El martes, el día en que Estados Unidos cruzó la línea de las 200.000 muertes por la pandemia de COVID-19, el presidente Donald Trump defendió abiertamente la política de facto del Gobierno estadounidense de “inmunidad colectiva” o “inmunidad de rebaño”, es decir, permitir que el virus se propague libremente.
“Ustedes desarrollarán un rebaño”, dijo Trump a un cabildo televisado, antes de aparentemente darse cuenta de lo que estaba diciendo y substituir el término “mentalidad de rebaño” por “inmunidad de rebaño”. Continuó, “Como una mentalidad de rebaño. Va a ser, será desarrollado por medio de un rebaño, y eso es lo que ocurrirá”. Como resultado, dijo, la pandemia “desaparecerá”.
Al defender abiertamente la “inmunidad de rebaño”, Trump ha revelado el secreto por accidente. De hecho, la inmunidad colectiva ha sido el principio rector de la respuesta de su Gobierno a la pandemia, subyaciendo sus esfuerzos para restarle importancia al virus, obstaculizar el testeo y obligar a que los trabajadores vuelvan al trabajo lo antes posible.
Como estrategia para responder al COVID-19, los promotores de la inmunidad colectiva argumentan que se debería permitir que la enfermedad se propague libremente en la población, con base en la afirmación de que, en algún momento, suficientes personas habrán contraído la enfermedad que la propagación se ralentizará.
El Dr. Scott Atlas, nombrado recientemente por Trump como asesor sobre el COVID-19, argumentó a favor de este abordaje en julio, declarando, “El contagio de los grupos de bajo riesgo no es un problema, de hecho, es algo positivo”.
A pesar de las trampas pseudocientíficas de la estrategia, no significa ni más ni menos que permitir que gran parte de la población, principalmente los de mayor edad y enfermos se mueran como parte de un programa eugenésico masivo que potencialmente cobrará millones de vidas.
Trump está encabezando esta política y, como lo revelaron las cintas publicadas por Bob Woodward, minimizó deliberadamente la amenaza y le mintió a la población. No obstante, ha sido implementada tanto por los demócratas como republicanos. A fines de marzo, fue el columnista del New York Times, Thomas Friedman, quien aclamó la política de inmunidad colectiva siendo implementada por el Gobierno sueco, criticando los cierres siendo impuestos para detener la propagación del virus, y declaró que “la cura no puede ser peor que la enfermedad”. Su columna fue seguida por un editorial del Washington Post, aplaudiendo a Suecia por lo que llamó “un modelo atractivo”.
Oficialmente, todos los Gobiernos del mundo niegan que estén llevando a cabo una política de inmunidad colectiva. La secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Kayleigh McEnany dijo el miércoles, “La inmunidad colectiva nunca ha sido una estrategia aquí en la Casa Blanca”. Dijo que Scott Atlas “nunca propuso la inmunidad colectiva como estrategia, ni tampoco el presidente”. Estas son mentiras.
Tales negaciones han sido emitidas por todos los principales promotores gubernamentales de esta política, incluyendo Suecia y Reino Unido.
Sir Patrick Vallance, el asesor científico en jefe del Gobierno de Johnson en Reino Unido, le dijo a la prensa en marzo, “No es posible prevenir que todos lo contraigan ni tampoco es deseable porque quieres algo de inmunidad en la población”. Subsecuentemente, el Gobierno, mintiendo descaradamente, declaró “la inmunidad de rebaño nunca ha sido nuestra política ni meta”.
Suecia, que dejó las escuelas abiertas mientras los otros países europeos las cerraban, ha negado de forma similar que está persiguiendo una política de inmunidad colectiva. Pero el mes pasado, correos electrónicos filtrados revelaron que el principal epidemiólogo Anders Tegnell abogó por dejar las escuelas del país abiertas precisamente porque llevaría a una mayor propagación del virus.
“Un punto que favorece mantener las escuelas abiertas es alcanzar la inmunidad colectiva más rápido”, le escribió Tegnell secretamente el 14 de marzo a su contraparte de Finlandia.
