La suspensión de Jeremy Corbyn es una acción viciosa y antidemocrática de la cábala derechista que controla el Partido Laborista.
El pretexto político con el que se llevó a cabo la suspensión, alegando la existencia de un generalizado "antisemitismo de izquierda" en el Partido Laborista bajo su liderazgo, es una calumnia no solo contra Corbyn, sino contra innumerables miembros del partido. Se trata de una caza de brujas política destinada a justificar la aplicación de las políticas del imperialismo británico y estadounidense en Oriente Próximo, en torno a la identificación deshonesta e ilegítima del antisemitismo con la oposición principista a las políticas del Estado israelí.
El nivel de cinismo parece increíble. El antisemitismo, el odio racial dirigido hacia los judíos, se identifica históricamente con la extrema derecha, especialmente con la Alemania nazi, que tenía muchos adeptos dentro de la clase dirigente británica, incluso en la familia real. Ahora se apunta a la izquierda como la fuente del antisemitismo, incluso cuando en Alemania el partido fascista Alternativa para Alemania ha sido elevado a la posición de oposición oficial en el Bundestag y cuando la élite gobernante de toda Europa está cultivando formaciones similares, incluida la Agrupación Nacional de Marine Le Pen en Francia.
La oposición expresada por Corbyn a la supresión de los palestinos no es más de lo que todavía se puede encontrar entre importantes sectores de la izquierda y el movimiento pacifista de Israel. Sin embargo, se están empleando falsas acusaciones de antisemitismo contra la izquierda basadas en una sucia campaña llevada a cabo por la derecha blairista, el Partido Conservador, el Gobierno de Netanyahu y los servicios de seguridad de los EE.UU., Israel y el Reino Unido, desde que Corbyn se convirtió en líder laborista en 2015.
Cualquier crítica contra Israel y su persecución de los palestinos ha llevado a demandas para que el acusado sea removido del Partido Laborista. Esto se codificó en la adopción por parte de los laboristas de la definición de antisemitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA, siglas en inglés) en 2018, prohibiendo las críticas políticas al Estado israelí. El único propósito de estas mentiras infundadas es completar la profunda transformación del Partido Laborista en un instrumento fiable de los elementos más reaccionarios dentro del aparato estatal británico. Ha sido orquestado por el criminal de guerra Tony Blair, posiblemente la figura más siniestra de la política británica actual, y por su camarilla interior.
Si no es desafiada, tendrá un efecto intimidatorio respecto a los derechos democráticos, incluyendo el derecho a la libertad de expresión y el derecho de los partidos políticos a promover políticas que son consideradas ilegítimas por una cábala de agentes del Estado y sinvergüenzas políticos que no tienen que rendir cuentas.
Nada de esto excusa el hecho de que Corbyn es el arquitecto de su propio destino y es responsable de permitir que la derecha lleve a cabo sus planes contra la clase obrera.
Corbyn ganó la dirección del partido en 2015 y luego otra vez en 2016 a la cabeza de una rebelión popular que involucró a cientos de miles de trabajadores y jóvenes que exigían un ajuste de cuentas político con el legado criminal proempresarial y belicista de los Gobiernos laboristas de Blair y Brown. Corbyn no solo recibió un mandato para oponerse a los blairistas, sino para echarlos del partido.
Se negó a hacerlo, haciendo una patética capitulación tras otra y usando su autoridad política para preservar el control de la derecha, oponiéndose a todos los movimientos populares que buscaban expulsarlos e insistiendo en la "unidad del partido". Esto les permitió a los blairistas continuar con sus planes para eliminar a los corbynistas, centrándose en la caza de brujas de cargos de antisemitismo contra los principales aliados de Corbyn, incluyendo al exalcalde de Londres Ken Livingstone, el activista judío negro Jackie Walker, Marc Wadsworth, el diputado Chris Williamson y un sinnúmero de miembros de base. Luego retomaron el control del partido tras el desastre electoral de diciembre de 2019.
Los adversarios de Corbyn, por supuesto, no tienen ningún escrúpulo contra las expulsiones y ahora están emprendiendo una sangría política, empezando por Corbyn.
Corbyn fue suspendido apenas unas horas después de la publicación de un informe de la Comisión para la Igualdad y los Derechos Humanos (EHRC) que alega que hubo "graves deficiencias en la dirección del Partido Laborista para hacer frente al antisemitismo y un proceso inadecuado para tramitar las denuncias de antisemitismo". La EHRC, que es responsable de hacer cumplir las leyes de no discriminación, identificó lo que dijo que eran "tres infracciones de la Ley de Igualdad (2010) relacionadas con: Interferencia política en las denuncias de antisemitismo; falta de capacitación adecuada para quienes tramitan las denuncias de antisemitismo" y "los actos ilícitos de discriminación y acoso".
La Comisión de Derechos Humanos no identificó formalmente a nadie culpable de los supuestos actos criminales, pero Corbyn fue nombrado en una docena de ocasiones. El Partido Socialista por la Igualdad advirtió en marzo de 2019 que la investigación de la EHRC, instigada sobre la base de las denuncias de las organizaciones prosionistas, el Movimiento Laborista Judío (JLM) y la Campaña contra el Antisemitismo (CAA), terminaría en expulsiones masivas.
