El derrumbe económico de la pandemia del COVID-19 sigue teniendo consecuencias devastadoras para la gran mayoría de la población de Estados Unidos. Con el nuevo mes el viernes, decenas de millones de trabajadores deberán rentas e hipotecas sin los ingresos para pagarlas.
Más de 20 millones de personas han presentado beneficios por desempleo en las últimas cinco semanas. En marzo, menos del 30 por ciento de aquellos que presentaron solicitudes recibieron los beneficios. Millones más son inelegibles para recibir asistencia.
Millones de personas todavía no han recibido nada, incluyendo el estímulo federal de 1.200 dólares y buscan desesperadamente huir de la indigencia económica. Los bancos de alimentos están abrumados por la demanda y se están quedando sin bienes básicos. Según el Economic Policy Institute, para el 11 de abril, más de nueve millones de personas que perdieron sus empleos también perdieron su seguro médico. Millones más les seguirán en las semanas siguientes.
No obstante, existen dos realidades, dos Estados Unidos. Mientras la miseria económica de los trabajadores se aprovecha para obligarlos a regresar al trabajo por encima de la amplia oposición, la oligarquía corporativa y financiera ha visto sus fortunas crecer.
Las gigantes empresas, muchas de las cuales han acaparado cantidades masivas de efectivo, están despidiendo a sus empleados mientras siguen pagando a sus ejecutivos. El gigante del entretenimiento Disney ha sido objeto de escrutinio público por suspender a más de 100.000 trabajadores sin paga mientras mantiene su programa de remuneraciones de ejecutivos. Pero esta es la norma.
Los milmillonarios estadounidenses, desde mediados de marzo, han visto su riqueza aumentar 282.000 millones de dólares. La fortuna total de estos 614 individuos, que alcanzó los 3,2 billones de dólares, se ha expandido gracias al continuo aumento de los precios de las acciones en Wall Street, que despegaron de nuevo el lunes.
Un titular en el semanario alemán Der Spiegel ayer capturó la situación económica: “El número de muertos en los EE.UU. está aumentando, al igual que los mercados”. Observando que mientras las empresas permanecen cerradas y el desempleo excede por mucho cualquier precedente histórico en el país, Der Spiegel escribe: “Entonces, si los datos económicos fundamentales realmente ofrecen tan poco incentivo para comprar, ¿qué hay detrás del auge? La solución al enigma tiene tres letras: Fed”.
La Reserva Federal de los Estados Unidos o “Fed” ha dejado en claro que hará todo a su alcance para apoyar a Wall Street. Como consecuencia, los mercados siguen subiendo. “Si quisieras apostar a las caídas de precios”, comenta Der Spiegel, “tendrías que apostar contra una institución cuyos fondos son prácticamente infinitos”.
A partir de marzo, cuando la Administración de Trump y los medios le restaron importancia al peligro que representaba la pandemia de coronavirus, la Reserva Federal comenzó a canalizar dinero a los mercados, primero reduciendo las tasas de interés a cero, y luego iniciando una serie de programas para comprar activos de los bancos y las empresas, proporcionándoles dinero en efectivo para comprar acciones.
La actividad de la Reserva Federal fue respaldada unánimemente por el Congreso de los EE.UU. a finales de marzo, cuando aprobó la “Ley CARES”, que asignó 454.000 millones de dólares para financiar hasta 4 billones de dólares en la compra de activos. Todos los senadores votaron a favor de la Ley CARES, incluyendo el antiguo “socialista democrático” de Vermont, Bernie Sanders.
La Reserva Federal está gastando aproximadamente 80 mil millones de dólares cada día. Se espera que el balance del banco central aumente hasta 11 billones de dólares, desde menos de 4 billones el año pasado y menos de 1 billón antes de 2008. Esto haría que el valor total de los activos controlados por la Reserva Federal se eleve casi a la mitad de la producción económica anual de los Estados Unidos.
Uno debería llamar a las cosas por su nombre correcto. Términos como “compra de activos” y “flexibilización cuantitativa” tienden a ocultar lo que está sucediendo. Esto es un saqueo, robo, hurto a una escala sin precedentes. Dado que la propiedad de acciones está abrumadoramente concentrada entre los ricos, son los ricos los que se están beneficiando.
El gran atraco de Wall Street de 2020 ha sido ayudado y fomentado en cada etapa por los partidos demócrata y republicano. Las diversas instituciones del Estado, incluyendo los medios de comunicación, han quedado expuestos como nada más que empleados asalariados de Wall Street, para poner el asunto delicadamente. Otros podrían tener términos más expresivos.
