conservadores, y sabes cómo los medios nacionales dicen que Rusia y los comunistas no creen en Dios, y cosas así.
Así que los trabajadores al principio eran muy precavidos. Eran amables con Dave, y sabían que tenía razón. Algunos de ellos le agradecieron al Bulletin por la ayuda y orientación, y la información sobre la propia Phelps Dodge, incluso muchas cosas que ellos no sabían, y yo tampoco. Ellos sabían que él tenía razón. Ellos sabían cómo estaba yendo la huelga y los sindicatos generales no estaban ayudando tanto, estaban traicionando nuestra huelga. Traicionaron, porque al mismo tiempo iban a tener una huelga en Nuevo México y en El Paso, Texas, y las resolvieron. Traicionaron a Morenci porque si es una mina más grande estábamos aislados, y a la empresa le era más fácil aplastarnos con el gobernador y el dinero.
EL: En cierto momento los dirigentes del sindicato te llamaron al este. ¿Puedes describir qué pasó?
JO: Fui a Lebanon, Nueva Jersey, con Angel Rodriguez. Él era el presidente del [sindicato de] acereros. Y ellos [los dirigentes del sindicato] me dijeron que la huelga no estaba yendo demasiado bien, que había 358 huelgas en todo el país y que no creyéramos que éramos la más importante. Pero sí que lo éramos, porque éramos 1.500 mineros, e intentaron enfriar la situación y yo dije, bueno, ¿por qué ustedes siguieron negociando tres años hasta que se perdió nuestra huelga? Dijeron, bueno, no podemos ganar todas las huelgas. Dijeron que ganamos la mayoría de las huelgas —no sé si es verdad o no— pero no las ganamos todas. Y, dijeron, "la huelga de Phelps Dodge fue ganada parcialmente porque llegamos a acuerdos en Nuevo México y en Texas", y nos dijeron, "ustedes son la parte que perdió". Y le dieron algo de dinero al sindicato acerero y me ofrecieron a mí un poco de dinero. Les dije que lo enviaran al fondo de huelga, porque aceptarlo sería comer con la sangre de mis hermanos.
Intentaron comprarme porque creo que ellos pensaban que yo podría llegar a ser un problema para ellos. Ya sabes, hablando ante los medios nacionales. No sé por qué, algunos de los sindicatos querían que yo fuera el gobernador de Arizona. No tengo ni los conocimientos ni el dinero ni nada, así que les dije que se olvidaran. La gente de ahí en el norte, sin embargo, los jefes de los sindicatos, cuando fui a este hotel en Lebanon, Nueva Jersey, era un hotel de lujo. Llegaron un montón de coches para hablar conmigo y con Angel [Rodriguez], querían que yo estuviera ahí. Iban en Cadillacs, todos ellos. Yo estaba fuera simplemente esperándolos y ellos iban todos en limusinas y Cadillacs, como en El padrino.
Nos dijeron que la huelga había terminado, y que iban a intentar conseguirles trabajo a algunas personas en algún que otro lugar. Me ofrecieron ser un jefe en la Universidad de Nuevo México, y me dieron un contrato de dos años, y yo dije, "No reúno las condiciones para ser director médico del departamento de práctica familiar". Tal vez podría haberlo hecho, pero hay otros médicos que son mejores. Así que lo rechacé. Decidí seguir trabajando de médico. Me ofrecieron algo de dinero, y les ofrecieron dinero a [tres burócratas sindicales que habían viajado con O'Leary]. Ellos tres aceptaron algo de dinero. Yo no vi el cheque, pero tengo una idea muy acertada de cúanto le tocó a cada uno de ellos.
A mí me ofrecieron $175.000 [$417.000 en dólares de 2021] para vender la huelga. Me negué y les dije que lo enviaran al fondo de huelga. No lo hicieron. ¡Olvídate!
EL: Es una historia notable. ¿Puedes decirnos más sobre cómo la AFL-CIO aisló la huelga?
JO: Bueno, yo pensaba que podrían haber presionado más a nivel nacional. Escribí un artículo sobre ello que exigía una huelga nacional porque de otra manera los sindicatos iban a desaparecer. Dije que los sindicatos iban a desaparecer si perdíamos esta huelga y que todos fueran a la huelga, que Arizona fuera a la huelga. Ellos [los dirigentes sindicales nacionales] me dijeron que era imposible porque estaríamos infringiendo la ley. Y les dije, "¡Ellos ya están violando la ley!".
Decían que teníamos contratos, que no podíamos ir a una huelga nacional. Y no querían hacerlo. El gobernador quería postularse para presidente de los Estados Unidos, y me preguntaron en la prensa sobre esto. Les dije que él nunca llegaría a presidente porque traicionó a la clase trabajadora. Traicionó a los trabajadores de Clifton y Morenci y será la vergüenza de los sindicatos apoyar a alguien que derrota la huelga.
