El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador se está rehusando a reconocer la clara victoria del demócrata Joe Biden en las elecciones presidenciales de EE.UU. y está haciendo declaraciones cada vez más explícitas de apoyo a Donald Trump, cuando el presidente republicano en turno avanza una conspiración para anular los resultados electorales.
El mandatario mexicano sin duda está consultando con asesores de la Casa Blanca y altos ejecutivos estadounidenses, mientras que sus agencias de inteligencia y militares trabajan a diario con sus homólogos estadounidenses. En la medida en que esté sopesando su apuesta de que Trump permanezca en el poder, la postura de López Obrador debe cautelar frente a cualquier creencia de que Trump no tiene la intención de llevar a cabo su golpe de Estado.
Inicialmente, López Obrador (conocido como AMLO) dijo el día de las elecciones que no haría ninguna predicción. “Si no queremos que un extranjero opine lo que sucede en nuestro país debemos hacer lo mismo”, dijo. Durante los dos días siguientes insistió en que “no podemos opinar” hasta que termine el recuento de votos.
También señaló varias veces la estabilidad del peso para sugerir que la economía de México no se verá afectada por el resultado. El viernes, añadió que, independientemente del resultado, inversores como el CEO de BlackRock, Larry Fink, y el Banco Santander, pensarán que “México es el país más atractivo de América Latina para invertir”.
El sábado 7 de noviembre, días después de que la victoria de Biden se volviera indiscutible, los medios corporativos de Estados Unidos declararon a Biden presidente electo, y varios líderes mundiales lo felicitaron. Todos los presidentes latinoamericanos han reconocido a Biden como presidente electo, excepto AMLO y el fascistoide Jair Bolsonaro en Brasil.
En cambio, AMLO declaró en una conferencia de prensa el sábado: “Vamos a esperar a que se terminen de resolver todos los asuntos legales”. Añadió: “El Presidente Trump ha sido muy respetuoso con nosotros y hemos logrado muy buenos acuerdos. Y le agradecemos porque no ha sido injerencista y nos ha respetado. Y con el candidato Biden, lo mismo. Lo conozco desde hace más de 10 años”.
Luego hizo la incongruente comparación de la situación actual con las elecciones mexicanas de 2006, cuando los líderes de Estados Unidos y Europa felicitaron a Felipe Calderón como “presidente electo” para consolidar un flagrante fraude electoral contra AMLO.
Dos días después de las elecciones de 2006, el titular electoral de México defendió la “integridad” de la elección al tiempo que reconocía “inconsistencias” en las actas electorales que mostraban que habían contado 3 millones de votos más de los que se habían emitido. El supuesto margen de victoria de Calderón era menor a 250.000 votos o el 0,6 por ciento. Un primer recuento mostró inconsistencias en la mitad de las actas y que la ventaja de Calderón desaparecía, mientras que los resultados de un segundo recuento más amplio nunca se revelaron.
Los funcionarios de Trump no han producido ni una pizca de evidencia de fraude electoral significativo en las elecciones del 3 de noviembre en los Estados Unidos.
AMLO fue más lejos el lunes, cuando desvió su argumento para protestar que “de repente censuran al presidente [Trump], no es cualquier cosa, eso no se había visto. ... En Internet, o en las redes y luego en las grandes cadenas, los grandes medios informativos, ¿y las libertades?”.
También ha citado una cláusula constitucional y una “tradición” de no interferencia en los asuntos de otras naciones. Sin embargo, está dando municiones a las infundadas afirmaciones de fraude de Trump y respaldando las principales consignas que impulsan el golpe de Estado. Las declaraciones de AMLO han sido reproducidas por el sitio web fascistoide Breitbart y por acólitos pro-Trump como Michael Johns y John Solomon.
El martes, El Universal informó que el Gobierno mexicano rechazó una solicitud del equipo de Biden a la Embajada de México en Washington para realizar una llamada entre el presidente electo y AMLO.
En efecto, AMLO está contribuyendo a la instalación de una dictadura presidencial estadounidense bajo una camarilla que ha buscado movilizar una base fascista entre los funcionarios de inmigración, la policía y las milicias antiinmigrantes, utilizando como chivos expiatorios a los más de 40 millones de personas de origen mexicano en suelo estadounidense.
Al adoptar la postura enormemente impopular de apoyo al golpe de Trump, AMLO está apelando al imperialismo estadounidenses y sus socios menores en la oligarquía mexicana. El mensaje es que se arrastrará por el barro tanto como sea necesario para satisfacer sus ganancias e intereses geopolíticos y, en segundo lugar, que él es indicado para llevar al Estado mexicano por un camino autoritario similar.
Ha hecho muchos llamamientos de este tipo. Por ejemplo, después del imprudente asesinato del general iraní Qasem Soleimani por un dron estadounidense, AMLO adoptó “una postura de neutralidad, de no intervención, de respeto a la decisión que toman las naciones”.
En julio, en su primer viaje oficial al extranjero, AMLO visitó la Casa Blanca, donde colmó de elogios a Trump. También prometió a Trump y a numerosos ejecutivos estadounidenses que las plantas en México que abastecen a la industria estadounidense permanecerían abiertas, sin importar el aumento de muertes por la pandemia COVID-19.
Al mismo tiempo, asignando presupuestos récord y grandes obras públicas a los militares, AMLO ha tratado de cultivar una base política dentro de las fuerzas armadas. Su Administración ha empleado cada vez más a su nueva Guardia Nacional contra las manifestaciones de maestros y obreros de maquilas.
En una fuerte escalada, la policía municipal bajo el Gobierno local del partido Morena de AMLO utilizó armas de fuego el domingo por la noche para dispersar a cientos de jóvenes que protestaban contra la “violencia de género”, mientras las tropas federales participaron en la represión. Dos periodistas fueron alcanzados por las balas.
En la medida en que AMLO prefiera a Trump, no se debe a una supuesta “amistad”. AMLO ve en el golpe de Trump un posible impulso potencial para adoptar más rápidamente formas autoritarias de gobierno en México, ante la crisis social del país exacerbada por la pandemia y los altos niveles de desigualdad.
Algunos medios de comunicación han sugerido que Biden no intentaría trasladar la producción de China hacia Norteamérica tan agresivamente como Trump; sin embargo, la política exterior de Biden está centrada en intensificar la confrontación de EE.UU. contra China y Rusia.
Otros comentaristas alineados con los partidos tradicionales de derecha en México, cuyos líderes ya felicitaron a Biden, están argumentando que la postura de AMLO “le costará caro” en caso de una Administración de Biden.
Sin embargo, tales argumentos buscan ganar el favor de ciertas facciones del Estado americano. En el análisis final, Biden vería en AMLO un títere leal del imperialismo estadounidense tanto como Trump.
Este es el hombre promovido por entidades pseudoizquierdistas como Jacobin Magazine, que representa a la facción del Partido Demócrata en los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA), como un “paladín entusiasta de la clase obrera” con una “política a favor de los pobres”.
Sobre todo, el apoyo de AMLO a la intentona golpista de Trump confirma la bancarrota de la política pseudoizquierdista de la clase media, que busca encadenar a los trabajadores y a la juventud radicalizada a la política burguesa, presentando a una u otra facción de la élite gobernante nacional como más “progresista” y como un posible vehículo para oponerse a las amenazas del autoritarismo y el fascismo.
(Publicado originalmente en inglés el 12 de noviembre de 2020)