Después de la crisis de 2008, los Gobiernos de Bush y Obama orquestaron el rescate de Wall Street, comprando todas las deudas incobrables, en particular los títulos respaldados por hipotecas, que habían sido utilizados como vehículos para una orgía de especulación. Como resultado de ello, la desigualdad social aumentó hasta niveles sin precedentes. Las reservas de efectivo de las empresas se elevaron a 2 billones de dólares. Unos 4 billones de dólares fueron canalizados a la recompra de acciones.
Lejos de ser obligados a pagar por las consecuencias económicas de la pandemia, los bancos y las corporaciones simplemente han sido rescatados de nuevo, esta vez en una escala mucho mayor. Una vez más, la crisis está siendo utilizada como una oportunidad para reestructurar las relaciones de clase en los intereses de los ricos.
Todo lo que se le entregue a Wall Street será pagado, de una forma u otra, por la clase obrera a través de la austeridad, la mayor destrucción de los programas sociales y la intensificación de la explotación. De ahí la incesante campaña para que todos vuelvan a trabajar, arriesgándose a una nueva ola pandémica y a la muerte de miles y miles de personas.
Tales medidas, se nos dice, son necesarias para “salvar la economía”. Pero “la economía”, así como el concepto del “pueblo estadounidense”, es una abstracción. “La economía” que ha sido “salvada” es la economía de los ricos, el capitalismo. Cada medida tomada se ha basado en la protección de los intereses de la oligarquía a expensas de la sociedad. Cada política ha sido guiada por intereses de clase.
Una respuesta socialista, es decir, basada en los intereses de la clase obrera, es de un carácter completamente diferente. Se deben asignar billones, pero no para rescatar a Wall Street, sino para implementar un programa de emergencia que consista en infraestructura médica y equipo de protección a todos los trabajadores esenciales.
Los préstamos y otros mecanismos mediante los cuales los ingresos de los trabajadores terminan en manos de los bancos deben ser condonados inmediatamente. La deuda estudiantil ($1,5 billones), los préstamos para automóviles ($1,3 billones) y la deuda de las tarjetas de crédito ($1,08 billones) podrían ser eliminados con el dinero que se ha entregado a Wall Street, con los billones que aún quedan.
Todos los trabajadores deben seguir recibiendo sus ingresos completos durante la duración de la pandemia. La atención médica de la más alta calidad debe estar disponible para todos, de forma gratuita y sobre una base completamente igual.
Además, debe haber una verdadera asistencia a las pequeñas empresas. El llamado Programa de Protección de Remuneraciones aprobado por el Congreso, supuestamente para ayudarles a las pequeñas empresas, ha resultado ser otra estafa masiva a favor de las grandes corporaciones, incluyendo cadenas de restaurantes, conglomerados hoteleros y fondos de inversión.
Tales acciones y otras medidas de emergencia que defiendan los intereses de la clase obrera, en los Estados Unidos e internacionalmente, no pueden asegurarse dentro del marco de las instituciones estatales existentes.
Toda la respuesta a la pandemia —desde la minimización inicial de la amenaza hasta el fracaso en la organización de una respuesta significativa, el obsequio masivo a Wall Street y la actual campaña para obligar a los trabajadores a volver al trabajo incluso mientras la pandemia hace estragos— ha confirmado la teoría marxista del Estado. El Estado no es un organismo neutral. La oligarquía financiera manda. Es su Estado. Los políticos son sus políticos. Los medios de comunicación son sus medios de comunicación.
El Partido Socialista por la Igualdad insiste en que los intereses de la clase trabajadora no pueden ser asegurados sin un ataque frontal al sistema capitalista. La riqueza de los oligarcas financieros debe ser confiscada. Su dominio sobre el sistema social y económico debe romperse a través de la transformación de los gigantescos bancos y corporaciones en empresas públicas.
La logística, la producción de alimentos, la atención sanitaria, la energía, la manufactura y otras industrias básicas deben ser reestructuradas para satisfacer las necesidades sociales, bajo el control democrático de la clase obrera. Los rescates masivos de Wall Street deben ser revertidos, con los recursos sociales redirigidos hacia proteger el bienestar financiero y la salud de la clase trabajadora.
Tales políticas no pueden realizarse dentro del sistema político existente. Exigen la movilización revolucionaria de la clase obrera hacia la toma del poder político en sus propias manos, a través del establecimiento de un Gobierno obrero, es decir, un Gobierno de los trabajadores, por los trabajadores y para los trabajadores, que ponga en práctica las políticas socialistas necesarias para salvar a la humanidad del desastre.
(Publicado originalmente en inglés el 28 de abril de 2020)