EL: ¿Puedes hablarnos de tus antecedentes personales y políticos? Naciste en 1940 en Nogales, México, cuando Lázaro Cárdenas era el presidente de México y León Trotsky estaba viviendo en el exilio en el suburbio de la Ciudad de México de Coyoacán. Más adelante te licenciaste en la UNAM en Ciudad de México. ¿Estabas implicado en política en México?
JO: Lázaro Cárdenas era muy poderoso, fue presidente de 1934 a 1940. Pero era muy popular en México, el presidente más popular que tuvimos desde [Benito] Juárez [presidente de México de 1858 a 1872]. Así que, durante la Bahía de Cochinos nosotros, los estudiantes, nos reunimos en el Zócalo. Así que estábamos ahí y yo estaba en un grupo llamado Brasil 9. Era un grupo socialista, pero éramos apenas unas 20 personas, y no sabíamos quién era nuestro jefe, así que si nos golpeaba la policía, no podíamos dar ninguna información. Trabajábamos en "células".
Yo estaba en ese grupo, pero mis ideas eran socialistas porque el presidente Cárdenas era un presidente socialista y él a mí me gustaba muchísimo. Me encontré con él en esa reunión en el Zócalo. En esa reunión yo estaba al lado de él, y había casi de 150.000 a 300.000 personas. Y tal como ahora estoy aquí, estaba al lado de él. Sacaron el micrófono, y le dije al presidente que estábamos contigo, eres nuestro héroe. Cuando él intentó hablar por el megáfono, cortaron la electricidad.
A pesar de eso, habló. Y todo el mundo escuchó. ¿Te puedes imaginar a 150.000 o 300.000 personas en completo silencio? Buenos, guardábamos silencio porque él estaba hablando. Es la verdad. Le hablé, era durante lo de Bahía de Cochinos y nos ofrecimos a ir a Cuba. Teníamos que tomarnos el tren a Yucatán y cruzar el canal para apoyar a Fidel. Pararon el tren, nosotros éramos estudiantes —todos nosotros, éramos estudiantes... Éramos libres de ir [a Cuba], hasta que supongo que alguien llamó a un general y 100 de nosotros estábamos en el tren y pararon el tren. Dijimos, "No, estamos apoyando a nuestro presidente Lázaro Cárdenas". Y no les gustó demasiado que lo llamáramos presidente porque para nosotros él todavía era nuestro presidente. [Cárdenas había dejado de ser presidente en 1940. Adolfo López Mateos era el presidente de México durante la Bahía de Cochinos en 1961.]
…[Cárdenas] mandó decir que volviéramos o nos iban a detener en Mérida y que el ejército no nos iba a dejar cruzar porque nos metería en problemas con los Estados Unidos. Y entonces volvimos a Ciudad de México.
EL: ¿Cómo ves esta experiencia en retrospectiva a casi 40 años de la huelga?
JO: Estoy contento de haber apoyado la huelga, junto con mi esposa. Ella me apoyaba mucho y es una persona educada. Es antropóloga. Estaba contento de que Dave brindara ayuda.
EL: ¿Quisieras añadir alguna cosa para los actuales miembros jóvenes del Partido Socialista por la Igualdad?
JO: El Bulletin, a través de Dave North, nos dio mucha información para nuestro beneficio. No para beneficio del gobernador ni de la empresa. Era honesto y confiábamos en él. Le dije a Dave que algunos de sus puntos de vista políticos eran diferentes de los míos, pero esencialmente estábamos por la clase trabajadora. Confiaré en todo lo que diga. Si me dice algo, diré, "Eso es correcto".
Deberían dejarte hablar en cualquier parte que te encuentres. Decirles la verdad a los trabajadores, que quieres que los trabajadores no anden mendigando una vida mejor. Tienen derecho a una buena vida, a mejorar la humanidad. Y creo que ahí tienes por ejemplo a ese tipo, Trump, que nos llevó a la desgracia, él es un nazi.
Cualquier revolución o cambio social traerá amenazas. La policía vino a acosarme. Un policía veterano de vietnam dijo, "Doctor de mierda, iremos a por ti. Fusilamos gente como locos, no nos importa a quién".
Tengo 80 años de edad y todavía estoy por la revolución, pero ahora me quedo en casa, tengo artritis. No estaré aquí mucho tiempo más, pero mis puntos de vista no han cambiado. No soy tan activo como me gustaría ser, y lamento que perdiéramos la huelga, pero nunca traicionamos a la gente. Peleamos codo a codo con los trabajadores. Una vez, mi hija fue a la universidad y al pasar la lista dijeron su nombre. El profesor dijo, "¿Tu padre no es el Dr. O'Leary?" Ella dijo "sí", y entonces todos los estudiantes, unos 200 ó 300, todos los estudiantes se pusieron de pie y aplaudieron. Me siento gratificado.
(Publicado originalmente en inglés el 17 de abril de 2021)