En el último mes, más de 30.000 personas fallecieron en EE.UU. de la pandemia de COVID-19, mientras las corporaciones llevaron a cabo despidos masivos en medio de aumentos en el desempleo, el hambre y la pobreza.
Al mismo tiempo, la bolsa de valores en EE.UU. registró su mayor salto mensual desde 1986. Todos los tres principales índices bursátiles estadounidenses han aumentado por cinco meses consecutivos desde la caída a mediados de marzo. El índice de referencia S&P 500 ha visto un crecimiento de 65 por ciento, su aumento de cinco meses más grande desde 1938.
El mes pasado vio cómo el patrimonio del titular de Amazon, Jeff Bezos, superó los $200 mil millones. Tesla se volvió la empresa automotriz con la mayor valoración bursátil en el mundo después de que su capitalización del mercado llegara a $465 mil millones, lo que aumentó la fortuna personal de su director ejecutivo Elon Musk a más de $100 mil millones. Apple se convirtió en la primera empresa en el mundo con una capitalización de mercado de más de $2 billones.
Desde el rescate de las principales corporaciones por parte de la Reserva Federal en marzo, el precio de las acciones de Apple se ha duplicado con creces, mientras que el de las acciones de Tesla se multiplicó seis veces.
Estas cifras subrayan la naturaleza de la bonanza de Wall Street. Está asumiendo lo que se ha descrito como una “recuperación en forma de K”, en la que un grupo de gigantes corporativos disfruta ganancias masivas, impulsadas por el salto en los precios de las acciones, mientras que la mayor parte de la economía se estanca.
En 1914, el despliegue de los armamentos al estallar la Primera Guerra Mundial marcó el comienzo de un proceso en que las empresas armamentísticas acapararon millones en ganancias, en medio de muerte y destrucción a una escala inaudita.
Asimismo, la pandemia de COVID-19, que ha conllevado una devastación para las masas obreras en EE.UU. y todo el mundo, ha servido de ocasión para que todas las palancas del Estado capitalista se utilicen en función de organizar la mayor redistribución jamás de la riqueza hacia las cimas de la sociedad.
Existen dos causas inmediatas del masivo auge bursátil de agosto. En primer lugar, la Reserva Federal o “Fed” llevó a cabo un cambio de gran alcance sobre cómo evalúa el riesgo de inflación para garantizar que las tasas de interés ultrabajas se mantengan para siempre.
El anuncio de la Fed la semana pasada de que cambiaría su marco básico de política monetaria en busca de una tasa de inflación “promedio” de dos por ciento significó que prescindiría de aumentos en las tasas de interés incluso cuando la inflación alcanza y supera el nivel de dos por ciento. Esto le permitirá seguir inyectando dinero en los mercados financieros por medio de compras de activos. En otras palabras, como lo puso el Wall Street Journal, “Tasas bajas para siempre”.
Pero fue incluso más importante a eliminación de los $600 semanales de beneficios adicionales para los trabajadores estadounidenses desempleados, bajo la Ley CARES aprobada en marzo. Ambos partidos, los demócratas y republicanos simplemente permitieron que expirara. Infringiendo la facultad constitucional exclusiva del Congreso para recolectar impuestos y asignar gastos, Trump firmó una orden ejecutiva el mes pasado, restaurando, si bien por un periodo limitado, parte del beneficio semanal; sin embargo, la decisión fue en gran medida simbólica ya que la mayoría de los trabajadores no está recibiendo ninguna asistencia adicional.
El Gobierno de Trump, respaldado por los demócratas, entregó unos $2 billones para rescatar a las corporaciones, mientras recortó la poca asistencia ofrecida a los trabajadores. Al mismo tiempo, la Fed ha enviado $4 billones al sistema financiero, funcionando como una malla de protección para todo el mercado financiero.
Estas medidas están siendo acompañadas por un asalto homicida contra la clase obrera. La política de los Gobiernos en todo el mundo, con el de Trump a la cabeza, consiste en obligar a los trabajadores a regresar al trabajo sin importar los peligros para su salud y sus vidas, para que pueda continuar la acumulación de ganancias.
El destino de millones de trabajadores que enfrentan la miseria, incluyendo la posibilidad de verse desahuciados en las próximas semanas, está siendo ignorado. El candidato presidencial demócrata Joe Biden ni siquiera se molestó en mencionar el recorte a los beneficios de emergencia por desempleo en su discurso clave esta semana.
Esto se debe a que la eliminación de la asistencia federal es directamente útil para los intereses de las empresas y la aristocracia financiera, a quienes sirven los demócratas y republicanos.
En el periodo previo a la pandemia, aumentaban las preocupaciones de que el mercado laboral se estuviera volviendo “ajustado”. El brote de COVID-19 ha sido aprovechado para resolver este problema. Ha abierto la posibilidad para que las empresas procedan con una reestructuración de sus operaciones, haciendo permanentes los despidos que anunciaron inicialmente como temporales, reduciendo los salarios de aquellos que permanezcan e intensificando su explotación.
Mientras que Trump aclama la orgía de especulación en Wall Street como una muestra del poder y la fuerza del capitalismo estadounidense, el auge de los mercados no da fe de su fuerza, sino debilidad.
En el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo estadounidense y mundial dependía de la fuerza del dólar estadounidense. Pero el dólar estadounidense se está viendo socavado por la provisión interminable de dinero barato por parte de la Fed. Para fines de julio, Goldman Sachs advirtió de que tenía “preocupaciones reales” sobre la longevidad del dólar estadounidense como divisa de reserva mundial, así como de la estabilidad de todo el sistema monetario internacional, según los Gobiernos deprecian sus monedas fiduciarias. En el mes que ha transcurrido, estas advertencias se han expandido.
El capitalismo estadounidense se enfrenta a la intersección de crisis sociales, económicas y políticas cada vez mayores y el crecimiento de la oposición social centrada en la clase obrera. Cada medida que toma la clase gobernante en respuesta a la crisis, arraigada en los intereses de clase de una oligarquía parasítica, solamente tiene el efecto de exacerbar la crisis.
A este punto, la respuesta a la pandemia ha sido dominada por las prerrogativas sociales de la clase gobernante. Pero otra fuerza social está apareciendo en escena: la clase obrera, la cual está entrando cada vez más en lucha contra la campaña de regreso al trabajo impuesta por la élite gobernante.
La respuesta homicida del capitalismo a la pandemia de COVID-19 ha expuesto la bancarrota del orden social en ojos de todo el mundo. En la medida en que entren en lucha, los trabajadores adoptarán la demanda de la expropiación de la clase capitalista y la reorganización socialista de la sociedad.
(publicado originalmente el 2 de agosto de 2020)
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