Ayer por la mañana, Corbyn publicó una defensa de su historial de oposición al antisemitismo, afirmando que "la magnitud del problema" dentro del Partido Laborista fue "dramáticamente exagerada por razones políticas por nuestros oponentes dentro y fuera del partido, así como por gran parte de los medios de comunicación".
En dos horas, en medio de las demandas de los blairistas y los medios de comunicación para su expulsión del partido, Corbyn fue suspendido por el líder del partido sir Keir Starmer. Seguirán más. La Campaña contra el Antisemitismo dijo que había presentado denuncias a los laboristas sobre 16 diputados, incluyendo a Corbyn, su exsecretaria del Interior en la sombra, Diane Abbott, su sustituta preferida Rebecca Long-Bailey, e incluso Angela Rayner, actual líder suplente de Starmer.
Pero no se detendrá ahí. El objetivo final de esta orgía mccarthista es la clase obrera, que se enfrentará a la censura, la victimización política e incluso a procesos penales por oponerse a los crímenes del imperialismo a nivel internacional y nacional. El Gobierno de Johnson ya ha exigido que la definición de la IHRA se aplique en los campus universitarios del Reino Unido.
Los corbynistas han respondido una vez más agitando la bandera de la rendición. El excanciller en la sombra John McDonnell tuiteó, "En interés de la unidad del partido encontremos una manera de deshacer y resolver esto". Corbyn le dijo a Sky News, "Lo que haré es apelar al partido... para que lo piense de nuevo." Más tarde apeló a los miembros laboristas, "No se vayan, no dejen el partido. Quédense en el partido y argumenten a favor de la justicia económica y social en nuestra sociedad".
Es tiempo de que los trabajadores en Reino Unido y el resto del mundo aprendan las lecciones fundamentales de este degradante espectáculo.
Los acontecimientos han proporcionado una refutación devastadora de las afirmaciones hechas por los grupos de pseudoizquierdistas de que la dirección de Corbyn del Partido Laborista representaba un "renacimiento de la socialdemocracia" o la formación de un "nuevo partido de los trabajadores", según el Partido Socialista. Las declaraciones de Corbyn confirman que su única preocupación real en los últimos cinco años ha sido suprimir la oposición a los blairistas para preservar el dominio de los laboristas y sus aliados en la burocracia sindical sobre la clase obrera.
Corbyn fue solo el último de una serie de figuras y movimientos supuestamente de izquierda que prometían que era posible un renacer de los viejos y desacreditados partidos y sindicatos, o que unirían varios fragmentos de estos viejos partidos en un nuevo vehículo político para la clase obrera. Cada una de estas aventuras políticas ha terminado en un desastre.
La capitulación de Corbyn a los blairistas siguió inmediatamente a la de Syriza en Grecia, que recibió un mandato masivo en un referéndum para oponerse a la austeridad dictada por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional en junio de 2015 y que, en cambio, aplicó medidas más draconianas que sus predecesores de la derecha. En España, Podemos fue aclamado como la nueva ola política y ahora gobierna en una coalición a favor de la austeridad con el Partido Socialista (PSOE). En los Estados Unidos, Barack Obama prometió "esperanza" y "cambio", y cumplió ocho años de guerras ininterrumpidas y asesinatos selectivos. Bernie Sanders llevó a sus millones de jóvenes partidarios a una búsqueda inútil, prometiendo socialismo a través del Partido Demócrata y ahora está proporcionando un maquilla de izquierda a la campaña de derecha de Joe Biden, tratando de desmovilizar la oposición popular a las amenazas de Trump de imponer una dictadura presidencial.
El Partido Socialista por la Igualdad rechazó todos los esfuerzos por sembrar ilusiones en la posibilidad de renovar el reformismo social bajo Corbyn, advirtiendo que el laborismo fue históricamente un partido del imperialismo británico y su principal pilar político para oponerse a un giro socialista de la clase obrera. Además, su giro hacia la derecha no fue el producto de malos líderes como Tony Blair, sino que tuvo profundas raíces objetivas en cambios fundamentales dentro del capitalismo mundial asociados con la globalización, que habían socavado dramáticamente la viabilidad de las viejas organizaciones y programas laboristas incrustados en el sistema del Estado nación. Esta valoración ha sido confirmada. Los herederos de Blair, el político más odiado del Reino Unido, vuelven a estar al frente de un partido que se ha deshecho de sus últimas pretensiones de estar vinculado a la clase obrera y el socialismo.
El laborismo no sobrevivirá a lo que está a punto de hacer, lanzando una caza de brujas contra sus miembros. Pero tampoco lo harán Corbyn ni el "corbynismo". Se están haciendo llamados desesperados para que Corbyn deje finalmente a los laboristas y forme un nuevo partido. ¿Pero cuál sería el carácter de tal partido, dirigido por aquellos que no previeron nada y les fallaron a sus partidarios miserablemente a cada paso?
La prolongada muerte del Partido Laborista debe ser, en cambio, la ocasión para un giro político de la clase obrera hacia la construcción del PSI y sus partidos hermanos en el Comité Internacional de la Cuarta Internacional, que no solo predijo el fracaso del corbynismo, sino que avanzó la alternativa genuina: el internacionalismo socialista.
(Publicado originalmente en inglés el 30 de octubre de 2020)