Los intentos de la Administración de Trump de restarle importancia al peligro que representa el coronavirus se ven desbordados por la rápida propagación de la enfermedad en los Estados Unidos y por las advertencias de los científicos de que un porcentaje sustancial de la población se enfermará peligrosamente.
Se está reconociendo ahora que el virus se ha estado propagando sin ser detectado por varias semanas en los Estados Unidos. Hay casos confirmados del coronavirus en 16 estados, y nueve personas han muerto. California, Washington y Nueva York han detectado brotes de "contagio comunitario" de "origen desconocido", lo que significa que cientos, o incluso miles de personas pueden estar infectadas en todo el país.
La propagación de la enfermedad en toda la población ha puesto de manifiesto la espantosa falta de preparación de los Estados Unidos para responder eficazmente al brote de una pandemia. Aunque los científicos han venido advirtiendo durante por lo menos dos decenios que un evento de este carácter era muy probable, si no inevitable, las autoridades federales y estatales están respondiendo con improvisaciones desorganizadas e ineficaces.
Hasta ahora no se ha iniciado un esfuerzo nacional bien coordinado para poner en práctica pruebas para detectar quién pueda estar infectado y contener la propagación del virus. Mientras que China ha realizado pruebas a millones de personas, los Estados Unidos sólo han realizado pruebas a varios cientos.
Hay numerosos informes en las redes sociales sobre personas y trabajadores médicos que buscan desesperadamente pruebas de coronavirus para sí mismos y para sus pacientes, pero cuyas peticiones han sido denegadas repetida e inexplicablemente. Esto ya ha provocado una serie de transmisiones y muertes evitables. Docenas de socorristas y trabajadores médicos de la costa oeste se han enfermado.
Durante décadas, los Gobiernos –tanto demócratas como republicanos— han desfinanciado sistemáticamente la infraestructura de salud pública, incluidos los Centros para el Control de Enfermedades, que se han visto privados de recursos.
Este proceso ha sido inseparable de la continua redistribución ascendente de la riqueza a la oligarquía financiera, que ha sido el objetivo fundamental de las sucesivas Administraciones democráticas y republicanas por décadas.
Cabe señalar que, durante la última semana, la cobertura de la pandemia de coronavirus en los medios de comunicación se ha concentrado principalmente en la especulación sobre su efecto en el mercado de valores. Los medios de comunicación, siguiendo el ejemplo de la Administración de Trump, se han preocupado más por el impacto del coronavirus en los valores de las acciones que en las vidas humanas.
Esta perspectiva inhumana encontró su expresión más macabra el lunes, cuando los inversores de Wall Street se encogieron de hombros ante las terribles advertencias sobre la propagación de la pandemia en los Estados Unidos. El anuncio de un inminente recorte de las tasas federales hizo que el promedio del Dow Jones subiera más de 1.000 puntos.
Desde la crisis financiera de 2008, las élites gobernantes se han convencido en que no hay ningún problema en el mundo que no pueda ser resuelto con éxito mediante recortes en las tasas de interés que hagan subir el valor de las acciones. La clase capitalista evalúa los acontecimientos en función de su impacto en los mercados y la fortuna de la oligarquía que domina la vida estadounidense.
La respuesta al coronavirus durante el último mes no ha sido diferente. La actitud de las elites se puede resumir de la siguiente manera: "Pueden morir millones, pero los índices Dow y Nasdaq están subiendo porque la Reserva Federal de EE. UU. reducirá las tasas de interés. ¡Hurra!".
No fue hasta el martes, cuando el mercado no respondió favorablemente al recorte de emergencia de 50 puntos básicos en las tasas de interés de la Reserva Federal, que decayó el estado de ánimo de los comentaristas en la prensa, y esto no se debió a que se dieran cuenta de que un gran número de personas podría morir, sino a sospechas de que la crisis sanitaria podría tener un gran impacto en las carteras de inversión.
Esta crisis está mostrándole al mundo lo podrido que está el sistema capitalista estadounidense. Es urgente adoptar medidas ante la pandemia y movilizar todos los recursos necesarios para contener la enfermedad, organizar un tratamiento médico eficaz y salvar vidas.
Pero la respuesta a esta crisis no solo requiere una respuesta médica, sino también una respuesta política.
La pandemia de coronavirus es una muestra más –junto con la respuesta criminalmente negligente al calentamiento global, los incendios forestales en los Estados Unidos y Australia, el terremoto de Puerto Rico, por dar solo algunos ejemplos— de la incapacidad del capitalismo para prepararse y responder eficazmente a las crisis sociales.
El futuro de la humanidad depende del fin del capitalismo y su reemplazo por el socialismo.
(Publicado originalmente en inglés el 4 de marzo de 2020)