El 12 de noviembre, cuando Trump estaba incitando a bandas fascistas para anular su derrota en las elecciones presidenciales como lo había amenazado durante la campaña, el sitio morenista La Izquierda Diario escribió, “Todo indicaría que la verdadera estrategia de Trump no es atrincherarse en la Casa Blanca”. En cambio, Trump pretende “mantener la adrenalina” y evitar “tribalismo” en el Partido Republicano.
Esta declaración, que también apareció en su sitio en inglés Left Voice, “es una desestimación criminal de la grave crisis dentro de los EE.UU. diseñada únicamente para prevenir una reacción de la clase trabajadora a la campaña golpista de Trump”, advirtió el World Socialist Web Site.
El 6 de enero, Trump incitó a una horda fascista con armas de fuego, bombas caseras y amarres plásticos a irrumpir el Capitolio con la colaboración de secciones de la policía y el Pentágono, mientras el Congreso se reunía para certificar los resultados electorales. En los días siguientes, Trump y una parte significativa de Partido Republicano han continuado su conspiración neofascista, mientras la prensa corporativa y el Partido Demócrata han buscado ocultar los peligros.
La clase gobernante estadounidense, frente a la peor crisis económica desde los años treinta, ha demostrado su determinación en emplear cualquier medio —incluyendo la dictadura y el fascismo— para romper todas las ataduras para sus planes de imponer la política de “inmunidad colectiva” durante la pandemia e intensificar la explotación, el saqueo neocolonial y las guerras imperialistas.
En respuesta, los morenistas se han alineado con el Partido Demócrata en sus esfuerzos para desarmar políticamente a la clase trabajadora y fomentar complacencia. En un artículo importante el 7 de enero, escribieron: “El asalto al Capitolio no fue una insurrección o un golpe de Estado como insinúa la prensa burguesa”. En cambio, añaden, “muestra a una extrema derecha que, lejos de aceptar la derrota después del 3 de noviembre [el día de las elecciones], se ha envalentonado durante la transición”.
En vez de explicar qué “envalentonó” a la extrema derecha —lo que expondría la bancarrota de toda la perspectiva de los morenistas—, el artículo procede a tranquilizar a sus lectores que incluso este peligro ya pasó. “En este momento, el establishment, desde los republicanos y demócratas hasta el ejército, está unido contra Trump y la extrema derecha” esperando “poner fin al caótico populismo de Trump”, explica Izquierda Diario.
Como evidencia de este frente unido de políticos capitalistas contra la amenaza de la extrema derecha, los morenistas citan las declaraciones de los senadores republicanos Lindsey Graham y Marsha Blackburn reconociendo la elección de Biden tras el golpe del 6 de enero. Al hacerlo, Izquierda Diario está asistiendo en los esfuerzos del Partido Demócrata para ofrecerle una cubierta a los conspiradores golpistas que legitimaron las acusaciones de Trump de fraude electoral, en nombre de la “unidad” bipartidista.
En respuesta al golpe, los morenistas no solo están anestesiando y desarmando políticamente a los trabajadores estadounidenses, quienes se enfrentan a una amenaza continua de una dictadura fascistizante, sino que también están preparando el terreno para avanzar la misma política en otros países. Esta es una continuación de sus esfuerzos históricos para subordinar a los trabajadores a facciones supuestamente “progresistas” de la clase capitalista nacional durante episodios históricos cruciales de la lucha de clases.
Esta tendencia fue fundada por Nahuel Moreno, quien rompió con el Comité Internacional de la Cuarta Internacional en 1963, rechazando su lucha por la unidad internacional e independencia política de la clase obrera con base en un programa revolucionario socialista, a fin de adaptarse al castrismo, el estalinismo y el nacionalismo burgués, particularmente al movimiento peronista en Argentina.
Su partido subordinó las luchas revolucionarias en Argentina en 1968-75 al partido, los gobiernos y la burocracia sindical peronistas y nacionalistas burgueses, ayudando a desarmar políticamente a la clase obrera argentina previo al golpe respaldado por EE.UU. en 1976 y la instalación de una junta militar fascista que asesinó al menos a 30.000 trabajadores y jóvenes.
Mientras que el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) en Argentina, que encabeza la publicación de Izquierda Diario, afirma que se ha distanciado de Moreno, su política continúa reafirmando la misma perspectiva nacionalista y oportunista.
Dentro de EE.UU., el grupo Left Voice está dedicado a engatusar a los Socialistas Demócratas de Estados Unidos (DSA), una facción del Partido Demócrata. Los editores de la revista Jacobin, la cual está estrechamente vinculada a DSA, también se han burlado de llamar el asalto al Capitolio un “golpe” y reafirmado la “estabilidad de las instituciones republicanas estadounidenses”.
Temiendo que el golpe esté exponiendo la criminalidad de su perspectiva, los morenistas sugieren que su orientación a DSA sigue siendo válida dado que las “divisiones internas” entre el “ala del establishment” y el “ala progresista” del Partido Demócrata “simplemente han sido remendados”.
En un artículo separado el mismo día, Left Voice, refiriéndose a los sindicatos y organizaciones vinculados al Partido Demócrata, afirma: “Al encauzar la energía del movimiento Black Lives Matter [contra la violencia policía] detrás del apoyo a Biden, estos líderes intencionalmente o no han socavado lo que pudo haber sido la base del tipo de movimiento social masivo que necesitamos para protegernos contra la extrema derecha”.
Sin embargo, los mismos morenistas ofrecieron argumentos a favor de votar por Biden y promovieron la política de identidades obsesionada con las razas empleada por el Partido Demócrata para dividir a los trabajadores y encubrir el carácter de clase del partido y el dominio de las divisiones de clase en el capitalismo.