El hecho es que la inmunidad colectiva es la política de ellos Gobiernos en todo el mundo. Todos están mintiendo al respecto porque sus acciones, permitiendo que sectores cada vez más grandes de la población se infecten, son criminales, inhumanas e indefensibles.
En la medida en que aceleran la campaña de regreso al trabajo, los Gobiernos están abandonando incluso los esfuerzos mínimos para afirmar que están combatiendo activamente la enfermedad. “Para superar la crisis sanitaria, debemos aprender a vivir con el virus”, tuiteó el presidente francés Emmanuel Macron el mes pasado.
El ex primer ministro australiano Tony Abbott, por su parte, dijo que no había suficientes políticos que “piensen como economistas de la salud entrenados a plantear preguntas incómodas sobre el nivel de muertes que quizás tengamos que soportar”. Dijo que la respuesta a la enfermedad debería ser más cercana a “elegir que nuestros parientes de mayor edad estén lo más cómodos posibles mientras la naturaleza toma su curso”.
La presidenta regional de Madrid afirmó que “a lo largo del curso es probable que prácticamente todos los niños, de una manera u otra, se contagien del coronavirus”.
Por varios años, el aumento en la esperanza de vida de la clase obrera en los países desarrollados ha sido presentado como un “problema” por parte de los centros de pensamiento de EE.UU. y europeos.
Un ensayo en 2013 de Anthony H. Cordesman del centro de pensamiento Center for Strategic and International Studies (CSIS) en Washington presentó la mayor longevidad del estadounidense promedio como una crisis para el imperialismo estadounidense. “EE.UU. no se enfrenta a ninguna amenaza extranjera tan seria como su fracaso en lidiar con… el aumento en el costo del gasto federal de garantías sociales”, escribió Cordesman, afirmando que la crisis de la deuda estaba siendo impulsada “casi exclusivamente por el aumento del gasto federal en los principales programas de salud, el seguro social y el costo de la tasa neta de intereses sobre la deuda”.
En otras palabras, después de que los trabajadores sean demasiado viejos para servir como fuentes de plusvalía y ganancias, sus pensiones y beneficios de salud se vuelven fugas de dinero que podrían ser mejor utilizados para bonos empresariales y el financiamiento del ejército.
Desde el punto de vista de la clase gobernante, la pandemia tiene beneficios muy reales. Ha creado el pretexto para transferir más de $4 billones en rescates hacia los balances de las empresas, lo que ha hecho que los precios de las acciones se disparen. Al crear un desempleo masivo, ha destruido un mercado laboral estrecho, lo que reduce los salarios. Y, ante todo, dado que la edad promedio de los que fallecen es de 78 años, significa que el dinero que iba a las pensiones, la seguridad social y la salud de las personas de mayor edad puede ser entregado a la oligarquía financiera.
Estados Unidos está en medio de una reapertura de escuelas y universidades que ha creado un resurgimiento de nuevos brotes en todo el país. A la luz de los correos electrónicos del epidemiólogo estatal de Suecia, indicando que la apertura de las escuelas creará más contagios, queda claro que la Casa Blanca maneja un estimado de personas que se contagiarán y morirán como resultado, y está procediendo de todas formas.
Doscientas mil personas han perdido su vida por las políticas criminales de la clase gobernante estadounidense. Si las políticas actuales continúan, según el Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud, otros 215.000 perderán su vida en los próximos tres meses.
Para esquivar esta catástrofe, la respuesta a la pandemia debe ser arrancada de las manos de los criminales responsables del desastre en marcha. Ninguna elección, sea en EE.UU. o en cualquier otra parte, pondrá fin a la pandemia. Como lo dejó claro la complicidad de la prensa estadounidense y el Partido Demócrata en encubrir la pandemia en enero y febrero, todas las facciones de la élite política están unidas en priorizar la riqueza de la oligarquía financiera sobre la vida humana.
El prerrequisito para contener y erradicar la pandemia en todo el mundo es la movilización de la clase obrera sobre una base políticamente independiente en lucha por el socialismo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 17 de septiembre de 2020)
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