En el mismo artículo, Left Voice escribe que, en el contexto de las medidas de austeridad bipartidistas, “el extremismo de derecha apareció porque refleja la desesperación de (típicamente) los hombres blancos. Aprovechando el racismo sobre el cual está construido el capitalismo…”.
En octubre, después de la elección presidencial del Movimiento al Socialismo (MAS) boliviano, el cual había condenado la resistencia masiva a su propio derrocamiento militar a manos de fascistas el año anterior, Izquierda Diario escribió: “Esta derrota de la derecha continental podría ampliarse si como todo indica, Trump pierde las elecciones el 3 de noviembre”.
El 2 de noviembre, dirigiéndose a los indecisos antes de las elecciones, Left Voice declaró: “la coalición electoral de los demócratas es muy frágil dado que incluye a todos desde los organizadores nominalmente socialistas a sectores del gran capital”. Una mayoría demócrata en el Senado, añade, podría “darles a los senadores que representan el ala progresista más poder porque sus números comparativamente menores significarán más”. Por ende, afirma, “lo que definirá esta lucha es cuánta presión se ejerza desde la base para empujar adelante una agenda progresista”.
Ante las “altas expectativas de reformas”, continúa, “Biden y los demócratas bien podrían intentar resolver esto dando algunas concesiones tempranas a la clase obrera”, si bien “ni cerca de lo suficiente para atender la crisis cada vez más profunda”. En medio de altos niveles de hambre, desempleo y del peligro de desahucios, la promesa el día antes de las elecciones de “concesiones tempranas” constituye un apoyo tácito a los demócratas y Biden.
Más allá, el hecho de que combinen esta posición con la declaración de que “Biden resolverá una de las mayores crisis capitalistas en la historia moderna a su favor [de los capitalistas]” es argumento explícito de la invulnerabilidad del capitalismo y un rechazo de las posibilidades de una revolución.
El artículo añade: “Claramente existen fuerzas neofascistas y protofascistas en EE.UU. hoy, pero hay poca o ninguna evidencia de que la clase capitalista haya girado hacia estas fuerzas con el propósito de destruir y reemplazar las instituciones de gobierno democrático burgués y aplastar a la clase obrera”.
El presidente del Estado más poderoso del mundo ha estado cultivando a estas fuerzas fascistas por años y ha amenazado por meses con imponer ley marcial para aplastar las propuestas y establecer una dictadura presidencial.
Su respuesta al golpe de Trump es consistente con las “Tesis” de la Conferencia Nacional del PTS argentino de 2020 y la subsecuente discusión. En un artículo el 30 de noviembre, el ideólogo y legislador del PTS, Christian Castillo, explica que los morenistas argentinos califican la situación política como “incipientemente pre revolucionaria” con eventos que “pre anuncian que tenemos por delante choques de envergadura entre las clases”.
No sorprende que concluyen que esto “pre sugiere” la necesidad de construir un partido revolucionario, pero que por ahora pueden continuar su orientación oportunista al Gobierno peronista, el parlamentarismo y los sindicatos. “[S]e abre la posibilidad de que se desarrollen duras luchas… generando las condiciones para que surja un poderoso partido de las y los trabajadores, socialista y revolucionario”. El PTS, añade, “apuesta a ser un factor clave en el surgimiento de ese partido”.
Por ahora, así como generan confusión sobre el carácter burgués y reaccionario del Partido Demócrata, Castillo insiste en que “la gran burguesía no considera al [Gobierno peronista] de Frente de Todos como ‘su’ gobierno…”.
Nervioso de que los eventos en el exterior desafían esta perspectiva, escribió: “no creemos que puedan utilizarse las categorías de situación revolucionarias o pre revolucionarias a nivel internacional… [Las tesis del PTS] definen la especificidad de la situación argentina y sus rasgos salientes hasta el momento”.
Este es un repudio del programa de la revolución socialista mundial encarnado en el marxismo y la Teoría de la Revolución Permanente de Trotsky, en un momento en que la pandemia y crisis económica globales han demostrado la incapacidad de la clase gobernante y sus representantes políticos, especialmente en el centro de las finanzas y el imperialismo mundiales, para controlar las fuerzas desatadas por la economía mundial.
Vladimir Lenin explicó en un ensayo de 1914 que la clase gobernante utiliza dos “métodos de lucha contra los trabajadores”. Por un lado, está “la violencia, la persecución, las prohibiciones y la supresión”, que toda la clase gobernante apoya en “momentos altamente críticos en la lucha de los trabajadores contra la esclavitud salarial”. Por el otro, en línea con el sistema democrático, la clase gobernante emplea “la máxima astucia, con artimañas y subterfugios que buscan difundir la influencia ‘ideológica’ de la burguesía entre los esclavos asalariados con el objetivo de desviarlos de su lucha contra la esclavitud salarial”.
Como lo ha demostrado la crucial experiencia del golpe de Trump, a fin de combatir la amenaza de la dictadura, los trabajadores y jóvenes en EE.UU., Argentina e internacionalmente deben oponerse a los agentes de la clase gobernante que buscan desarmarlos políticamente. Esto incluye a los morenistas, cuya política refleja los intereses de capas de la clase media-alta que buscan mayores privilegios en la academia, los sindicatos y la política empleando tales “artimañas y subterfugios” contra los trabajadores.
El CICI, que publica el World Socialist Web Site, es la única fuerza política que ha advertido consistentemente de los peligros representados por el golpismo republicano y los somníferos de los demócratas y su séquito. La conclusión urgente que debe extraerse es que el CICI necesita ser construido en todos los países para encabezar un movimiento político revolucionario de masas en la clase obrera por el socialismo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 11 de enero de 2021)